Por: José Ricardo
Morales y Sánchez Hidalgo
Recientemente en la zona oriente de la Ciudad de México,
justo donde hace frontera con el segundo municipio más poblado del país que es
Ciudad Netzahualcóyotl en el Estado de México, se desató un verdadero caos
donde brillaron las armas largas, cortas, supuestos asesinatos, balaceras,
quema de vehículos, vandalismo demoledor, gritos, sombrerazos y hasta
violaciones de mujeres de la zona, lo que ocasionó un cierre masivo de
comercios, escuelas y oficinas, que, más que susto, dejaban ver un verdadero
pánico que dejó a la sociedad prácticamente paralizada por espacio de dos días,
lo lamentable es que al parecer, todo esto solo sucedió en la mente de algunas
personas que subieron uno y otro post en facebook y twitter, provocando una ola
imparable de rumores y pánico colectivo, con el daño ya mencionado, amén de
vándalos que en motos y autos le gritaban a los vecinos y comerciantes la
presencia de violentos “antorchistas” amenazando con dejar fuego, destrucción y
muerte.
La gente lo creyó a pies juntillas.
Este caso, aquí en nuestra casa, me recuerda mucho aquel que
sucedió hace ya 74 años, en la zona de New York y New Jersey en la Unión
Americana, cuando el genial cineasta, actor e intelectual Orson Wells
transmitió la noche del 30 de octubre de 1938, la adaptación de “La Guerra de
los Mundos” de otro brillante hombre de apellido Wells, Herbert George o H.G.
como es más conocido, que trata de una invasión extraterrestre a la Tierra, con
un calamidad y muerte para los terrícolas. Hay que decir, para ubicar al amigo que
me sigue, que el mundo entero estaba a las puertas de una desastrosa guerra,
que finalmente lo fue y es conocida como la Segunda Guerra Mundial, ya que en
ese año de 1938, las huestes de Adolfo Hitler, ya se habían apoderado de los
llamados Sudetes que incluían la antigua Checoslovaquia e incluso la invasión,
sin un solo tiro disparado de Austria, la patria del sátrapa, alguna vez
territorio germano.
Ante este panorama, los norteamericanos sabían que de darse
la guerra, Estados Unidos inevitablemente, tarde o temprano se verían inmersos
en una guerra peor y más trágica que la primera gran guerra, que finalizó en
1918. Ahora sabemos ya que 55 millones de seres humanos perdieron la guerra por
el capricho hitleriano de apoderarse del mundo. Por ello las familias
estadounidenses vivían con el miedo y la paranoia típica del que sabe que tiene
que enviar a sus hijos a los campos bélicos, quizá a una muerte segura.
Orson Wells, le imprimió tal realismo a la novela
radiofónica, que miles creyeron que se trata de una invasión real de
alienígenas voraces que venían a devorar seres humanos o cosas peores,
utilizando, así decía el programa radial de “rayos de calor” y gases venenosos.
Así salieron a las calles armados y en pánico total a matar extraterrestres y
salvar al mundo, bloquearon con llamadas de real espanto las centrales de
policías y de agencias noticiosas. Esa locura ahora la entendemos, fue debido a
la psicosis que existía y era producto de una posibilidad real que provocaba
miedo, desesperanza y pánico, una guerra como la inmediata anterior que dejó
casi 400 mil norteamericanos muertos.
La pregunta, si me lo permite el amable lector es: ¿qué
producirá miedo, desesperanza y pánico en el mexicano, que inventó la llegada
de vándalos a las puertas de sus casas, comercios y escuelas, buscando vidas
humanas y provocar quizá, aquel tan anunciado estallido social? Incluso, fíjese
Usted amigo qué curioso, alguien posteó que extraterrestres estaban llegando a
la Tierra y entrando por Neza, muy similar a la historia del escritor H.G.
Wells, lo cual ya es el colmo.
Si bien el mundo no está a las puertas de una guerra mundial,
México, si mantiene desde hace ya algún tiempo, fuerte batalla contra el crimen
organizado y casi todos, vemos y creemos que es esa una guerra perdida o de
nulo avance por parte del gobierno, que ha dejado un saldo desesperanzador de ya
muy cerca de 100 mil muertos en este sexenio. Vemos, también con temor, la
llegada del final de un gobierno federal, porque en muchos de ellos, terminan
en abominable y devastadora crisis económica, donde el principal pagano o
víctima, es el ciudadano, que muchas veces ve cómo se va por el caño su
patrimonio familiar.
Sin duda nos sentimos mal, por ver un país dividido luego de
cualquiera de los innumerables e interminables procesos electorales; no hay
seguridad cuando los que nos gobiernan nos mienten abiertamente y, lo peor,
medran con el presupuesto nacional, no importándoles que en algunas regiones
del país, se sufra incluso de hambruna y que todos esos males queden en la
impunidad.
Hoy cualquiera de nosotros sabe a qué hora va a salir de su
casa, todos cubrimos un horario y lo respetamos, pero nadie, absolutamente
nadie tiene la certeza de a qué hora llegará de vuelta a casa.
La muerte, los secuestros, los asaltos, las extorsiones, los
levantones, el robo a comercios, los pleitos callejeros, las balas perdidas,
son tan solo algunas de las situaciones a que nos enfrentamos los ciudadanos y
en que incluso va la vida de por medio. Por ello el pánico, la desconfianza y
el terror a la propia sombra.
Siempre ha sido el mexicano un personaje crédulo, lo que nos
dan como algo cierto, sin más nos lo tragamos como hacemos con el medicamento
matutino a la hora del desayuno, producto esto también de la terriblemente
pésima educación en las escuelas y la falta de un sentido estricto del
pensamiento científico.
Todo se juntó, y así como en 1938 los neoyorquinos salieron a
las calles creyéndolas abarrotadas de marcianos, así salieron estos
compatriotas a temer por sus vidas y las de sus familias en lamentables
psicosis colectivas, que incluso dejaron un par de personas muertas.
Algo tenemos que hacer para recuperar la confianza en
nosotros mismos, desde luego, los primeros tendrán que ser los que nos
gobiernan y los representantes del pueblo, que en ocasiones sus imágenes son
peores que las de un extraterrestre armado con rayos gamma y con hambre de ser
humano.
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