Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
DE
CHILE: Sin duda soy pesimista con respecto al futuro inmediato de
la nación, sobre todo la “suerte” que
tendrá la próxima presidenta de México, sea quien sea, la ganadora Claudia o
Xóchitl, Xóchitl o Claudia.
A mi juicio, la triunfadora de
la elección del dos de junio, se sacará la rifa del tigre, ya que vislumbro una
severa crisis económica para empezar a digerir el pastel; además de tratar de
enmendar lo que el malhadado gobierno de Andrés Manuel López Obrador, destruyó
y durante ya casi seis años, negó o cerró los ojos a la terrible realidad:
espantosa inseguridad que ha dejado 188 mil muertos hasta el día de hoy; un
sistema de salud colapsado y que en nada se parece, ya no digamos a Dinamarca,
ocurrencia criminal del tabasqueño, y menos, tal lo pretende y presume: “en agosto tendremos el mejor sistema de
salud del mundo”. Es delirante lo que sale de los belfos abiertos de
nuestro presidente. Por supuesto, tratar de levantar un poco a las dos
principales paraestatales: CFE y Pemex, ambas al borde de la quiebra o de
plano, ya quebradas.
Muchos males más esperan a la
próxima mandataria federal, como frenar la corrupción, hoy en caballo de
hacienda, aunque el dueño del palacio de los virreyes, diga, con una mano en la
cintura, que ya se acabó, mientras con la otra mano defiende a verdaderas
lacras y rateros como Rocío Crimi-Nahle y otros de igual jaez, como Arturo Zaldívar.
Una de las principales
desdichas que deja AMLO al país, es la tremenda división que se ha generado
entre sus habitantes. Hoy por hoy, durante este sexenio separatista, los
mexicanos estamos ubicados en dos bandos: chairos y fifís; liberales y
conservadores (como en la guerra de reforma); entre los que están de acuerdo en
lo que dice el presidente y son sus aliados, y los que, por el contrario,
refutan lo que él dice y somos traidores a la patria; pueblo sabio y bueno
contra oligarcas y neoliberales. No será tarea fácil, porque el presidente se
dedicó a pelear contra muchos mexicanos: periodistas, universidades,
científicos, intelectuales, feministas, madres buscadoras, el poder judicial,
la clase media, empresarios, partidos políticos, organismos autónomos y mil
etcéteras.
Esa afrentosa polarización tiene divididas a las familias, a los grupos organizados y a todo aquello que reúna gente a su alrededor. Por supuesto, en estos momentos de decisiones electorales, todos andamos muy sensibles y los pleitos —que no debates— están a flor de piel. Si queremos que este país vuelva al sitio que le corresponde, no hay forma si no vamos unidos y con la vista fija en el mismo destino para todos. Vamos en el mismo barco y, excepto muchos políticos con vocación de rata, la inmensa mayoría no saltaremos por la borda.
DE DULCE: En
una de mis caminatas matutinas, escuché este breve saludo entre dos buenos
camaradas. Uno de ellos, en bicicleta, vio a su amigo que, en un puesto
ambulante acomodaba su mercancía y le saludó con un sonoro: “¡Ora joto!”, a lo que el comerciante le
replicó: “¡Quiubo pinche viejo maricón!”
Esto, que para algunos puede resultar prosaico y majadero, es la vida diaria
del mexicano que gusta de saludarse así con los mejores compas y a los que más
confianza le dispensa. Ninguno de los dos se ofendió, más por el contrario, me
queda la idea de que el día mejoró para ambos con ese intercambio brevísimo de
pullas.
En un México, donde la
hipocresía, la mentira y la doble cara andan haciendo proselitismo electorero
casa por casa, comercio tras comercio, calle por calle, ondeando banderas de
partidos políticos impresentables, con muchos aspirantes de dudosa reputación
—no todos por supuesto, porque no se puede ni se debe generalizar, porque hay
gente muy honorable y distinguida buscando hacer valer un derecho
constitucional—, pegando calcas en muros y automóviles, prometiendo shangrilas
perdidos, honestidades efímeras, patriotismos de ocasión, bonanza perpetua y
garantizando la igualdad para toda la raza de bronce. Ante esto, que muchas
veces es más falso que un billete de 3 pesos con cincuenta centavos, resulta
refrescante el saludo de los dos amigochos: franco, derecho, sincero y campechano,
sin mentiras ni poses olímpicas.
De los candidatos, en realidad
no esperamos nada, porque a veces nada o muy poco tienen —como el presupuesto
mensual del Ayuntamiento de Acaponeta—, como el tiempo, que después de esas
visitas luego se pierde en un mar de complicaciones, pues es común que ya no
volvamos a ver a los otrora candidatos, cuando se convierten en servidores
públicos.
Lo que sí me llama la atención, es la calidad moral y ética de algunos de los que hoy ruegan por un voto. Me desilusiona mucho pensar que existe gente como aquel famoso caco de poca ambición —recuerden que robaba “poquito”— Hilario Ramírez “Layín”, quien por tercera vez busca ser el primer edil de San Blas o ese otro ladronzuelo que es Nacho Flores, bandido con espuelas de plata, el cual goza de ese mal que padecemos los mexicanos y que, sin duda y a mi juicio, es la principal ruina de la nación: la impunidad; pues este tipo de negras mañas, hasta orden de aprehensión tenía y huyó a Jalisco, donde un gobernador de su partido —Movimiento Ciudadano— le dio cobijo y buen recaudo a este pillo, que lejos de estar tras los barrotes de oscura mazmorra, anda libre y con total descaro y sin empacho pide el voto para ser senador. Desafortunadamente, estos dos casos y muchos más a lo largo y ancho de la nación, tienen grandes oportunidades de ganar: “Layín” de ser presidente municipal y el tal Nacho senador. En ese sentido no hemos progresado mucho los tristes habitantes de México lindo y qué herido.
Por eso, a los gobiernos federal, estatal o municipal en turno, la educación es solo “esa cosa enfadosa” que adorna el discurso, pero que en la práctica sigue generando ciudadanos manejables, fáciles de convencer, de poca ambición y mediocres, los cuales venden su voto por 500 varos o una despensa que le quitará el hambre —si bien le va— una quincena. Entre menos lea un mexicano, mejor para los gobernantes que pueden seguir robando con la complicidad de una ciudadanía ciega, engañada y conformista. De ahí que Layines, Nachos, Gachos y otros “piores”, buscan el voto para seguir mamando y dando de topes a la inacabable ubre presupuestal. ¡Hay que mandarlos mucho a la China Hilaria!
DE MANTECA: El único día que tenemos los mexicanos para mandar en este país, para tener el poder un efímero momento y tratar de poner orden a este caos lleno de violencia, corrupción y mentiras, es el día de las elecciones, cuando con nuestro voto, podemos patear en salva sea la parte, a los tiranos y a las lacras del poder. No dejemos pasar la ocasión o vendamos ese precioso momento por una despensa, una vana promesa o un billete de 500 varos.
No desperdiciemos tan valioso
recurso como es el voto, otorgándoselo a quien no solo no lo merece, sino que
aprovechará su puesto para satisfacer intereses personales y de su partido político, o corruptelas de las
cuales nos podemos convertir en cómplices por aplicar mal o equivocadamente
nuestro sufragio.
Ya conocemos a los candidatos, sabemos de qué pie cojean y la larga cola que algunos traen. Desde el puesto de la máxima magistratura del país, hasta el más humilde regidor, hay que fijarnos bien, analizar y hacer reflexión sobre sus personas. Midamos bien las palabras y decires con que pretenden encandilarnos, hasta pierden la brújula de lo que nos dicen, como el candidato de Morena a la gubernatura de Tabasco quien, obnubilado u ofuscado por su propia retórica expresó sin rubor lo siguiente:
“Cuando
fui senador de la República yo presenté la iniciativa de ley para que la
corrupción fuera delito grave en el país. Hoy, gracias a la fracción de Morena,
a nuestras senadoras y senadores, hoy es ley la corrupción en México y desde
luego hay que aplicarla”. Ni cuenta se dio de su yerro, o quizá fue
simplemente una confesión.
Que no nos usen para sus negros fines. ¡Ojo, mucho ojo, amiguitos! Como decía el siempre bien recordado Tío Gamboín.
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