TERCERA PARTE
Por: Juan José De Haro Reyna (r.i.p.)
Salí del mercado y caminé hasta llegar a la calle Corona y luego sobre ésta seguí caminando hacia el oriente hasta llegar a lo alto del cerro de la glorieta, en el paseo oriente, la vista panorámica que se observa del lugar fue algo muy bonito: el puente del ferrocarril con tres arcos de acero y el resto del mismo sobre pilotes de madera, mucha vegetación en las dos márgenes del majestuoso río en el que se veían las mojarras copetonas, bagres, cauques, constantinos y otras variedades de peces, igual la abundancia de garzas, zarzetas guacas, patos, tildios, águilas, gavilanes y gente, mucha gente, bañándose y lavando ropa. El tiempo se pasó volando, eran las tres de la tarde cuando emprendí el regreso; fui nuevamente a la fonda del mercado para comer, ahí conocí al electricista del pueblo, él se encargaba de poner en marcha en punto de la seis de la tarde el generador que abastecía de energía eléctrica a algunos de los habitantes del pueblo, no ha todos y tampoco había alumbrado público, él se llamaba Vicente Robles Delgadillo, mejor conocido como El Palos y a través de él conocí a Tranquilino Cisneros, éste era el encargado de manipular los proyectores del cine Regis, el único de pueblo y además sólo había funciones los domingos y días festivos. Al enterarse ellos por nuestras platicas de que soy nativo de Acaponeta, pero que gran parte de mi vida la he hecho en Estados Unidos, me emplazaron inmediatamente para que al día siguiente nos fuéramos a conocer muy bien todo el pueblo, ya así lo hicimos, lo primero y lo único que hicimos fue visitar la cantina del Pisto misma que está situada por la calle Veracruz casi esquina por con la Juárez, ahí se incorporó al grupo Paco Estrada, quien en su tiempo libre se ocupa como carpintero porque cuando está realmente ocupado es cuando está consumiendo frijol y maíz, como él dice, o sea cuando está tomando vino y cerveza, luego se agregó el que sería el quinto elemento de éste grupo: Ignacio Tejera, a quien le decían Camalichi, quien recién había llegado de la ciudad de México donde estuvo de guardia presidencial con grado de cabo de artillería, acababa de licenciarse del servicio de las armas. Lo cierto es que no supe a que hora salimos de ese lugar y no fue sino hasta el día siguiente que desperté en el hotel con una resaca horrible que volví a la realidad, me levanté, me bañé y me cambié de ropa, casi inmediatamente me cayeron los de la palomilla: Tranqui, El Palos, Paco, y el Camalichi, nos fuimos al mercado a comer menudo con bastante chile verde, volví a la vida.
Terminando el ritual de comer menudo nos fuimos a recorrer el mercado por fuera, por ahí andaba una viejecita morena, pelo cano, muy bajita de estatura, con su vestido lleno de parches pero muy limpia de su ropa y de su persona, descalza, con la vista siempre fija al piso y se encolerizaba bastante cuando la gente le gritaba ¡chícharo acedo! Y ésta les contestaba a grito abierto una serie de improperios. En eso andábamos cuando cuando uno de ellos me dice: oye, ¿no vamos al Recodo? Estamos invitados a una boda. Vamos le contesté. Eran las doce del día cuando enfilamos nuestro paso rumbo al lugar, pasamos por la escuela Labor y Constancia a la que la gente la conoce como el Cuartel Quinto, más allá se estaban construyendo unas casitas para ser entregadas a las familias que habían resultado perjudicadas con una reciente inundación y que vivían en el barrio del Terrón Blanco, a éste nuevo barrio ya se le conoce como Las Colonias. Seguimos caminando y al llegar a las Mojoneras un grupo de Coras estaban jugando a los empates utilizando unos machetes curvos a los que ellos les llamaban Coas, lo cierto es que son muy certeros con ellos, luego pasamos por el arroyo del Cortijo, más allá la bajada de la Tepozulana y llegamos al Recodo un conjunto de chozas con paredes de carrizo y lodo, y sus techos de palma de llano. En una de ellas se celebró la boda, nos instalamos debajo de un árbol y nos sentamos en unas piedras, el papá del novio llegó y fue hasta entonces que oficialmente nos entronizaron como invitados, no sin antes saludarnos y hacer las presentaciones de rigor, en adelante fue sólo tomar cerveza al tiempo, el hielo era muy difícil de conseguir, los invitados hombres unos sentados en cuclillasy otros igual que nosotros en piedras, las mujeres en cambio todas se reunían en la cocina y de vez en cuando salía una corriendo y echándose harina en la cabeza queriendo indicar con ellos que estaban muy ocupadas haciendo la comida pero la verdad no hacían nada, no sabían que hacer y ya era muy tarde, salían con unos platos conteniendo no se qué y a medio cocinar.
Continuará…
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