Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Sé muy bien –de hecho
laboré en tres trienios para sendos ayuntamientos— que la labor de gobernar un
pueblo como el de Acaponeta, implica una tarea harto difícil, pues lo mismo hay
que tapar un bache que se abrió durante la noche, que dotar de agua potable a
todos y cada uno de los habitantes de este lugar donde el frijol se enreda en
la caña de carrizo, por tan solo mencionar dos.
El principal problema de
los Ayuntamientos, es la carencia permanente de dinero que satisfaga la
operación de sus funciones. La gran mayoría de los billetes se van en sueldos y
prestaciones que se les pagan a casi 500 personas –hablo del caso de
Acaponeta--, desde el primer edil, pasando por los regidores, hasta la última
señora de las cuadrillas del aseo público. Es este, el de la nómina, un
monstruo que los distintos ayuntamientos dejaron crecer hasta convertirse en lo
que hoy es, un moderno y hambriento Frankenstein que devora a placer el
presupuesto municipal, ya de por sí muy recortado.
Entre los problemas más
significativos, sin duda el del agua ocupa el primer lugar. Año con año, los
que aquí vivimos sabemos que llegará la temporada en que el servicio del vital
líquido colapse y por varios meses padezcamos esa carencia que es básica para
la vida y la operatividad de cualquier familia.
Otro problema enorme es el del campo.
Este cada día sufre más. Las materias primas por las nubes y las voluntades
campesinas por los suelos. Sembrar en Nayarit es un albur. La falta de empleo
para cientos de ciudadanos que al no hallar aquí esas fuentes laborales optan
por migrar y se van rumbo al norte a buscar el dizque sueño americano que más
que eso es una auténtica pesadilla.
Carreteras, alumbrado público,
drenajes, controles sanitarios, espacios culturales, recreativos y deportivos,
así como planes que los hagan funcionar; desastres naturales, seguridad
pública, atención social, elaboración de proyectos, supervisiones, salud
pública, conformar los comités de acción ciudadana y mil tareas más, que se
suman a las diarias labores de cada dependencia municipal, como elaboración de
informes, atención a auditorias, cuadrar las cuentas, hacer caso y solventar
los inventos que las instituciones estatales y federales “tienen a bien” lanzar
al mundo como “lindas ocurrencias” que la hacen la vida imposible a los
servidores públicos. Lidiar con trabajadores que no tienen mucha conciencia;
recibir a los cientos de ciudadanos que entran a la vieja casona de la calle
Morelos y en el 99.99 de los casos van a solicitar algo…eso y mucho más es la
tarea de cada Ayuntamiento y en veces, hay que decirlo como es, no se puede dar
solución a cada conflicto que se presenta y no con todos se queda bien, pues
hay que utilizar a veces la palabra NO, para zanjar un problema o una
petición. No, no es fácil gobernar y si
no hay dinero pues peor.
Sin embargo, frente a esos enormes
problemas hay acciones de gobierno que bien pueden llevarse a cabo, casi sin
costo, tan solo haciendo valer las leyes, reglamentos y disposiciones oficiales
como el bando de policía y buen gobierno, que existen en el Ayuntamiento
acaponetense y que bien pueden poner orden en una ciudad que en ratos parece
caótica y confusa.
En alguno de esos reglamentos queda
claro que nadie, comerciante o particular puede obstaculizar la banqueta, que
muchos olvidan que son vialidades para el peatón –ese personaje popular que
recorre los caminos a pie y que en Acaponeta es un ser despreciado y
subestimado---, ya sea con productos comerciales o cualquier otro objeto que
impida el paso de los transeúntes. Sin embargo todo es al revés, los que
andamos en las aceras de este pobre pueblo, sabemos que caminamos como
arriesgando la vida en un juego de video llamado “Reino Aventura”, y que aparte
de las increíbles y criminales banquetas que se construyeron hace unos cuatro
años por “ingeniebrios” –no les puedo llamar ingenieros—con rampas imposibles
de salvar y que ni a los autos sirven para meterlos a sus cocheras, mismas que
el Ayuntamiento que en esos momentos presidía el actual diputado federal y que
su director de Coplademun, no supo, no pudo o no quiso reparar en su momento
ante los contratistas idiotas y corruptos que las construyeron, al fin y al
cabo, ellos no eran de Acaponeta y les valió setenta chingadas (perdón por lo
de setenta); pero aparte de eso, decía, nos hallamos con carretas de tacos o
antojitos de todo tipo, carretones de verduras, jabas, mamparas o exhibidores
con todo tipo de mercancía; lavadoras, muebles que van desde una sala, hasta un
comedor; plásticos y más plásticos de todos calibres, colores y formas,
triángulos que lo mismo anuncian una peluquería que una cantina; botes de
basura e infinidad de minipuestos de discos piratas, cacahuates, juguetes,
cuetes, adornos, regalos, zapatos, medicina tradicional, lencería y pare usted
de contar. Ya lo hemos señalado aquí, no se trata de impedir que la gente se
gane la vida honestamente, no, no es eso, pero así con honradez esos mismos
ciudadanos pueden trabajar metiendo a sus locales todos esos artículos
mencionados y, –ya se ha hecho—las carretas de tacos, antojitos y mariscos,
deben ser retirados de la vía pública al término de su jornada laboral para que
las calles luzcan libres y amplias. Es tan fácil como enviar un oficio a cada
uno de esos propietarios haciéndoles ver que en tal o cuál artículo de la ley
fulana se especifica que está PROHIBIDO, obstaculizar banquetas y arroyos
vehiculares y que se les da un tiempo perentorio, es decir, tajante,
concluyente y apremiante para que corrijan esa situación, caso contrario se les
aplicará una sanción administrativa –vulgo, multa—para que acaten esa
disposición y el retiro de esos malhadados objetos. Eso sí, que sea parejo, que
se aplique la misma vara para los influyentes como a los que no lo son, porque
siempre hay alguien que se niega a acatar esa orden, porque se siente el “muy
nalga”, como cierto comerciante que sintiéndose diosito, hasta se ha amparado
para evitar cumplir con la orden municipal; en ese sentido la cosa es pareja, y
sí se obliga a uno, que se exija a todos los demás lo mismo. Lo que no es
parejo es chipotudo y en cuanto se perdone a uno, todo lo demás valió sorbete.
Y hablando de accidentes, y aquí es
otra iniciativa que no hacen daño a las arcas de la tesorería municipal, es que
alguien del Ayuntamiento, exija –no pida o solicite, exija—al Delegado de
Tránsito, sea cual sea su nombre, a que ponga orden y un hasta aquí al problema
gigantesco de las motocicletas. Vivimos hoy por hoy en el imperio del caos y
las vidas de todos peligran por esos irresponsables, algunos auténticas bestias
–no todos, pero sí la gran, inmensa mayoría-- que circulan –más debo decir
vuelan—por las calles, haciendo giros y piruetas, circulando en sentido contrario
y zonas peatonales como la calle Puebla frente al templo de la Asunción o el
estacionamiento de plaza Gardenia, donde aquello simula un velódromo. Se suben
a las banquetas, rebasan por la derecha, zigzaguean como relámpagos, transitan
sin casco y ninguna protección, además sin placas, y en grupos que luego llevan
cuatro y hasta cinco pasajeros en ese breve espacio del vehículo; hasta niños
colgando por los lados se ven y no hablemos de las cuatrimotos que a veces
parece que acarrean a diez monos; estacionan cómo, cuándo y dónde les viene en
gana; la vida del peatón y sus derechos les vale madre; dejan las motos
“atrasito” de los autos que no los ven al espejear y al echarse en reversa las
tiran o golpean ante la furia de esos energúmenos que además exigen se les
pague por nada. No faltan los inconscientes que abren el escape de esos
biciclos motorizados, haciendo un ruido infernal que aún se escucha con
estruendo a dos cuadras de donde se halla uno parado con los tímpanos desechos;
cargan de todo, pizzas, cerveza, bocinas con las que hacen un perifoneo también
infernal, bultos de todo tipo, etc. Todo eso y mucho más sucede una y mil veces
al día sin que autoridad ninguna diga “esta boca es mía”. Los señores de
tránsito duermen el sueño de los justos y ya es necesario que la autoridad
municipal les dé una espabiladita, porque ni las mentadas de madre parecen
llegarles.
Un tercer punto que la autoridad
municipal puede solucionar es el de los borrachines y escandalosas fiestas que
se organizan en la vía pública, como esa infernal de la cancha de la calle
Chapultepec. Primero los briagos, es una triste imagen que se ve en las calles
del pueblo donde cualquiera puede ir “pisteando” con total indiferencia y con el
o los botes de cerveza en la mano, mismos que además al terminarlos avientan
con una desvergüenza olímpica a la media calle, como aventar piropos a las
lindas gardenias de la comunidad. Parece que más que una ciudad, Acaponeta es
una vulgar ranchería de cuarta donde no hay ley ni nadie que haga valer las
disposiciones que se hicieron para impedir que eso suceda. Es común ver gente
tomando cerveza alegremente en la plaza o frente el monumento a los Niños
Héroes, como si esos espacios fueran un congal de la peor ralea. Causa coraje
ver que, amigos acaponetenses que llevan años radicando en la Unión Americana,
lleguen a la ciudad dando estos espectáculos que allá, ni de broma hacen porque
conocen las graves consecuencias, pero aquí, hay impunidad e importamadrismo y
todo se puede. Inconciencia e impunidad total.
El otro caso es el de las fiestas
que, con el pretexto de recabar fondos para tal o cual acción, organizan
algunos en la cancha que se ubica saltando la vía por la calle Puebla y da
comienzo la calle Chapultepec. Es increíble el volumen con que los equipos de
sonido, alegran a los asistentes; no solo a los vecinos, sino a todo el pueblo
nos tienen desvelados y echando espuma por los belfos. Su servidor vive lejos
de ese lugar y una de las últimas veces, nos costó dormir ante el escándalo que
ahí se dio. Los vecinos del lugar han de ser sordos o ya perdieron la cordura a
causa de este problema, pues no veo que pongan una queja ante una autoridad
desconsiderada que --¡vaya pues!-- otorga el permiso correspondiente, aduciendo
que esos ingresos van directos las arcas municipales. El derecho de unos
termina donde comienza el de los demás. Esos bailes, donde además la cerveza
corre a raudales, no importando si se trata de menores de edad, ocasionan otros
daños como vandalismo, pleitos, accidentes que incluso ya causaron la muerte de
algún desafortunado joven que borracho y en moto –otra vez las motos--, dejó la
vida en un poste; no dudo que hasta la droga fluya con toda libertad.
De igual manera existe el problema de
la basura, que gente ignorante saca por las noches o en horas en que el camión
recolector no va a pasar. Los tambos del mercado “Gral. Ramón Corona” siempre
están llenos y eso que los carretones que los vacían pasan hasta seis veces al
día para dejar aquello limpio por un rato. Todos sabemos quién o quiénes sacan
las bolsas de desperdicios en las noches, provocando que el pueblo entero este
abarrotado de perros, ratas, cucarachas y otras alimañas que se alimentan con
esas impurezas. Y otro mal, ya que estamos en eso, son los excrementos de los
perros, callejeros y de los vecinos. Es inaudita la cantidad de excrementos que
se halla uno diariamente y cada cinco metros en las banquetas del pueblo. Al
rayo del fuerte sol, esas cacas, se secan, con el tiempo se convierten en polvo
y el viento las lleva para llenar todo el pueblo de mierda en polvo, que lo
mismo cae en la sala de su casa o la mía, en nuestros cabellos como moderno
acondicionados “fashion” y, por supuesto, en el puesto de tacos de cualquier
esquina.
Evidentemente y es justo decirlo que
no puede la autoridad con todo, es demasiado y en muchos de los casos
mencionados, somos nosotros, los ciudadanos que luego nos quejamos de todo, los
que provocamos estos males. Los comerciantes pueden ser más conscientes y
liberar las banquetas hoy intransitables; los dueños de motos pueden y deben
cumplir con los reglamentos de tránsito y vialidad, obviamente con una
Delegación de Tránsito que haga valer esas disposiciones. Todos de alguna
manera podemos sacar nuestra basura al paso del campanero y es de seres
pensantes tomarse la cerveza en casa o en las cantinas y lugares adecuados para
ese fin. Además que los dueños de los animales, especialmente los perros, así
como exigen respeto para sus mascotas, deben respetar a su vez a los seres
humanos que aquí vivimos y literalmente comemos antojitos y jícamas con chile
“Tajín” y caca canina.
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