miércoles, 18 de marzo de 2009

ASI LO VEO DESDE ACAPONETA

EL OTATITO. ECOTURISMO HISTORICO
Por: JUAN MANUEL ESTARRON
El nuevo destino turístico guarda una historia poco común que deviene desde la época prehispánica hasta el escándalo del Negro Durazo cuando utilizaba este punto para embarcar alguna mercancía ilícita hacia algunos destinos en la frontera norte, aprovechando la nula vigilancia de este apartado rincón del Estado. Pero ahora se reabre por mujeres emprendedoras asociadas en microempresas para ofrecer servicios gastronómicos y paseos turísticos por una esplendorosa bahía donde sus tranquilas aguas retratan el majestuoso cerro La Muralla; la misma visión que tuvieron los aztecas o aztatlecas que descansaron por algún tiempo alimentándose del abundante ostión de placer. Utilizamos el verbo reabrir en virtud de que El Otatito existió como importante paseo para la región desde los años treinta cuando los recorridos se hacían a caballo o en carretas tiradas por mulas a lo largo de brechas abiertas en la espesura de montes casi vírgenes. Sin ningún tipo de puente en Puerta del Río el paso en ambos sentidos se hacía en canoa o batanga, especie de balsa de tres canoas con tablones transversales bien atados y movida por remeros o jalada desde la orilla opuesta por brazos, tiros de mulas o algún destartalado vehículo que se aventuraba por las brechas fangosas en los cruces de marismas y esteros. Era de imaginarse una aventura hacia el mar o El otatito. Aquellos paseos eran inolvidables porque empezaban muy de madrugada arreglando lonches para uno o dos días, dependiendo del lugar de procedencia; de Huajicori, por ejemplo, caminaban casi todo un día y la mayor tardanza era el paso en Puerta del Río porque la batanga tenía cupo para una carreta y sus pasajeros. En ocasiones era riesgoso en extremo subir mulas y machos pegados a la carreta por la reacción de estos animales cuando, ya asustados, brincaban al agua con todo y vehículo; entonces para mayor seguridad eran desenganchados para pasarlos nadando. Después de extenuantes horas de viaje enmarcadas de paisajes salvajes y el traqueteo de las ruedas que se mezclaba como instrumento de acompañamiento a los jóvenes que trataban de amenizar con canciones a capela o con acompañamiento de guitarra, por fin se llegaba al ansiado destino aporreados y con magulladuras, pero emocionados y felices de llegar a aquél atracadero de canoas llenas de ostiones de tamaños exagerados; los primeros recuerdos que guardamos, cuando el peso estaba a $ 4.50 por un dólar, el canasto de 30 a 40 kilos se vendía al turismo de aquella época a dos pesos y ya abiertos por el mismo vendedor. En los años sesenta cuando la relación era 12.50 por un dólar, el canasto de ostión costaba 5 pesos. Desde la visión del nuevo siglo nos queda claro que cualquier comparación es inútil y sólo la intentamos para destacar que el desarrollo a lo largo de ocho décadas nos sitúa frente al avance de las comunicaciones y sus medios que pulverizan distancias para conectarnos en cuestión de minutos con lugares idílicos, “mágicos” como ya se acuña el término para declarar así a los pueblos con atractivos turísticos. El Otatito no es un pueblo, es un lugar en una bahía de enorme belleza enmarcada por el verde intenso de sus manglares y su diversa fauna acuática. Sobresale por encima del manglar nororiente el majestuoso cerro La Muralla que se recuesta bajo el azul intenso; ahí radica su magia de siglos silenciosos, quizá apenas interrumpidos por el alboroto de las garzas y el grave tañido del teponaxtle de nuestros ancestros, pobladores de esta región llamada “Los Vientos” en alegoría a su majestad los ciclones que han jugado un rol importante en los ciclos naturales. El Otatito está lejos de ser un centro turístico y vacacional. Su incipiente infraestructura se reduce a ramadas rústicas, así como el resto de los servicios porque falta drenaje sanitario, agua y luz eléctrica; pero todas estas incomodidades se compensan con su rica y variada gastronomía a base de platillos típicos cuya materia prima está ahí a tiro de piedra, del chinchorro a la cazuela lo que convierte a los pescados y mariscos en auténticos manjares. Otro de los atractivos, para los amantes de los paseos en lancha o canoa, son los viajes ecoturismo a Boca de Teacapán y otros lugares de interés por toda la bahía, incluyendo su increíble zona arqueológica de la cual comentaremos en otra entrega. Para quienes no conocen la antigua ruta del ostión, todo empieza en el entronque de la carretera 15 (llamada Internacional) con la carretera secundaria Tecuala-Playas de Novillero y en ese ejido está la desviación a la derecha, un camino de 10 kilómetros pavimentados y uno más de terrecería bien conservado; en total unos 45 Km. Para llegar a un destino que verdaderamente le va a cautivar por sus bellezas naturales incomparables, la atención esmerada en las ramadas Paraíso Escondido, Isla de las Garzas, El Otatito y demás. Sin omitir el profesionalismo de los pangueros Víctor Manuel Méndez, Efrén García, Heliodoro Ibarra “Corella” quienes esperan para Semana Mayor a nuestros paisanos que nos leen de este lado y más allá de la frontera.

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