Por: José Ricardo Morales
y Sánchez Hidalgo
Se narra en el Éxodo, segundo
libro de la Biblia, que Moisés, aquel patriarca que por todos los medios
intentó sacar al pueblo de Israel de las garras del cruel faraón que gobernaba
Egipto, para llevarlo a la “Tierra Prometida”. Ante la negativa del sátrapa rey
egipcio, Moisés con la ayuda de Jehová, envió sucesivamente diez funestas
plagas para ablandar al monarca.
Estos azotes fueron en
orden de aparición: el vital Río Nilo convertido en pestilente cauce de sangre;
una nefasta horda de ranas que invadieron todo el reino; enseguida y dada la
negativa del necio faraón, siguió una plaga de piojos que lo mismo infestó
humanos que animales; una invasión de moscas y tábanos inaguantable. Vino como
quinto castigo el exterminio del ganado, y luego una ulceración de la piel de
toda la población, continuado por una intensa lluvia de granizo y fuego que
devastó la población. Por si fuera poco los campos se vieron arruinados con la
llegada de millones de langostas que destruyeron cultivos y todo lo que fuera
vegetal, para rematar con tres largos días de tinieblas y densa oscuridad. A
pesar de todo lo anterior, el Faraón Ramsés II, no daba su brazo a torcer, por
lo que Jehová, ya harto, causó la muerte de todos los primogénitos de Egipto,
logrando ablandar el corazón del rey que liberó a los israelitas.
Para mí estaba fácil y
Don Jehová y el Señor Moisés, se habrían evitado muchas broncas si en lugar de
mandar esas terribles plagas, hubieran dejado caer los cientos de motociclistas
que hoy, como plaga bíblica, inundan las calles de la Muy Noble y Leal Ciudad
de Acaponeta.
Sé muy bien que este tipo
de vehículos son muy económicos y que, en materia de combustibles, hoy tan caros,
alivian la economía familiar o de los muchos comercios que los utilizan para
llevar o traer sus mercancías o insumos. Como automotor de traslado, son
ideales para trabajadores, estudiantes y empleados, y su éxito ha sido tal que
su número ha crecido exponencialmente en calles y avenidas, lamentablemente sin
ninguna regulación y orden; por el contrario, se han convertido en uno de los
grandes problemas de la ciudad.
La lista de
irregularidades que los motociclistas “ofrecen a la comunidad” es larga y
peligrosa: corren como demonios en cualquier calle y zigzaguean de manera arriesgada
entre carros circulando, autos estacionados y peatones; particularmente el
estacionamiento de la plaza “Gardenia” es utilizado como velódromo con el consecuente
riesgo de fatal accidente, de hecho han sido ya muchos los que han ingresado a
los hospitales de la región y no son pocos los decesos o lesiones graves.
También circulan por las
banquetas o en sentido contrario, rebasan de manera aventurada por la derecha y
esto se ha convertido en un problema para los automovilistas porque corren el
riesgo de colisión cuando intentan dar vuelta hacia ese lado, y como maldición,
aparece la moto y se embarra en el costado del vehículo; incluso si algún
conductor de auto cede el paso a un transeúnte que desea atravesar la calle de
izquierda a derecha, corre el peligro de ser atropellado por la invariable
motocicleta que aparecerá de repente a un costado del amable carro que cede el
paso.
La inmensa mayoría, no
trae casco protector, y en muchas ocasiones se ensartan uno que nos los va a
proteger del golpazo en el pavimento, deben ser casos para motociclistas y no
para la construcción. Prácticamente nadie usa placa de circulación, y lo peor,
es común ver hasta cinco personas en una solo moto, siendo tres de ellos niños;
o bien, ocho o nueve individuos en las cuatrimotos que se unen a la nefasta plaga.
Hay que decir también que estacionan sin orden ni concierto prácticamente en
cualquier lugar, muchas veces en dos espacios impidiendo que un automóvil tenga
posibilidad alguna de aparcar. Juegan y hacen todo de tipo de piruetas para que
los pocos, muy pocos que no los aborrecen, los aplaudan, especialmente “caballitos”
o bien circulan parados en los asientos. Las “carreritas” no son pocas.
Lo grave del caso es que
la Dirección de Tránsito duerme el sueño de los justos y no mueve un dedo para
paliar un poco este mal. Deja hacer y los motonautas actúan con toda impunidad y
ligereza. Yo pienso que la solución está fácil y que no salga la autoridad, sea
la de tránsito o la municipal con que no los ve, asome la cabeza el lector por
cualquier ventana y verá un motociclista violando los reglamentos. Póngase un
agente de Tránsito y Vialidad en cualquier tope del boulevard y detenga a los
conductores que no porten casco, multen o retiren de la circulación la moto;
hagan esto dos o tres días y santo remedio, al cuarto verán los resultados:
todos con casco. Hagan lo mismo con las placas y en un mes todos traerán
placas.
Desgraciadamente así es
esto, los mexicanos no hacemos caso hasta que nos golpean el bolsillo…y sin
duda es mejor golpear al bolsillo y no a un cristiano.
Ojalá las autoridades,
sobre todo las de Tránsito, entiendan que es serio el problema y que muchos
accidentes se pueden evitar si actúan, pero hoy, ya, de inmediato, pues esto ya
se salió de control. Tienen la palabra señores…
1 comentarios:
Mientras tanto el delegado se entretiene acomodando sus patrullas a lo largo de la calle Espinoza Bávara sin importar el poco espacio que existe para los inquilinos mientras su camioneta duerme segura en la cochera de la delegación
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