Por: Juan Fregoso
Con amor para ti abuelo, dónde quiera que estés
Recuerdo que en una ocasión, sin proponérmelo,
encontré en el archivo de mi abuelo un
libro: se intitulaba “Cómo enamorar a las mujeres”. Por curiosidad leí algunas
páginas, no podía leerlo todo porque mi abuelo era muy metódico; sabía en dónde
guardaba sus pertenencias, por lo que de haberlo tomado se hubiese dado cuenta
inmediatamente. Además, el respeto que le tuve al abuelo me impidió
adjudicármelo, por eso no tuve la oportunidad como yo hubiera querido, de
sumergirse en la lectura de aquel libro que me pareció interesante, así que
sólo leí algunas páginas en las que el autor, cuyo nombre ya no recuerdo, daba
algunos tips para seducir a las mujeres y que éstas cayeran rendidas ante el hombre.
Me
acuerdo que el libro contenía algunas técnicas para impresionar a las mujeres,
para cautivarlas. Decía, por ejemplo, que a la mujer le gustan los detalles,
por pequeños que estos sean: un ramillete de rosas, que se les digan cosas
bonitas a través de cartas llenas de versos impregnados de poesía, que se les
obsequie un chocolate, llevarle una serenata y, desde luego, escuchar palabras
románticas que tocaran el alma sensible de la mujer. También decía que a la
mujer no se le debe tratar bruscamente, porque es un ser muy especial, ellas se
sienten halagadas cuando el hombre que las acompaña les cede el lugar del lado
de las paredes al transitar por la banqueta de una calle, quizá porque con este
gesto se sienten protegidas ante la fuerza del hombre, asimismo pude leer que a
la mujer le gusta que cuando va a tomar asiendo en algún restaurante, por
ejemplo, su pretendiente demuestre su cortesía recorriendo la silla para que
tome asiento.
Todo esto les fascina aseguraba el autor del
viejo libro del abuelo. Si empleas estas técnicas el éxito es seguro, no habrá
mujer que se te resista, decía el escritor. Seguramente, el autor del libro
tenía razón, porque mi abuelo fue un conquistador empedernido, aun a sus
setenta años, recuerdo haberlo visto con varias mujeres, con las cuales
mantenía una relación amorosa, de hecho, fue un Donjuan hasta el final de su
longeva existencia. Para él aquel libro fue su arma infalible; yo creo que si
no lo leyó unas mil veces, no lo leyó nunca, pero estoy convencido que de tanto
leerlo se lo aprendió de memoria, poniendo en práctica todos los consejos que
contenía ese librillo de apenas unas 70 páginas, que proporcionaba al hombre
las técnicas más eficaces para conquistar una mujer; como ya lo dije, al abuelo
le resultó de mucho provecho porque me dio muchas “abuelas”; la meramente ya
había fallecido, muy joven por cierto, que no me dio la oportunidad de
conocerla, lo que deploro infinitamente.
¡Ah, qué tiempos aquellos!, pienso ahora. Me
refiero, claro, cuando las mujeres sabían apreciar todos esos detalles pequeños
pero grandes a la vez, por supuesto, que no quiero decir que en la actualidad
todas sean iguales, todavía, por fortuna, quedan algunas por allí que les gusta
que el hombre las apapache de este modo, a la vieja usanza, pero
lamentablemente son muy pocas, y aquel que se encuentre con alguna de ellas,
sería como haberse encontrado una perla en el fondo del océano. No cabe duda
que mi abuelo fue afortunado en este sentido, pues tuvo la suerte de
encontrarse en su camino con muchas margaritas de esta especie, que le dieron
felicidad y él también se las dio, pos que carajo. ¡Ay, abuelo!, que suertudo
fuiste, si me hubieras prestado ese librito para leerlo completo, quién sabe
que tantas cosas hubiera hecho, bueno, aunque ahora son otros tiempos y las
cosas han cambiado mucho, los valores se han deteriorado tanto, que a lo mejor
ese manual poco me hubiera servido.
Sí, abuelo, si vieras cómo han cambiado las
cosas en cuestión de amores. Tú libro ya no serviría de nada, de veras, te lo
aseguro. Y es que ahora, pocas son las mujeres que se dejan conquistar con un
simple ramo de flores rojas o con una serenata, que ya ni se usan, mucho menos
con un chocolate, pues ni que fueran limosneras, dirán hoy. No, abuelo, si te
digo fuiste bien suertudo, viviste una época dorada en la cual el amor si era
genuino, desinteresado y limpio como las aguas cristalinas de un manantial, muy
diferentes a las aguas amorosas que corren en mis tiempos.
Imagínate, ahora la serenata, el ramo de rosas
y todos los detalles que usaste para conquistar a tantas mujeres han sido
sustituidos por un imponente carro,
bueno, con decirte que ahora el amor anda en cuatro llantas. Hoy para seducir a
una mujer es indispensable tener una gran residencia, portar alhajas no
solamente en las manos, en el cuello, sino hasta en los tobillos, no es broma, “me
cai” que no te miento, es la puritita verdad, aunque no lo creas, y te aseguro
que tus técnicas conquistadoras ya resultan obsoletas, tanto que si vivieras e
intentaras conquistar a una mujer con tus técnicas infalibles—en estos
tiempo—estoy seguro que te mandarían por un tubo. No, hombre, si de veras que
han cambiado las cosas en cuestión de engancharse una dama, aquellas que en tu
época no le prestaban atención a las cosas lujosas, pero que algunas en la
actualidad te exigen tener carro, una gruesa cuenta bancaria, una “penthouse”,
un rancho con cientos de cabezas de
ganado. Mínimo, ¿eh? ¿Te das cuenta?, tendrías que ser un jeque petrolero o de
pérdida un político de esos que amasan fortuna de la noche a la mañana, pues
sólo así hubieras logrado hacerte de una mujer moderna…te digo que tu librito
ya no sirve de nada.
Te cuento, por si fuera poco, que ahora ya ni
se necesitan todas esas cosas cursis—así las consideran las bellas de ahora—que
en tu tiempo empleaste para ligarte una novia. Ahora es más fácil, basta conque
tengas una computadora y una cuenta en el facebook para entablar una relación
de noviazgo, pones en tu perfil tu foto y… ¡ya está! Chateas, como se dice
ahora, con ella—aunque te aclaro que la desventaja es que no sabrías si son
“ellas o ellos”—y en menos de lo que
canta un gallo, ya conseguiste pareja, por muy lejos que se encuentre, pero no
te asustes, abuelo, esta es la modalidad del amor, que yo llamo amor
cibernético. Pero, no solamente por el “feis” te puedes ligar una chava,
también existen los teléfonos celulares que son un instrumento ideal para
mensajear con tu Dulcinea.
Mediante este moderno y sofisticado aparato te
llega el amor, ya no necesitas estar bla, bla, bla, con la dama para decirle lo
mucho que te gusta, pa’que, si todo lo que quieras decirle lo puedes hacer a
través de tu flamante celular, sea desde tu casa o desde la inhóspita sierra o
donde te encuentres. ¡Ah, verdad!, si te digo que ya no es lo mismo que decía
tu libro. Ahora, abue, tendrías que tener un ordenador o un blackberry para poder conchabarte una buena
vieja, pero si no tienes estos aparatitos te puedes ir haciendo a la idea de
que nunca te hubieras matrimoniado.
¡Qué ramo de rosas, qué versos, qué cartitas,
qué serenatas, ni que ocho cuartos! Autos, computadoras, celulares, penthouse y
mucha lana en el banco, sería lo que necesitarías en esta Era rara que a mí me
tocó vivir, para que hubieras tenido todas las viejas que tuviste. ¡Ay, abue!,
te digo que en verdad te envidio por haber vivido, como diría El Quijote, en
esos tiempos dorados en que a la mujer se le conquistaba de tú a tú, o sea,
tenías que llegarle personalmente, con el mejor de tus talantes, con un ramo de
rosas, llevarle algún mariachi, de perdida los “Chirrines”, y decirle: Señorita,
¿quiere ser mi novia?, pero no abue, eso ya no funciona desde que fuimos
invadidos por tanta tecnología que nos ha robotizado, y al paso que vamos, no
dudo, que en un futuro el hombre de hoy termine casándose con una mujer robot,
al fin que ya las hay en los países altamente industrializados. Como puedes
ver, abue, estos tiempos no son para ti, y qué bueno que no te tocó estar en
este mundo deshumanizado, porque no hubieras conocido a mi abuela—y si la
hubieras conocido difícilmente te la hubieras ligado—, mi Madre no hubiera nacido, y naturalmente,
tampoco yo, ¿cómo la ves?
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