Por José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo.
Hoy que es día del niño, me llegan a la mente mis días como infante en un México que desgraciadamente ya no tenemos, que se nos escapó, de manera inexplicable y que ahora nos cuesta recuperar. Era aquel un entorno infantil donde no existía la tecnología que hoy se ve, y no es que reniegue de ella, por el contrario, la admiro, me sorprendo y trato de estar al día, pero sí agradezco no haberla tenido en "mi tiempo" de chiquillo, como hoy viven los chavos del siglo XXI, inmersos en Xbox, Ipods, Iphones, Blueberrys y Blackberrys, el único Berry que teníamos era Jorge Berry, que también narraba los partidos de fútbol americano y nos daba pie para salir a una calle libre de narcos y balaceras a jugar "tochito" contra los muchachos de la calle vecina o la consabida "cascarita" futbolera. Los juegos de los infantes de esa bella época, estaban llenos de imaginación e ingenio, pues no venía predigeridos como los juegos del Nintendo. Jugar a los policías y ladrones, era común, sobre todo porque los ladrones de ese tiempo, eran humanos y si bien los canijos te arrancaban la cartera, la cabeza te la dejaban en su sitio y las balaceras solo las veíamos en en los programas de "Los Intocables" con el incorruptible Elliot Ness en la excelente personificación de Robert Stack, un ícono de la época; o los tiroteos en "Combate", con el Sargento Sanders y el teniente Hanley y sus compañeros, Caje, Littlejohn y otros. Esos eran nuestros héroes y no los Chapos, Zetas y Beltranes Leyvas que hoy llenan las planas de los diarios y los espacios televisivos.
Incluso en el juego, hasta algunos queríamos ser policías, pues ellos eran nuestros vecinos y la corrupción, aunque existía, no dominaba el panorama nacional. Todo eso, se diluyó en AFIS, Ministeriales, Policías Judiciales de 20 tipos, Policías Investigadoras, preventivas, federales de decenas de formas y una sola incapacidad o corrupción. Hoy ningún chamaco en su sano juicio quiere ser el policía de los juegos.
Si Usted es más o menos de mi edad, recordará que algunos instrumentos lúdicos se daban por fechas o temporadas; había una para el yo-yo, donde inventábamos figuras como "el perrito", "el columpio", "el trebol" y unas diez o quince malabares más; otra jornada para el balero y sus capiruchos y no faltaban las guerras con trompos, donde las únicas víctimas eran los propios trompos que salían raspados o quebrados, pero los niños indemnes y felices. Los verdadermente violentos entretenimientos eran las "tamaladas", donde de milagro no se quebraban las espaldas; o bien el famoso y muy entretenido "burro 16" donde nos hacíamos hombres a punta de fregadazos, molestar al contrincante y brincarle sobre el lomo al desfortunado muchacho que perdía y "se fletaba" de borrino, desde el "uno comienza al juego" y hasta el "dieciseis, muchachitos a correr", pasando por el "siete te pongo mi chulo bonete", "ocho te lo remocho" y los sufridos "once, caballito de bronce", "doce la vieja cose" con aguja y dedal que se clavaban en las costillas del castigado.
Las canicas o "cuirias" llenaron toda nuestra infancia, "chaicos" les llaman por acá; y el verdadero millonario era el que tenía decenas de "agüitas" de diversos colores, "bombonas", grandes y gordas; ágatas, "tréboles" que eran transparentes con pinceladas medio "atigradas" en su interior, "toninas" y "macalotas" y otras muchas, con las cuales "pintábamos nuestra raya" y "la calaverita", intentendo tiros imposibles desde la rodilla para lograr el "chiras pelas". No faltaban por supuesto, el "bote pateado" y uno se iba a dormir tranquilo y orgulloso a su cama por haberse salvado a sí mismo y "a todos los compañeros" (Un, dos, tres por mí y por todos mis compañeros). También "hoyitos" donde el perdedor era fusilado a pelotazos en un improvisado paredón. Vagancias de todo tipo se daban y en el recuerdo me sorprendo de algunas maldituras que hicimos en "pandilla", pero nunca como las de hoy, llenas de droga, vandalismo, ocio, mala leche y violencia.
"Teléfono descompuesto", "Stop" ("declaro la guerra en contra de..."), las semipornográficas "cebollitas" que despertaban los tempranos instintos eróticos; "mímica" para adivinar películas, "las sillitas" para los más fresas y dejábamos para las niñas "el aro", "el resorte", "el avión" (aquí, inexplicablemente llamado "bebeleche"), "la matatena" con huesitos de chabacano de colores y por supuesto la cuerda para saltar, igual que divertidos que los pasatiempos de los varones y que incluso jugábamos los varones escondidos de la vista de los amigos.
Esos eran buenos tiempos y los parques, jardines, patios escolares, iglesias y en los campamentos ni siquiera existía la palabra paderastia.
¿Y Usted amable lector, en el Día del Niño, cuáles juegos recuerda?
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