Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Una de las cosas que no sé
y me voy a dar a la tarea de investigar, es saber quién le pone nombre a las
calles de los pueblos. Supongo que debe ser algo que el propio cabildo proponga
o reciba propuestas que finalmente se autorizan.
Alguien me dijo hace años que
era la oficina de correos la directamente responsable de esto, pero más me
enturbia la mente si esto es real, pues quién me dice a mi que efectivamente
alguien de esa dependencia, detrás de un escritorio y en un oscuro rincón, va a
hacer un análisis concienzudo sobre el tema y elegir el nombre de una calle que
puede quedar en una simple flor o el repetidísimo nombre de algún héroe
nacional, como Morelos, la calle o avenida más repetida de México, con miles y
miles de vialidades que llevan el nombre del prócer de la antigua Valladolid.
Y la preocupación me llega
porque soy de los que creen que los nombres de las calles, avenidas, colonias,
los parques, jardines, edificios públicos y hasta las escuelas deben ser
consultadas con el pueblo e incluso que sean los habitantes de las comunidades
quienes propongan, para que no suceda lo que muchos hoy penan, que viven en una
calle digamos como la de Luis Echeverría Álvarez, que se repite cientos de
veces, repudiado ex presidente de la nación, al cual se culpa de muchos males y
hasta de tener las manos manchadas de sangre. Alguien dirá, pero es que
Echeverría es parte de la historia. Hitler también lo fue y no me gustaría
vivir en la calle de Adolfo Hitler número 55. Sin embargo, hay que reconocer
que no a todos se les puede dar gusto y esto de las calles se convierte en un
problema.
El poner nombres a ciertos
inmuebles, principalmente culturales o deportivos, así como a calles o
colonias, siempre ha sido motivo de polémica. No todos piensan igual y no hay
un ser humano que sea monedita de oro y les caiga bien a todos para que en
tales distinciones, quede la ciudadanía conforme. Hace algunos años, notables
de Acaponeta, propusieron al ayuntamiento en turno que a la actual calle
Chapultepec, al norte de la ciudad se le cambiara el nombre por el del General
Juventino Espinosa, acaponetense, cuando San Felipe Aztatán, hoy en el
municipio de Tecuala, pertenecía a esta municipalidad de las gardenias y lugar
de nacimiento del personaje; basaban estos ciudadanos su propuesta en los
logros, civiles y militares del destacado político, además de haber sido
Gobernador del Estado de Nayarit por dos ocasiones. Se mandó hacer una placa
alusiva y hasta se construyó la base o zócalo donde iría empotrada, pues nadie
imaginaba que fuera haber oposición, ya que el nombre de Chapultepec, nada
significaba para los oriundos de esta región. Sin embargo, varios vecinos del
lugar, se negaron rotundamente y esa iniciativa no prosperó. Como dato curioso,
diré, lo cual cae como anillo al dedo en este tema, que luego del fracaso,
alguien insistió en que una calle debería forzosamente llevar el nombre del
prócer y pretendieron que el actual boulevard de entrada fuera el sitio ideal,
hasta que alguien les advirtió que esa vía de acceso a la ciudad, ya llevaba el
nombre del constituyente Juan Espinosa Bávara, quien a su vez tiene una calle
con su apelativo en el centro de la ciudad, una estatua en la plaza principal y
hasta una escuela primaria; y, cosas que solo suceden aquí y que nos hacen
parecer personajes de una novela de Kafka, al boulevard, de manera incorrecta,
la mayoría de los ciudadanos le siguen llamando hasta hoy “Prolongación
Morelos” su nombre original. No hay coherencia, pero queda claro que el pueblo
finalmente decide, si el nombre le es significativo.
Existe un bello callejón a
un lado del Templo de la Asunción que lleva el nombre del general Leopoldo
Romano, aquel que fue vencedor del famoso agrarista Manuel Lozada, el Tigre de
Álica, pues bien, con el gusto y amor que muchos millones de mexicanos le
tienen al extinto Papa Juan Pablo II, se le cambió el nombre a esta estrecha y
singular calle, cosa que no prosperó, ya que la gente le sigue llamando Calle
General Romano o, lo peor, el callejón del beso, porque es muy utilizado por
las parejitas de jóvenes que dan rienda suelta a los llamados de la naturaleza.
Otro ejemplo: allá por el
rumbo del Cerro de la Cruz, hay una calle con el nombre de Marcial Fletes,
pocos saben que hizo este señor, pero indagando nos enteramos que en el año de
1876, justo en el mes de noviembre, es decir, hace la friolera de 136 años, un
indio llamado Juan Miguel, al mando de 600 bandoleros, arremetió contra la
ciudadanía, con el único objetivo de saquear a los comerciantes de aquel
entonces. Dos hombres, uno Francisco Lora y el otro Marcial Fletes,
conformaron, con decenas de voluntarios una fuerte defensa, salvando al pueblo
del temible rufián y de la destrucción. Ambos merecían una calle, el segundo la
tiene y el otro no, a pesar de que fue bisabuelo del anterior primer edil del
municipio.
Tengo entendido que
existen nuevas colonias o asentamientos donde ya se urbanizó con calles que
hasta el momento no tienen nombre. Pienso y propondré al Ayuntamiento en el
momento oportuno, que esas vialidades lleven los nombres de acaponetenses
distinguidos y que hayan figurado en algún momento de su larga historia.
Creo que finalmente no
debemos permitir lo que sucede en algunos barrios como en la colonia Invinay
que en realidad se llama Porfirio Vázquez, donde en una sola manzana existen
los nombres de las calles no tienen que ver unas con otras, como ejemplo tomo
una: al sur la calle Lázaro Cárdenas; al norte la calle Panamá, refiriéndose a
la centroamericana nación, al poniente Quintana Roo, con el nombre de un estado
de la República y al oriente la calle California, haciendo cuchilla con
Victoria, todo conformando un champurrado de nombres, sin orden, ni concierto.
Hace algunos años en el
Cerro de la Cruz, una persona se enteró que había una oportunidad de adquirir
terrenos o lotes para edificar viviendas. Este ciudadano se apresuró y sin
egoísmos, decidió hacer los trámites y gestiones para favorecer no solo a su
familia, sino a las decenas de vecinos que hoy tienen un techo propio que los
cobije. Después de miles de trámites burocráticos, idas y venidas a Tepic,
gestiones ante el Ayuntamiento y un buti de problemas, se logró que cada quien se
hiciera de un lote y posteriormente una casa. Agradecidos los vecinos con este
ciudadano ejemplar, tomaron la medida de ponerle a una calle del lugar el
nombre de ese benefactor y desde hace ya algunas décadas, existe en el Cerro de
la Cruz, la calle Juan Partida, que es de quién estamos hablando y envío un
cordial saludo. Tuvo significado para el pueblo y así seguirá llamándose esta
vía tal vez para siempre.
De manera similar han ido
creciendo las colonias que al tomar un nombre que los identifique se han ido
registrando prosperando a veces y en otras no. ¿Sabe Usted, amable lector, que
la conocida y multinombrada colonia Infonavit, lleva el nombre de “Emilio M.
González”, ex gobernador del Estado y padre del anterior mandatario estatal? ¿Y
que dentro de esa colonia existe un sección que lleva el nombre de Santos Díaz
Mendoza, exalcalde acaponetense ya fallecido? ¿O que la colonia Invinay, lleva
el nombre de Porfirio Vásquez Cosío, también ex presidente municipal?
Existen suficientes nombre
de acaponetenses valiosos que bien vale la pena el homenaje de distinguirlos
colocando, con toda la pompa que la circunstancia requiere su nombre.
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