viernes, 3 de agosto de 2012

REMEMBRANZAS...CASI UNA AUTOBIOGRAFÍA (12a. PARTE)


Culiacán, Sinaloa

 Por: José B. Algarín G.
 
Después de esta aventura me regresé Mazatlán, llegando ya noche a las oficinas de la Sede del Paludismo y de inmediato, inicie la organización de mis papeles, y el recuento de los daños de todo el material que se me había mojado. Tendría como unas dos horas trabajando en esto, cuando de improviso se presentó el Dr. Buitrón, Jefe Delegacional, y sin más me espetó: ¿Qué está haciendo? Pasé por aquí, y me di cuenta de que estaba una luz encendida y por eso le pregunto, ¿qué hace?

Le expliqué que estaba pasando mis informes, y de una manera sucinta le comenté todo lo que me había ocurrido.
Y la respuesta de él, a pesar de haber escuchado todo lo que me había sucedido, me dijo: pues ese es trabajo de campo y debería haberlo hecho allá.
Sin poder contener más lo que opinaba de él le dije palabras más palabras menos:
Mire mi estimado Doctor, independientemente de ser Usted el Jefe Delegacional, alguna vez, creo, se graduó de Médico, y eso nos debería hermanar, pues tanto Usted como yo, hicimos un juramento de ayudar a quien solicitara nuestros servicios, y en vez de saber como me encuentro de mi estado físico, de mi salud, de cómo me había ido, de que no me preocupara, de que me fuera a descansar después de esa jornada, de que no eran horas de trabajo, Usted me sale con que eso se debería haber hecho en el campo. Así que medite bien sus preguntas, y se lo dejo a su conciencia, si es que la tiene, su actitud para conmigo. Se quedó callado y me dijo; pues veo que esta Usted bien, y claro esa me dio la impresión de que por que trabajaba tan tarde, váyase y descanse.
Y así lo hice, y no me quedé con ganas de decirle algo más.
Nuestra relación cambió, y se notó desde la mañana siguiente que le habían “llegado” mis palabras, dándome un trato preferencial y siempre llamándome de Usted.
A los pocos días mi nueva comisión era visitar a un Médico Pediatra en la ciudad de Culiacán, quien había reportado varios casos de Paludismo en su consulta privada, y para allá iba, para localizar a esos pequeños pacientes y darles el tratamiento y el seguimiento adecuado.
Localicé su consultorio y me apersoné con una Señorita que fungía como secretaria; me presenté y le comuniqué que era Medico del Paludismo, me hizo esperar mientras el Doctor terminaba su consulta. Después de ver a varios pacientitos, salió el galeno y al verme me preguntó, que en qué me podía servir, le comuniqué mi misión y al enterarse que yo era Doctor, se dirigió con su secretaria y la regañó, diciéndole que nunca más hiciera esperar a un colega.
Me invitó amablemente a pasar a su consultorio, y ofrecerme ¿un café?, ¿un refresco?, y empezamos a platicar, mas bien él me empezó a interrogar: ¿cuántos años tenia?, ¿cuándo me había recibido de Médico?, ¿en dónde vivía?, si era soltero, etc. etc.
Cuando le hice una relación breve de mi vida, me preguntó viéndome directamente a los ojos: que si esa era mi meta en mi vida, trabajar en Paludismo, y eso abrió una puerta de comunicación inmediata de mi parte para externar todo lo que me había imaginado; es decir, tener mi propio consultorio HACER MEDICINA, curar enfermos, formar a mi familia, trabajar en una Institución Hospitalaria, superarme.
Y sin más me dijo, permítame: tomó su teléfono, marcó un numero, y saludó efusivamente a la persona que le contestó, diciendo: Mi estimado Dr. Calderón, frente a mí tengo a un médico que es mi amigo, recién recibido y con muchas ganas de trabajar, y le tengo un afecto especial, le suplico a Ud. tomarlo en cuenta y acomodarlo en la Institución que Usted dirige ....sí...sí....mucho le agradeceré ...cómo no, para allá va.

Me vio y me dijo: preséntese con el Dr. Calderón de inmediato, él es el Delegado del IMSS en el Estado de Sinaloa.
Me quedé estupefacto, pues no esperaba esa ayuda providencial que se me presentaba.
Tartamudeando le contesté, es que ...tengo que cumplir primero con la atención de los pacientes que Usted reportó, darles tratamiento y vigilar su control...me calló, me dijo algo así como... admiro de Usted su celo para cumplir con su actual trabajo, pero no se va de Culiacán, sin antes ver al Dr. Calderón el cual es un gran amigo mío, y ya oyó lo que le propuse, así que de aquí de mi consultorio se va a verlo.
No sabía como  darle las gracias, y cómo es la naturaleza humana, pues con tristeza de mi parte reconozco que no recuerdo su nombre.
Salí de ahí viendo el sol, la vida, de otra manera, se abría providencialmente una nueva puerta, sin haberla tocado.
Efectivamente, hice lo que el Doctor me había indicado, y localicé a los pocos minutos la sede del IMSS, me anuncié, y la Secretaria pasó al despacho del Sr. Delegado anunciado mi presencia, y no lo crean, pero de inmediato salió una persona de mediana edad, elegantemente vestido con un traje de lino blanco, y preguntándome: ¿Dr. Algarín? Al mismo tiempo que me tendía su mano para un efusivo saludo. Pasamos a su lujoso despacho, con aire acondicionado, y de inmediato me dijo: Habló conmigo el Dr. (¿?) y me recomendó muy especialmente a Usted de tal manera, que una petición así, no la dejaré en el aire. Vaya con la señorita de personal para que le tomen sus datos y empiece a trabajar hoy mismo.
Medio tartamudeando contesté que le agradecía mucho sus atenciones y su ofrecimiento, pero tenía que terminar mi trabajo, volver a Mazatlán y presentar mi renuncia.
Me parece muy bien hágalo así, pero repórtese a Personal para que le tomen sus datos y entre ya en nómina, no olvide dejar su número de  teléfono (esto cuando yo le dije que tenía que ver a mi familia, la cual estaba en Acaponeta). Me despedí de él viendo como mi Ángel de la Guarda cambiaba de apariencia.
Terminé mi trabajo pendiente y al día siguiente me regresé a Mazatlán.  Entregué mi informe, mis resultados, y me dirigí con el Dr. Buitrón para comunicarle que a partir de ese mismo día presentaba mi renuncia a la Campaña Nacional para la Erradicación del Paludismo. No lo creía, y empezó a argumentar que un elemento como yo, le daba prestigio a la campaña, etc. etc., como la Dirección estaba dividida por paneles de tabla roca y los demás departamentos también, todo el mundo en la oficina escuchaba nuestra conversación, no hubo ningún argumento que me pudiera convencer, se dio por vencido, y aproveché yo para decirle que le estaba muy agradecido por todas las “atenciones” con las cuales me había distinguido...Cuando explotó y me dijo algo así: pues se va a arrepentir, ya lo verá; sin yo pensarlo dos veces le respondí que de ninguna manera me arrepentiría de trabajar con una persona como tú, así, de tú, déspota, autoritario, prepotente, médico frustrado, etc...y me salí, sin voltear a verlo.
Por el pasillo por el cual me retiré salieron sigilosamente las personas que habían escuchado toda la conversación, dándome palmadas en la espalda y felicitándome en voz baja por haberle dicho cuatro verdades. ¡Dejé definitivamente la Campaña Nacional para la Erradicación del Paludismo!
Me dirigí a la casa de asistencia en donde tenía la poca ropa que había usado, y pagando simbólicamente una pequeña cuenta  me despedí de la señora que la administraba. Esa fue mi aventura en el Paludismo.
Como comentario anexo a esta experiencia en mi vida, me enteré por una persona que trabajó ahí, años después, que al salirme yo, otras más personas habían renunciado, y que la Sede que estaba en Mazatlán la habían movida a Culiacán, y el Dr. Buitrón, después de una auditoría había salido desfalcado, pues tenía vales de gasolina que él cobraba en efectivo, así como a dos o tres médicos que los tenía por ahí “escondidos” en Mazatlán, pagándoles viáticos como si estuvieran en trabajo de campo, por supuesto que con la anuencia de esos mismos médicos.
¡Hay de todo en la viña del Señor!
Me trasladé de inmediato en mi modesto carro hacia Acaponeta donde con gusto me esperaba mi familia y al llegar les di la nueva buena, y me pasé un muy buen merecido descanso, comiendo a mis horas, y durmiendo en una real cama.
No recuerdo si fueron cuatro a cinco días, cuando de la central telefónica me llamaban (no había todavía servicio telefónico en casas habitación) de Culiacán, y claro que de inmediato acudí a ver de que se trataba, y cuál sería mi sorpresa que era el Dr. Calderón en persona, instándome a que de inmediato me presentara en su Delegación, pues sabía que estaban por hacerle una auditoría, y le urgía que me tomaran en cuenta pues según me dijo ya estaba en la nómina, y en unos meses más se inauguraba un Hospital Regional de Zona.
Con tristeza y al mismo tiempo con gusto, me volví a despedir de mi familia y de mis padres, para irme directamente a Culiacán e iniciar ahí mi nueva vida como Médico.
Llegué, me presenté con el Dr. Calderón el cual me envió a Personal, me dieron mi matrícula, llamaron a un Jefe de Departamento, y él de inmediato me asigno un consultorio, en un edificio que estaba fungiendo provisionalmente como una clínica. Un pequeño cubículo sin aire acondicionado, y una gran cantidad de pacientes que me esperaba en una gran sala de espera. Y pues a trabajar en lo que a mí me gustaba.
Debo advertir que teníamos dentro del mismo edificio una área de dormitorios con catres y ventiladores de techo. Además teníamos derecho a nuestros alimentos.
No firmé ningún contrato y el sueldo era un poco menos que lo que yo percibía en Paludismo, pero con la gran ventaja, de primero: Hacer medicina, y segundo no tener que salir a aquellas aventuras que de acordarme me daba escalofrío.
Todo iba muy bien, y hasta ya me hacia ilusiones de traer a mi familia a vivir ahí, y empecé a buscar casa para rentar, y un local para iniciar un consultorio con clientela particular.
Buscando encontré una casa de regular tamaño, con dos recámaras, en un fraccionamiento que en aquel tiempo estaba considerado como residencial, con la ventaja de que ya estaba amueblada.
Cerca de ahí había una farmacia con muy buen prestigio, y anexa a ella un local ideal para instalar mi consultorio.
Me entrevisté con la dueña de la farmacia, y ella misma me propuso no cobrarme renta mientras yo hacía una clientela estable, cosa que acepté de inmediato.
Estaba ya en tratos para rentar la casa, cuando me hablaron de Acaponeta que mi Madre estaba muy enferma (al parecer presentó un aborto, y perdió mucha sangre y nuestro querido Dr. Chan ya le había trasfundido una unidad de sangre integra, nada menos que donada por su Esposa, la Sra. DOÑA OFELIA NAVARRO DE CHAN, así con mayúsculas, pues mayúscula era la amistad que dicha dama tenía y siempre demostró con mi familia). Se le recuerda con mucho cariño, Sra. DOÑA OFELIA...(q.e.p.d.)
Así pues, pedí permiso para ausentarme de tres a cuatro días, permiso que se me negó, pues tenía muy poco tiempo trabajando en el IMSS. Y sin medir consecuencias me trasladé a Acaponeta para donar una unidad más de mi sangre a mi querida mamá.
Ella se recuperó rápidamente, y me volví a ir a los dos días de haber llegado.
El jefe de Consulta Externa comprendió mi ausencia y el motivo y  no me dijo nada.
Mientras tanto en mis ratos libres seguí cultivando la amistad de la dueña de la farmacia, y encontrando nuevos amigos entre los que quiero mencionar de una manera especial a un Doctor de apellido Acedo, por la entonación de su voz y una boina vasca que el usaba, me imagino que era un refugiado español que emigró durante la Guerra Civil Española. Este personaje tenía una fama a nivel Mundial, como un gran Leprólogo (especialista en el  tratamiento de la lepra) y se radicó en Sinaloa, estado  que ocupaba el primer lugar en incidencia de esta enfermedad.
Le pedí que si me permitía acompañarlo en su consulta particular y en sus clases, en la Escuela de Medicina, ser pues su ayudante. Lo cual aceptó con mucho agrado (Nadie antes le había pedido algo así, y yo ya lo conocía por sus trabajos anteriores relacionado con la enfermedad de Hansen (Lepra).
Tenía ya como seis meses, trabajando en el IMSS, cuando el sueño se desvaneció al anunciarnos que nuestro sueldo sería rebajado a más de la mitad y quedaríamos como Residentes de primer grado, cosa que a nadie agradó, sin embargo muchos se quedaron (los solteros que querían hacer carrera dentro del IMSS) no siendo ése mi caso.
Todavía alcancé la inauguración de un gran Hospital General de Zona, siendo Presidente de la Republica Adolfo López Mateos quien la puso en servicio.
Estaba a punto de cerrar un contrato por un año de la casa que me había gustado, afortunadamente no lo hice  pues el pago hubiera sido forzoso, así que con tristeza fui también a darle las gracias a la dueña de la farmacia, donde pensaba poner mi consultorio, así como al Dr. Calderón, quien no podía hacer nada. Y por último di las gracias al Dr. Acedo, quien me había tomado cierto aprecio. Así se cerró un capítulo más en mi vida...
Adiós a Culiacán...

0 comentarios: