Por: José B. Algarín González
RUMBO A GUADALAJARA...
RUMBO A GUADALAJARA...
Se termina una época y se inicia otra...
Después de la graduación y del respectivo baile, y con la ilusión de
continuar mis estudios me despedí de mi querida Escuela Secundaria, de mis
Maestros, y compañeros que por distintos rumbos siguieron en sus avatares de la
vida donde nos esperaba a todos un futuro incierto. Muchos emigraron a la
Ciudad de México donde lograron realizar sus sueños al graduarse en distintas
áreas.
Por platicas sostenidas con Héctor Gamboa muchos años después supe que incidentalmente se encontraron con
un rico ganadero y agricultor de Acaponeta, Don Marcial Lizárraga, quien
llevaba una magnifica amistad con el ex Gobernador de Nayarit Don. Gilberto Flores Muñoz, el cual ocupaba
nada menos que la Secretaría de Agricultura, no teniendo ninguna dificultad
para acomodarlos en varias áreas de su dependencia, los afortunados fueron
Gamboa, Joel Infante, Rafael Díaz Mallorquín, Salvador Vallin y otros que de
momento se me pierden en la nebulosidad del tiempo (y de la memoria).
Los que emigramos a Guadalajara fuimos pocos quizá 10 ó 12, de los que
recuerdo fueron Carlos Rodríguez Ibarra, Javier del Toro Partida, Jesús Gómez
de los Ríos, Luís Navarrete Zúñiga, el
que escribe y otros más.
Esta vez nos acompañó mi papá, quien por sus amistades nos había ya
rentado un cuarto...sí, un cuarto, en la esquina que forman las calles de
Mezquitán y Garibaldi en el populoso barrio de la Capilla de Jesús, anexo a una
Botica cuyo dueño era precisamente el dueño del cuarto.
Por supuesto que en este inicio
de la nueva aventura me acompañaba mi querida hermana Tere, quien al ver aquel
cuarto casi lloraba. Se trataba de cuatro paredes y un techo, con una puerta al
fondo, donde había un baño completo y una media cocina. Un lavadero, y un patiecito
para tender la ropa, con un boiler, no
de gas, sino de aquellos que había que comprar un combustible a base de aserrín
prensado impregnado con ¿Tractolina?, ¿Diesel?, ¿Petróleo? Era una bolsita compacta.
Había por ahí una llanta de carro que esa primera noche nos sirvió de
almohada, afortunadamente cada uno llevaba una cobija.
Antes de regresar mi papá para Acaponeta ya había tratado con la dueña de un pequeño Restaurante precisamente a la vuelta, por la calle
Mezquitán, y dejó pagado por adelantado unos días para nuestra alimentación.
A pocos pasos del restaurante mi papá tenia un amigo, creo que hasta
compadre de él, que tenía un próspero negocio de relojería, además de una modesta joyería, con el encargo de que si algo se
ofrecía...pues, nos auxiliara.
Y después de dejarnos ya “instalados” dándonos su bendición, se despidió
deseándonos la mejor de las suertes...(¡Nina, como te extrañamos!).
El haber escogido aquella área de Guadalajara mi papá lo había hecho con todo propósito, pues a dos cuadras de nuestro domicilio se encontraba el Colegio Sor Juana Inés de la Cruz, donde mi hermana Tere se inscribió sin ningún contratiempo.
Yo, por mi parte ya había localizado la única Preparatoria que existía
en aquel tiempo, la Preparatoria No. 1. Dependiente de la Universidad de
Guadalajara, también relativamente cercana a nuestro domicilio.
Es un edificio muy antiguo, anexo al Templo de San Felipe, de cantera,
de dos pisos, una preciosidad de construcción, la entrada en ese tiempo era por
la misma calle que lleva el nombre de San Felipe, un magnifico portón de dos
alas, una obra de arte de tipo colonial.
Me animó ver la gran cantidad de jóvenes en la entrada de esa magnifica
Escuela, pensando ya de “adueñarme” de ella y poder decir...¡Mi Preparatoria!
Dentro encontré a algunos haciendo corro, junto con otros muchachos y
muchachas de varias partes del Occidente de la República, a mis compañeros de
estudio de la Secundaria, congratulándonos todos de aquel reencuentro y
listos para iniciar el camino hacia la
meta ya fijada.
Después de platicarnos varias peripecias de cada uno de nosotros nos
fuimos quedando únicamente unos cuantos, además de los de Tepic, otros de
Zacatecas, Colima, Durango, Sinaloa.
Seríamos como unos 18 ó 20 aspirantes para nuestro nuevo ingreso cuando,
de la Dirección salió un Maestro, joven, de traje, muy serio, nos preguntó que
cual era el motivo de ese jolgorio, por supuesto el que contesto fue el que escribe, manifestándole el placer de
encontrarnos en esa Escuela Preparatoria prestos a iniciar el vuelo a otras
alturas culturales.
Dirigiéndose a mí me preguntó que de donde veníamos, mi repuesta fue
inmediata y con orgullo contesté, de la Secundaria Federal No.1, tipo B, para
hijos de trabajadores de Tepic, Nayarit, respuesta que lo puso a pensar, y mesándose la
barbilla, me inquirió que materias
habíamos llevado, de inmediato conteste de memoria cada una de ellas
desde el primero hasta el tercer grado.
Y con una cara de extrañeza nos dijo y, ¿no llevaron raíces Griegas y Latinas?
No, fue mi respuesta espontánea y
cierta. Pues efectivamente no habíamos cursado dicha materia.
Muy bien, nos respondió, los espero mañana, a las 8 a.m. Y vayan a
inscribirse, lleven sus certificados de Primaria y Secundaria y hagan su pago
de inmediato (Todo esto ya lo habíamos hecho).
Nos vemos mañana en el salón del
fondo de la planta baja nos dijo despidiéndose muy ceremoniosamente.
Al día siguiente muy temprano ya estábamos ahí listos para demostrar nuestro conocimientos.
Al día siguiente muy temprano ya estábamos ahí listos para demostrar nuestro conocimientos.
Llegó el Maestro, Doctor de
profesión, de nombre Miguel Quezada Ochoa, era en ese tiempo Secretario de la
Escuela Preparatoria.
Muy saludador, y se veía y se comportaba con mucha educación.
Abrió el salón, por cierto muy grande, con aproximadamente 60 sillas con
paletas anexas de tal manera que quedábamos muy separados ni siquiera para
hacer ningún comentario, mucho menos copiar.
Y vaya sorpresa que nos esperaba, pues de las casi mas de 100 preguntas
de la prueba mas del 80 % ¡eran de raíces Griegas y Latinas!
El resultado no se hizo esperar, pues al día siguiente estaban ya las listas en una pizarra a la
entrada de la Escuela, y si, efectivamente reprobamos mas del 90 % de los que
habíamos hecho la prueba de admisión el día anterior. Esto fue con el firme
propósito de eliminarnos a los que con
orgullo habíamos presumido de haber sido
egresados de una Escuela “para hijos de trabajadores”.
¿Qué hacer ante este tropiezo?
Muchos se dieron por vencidos y ya no los volvimos a ver, quizá
cambiaron de escuela, otros tal vez se regresaron a su lugares de origen.
Ni por un momento me imaginé yo volver a
Acaponeta derrotado a las primeras de cambio.
Nos juntamos los más que pudimos de los reprobados y ya se imaginaran
las caras largas de cada uno de nosotros. Ahí juntos se nos ocurrió la idea de
ver al Director de la Prepa y exponerle nuestra situación cosa que por mayoría aprobamos y ahí vamos
haciendo de “tripas corazón”. Nos
atendió de inmediato, y como siempre el de la voz empezó a hablar sobre el
problema que nos llevaba y reprobando la actitud del Maestro Quezada al
interrogarnos de tal manera que encontró el punto débil, a priori aun antes de hacer
el examen.
Nos escuchó con detenimiento y valoró nuestros argumentos, le explicamos
que veníamos de fuera del Estado y lo ilusionados que todos estábamos ahí,
molestándolo, y al proponerle que estábamos dispuestos a llevar un curso
intensivo de Raíces Griegas y Latinas
durante dos semanas, lo que fuera necesario, y costeándolo nosotros.
Aparentemente no tenía más salida que aceptar la sensata propuesta de ese pequeño grupo.
Y así lo hizo.
Fuimos a la Rectoría y el Secretario de la UDG ya estaba enterado y nos
trató muy bien de tal manera que nos autorizó el curso y nos designó un maestro.
Al final del curso se nos hizo un nuevo examen de admisión y cuál fue
nuestra sorpresa que la prueba fue de cultura general, esto es, de lo que
sabíamos con los conocimientos que nos impartieron en la Secundaria, y ¿saben
que?... ¡Ninguna pregunta sobre Raíces Griegas y Latinas!
¡BIENVENIDOS A LA PREPA!
El lunes siguiente muy temprano ahí estábamos ya, en la Prepa , y nos
esperaban los alumnos de segundo y tercer año,
listos con unas grandes tijeras, y a todos los que íbamos llegando de
primer ingreso perdíamos nuestro bella cabellera de unos cuantos
tijeretazos, y como espectadoras, las
muchachas que se reían a más no poder de la escasa resistencia que oponíamos
ante aquella chusma de Atilas, esa fue nuestra “Bienvenida.”
Muy pronto nos adaptamos a la vida estudiantil, la entrada a clase en mi
área, la de Ciencia Médicas y Biológicas era EXACTAMENTE a la 7.00 a.m. pues el
Maestro, un señor Médico de edad provecta de nombre José Ochoa Escobedo tenia
fama de muy puntual y hasta decían, que los vecinos ponían su reloj a la hora
al paso de tan insigne maestro adorador del dios Cronos.
Les relataré que llegaba unos minutos antes de las siete, sacaba un reloj de
esos que llamábamos de ferrocarrileros,
se desprendía de la pretina de su pantalón una leontina, abría la carátula de
su reloj, lo ponía sobre su escritorio, en seguida sacaba un paquete de cigarrillos, Faros por cierto, y un encendedor
de marca austriaca así como un pequeño cenicero, encendía con parsimonia
su primer cigarrillo exactamente a la 7 A.M. Iniciaba a pasar lista.
Era muy estricto, pues iniciaba la clase casi siempre con un
chascarrillo, relativo a la incompetencia de los nuevos aspirantes a Galeno,
refería que un día antes había visitado un cementerio y que le llamó la
atención un Epitafio que decía: “Estoy aquí por la voluntad de Dios y la
ineptitud de un nuevo médico”.
Cuando algún alumno le fallaba en sus preguntas no lo “soltaba”, y con
frecuencia aparentemente al “azar” lo seleccionaba para sus preguntas.
Un ejemplo, a un compañero que ya lo traía, decía, a ver, vamos a ver
...Fulano de tal...y sacaba una ficha de
un especie de recipiente que tenía por
un lado y decía:.. Mire, ¡que suerte! ... le tocó un tema sencillo... y le
decía; háblenos de las funciones del cerebro...(tema del cual se podía escribir un libro únicamente de alguna
de las funciones).
Ante la pregunta, mi compañero decía casi balbuciendo que no lo sabia, y
el Maestro insistía, “no lo oímos, pase por favor al frente, aquí está el
estrado, háganos participe de su sapiencia”...el pobre se acercaba y de manera
tartamudeante le repetía, no lo sé Maestro.
¡Ahhh! ...No sabe...! Bueno pues le
poner un cero...y luego al tomar la lista decía...!Oiga!... pues esto
ya parece un ferrocarril de tantos ceros. Mire, le decía con sorna, dígale a su
mamacita que ya no lo levante temprano a ésta clase, no tiene caso...
Este Maestro nos daba la clase fundamental, Anatomía Descriptiva, era
tremendo, y en ocasiones realmente abusaba de su posición de Catedrático y
además en ésta materia pues no distinguía género en cuanto a la presencia de
damas que formaban parte de nuestro grupo.
En una ocasión se trataba de hablar sobre los órganos sexuales
masculinos y empezó su clase de esta manera...Hoy vamos a referirnos al pene,
órgano sexual masculino vulgarmente llamado....así...así...y más, que mide
normalmente en periodo de reposo...tanto mas tanto, y en erección, pues
depende de la raza, edad, etc...etc... A propósito: decía, comentan que en
el Estado de Durango son los que en
México tienen el pene mas grande...(silencio en toda la clase). De repente se levantan
dos compañeras damas y se dirigen a la salida
del salón, ya para salir les dice: Señoritas, Señoritas, a ¿donde
van? El camión para Durango sale a las
11 A.M....(¿?)
Sabiendo de antemano cuál sería mi futuro con éste maestro en ésta
materia me cambié a la clase vespertina, la cual aprobé sin dificultad.
Realmente mi paso por la Prepa, fue sin “pena ni gloria”, aun cuando
debo reconocer que mi fe, si fue “zarandeada” un poco, sobre todo en las
materias de Teoría del Conocimiento, Prolegómenos a la Sociología, y en la
Filosofía de la Historia, con los autores de dichas teorías, sobre todo, Hegel,
Hengel y por supuesto Karl Marx. Sin embargo gracias a las firmes convicciones
de mis padres, trasmitidas durante mi infancia y adolescencia fueron superadas.
Estando una mañana, en un descanso entre clase y clase, y apostados en la puerta principal, vimos pasar
a una señora joven, por cierto muy guapa,
cargando unas bolsas de yute, una en cada mano con varias frutas, entre ellas,
sandias, piñas, naranjas, y notábamos que el esfuerzo era superior a sus
fuerzas.
Presto me apronté para ayudarla y sin pensarlo más, me acomedí a cargar
dichas bolsas, previos piropos que le dirigía (ya saben) “¿te ayudo Mamacita?”
Y todos mis compañeros que me veían que
no me hacia caso. Yo, sin darme cuenta que venia detrás de mi un militar, por
cierto Capitán por su uniforme y las barras que lo distinguía como tal.
Resulta que era su esposo, y que venia precisamente a ayudarla, pues la
XV Zona Militar estaba a la vuelta de mi
escuela, y alcanzándome, me dijo:
¡Ayúdela pues! ¡¡Caón!! Y
sacando una pistola calibre .45 me
conminó a cargar tan pesadas bolsas, cosa que de inmediato hice, con el
beneplácito de la dama y el enojo contenido del militar. Y así, hasta más de
cuatro cuadras donde tomaron un camión urbano despidiéndose de mi, ella
dándome las gracias y el Capitán me hizo un recordatorio familiar nada
agradable.
Ya se imaginaran las risotadas y cuchufletas de mis compañeros que se
habían dado cuenta de mi angustiosa situación.
Eran muy frecuentes los simulacros de una pelea entre los mismos
estudiantes para lograr algún propósito y una vez, me tocó a mí y a mi querido
amigo compañero y paisano Javier Del Toro, quienes salíamos “peleándonos” desde
dentro de la Escuela, y a sabiendas que venía un camión cargado de frutas,
seguíamos peleando frente a la misma defensa del camión, a media calle, el cual
se detenía bruscamente, mientras uno o dos compañeros se subían por la parte
trasera para arrojar la fruta, la cual recogían otros compañeros que estaban
listos a recibirla. Dicho camión iba a
descargar en un mercado que esta contra esquina de la famosa Prepa No. 1.
Los líos y pleitos estudiantiles, eran frecuentes, sobre todo contra la
Secundaria que estaba atrás del edificio de la Prepa, a dicha Secundaria la
llamábamos “la Perrera”, y a la Prepa de nosotros como “la Leonera”.
En una ocasión, no recuerdo porqué, el pleito estaba en grande y varias
decenas de estudiantes de la Perrera querían “tomar” nuestra Prepa, pues bien,
con una cooperación rápida que hicimos, fui a comprar dos bolsas de dos kilos
cada una de un colorante en polvo, de color rojo intenso, y me subí hasta la
azotea donde arrojé de manera profusa y bien repartido todo aquel polvo sobre
los invasores.
Bajando rápidamente por las escaleras me encontré con una turba de
cabezas y caras rojas, tanto de la pintura como del coraje, y preguntándome si
había alguien arriba, les contesté... ¡Si...!
¡Se brincaron hacia la perrera! ¡Síganlos!
Me salvé de milagro, pues traía en mis manos las huellas del color
rojo....Si me descubrían...no se qué me hubiera pasado.
En otra ocasión, en un baile que organizó mi escuela llegaron unos
cuantos alumnos de primero y segundo de Medicina, acudieron con tanta
prepotencia que de inmediato se liaron a golpes entre ellos y los estudiantes
de la Prepa, sacando la mejor parte mis compañeros de la Escuela por la
cantidad de estos, y por primera vez no me quise involucrar en ese zipizape,
pues en unos cuantos meses mas estaría yo
en la Escuela de Medicina. Sin embargo, en aquella zacapela, alguien me
aventó contra un estudiante de Medicina que le decían el Willy, el cual ya traía una ceja sangrando, y
al pegarle sin querer con mi cabeza pues más se le abrió la herida y ya se
imaginaran la corretiza que me costó evitar la pelea. Pero nunca me perdonó,
pues al llegar al primer año de la carrera de medicina...pero este es otro
asunto...
A dos cuadras de nuestra escuela, se localiza lo que antes era La
Escuela Normal de Jalisco, semillero de grandes docentes y pletórica de
muchachas y muchachos (mas Chicas que hombres) de tal manera que en los tiempos
libres nos íbamos a esa Escuela para ver salir a las bellas pupilas, y en
múltiples ocasiones ver los ensayos de ellas en la clase de baile que eran
realmente unos cuadros teatrales de primera.
Precisamente enfrente de la entrada de dicha Escuela había un pequeño
estanco, donde frecuentemente con el pretexto de ir a tomar un refresco, o
comer una torta, ver a las alumnas de ese tan prestigiado plantel.
Por supuesto que me “hice” una novia, más o menos de mi misma edad, por cierto que su mamá trabajaba
en casa de un gran amigo de mi papá, se llamaba Manuel Hernández Leal,
Odontólogo, quien estimaba sobremanera a mi papá, el cual influyó mucho en la
posibilidad de terminar su carrera como
Cirujano Dentista. Pues era nada menos que el Secretario de la Escuela de
Odontología.
No duró mucho dicho
noviazgo...
(Continuará...)
(Continuará...)
0 comentarios:
Publicar un comentario