Don Rafael Morales Herrera y su inseparable acordeón |
UN RECUERDO POR DON RAFAEL MORALES
Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Acompañado de dos excelentes amigos,
el Dr. Gustavo Ramón Quintero Alduenda y la simpática señorita Victoria
“Toyita” Marroquín Gómez, que en paz descanse, tomamos camino rumbo a Tecuala
hace ya más de 15 años, sin imaginar que en realidad nos dirigíamos a un viaje
por un espacio de tiempo que ya desapareció y del cual solo quedan recuerdos
presurosos; y que las notas melancólicas de un viejo acordeón, nos trasladarían
a un rincón del barrio latino parisino o a la Vía Bennetto en Roma, tal vez a
una milonga en la célebre “Caminito”, evocando a Carlitos Gardel. Aquí el
recuerdo de una grata visita.
Fuimos a encontrarnos con una leyenda
ya casi olvidada en la música de esta región norte de Nayarit. Don Rafael
Morales Herrera, acaponetense o como dijo el propio Don Rafael: “…nacido,
bautizado y confirmado en Acaponeta, tierra de puertas, músicos y hombres de
muchos huevos…”
Según sus propias palabras, Don
Rafael, “Moralitos” para sus amigos, a sus 88 años de edad –en ese momento, hoy
desafortunadamente ya no está en este mundo--, recién salía de sufrir la desgastante
fiebre tifoidea, mostraba una quijotesca figura que se acentuaba en sus manos
de dedos largos, prodigiosos, casi milagrosos que robaban acordes a su
inseparable instrumento musical: un antiguo acordeón alemán. En evidente vía de
recuperación nos dijo Don Rafael: “ya me estoy endiablando” y de su portentosa
memoria sacó anécdotas que eran invaluables datos históricos para nosotros y
hasta nos recitó un larguísimo poema de Manuel Gutiérrez Nájera, mientras
pulsaba los infinitos botones del acordeón.
Hijo de Gregorio Morales Sánchez y de
Doña María Dolores Herrera, Don Rafael dejó Acaponeta a los 10 años de edad
para residir en Tecuala, y 78 años después –reitero, en ese momento de la entrevista--, nos
comentó con profunda tristeza que le empañaron los ojos rasantes de lágrimas:
“…si ´sepa´cómo me iba a pagar Tecuala me hubiera regresado, no me supieron apreciar”.
Bohemio de profesión, Don Rafael nos
declaró tener hijos con seis diferentes mujeres, hasta con una cora de Santa
Teresa: “…tenía 16 años la muchacha y yo 34, estaba <<bruto>>,
además tenía embarazada a otra mujer en el Cerro Bola, me pegó una pulmonía, y
yo creo que me estaba muriendo de <<chipilez>>”. Eran los tiempos,
dice, en que un pollo costaba 20 centavos.
Recién llegado a Tecuala, aprendió a
tocar la guitarra, instrumento que después abandonó porque consideraba un
utensilio musical que debía ser bien ejecutado y él no se sentía seguro. Su
padre le regaló un acordeón y Alfonso Salas Aguilar, director de un Jazz de la
época, le enseñó a tocarlo y recordó: “…solfeé mucho, pero no aprendí a leer,
con esta orquesta aprendí a ejecutar el jazz y el swing, algunas melodías como
“El greñudo José”, “De buen humor”, “Patrulla Americana” y “Pennsylvania”.
Protagonista de una época de grandes
músicos, Morales Herrera, recordaba con gran cariño a sus compañeros de oficio
y nombró al Prof. Inocente Díaz Herrera, al cantante Fermín Ramos, a Epigmenio
Chávez, al joven trompetista Cecilio “Chilo” Morán; a Prisciliano Venegas,
quien tocaba el bajo “con mucha maestría” e interpretaba una melodía llamada
“Carioca” de muy difícil ejecución. Aún hay más en esa lista de grandes
filarmónicos de ese tiempo: Pancho Orante, trompetista; un muchacho guitarrista
al que le decían “El Moya”. Juan Villegas y su amigo contrabajista también de
Acaponeta, Adolfo Robles.
Recuerda Don Rafael: “Heladio
Castillo era una maravilla en el acordeón, yo le enseñé “El puente de Adriano”,
“La Viuda Alegre” y tangos clásicos como “El Choclo”, “La Cumparsita”,
“Felicia” y “Verde Mar”, él lo hacía con maestría y yo lo revestía con una
polka de payasada. Hay que ser honrado," exclamó con nostalgia “Moralitos”,
“Heladio era mejor que yo, si Dios me lleva al más allá, ahí lo empataré…Dios
lo bendiga”.
Rafael Morales llegó a tocar con los
Altamirano de Santiago y con la Orquesta de Nacho Borrego, mismos que lo
reconocían y respetaban por sus ejecuciones. Rememora: “Con Pedro Borrego me
amanecía dando serenatas en El Rosario”. Uno de sus grandes recuerdos es cuando
llegó a cantar a Tecuala, el Tenor Continental Pedro Vargas: “Iba a cantar
Pedro Vargas en el cine “Tropical”, propiedad de Memo Ramírez Sierra, pero no
consiguieron un piano el cual ejecutaba su pianista de nombre Eduardo, así que
me fueron a buscar al panteón donde yo trabajaba. Fui con Memo sin saber que
ahí estaba Pedro Vargas, llegué con un sombrerote, un gran cuchillo y de
huaraches, todo percudido…Pedro se me quedó viendo con desprecio y me dijo:
¿qué música interpreta? Ofendido por cómo me miraba, le contesté:
internacional. Él insistió: “te has de inclinar por algún tipo” y para picarle
la cresta respondí: “la de Agustín Lara, que era su compadre”. Me preguntó:
“¿dónde estudiaste?” “En la cantina, dije”. Esa noche Don Rafael acompañó a
Vargas con “Aquel Amor”, “Mujer Divina”, “Noche de Ronda”, “Carita de Cielo” y
tres o cuatro más… “Cuando yo actuaba en algún lugar por lo menos me chiflaban,
esa noche la raza no me gritó nada." Ya encarrerado me dijo Don Rafael: “En otra
ocasión, un intérprete de tangos que se presentó en la ciudad tuvo una
dificultad con su acordeonista, mismo que lo abandonó minutos antes de la
función, ya de noche me fueron a buscar, yo no quería ir, pero al final
acepté…todo salió muy bien, incluso a la cantante se le olvidó la segunda parte
de la canción “Arrepentido”, al momento y en secreto se la “soplé”…me dio no sé
cuántos besos y los malditos me gritaban picardías." Agregó ufano: “Alterné con
Katy Jurado, que aceleró muchos corazones comenzando por el mío”.
No solo a los grandes artistas
complacía Don Rafael, maleantes como Adolfo Medina “El Ojo de Vidrio” o el
bragado Efraín López lo mandaban buscar y, escondidos en el monte o
temerariamente en el interior de una cantina, Morales Herrera les tocaba sus
melodías preferidas. Hasta los políticos como el ex gobernador Francisco Parra,
oyeron su sentir.
Aquí en músico acaponetense con su esposa Cecilia Carrillo |
La esposa de Don Rafael, la señora Cecilia
Carrillo, de quien expresó tenerle un gran amor y enorme agradecimiento, le
recuerda que alguna vez compuso una canción con el título de “Nunca te olvidaré
mujer bella”, pero Don Rafael olvidó hasta el nombre…”yo anduve toda la vida de
“güipero” en las cantinas”.
Al preguntarle su opinión sobre la
música que se hace hoy en día, “Moralitos exclama asustado: “¡Ay Dios”, se
levantó y salió a escupir a la calle: “…la buena música ya desapareció, los
tales gruperos son puros mariguanos. Cuándo presentan en la televisión a los
hijos de Pablo Beltrán Ruiz o a los de Luis Alcaráz? Yo culpo de todo a Raúl
Velasco, viejo trazas de “misticuil”, que se besaba con Enrique Iglesias
cantando “te siento en mi sangre, tú entras con el pie derecho”, estaba yo que
me corría lumbre por mis venas de puro coraje”.
Agregaba Rafael: “No me gustaba
Juan Gabriel, pero sí la hace, aunque nunca pasará por encima de Agustín Lara o
Luís Alcaráz”. Más adelante preguntó: “Cuántos judiciales federales, militares
y policías han muerto siguiendo a los narcos? ¿Cuándo los acaban si el
principio está en la cochina música? Nada les hacen, están como Clinton con el
escándalo con Mónica…¿qué le hicieron? Lo mismo que Mónica a él. Tanto
escándalo por un pecadillo, a mí ya me hubieran fusilado”.
Así transcurrió una tarde maravillosa
solamente interrumpida por los acordes con que Don Rafael nos regaló. Su ya
gastada voz por el esfuerzo todavía nos ofreció dos poemas y nos habló sobre la
vida y obra de Schubert.
Nos despedimos prometiendo mutuamente
visitarnos de nueva cuenta, lo cual desgraciadamente no sucedió, aunque me
queda la satisfacción de haberlo escuchado en esta amable charla o en aquella
ocasión en que mi estimado amigo y compadre el Arq. Sergio Tirado Sánchez, lo
llevó a un aniversario de aquel recordado restaurant-bar “El Corral”, donde el
acordeón de Don Rafael, nos trasladó al barrio latino parisino. Ya en la puerta
de su vivienda, “Moralitos” mandó un mensaje a los músicos acaponetenses,
especialmente a David Rodríguez Peralta, gran trompetista; a Heriberto, su
hermano, clarinetista; al “Chepo” López y a los “mascachicles” y remató: “A los
músicos de Acaponeta, Dios les aparte un pedazo de gloria”.
Los Chepos o Los Mascachicles |
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