Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
El ser humano es fiestero por
naturaleza, y cómo no si somos gregarios, es decir, nos agrada andar juntos,
como pájaros u hormigas, siempre en “bola”.
El hombre antiguo después de asegurar
su alimentación, techo y vestido, agradecía
a su dios o dioses, ya sea sacrificando un animal o, si se podía, un
prójimo. Recordemos las famosas guerras floridas de los aztecas que tenían como
único fin, uno y otro bando, hacerse de prisioneros para sacrificarlos a sus
deidades; así pues las fiestas tenían doble finalidad, complacer a los dioses y
de paso divertirse --algo que no hacen las demás especies vivas—con bailes,
música, viandas y bebidas, para alegrar el corazón.
Con el tiempo algunos dioses desaparecieron
y otros nuevos entraron en escena, pero las fiestas continuaron ya que de vez
en cuando aparecía una virgen o un nuevo santo que agregar al calendario y
anotar en la agenda un nuevo huateque.
San Apolonio |
Allá por los años setenta del siglo
pasado, el mismo Vaticano descontinuó a más de 200 santos que sencillamente no
existieron o que fueron trasformados para no molestar a los viejos adoradores
de esos seres místicos; por ejemplo, el Dios Apolo se convirtió de golpe y
porrazo en San Apolonio; el dios Hermes, deidad del comercio griego se
convirtió en San Hermeto, patrono de los comerciantes. Démeter, la gran madre
de Dios, es venerada en Grecia como Santa Demetria.
Existen otros más cotorros: los
romanos al encontrarse se saludaban con la fórmula: “perpetua felicitas”
–felicidad eterna--, así hoy existen dos milagrosísimas santas: Perpetua y
Felícitas…seguramente son cosas del maligno. Si Usted, amable lector, es de los
que antes de dormir se reza el “San Jorge
Bendito, amarra tus animalitos con un cordón bendito”…vaya buscando mejor
quien le amarre a las “mascotitas” porque también San George quedó “out”. Lo
mismo las estampitas, medallas e
imágenes de santos tan “trinchones” como San Cristóbal o el mismísimo San
Nicolás ¡el buenazo de Santa Claus! y el
siempre muy festejado San Valentín, el de los novios, quedaron fuera de
circulación aunque se enojen mis comadres que venden regalos y chocolates el 14
de febrero. ¡Santa Cachucha! diría Memín Pinguín, quién lo iba a decir; yo por
eso seguiré siendo fiel a la milagrosísima Virgen de las Agruras o San Rompopeo
de los Volados, patrono de los pronósticos deportivos.
Pero eso sí, las fiestas siguieron,
no importa si se trataba de santos balines u originales tipo Levi´s de Tepito.
No se paró la alegre actividad de mover el bote; y algunas fiestas son muy
famosas como las “Fallas” de Valencia en honor de San José, este sí, santo de
primera fila; el día de San Patricio muy celebrado en Nueva York; por supuesto
los días de Semana Santa, que son, dicen los curas, “días de guardar”, lo que
algunos traducen como guardar las tangas en la maleta y correr a las playas.
Las fiestas del día del trabajo, que
se celebran en casi todo el mundo sin trabajar; las fiestas religiosas de
Corpus Christi, siendo muy famosas en Toledo. La Feria de San Marcos en
Aguascalientes, que al igual que casi todas las festividades y ferias del país,
hoy son tan solo un burdo pretexto para montar un palenque, emborrachar canijos
y despelucarlos hasta dejarlos en calzones y a veces ni eso.
La procesión de las botellas en
Francia; el festival del arroz de los japoneses; los sanfermines en Pamplona,
España; el Festival Internacional Cervantino en Guanajuato; las fiestas del
Palio de Siena en Italia; la feria internacional del caballo en nuestro
Texcoco, el Halloween gringo, el día de acción de gracias en Estados Unidos y
Canadá; la Guadalupana en todos los pueblos de México o en todos los pueblos
del mundo donde haya mexicanos; Navidad, fin de año y muchísimas más en
cualquier gran metrópolis o modesta aldea campesina, siempre habrá alguien que
se aviente un cuete y se ponga otro. Nomás recuerde el amable lector, que en el
colmo de los festejos inventamos ese larguísimo puente lleno de alcohol y
jolgorio llamado “Lupe Reyes” que corre del 12 de diciembre con la virgen del
Tepeyac y hasta el día de los reyes magos.
En Acaponeta las fiestas se han
desvirtuado un poco o bien han cambiado su original sentido, siendo sacadas de
contexto, pero aún se recuerdan las afamadas fiestas de Las Mojoneras o las que
concelebramos con el vecino municipio de Huajicori, el dos de febrero, por tan
solo mencionar dos que han sobrevivido, al menos una real y las mojoneras en el
recuerdo, ya que hoy se “festejan” en un espacio, que ni son las mojoneras, ni
con la gracia y tradición de aquellas con los alegres y coloridos paseos en
carretas ricamente adornadas que bajo la lluvia desfilaban hasta aquellos
lares.
Hace unos días, terminé de elaborar
el Plan Operativo Anual de la Preparatoria, con la finalidad de hacer un
cálculo sobre lo que eroga la Unidad Académica en papelería, artículos de aseo,
mantenimiento de la infraestructura y equipos, viáticos, etc., lo que me
resulta fuera de lugar que hay un rubro también a considerar que cabe
perfectamente en ese proyecto como son la ceremonia de graduación, los altares
de muerto en el panteón, la tradicional muestra gastronómica de septiembre y
otros; pero aquí lo que no veo bien, es que la administración central no
considera los gastos como las celebraciones del Día de Maestro o la posada decembrina,
e incluso las visitas que hacen los “meramentes” de la UAN y a los que hay que
llevar a comer o a un centro botanero y el Director se faja con la cuenta…no lo
concibo en un país tan fiestero como el nuestro.
Por lo pronto, ya que venga el día de
San José –“mi diablo”--, por ahí nos encontraremos, ya que a cada santo le
llega su día ¿o no?
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