miércoles, 27 de septiembre de 2017

LAS MOTOS EN ACAPONETA: ¿PLAGA BÍBLICA O APATÍA DE LA AUTORIDAD?


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Se narra en el Éxodo, segundo libro de la Biblia, que Moisés, aquel patriarca que por todos los medios intentó sacar al pueblo de Israel de las garras del cruel faraón que gobernaba Egipto, para llevarlo a la “Tierra Prometida”. Ante la negativa del sátrapa rey egipcio, Moisés con la ayuda de Jehová, envió sucesivamente diez funestas plagas para ablandar al monarca.
Estos azotes fueron en orden de aparición: el vital Río Nilo convertido en pestilente cauce de sangre; una nefasta horda de ranas que invadieron todo el reino; enseguida y dada la negativa del necio faraón, siguió una plaga de piojos que lo mismo infestó humanos que animales; una invasión de moscas y tábanos inaguantable. Vino como quinto castigo el exterminio del ganado, y luego una ulceración de la piel de toda la población, continuado por una intensa lluvia de granizo y fuego que devastó la población. Por si fuera poco los campos se vieron arruinados con la llegada de millones de langostas que destruyeron cultivos y todo lo que fuera vegetal, para rematar con tres largos días de tinieblas y densa oscuridad. A pesar de todo lo anterior, el Faraón Ramsés II, no daba su brazo a torcer, por lo que Jehová, ya harto, causó la muerte de todos los primogénitos de Egipto, logrando ablandar el corazón del rey que liberó a los israelitas.

Para mí estaba fácil y Don Jehová y el Señor Moisés, se habrían evitado muchas broncas si en lugar de mandar esas terribles plagas, hubieran dejado caer los cientos de motociclistas que hoy, como plaga bíblica, inundan las calles de la Muy Noble y Leal Ciudad de Acaponeta.


Sé muy bien que este tipo de vehículos son muy económicos y que, en materia de combustibles, hoy tan caros, alivian la economía familiar o de los muchos comercios que los utilizan para llevar o traer sus mercancías o insumos. Como automotor de traslado, son ideales para trabajadores, estudiantes y empleados, y su éxito ha sido tal que su número ha crecido exponencialmente en calles y avenidas, lamentablemente sin ninguna regulación y orden; por el contrario, se han convertido en uno de los grandes problemas de la ciudad.


La lista de irregularidades que los motociclistas “ofrecen a la comunidad” es larga y peligrosa: corren como demonios en cualquier calle y zigzaguean de manera arriesgada entre carros circulando, autos estacionados y peatones; particularmente el estacionamiento de la plaza “Gardenia” es utilizado como velódromo con el consecuente riesgo de fatal accidente, de hecho han sido ya muchos los que han ingresado a los hospitales de la región y no son pocos los decesos o lesiones graves.


También circulan por las banquetas o en sentido contrario, rebasan de manera aventurada por la derecha y esto se ha convertido en un problema para los automovilistas porque corren el riesgo de colisión cuando intentan dar vuelta hacia ese lado, y como maldición, aparece la moto y se embarra en el costado del vehículo; incluso si algún conductor de auto cede el paso a un transeúnte que desea atravesar la calle de izquierda a derecha, corre el peligro de ser atropellado por la invariable motocicleta que aparecerá de repente a un costado del amable carro que cede el paso.


La inmensa mayoría, no trae casco protector, y en muchas ocasiones se ensartan uno que nos los va a proteger del golpazo en el pavimento, deben ser casos para motociclistas y no para la construcción. Prácticamente nadie usa placa de circulación, y lo peor, es común ver hasta cinco personas en una solo moto, siendo tres de ellos niños; o bien, ocho o nueve individuos en las cuatrimotos que se unen a la nefasta plaga. Hay que decir también que estacionan sin orden ni concierto prácticamente en cualquier lugar, muchas veces en dos espacios impidiendo que un automóvil tenga posibilidad alguna de aparcar. Juegan y hacen todo de tipo de piruetas para que los pocos, muy pocos que no los aborrecen, los aplaudan, especialmente “caballitos” o bien circulan parados en los asientos. Las “carreritas” no son pocas.


Lo grave del caso es que la Dirección de Tránsito duerme el sueño de los justos y no mueve un dedo para paliar un poco este mal. Deja hacer y los motonautas actúan con toda impunidad y ligereza. Yo pienso que la solución está fácil y que no salga la autoridad, sea la de tránsito o la municipal con que no los ve, asome la cabeza el lector por cualquier ventana y verá un motociclista violando los reglamentos. Póngase un agente de Tránsito y Vialidad en cualquier tope del boulevard y detenga a los conductores que no porten casco, multen o retiren de la circulación la moto; hagan esto dos o tres días y santo remedio, al cuarto verán los resultados: todos con casco. Hagan lo mismo con las placas y en un mes todos traerán placas.


Desgraciadamente así es esto, los mexicanos no hacemos caso hasta que nos golpean el bolsillo…y sin duda es mejor golpear al bolsillo y no a un cristiano.

Ojalá las autoridades, sobre todo las de Tránsito, entiendan que es serio el problema y que muchos accidentes se pueden evitar si actúan, pero hoy, ya, de inmediato, pues esto ya se salió de control. Tienen la palabra señores…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Mientras tanto el delegado se entretiene acomodando sus patrullas a lo largo de la calle Espinoza Bávara sin importar el poco espacio que existe para los inquilinos mientras su camioneta duerme segura en la cochera de la delegación