Por: José Ricardo Morales y Sánchez
Hidalgo
Ya
se comienza a especular y hacer futurismo sobre el porvenir de la selección
Olímpica de fútbol, no han faltado los que dicen, exagerando la nota, que ahora
viene para nosotros el campeonato mundial de fútbol y lo vamos a ganar por
mucho, ciertos despistados alegan ya que hemos pasado de golpe, porrazo y dos
goles al primer mundo. Que lo que no hizo Felipe Calderón con la economía
nacional, lo hizo “El Cepillo” Peralta con dos pepinos en la portería de
Brasil.
Nada
más fuera de la realidad, ni vamos a ganar el mundial en Brasil, y ni por asomo
estamos plantados en el primer mundo. Sin embargo, hay que decir las cosas como
son, a pesar de que muchas veces algunos hemos criticado la forma en que se
maneja el balompié en México y el uso que las televisoras hacen de este
deporte, en lo que pareciera ser un distractor sobre los problemas más
trascendentes de la nación, que el futbol y las telenovelas son la quinta
esencia de la alienación, la verdad es que el triunfo de la sub 23 en Londres,
ante un rival de respeto como es el seleccionado carioca, viene a ser un
bálsamo en estos tiempos de incertidumbre, pobreza, miedo y división en nuestra
hermosa República Mexicana.
En un país
como México, que desde hace algunos años se debate entre balazos en la esquina
y bazucazos en los parques, donde mueren por igual narcos, sicarios, soldados, policías
federales que niños, mujeres y hombres civiles que solo se encontraron en el
momento y lugar equivocados, en una nación así, ¡qué sabroso nos cayeron los goles
del "Cepillo"!
En una
Estado como México, donde los gobernantes se pasan la vida enriqueciéndose bajo
el amparo de la corrupción y la impunidad, ambos como lastimosos e indignantes
atributos del poder. Ante legisladores sinvergüenzas y vaquetones, inútiles y
descarados, conchudos y flojos. Ante una clase política estéril y predadora del
presupuesto nacional. Ante una casta gobernante, mentirosa, traidora,
partidista, demagógica y voraz; con unos gobernantes así, ¡Qué sabroso sonó el gol
tempranero a los 28 segundos de arrancado el partido!
En una
patria como México, que se queda sin ciudadanos, porque mueren de hambre,
emigran o caen a balazos. Donde la crisis es un estado de vida normal y vemos
como languidecen el campo, el comercio de los pueblos pequeños como estos de
Nayarit y los patrimonios familiares. Donde los bolsillos vacíos son una
constante a lo largo y ancho de la tierra azteca y la pobreza ya llegó a los
estándares de miseria. ¡Qué sabroso fue oír el pitido final del encuentro y
saber que habíamos vencido a una potencia mundial!
En entidades
federativas, donde la paz y tranquilidad de la provincia se ha trocado por el
escandalo insolente de las metralletas R-15 y AK-47 y donde nuestros gobernantes,
dicen que no pasa nada y todo lo dejan en manos de Dios, porque no confían ni
en su propia policía. Con
un México, donde los 365 días del año, las 24 horas del día hay campañas
políticas que más que hacer propuestas coherentes y de verdadero beneficio
social, solo se promueve la división y el encono del hermano contra el hermano
y los gastos enormes, increíbles y groseros con cargo al erario público. ¡Qué
bueno fue saber los nuestros, ahora sí, los nuestros, subían a lo más alto del
podium!
En un
país así donde los delitos se descubren, quedan encuerados y dejan percudida la
realidad a la vista de todos, pero donde no sucede nada, nadie es castigado y
los culpables no solo no renuncian, sino que ni siquiera se disculpan y hasta se
hacen los ofendidos por saberse espiados o descubiertos; ante sujetos así, ¡Que
maravilla fue el 2-1!
En un
México, donde el Presidente y mandamás de esa nación cuasi bananera, se va a
gastar enormes cantidades de dinero en un avión presidencial, que vale el doble
del que tiene el mismísimo Barak Obama con su Air Force One: ¡Aplaudo y
requeteaplaudo el triunfo ante los brasileños!
Después
de los dos goles quedaron atrás muchas cosas, y si bien es cierto que
aún estamos lejos de ganar un mundial de fútbol, para todos aquellos que
conocimos y muchas veces vivimos o mejor dicho sufrimos a aquellos infames
“ratones verdes” de décadas anteriores, hoy las selecciones nacionales muestran
otra cara, otro ímpetu, lozanía y actitud. Antes eran selecciones agachonas que
se dejaban incluso humillar ante el rival, hoy los chavos de las nuevas
generaciones se dan de pechazos con el contrario a pesar de la diferencia de
pesos y estaturas, si les pegan, ya no ponen la otra mejilla y responde golpe
con golpe. Se muestran coloridos en su accionar y han dejado muy atrás aquellos
inútiles y desesperantes avances en el terreno de juego, donde eran necesarios
100 toques de balón para más o menos acercarse a la portería rival.
Ya
las redes sociales vienen registrando la opinión, valiosas todas por cierto,
que hablan precisamente que la final olímpica de fútbol, es un distractor del
fraude electoral que algunos vienen gritando aún antes del primero de julio;
que los goles anotados nos hacen cerrar los ojos ante el gasolinazo nuestro de
cada día y que de nueva cuenta las televisoras se han adueñado de nuestras
neuronas. El caso es que a pesar de todo lo anterior, que bien nos cayó el gol
tempranero de Oribe Peralta y su certero cabezazo para el segundo y definitivo
tanto.
Sí,
sin duda, estuvimos millones al filo de la cama, por ser sábado muy temprano
cuando los cariocas descontaron en tiempo de compensación y que muchos pegamos
el grito en el cielo cuando el árbitro dio el silbatazo final. Es verdad, yo me
olvidé de todos los problemas nacionales y hasta los personales, como si me
hubiera drogado. Y hasta me puse de pie con orgullo cuando se entonó el Himno
Nacional, mismo que suena a campanitas de cristal cuando de una medalla de oro
se trata y más porque en ocasiones el fútbol es un indicador de la situación
interna nacional y sí allá fue oro, hay que pensar que quizá nuestras actitudes
y aptitudes se están poniendo doradas, y eso amigos es muy bueno.
Sin
el afán de crear polémica, creo que es hora de que los mexicanos, en los campos
deportivos, como laborales, políticos y sociales pongamos el corazón por
delante como hizo la oncena tricolor y hacer las cosas bien, ese grito en las
tribunas de ¡sí se puede!, con el triunfo rotundo de la selección nacional
adquiere un nuevo valor, ya que en verdad se pudo y el logro no fue poco, hay que
en un país como este donde el deporte nacional es el fútbol, qué mejor
satisfacción que ver coronarse campeona olímpica, ni más ni menos, a su
representativo nacional. El éxito decía Sófocles, es dependiente del esfuerzo y
solo los propios deportistas saben qué es eso en una contienda como la que
acaba de terminar en Londres.
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