Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Un grupo de numerosas ranas viajaba por el bosque
y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas
se reunieron alrededor del enorme agujero. Cuando vieron cuán hondo era aquella
oquedad, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se
debían dar por muertas.
Las dos ranas, evidentemente angustiadas, no
hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar
fuera del hoyo con todas sus fuerzas; sin embargo las otras seguían insistiendo
que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que
las demás decían y se rindió. ¡Ella se desplomó e inevitablemente murió¡
La otra rana continuó saltando tan fuerte como le
era posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas
para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no
tenía caso seguir luchando, que el hoyo estaba tan profundo que era imposible
salir de ahí. Pero la rana saltó, saltó y saltó cada vez con más fuerzas hasta
que finalmente logró salir del hoyo.
Esta fabulilla, se ajusta muy bien al modo de ser
de los mexicanos, nos gusta mucho degradarnos, darnos la espalda, el lobo del
mexicano es su propio compatriota, poco aplaudimos los logros y sí, hasta con
entusiasmo nos alegramos de las derrotas de los otros. –no sabemos trabajar en
equipo porque vemos con desconfianza a los demás. Es un poco como aquella otra
fábula; la de las jaibas en la cubeta, que cuando alguna llega a la orilla
lista para huir, otra le jala la pata y la regresa a la prisión, no logrando
salir ni una.
Hacemos chistes de nuestro supuesto estatus en el
tercer mundo, recuerdo el logro que significó que un mexicano, en este caso
Rodolfo Neri Vela, alcanzara a ser el primer astronauta de México, un hecho que
no se había pensado antes, precisamente porque no nos creíamos capaces de
alguna hazaña así, siempre nos decimos perdedores, se bromeó sobre Neri, y se
dijo que se robaría la computadora de la nave, como diciendo que los nacidos en
la tierra del nopal y la tuna somos todos ladrones; se dijo también que con una
navaja abriría los cómodos asientos del transbordador espacial y que en sus
paredes aparecerían grafitis y consignas, como si los mexicanos lleváramos como
una maldición el vandalismo como bandera.
Pero no, por supuesto que no, Neri fue al espacio y
regresó con el reconocimiento de la gente de la Nasa y de la comunidad científica
mundial y eso no se lo aplaudimos, porque estábamos más preocupados en
aventarle pullas a ese orgullosamente primer astronauta mexicano, hicimos como
las ranas, le gritamos que no se podía, él no hizo caso y sí se pudo, además
muy bien.
Lo dijo alguna vez Octavio Paz, con respecto al
tiempo en que estamos viviendo: “Tenemos que aprender a
mirar cara a cara la realidad. Inventar, si es preciso, palabras nuevas e ideas
nuevas para estas nuevas y extrañas realidades que nos han salido al paso.
Pensar es el primer deber de la ‘inteligencia’. Y en ciertos casos, el único.”
Si nos analizamos los mexicanos
somos una paradoja, increíblemente nacionalistas y llevamos lo mexicano, bajo
el símbolo de un sombrero de charro por todo el mundo, la noche del 15 de
septiembre, quedamos afónicos de tanto gritar ¡Viva México! Y defendemos “hasta
con la muerte” nuestra condición de mexicanos contra los masiosares del planeta,
pero al interior, cuando creemos que nadie nos ve, nos subestimamos, nos
degradamos ante nuestros propios ojos y queremos reducirnos de tamaño, como si
triunfar fuera un castigo. Los
mexicanos pueden ser amables pero impulsivos y violentos, según sea el caso. Somos
un pueblo abierto, pero a la vez increíblemente reservado, desprendidos pero
desconfiados, tenemos al mismo tiempo una visón de la vida pesimista y seria,
pero a la vez afirmamos con alegría y en son de jolgorio que "vida no vale
nada" como una excelsitud de optimismo mal entendido.
En los pueblos chicos como
este de Acaponeta, y aún en las grandes ciudades, al vecino, al amigo, al
compañero de banca o de trabajo, le podemos perdonar todo, que sea ladrón,
antipático, infiel, desleal, sicario y narcotraficante, pero nunca le
perdonaremos que triunfe en su medio y destaque, si seguimos con los ejemplos
de la fábula, somos como la serpiente que persiguió de manera incansable a la
luciérnaga para comerla, día tras día a lo largo de muchos meses, cansado el
insecto se rindió y antes de morir preguntó al ofidio el porqué de su actitud,
si él ni siquiera formaba parte de su dieta natural, a lo que la culebra
respondió: “es que brillas y eso me causa envidia”, esa, es una triste y penosa
realidad.
Todo esto viene a colación
porque una vez más se acercan los juegos Olímpicos, esta vez en Londres,
Inglaterra y ya oigo voces que presagian el inevitable y rotundo fracaso de
nuestros atletas, son las ranas gritando que no se va a poder. Todavía no
llegan a Europa y ya los sentenciamos a la derrota.
Tengo un buen amigo aquí en
Acaponeta, que no se pierde la inauguración de los Juegos Olímpicos y de los
Mundiales de Fútbol, él me decía que uno de esos estupendos viajes, tuvo la
“suerte” de coincidir en el mismo hotel, que la delegación de pantalón largo
del olimpismo nacional y se sorprendió de la gran cantidad de “funcionarios del
deporte”, dirigentes y asesores que acompañaban a los atletas, eran quizá más
la gente de pantalón largo que los propios deportistas, ya que todos esos
mencionados iban con sus familiares y hasta amantes a hacer turismo a costa del
erario nacional, dinero que no se emplea para mejores instalaciones deportivas,
apoyos a viáticos para foguearse en el extranjero o buenas y jugosas becas
deportivas, no, ese dinero era para las comilonas, parrandas y compras en
lujosos malls para estos depredadores del erario nacional.
Quizá los mexicanos si
seamos perdedores, pero es momento de irle poniendo nombre y apellido a esos
derrotados, son ellos, y no el mexicano en general, los que detentan el poder,
los que deciden el uso y abuso de las finanzas patrias, un grupúsculo de apenas
unos miles que son señalados una y otra vez por sus cochinadas e
irregularidades. No todos los mexicanos somos así y hay muchos, cientos de
miles de connacionales que destacan y brillan como la luciérnaga, en sus áreas
y medios de desarrollo. Yo conozco a muchos, y Ustedes amigos ¿conocen algunos?
(Este comentario se transmitió por el noticiero de la Red de Radio Red en Nayarit el 23 de julio de 2012)
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