jueves, 4 de enero de 2018

¿SE PUEDE O NO SE PUEDE?



Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Sé muy bien –de hecho laboré en tres trienios para sendos ayuntamientos— que la labor de gobernar un pueblo como el de Acaponeta, implica una tarea harto difícil, pues lo mismo hay que tapar un bache que se abrió durante la noche, que dotar de agua potable a todos y cada uno de los habitantes de este lugar donde el frijol se enreda en la caña de carrizo, por tan solo mencionar dos.


El principal problema de los Ayuntamientos, es la carencia permanente de dinero que satisfaga la operación de sus funciones. La gran mayoría de los billetes se van en sueldos y prestaciones que se les pagan a casi 500 personas –hablo del caso de Acaponeta--, desde el primer edil, pasando por los regidores, hasta la última señora de las cuadrillas del aseo público. Es este, el de la nómina, un monstruo que los distintos ayuntamientos dejaron crecer hasta convertirse en lo que hoy es, un moderno y hambriento Frankenstein que devora a placer el presupuesto municipal, ya de por sí muy recortado.

Entre los problemas más significativos, sin duda el del agua ocupa el primer lugar. Año con año, los que aquí vivimos sabemos que llegará la temporada en que el servicio del vital líquido colapse y por varios meses padezcamos esa carencia que es básica para la vida y la operatividad de cualquier familia.

Otro problema enorme es el del campo. Este cada día sufre más. Las materias primas por las nubes y las voluntades campesinas por los suelos. Sembrar en Nayarit es un albur. La falta de empleo para cientos de ciudadanos que al no hallar aquí esas fuentes laborales optan por migrar y se van rumbo al norte a buscar el dizque sueño americano que más que eso es una auténtica pesadilla.

Carreteras, alumbrado público, drenajes, controles sanitarios, espacios culturales, recreativos y deportivos, así como planes que los hagan funcionar; desastres naturales, seguridad pública, atención social, elaboración de proyectos, supervisiones, salud pública, conformar los comités de acción ciudadana y mil tareas más, que se suman a las diarias labores de cada dependencia municipal, como elaboración de informes, atención a auditorias, cuadrar las cuentas, hacer caso y solventar los inventos que las instituciones estatales y federales “tienen a bien” lanzar al mundo como “lindas ocurrencias” que la hacen la vida imposible a los servidores públicos. Lidiar con trabajadores que no tienen mucha conciencia; recibir a los cientos de ciudadanos que entran a la vieja casona de la calle Morelos y en el 99.99 de los casos van a solicitar algo…eso y mucho más es la tarea de cada Ayuntamiento y en veces, hay que decirlo como es, no se puede dar solución a cada conflicto que se presenta y no con todos se queda bien, pues hay que utilizar a veces la palabra NO, para zanjar un problema o una petición.  No, no es fácil gobernar y si no hay dinero pues peor.

Sin embargo, frente a esos enormes problemas hay acciones de gobierno que bien pueden llevarse a cabo, casi sin costo, tan solo haciendo valer las leyes, reglamentos y disposiciones oficiales como el bando de policía y buen gobierno, que existen en el Ayuntamiento acaponetense y que bien pueden poner orden en una ciudad que en ratos parece caótica y confusa.



En alguno de esos reglamentos queda claro que nadie, comerciante o particular puede obstaculizar la banqueta, que muchos olvidan que son vialidades para el peatón –ese personaje popular que recorre los caminos a pie y que en Acaponeta es un ser despreciado y subestimado---, ya sea con productos comerciales o cualquier otro objeto que impida el paso de los transeúntes. Sin embargo todo es al revés, los que andamos en las aceras de este pobre pueblo, sabemos que caminamos como arriesgando la vida en un juego de video llamado “Reino Aventura”, y que aparte de las increíbles y criminales banquetas que se construyeron hace unos cuatro años por “ingeniebrios” –no les puedo llamar ingenieros—con rampas imposibles de salvar y que ni a los autos sirven para meterlos a sus cocheras, mismas que el Ayuntamiento que en esos momentos presidía el actual diputado federal y que su director de Coplademun, no supo, no pudo o no quiso reparar en su momento ante los contratistas idiotas y corruptos que las construyeron, al fin y al cabo, ellos no eran de Acaponeta y les valió setenta chingadas (perdón por lo de setenta); pero aparte de eso, decía, nos hallamos con carretas de tacos o antojitos de todo tipo, carretones de verduras, jabas, mamparas o exhibidores con todo tipo de mercancía; lavadoras, muebles que van desde una sala, hasta un comedor; plásticos y más plásticos de todos calibres, colores y formas, triángulos que lo mismo anuncian una peluquería que una cantina; botes de basura e infinidad de minipuestos de discos piratas, cacahuates, juguetes, cuetes, adornos, regalos, zapatos, medicina tradicional, lencería y pare usted de contar. Ya lo hemos señalado aquí, no se trata de impedir que la gente se gane la vida honestamente, no, no es eso, pero así con honradez esos mismos ciudadanos pueden trabajar metiendo a sus locales todos esos artículos mencionados y, –ya se ha hecho—las carretas de tacos, antojitos y mariscos, deben ser retirados de la vía pública al término de su jornada laboral para que las calles luzcan libres y amplias. Es tan fácil como enviar un oficio a cada uno de esos propietarios haciéndoles ver que en tal o cuál artículo de la ley fulana se especifica que está PROHIBIDO, obstaculizar banquetas y arroyos vehiculares y que se les da un tiempo perentorio, es decir, tajante, concluyente y apremiante para que corrijan esa situación, caso contrario se les aplicará una sanción administrativa –vulgo, multa—para que acaten esa disposición y el retiro de esos malhadados objetos. Eso sí, que sea parejo, que se aplique la misma vara para los influyentes como a los que no lo son, porque siempre hay alguien que se niega a acatar esa orden, porque se siente el “muy nalga”, como cierto comerciante que sintiéndose diosito, hasta se ha amparado para evitar cumplir con la orden municipal; en ese sentido la cosa es pareja, y sí se obliga a uno, que se exija a todos los demás lo mismo. Lo que no es parejo es chipotudo y en cuanto se perdone a uno, todo lo demás valió sorbete.



Me causa tristeza –porque en Acaponeta no se ha hecho-- saber que en Tecuala, la autoridad municipal metió en cintura a los que tienen puestos en el mercado de esa vecina localidad y que, a pesar de la resistencia de algunos necios que nunca faltan, todos acataron --hasta los “regejos”-- el ordenamiento municipal, todo –y eso es lo interesante-- ante el regocijo de una ciudadanía que sin duda aplaudió esa iniciativa que a la mayoría convino, porque puso orden y mejoró significativamente la imagen urbana. Eso es democracia y no demagogia. Hasta las ventas, me dicen algunos, se vieron incrementadas. Aquí el banquetón del mercado “Corona” es un asco y, en sus alrededores, es casi misión imposible poder subir a una banqueta, específicamente la esquina de México y Allende, donde no han atropellado a nadie solo porque es Dios es grande. Por supuesto, esto no podrá llevarse a cabo sin la participación y la conciencia ciudadana, la mejora significativa de la imagen urbana y el orden comercial, es responsabilidad de dos: el Ayuntamiento y la sociedad involucrada.



Y hablando de accidentes, y aquí es otra iniciativa que no hacen daño a las arcas de la tesorería municipal, es que alguien del Ayuntamiento, exija –no pida o solicite, exija—al Delegado de Tránsito, sea cual sea su nombre, a que ponga orden y un hasta aquí al problema gigantesco de las motocicletas. Vivimos hoy por hoy en el imperio del caos y las vidas de todos peligran por esos irresponsables, algunos auténticas bestias –no todos, pero sí la gran, inmensa mayoría-- que circulan –más debo decir vuelan—por las calles, haciendo giros y piruetas, circulando en sentido contrario y zonas peatonales como la calle Puebla frente al templo de la Asunción o el estacionamiento de plaza Gardenia, donde aquello simula un velódromo. Se suben a las banquetas, rebasan por la derecha, zigzaguean como relámpagos, transitan sin casco y ninguna protección, además sin placas, y en grupos que luego llevan cuatro y hasta cinco pasajeros en ese breve espacio del vehículo; hasta niños colgando por los lados se ven y no hablemos de las cuatrimotos que a veces parece que acarrean a diez monos; estacionan cómo, cuándo y dónde les viene en gana; la vida del peatón y sus derechos les vale madre; dejan las motos “atrasito” de los autos que no los ven al espejear y al echarse en reversa las tiran o golpean ante la furia de esos energúmenos que además exigen se les pague por nada. No faltan los inconscientes que abren el escape de esos biciclos motorizados, haciendo un ruido infernal que aún se escucha con estruendo a dos cuadras de donde se halla uno parado con los tímpanos desechos; cargan de todo, pizzas, cerveza, bocinas con las que hacen un perifoneo también infernal, bultos de todo tipo, etc. Todo eso y mucho más sucede una y mil veces al día sin que autoridad ninguna diga “esta boca es mía”. Los señores de tránsito duermen el sueño de los justos y ya es necesario que la autoridad municipal les dé una espabiladita, porque ni las mentadas de madre parecen llegarles.

Un tercer punto que la autoridad municipal puede solucionar es el de los borrachines y escandalosas fiestas que se organizan en la vía pública, como esa infernal de la cancha de la calle Chapultepec. Primero los briagos, es una triste imagen que se ve en las calles del pueblo donde cualquiera puede ir “pisteando” con total indiferencia y con el o los botes de cerveza en la mano, mismos que además al terminarlos avientan con una desvergüenza olímpica a la media calle, como aventar piropos a las lindas gardenias de la comunidad. Parece que más que una ciudad, Acaponeta es una vulgar ranchería de cuarta donde no hay ley ni nadie que haga valer las disposiciones que se hicieron para impedir que eso suceda. Es común ver gente tomando cerveza alegremente en la plaza o frente el monumento a los Niños Héroes, como si esos espacios fueran un congal de la peor ralea. Causa coraje ver que, amigos acaponetenses que llevan años radicando en la Unión Americana, lleguen a la ciudad dando estos espectáculos que allá, ni de broma hacen porque conocen las graves consecuencias, pero aquí, hay impunidad e importamadrismo y todo se puede. Inconciencia e impunidad total.

El otro caso es el de las fiestas que, con el pretexto de recabar fondos para tal o cual acción, organizan algunos en la cancha que se ubica saltando la vía por la calle Puebla y da comienzo la calle Chapultepec. Es increíble el volumen con que los equipos de sonido, alegran a los asistentes; no solo a los vecinos, sino a todo el pueblo nos tienen desvelados y echando espuma por los belfos. Su servidor vive lejos de ese lugar y una de las últimas veces, nos costó dormir ante el escándalo que ahí se dio. Los vecinos del lugar han de ser sordos o ya perdieron la cordura a causa de este problema, pues no veo que pongan una queja ante una autoridad desconsiderada que --¡vaya pues!-- otorga el permiso correspondiente, aduciendo que esos ingresos van directos las arcas municipales. El derecho de unos termina donde comienza el de los demás. Esos bailes, donde además la cerveza corre a raudales, no importando si se trata de menores de edad, ocasionan otros daños como vandalismo, pleitos, accidentes que incluso ya causaron la muerte de algún desafortunado joven que borracho y en moto –otra vez las motos--, dejó la vida en un poste; no dudo que hasta la droga fluya con toda libertad.

De igual manera existe el problema de la basura, que gente ignorante saca por las noches o en horas en que el camión recolector no va a pasar. Los tambos del mercado “Gral. Ramón Corona” siempre están llenos y eso que los carretones que los vacían pasan hasta seis veces al día para dejar aquello limpio por un rato. Todos sabemos quién o quiénes sacan las bolsas de desperdicios en las noches, provocando que el pueblo entero este abarrotado de perros, ratas, cucarachas y otras alimañas que se alimentan con esas impurezas. Y otro mal, ya que estamos en eso, son los excrementos de los perros, callejeros y de los vecinos. Es inaudita la cantidad de excrementos que se halla uno diariamente y cada cinco metros en las banquetas del pueblo. Al rayo del fuerte sol, esas cacas, se secan, con el tiempo se convierten en polvo y el viento las lleva para llenar todo el pueblo de mierda en polvo, que lo mismo cae en la sala de su casa o la mía, en nuestros cabellos como moderno acondicionados “fashion” y, por supuesto, en el puesto de tacos de cualquier esquina.

Evidentemente y es justo decirlo que no puede la autoridad con todo, es demasiado y en muchos de los casos mencionados, somos nosotros, los ciudadanos que luego nos quejamos de todo, los que provocamos estos males. Los comerciantes pueden ser más conscientes y liberar las banquetas hoy intransitables; los dueños de motos pueden y deben cumplir con los reglamentos de tránsito y vialidad, obviamente con una Delegación de Tránsito que haga valer esas disposiciones. Todos de alguna manera podemos sacar nuestra basura al paso del campanero y es de seres pensantes tomarse la cerveza en casa o en las cantinas y lugares adecuados para ese fin. Además que los dueños de los animales, especialmente los perros, así como exigen respeto para sus mascotas, deben respetar a su vez a los seres humanos que aquí vivimos y literalmente comemos antojitos y jícamas con chile “Tajín” y caca canina. 

Este tipo de acciones podemos hacerlas todos, autoridades y ciudadanos, pero se ocupa que Ayuntamiento dé la voz de arranque y jale las orejas a quien se niegue a conservar y vivir en un lugar limpio, sano y digno. De otra manera continuará campeando la imprudencia y caos, hijas de la impunidad que hoy tenemos. Señor Presidente Municipal, Señora Síndica, señores funcionarios, tienen la palabra.

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