martes, 4 de enero de 2011

AÑO VIOLENTO POR OTRO DE PAZ


Por: Juan Manuel Estarrón

Después de 365 días de violencia continua y 382 víctimas fatales –según el ejecutómetro Nayarit en Linea- los nayaritas aspiramos –cuando menos- a un nuevo año de relativa paz que nos permita realizar las actividades cotidianas y recuperar el sueño espantado por cada balacera; aunque sea eso porque la jodiza que nos espera con los impuestos y nuevas tarifas por “actualizaciones” de precios, esa jodiza ya viene etiquetada por los gobiernos municipales, estatales y federal con el aplauso de nuestros representantes populares llamados senadores y diputados.
Seríamos ilusos si esta legítima aspiración pudiera concretarse como si se tratara de un simple conjuro que alcanzara a las bandas criminales para que abandonaran el territorio e igualmente pecaríamos de optimistas si por estrenar nuevo año nuestros policías sean menos deshonestos y más entrones ahora con sus bonos en dólares. Son sueños guajiros.
El hecho de que a partir de la segunda quincena de diciembre el crimen organizado haya entrado a una tregua por las fiestas navideñas no quiere decir que ésta será indefinida; el temor generalizado es que regrese con mayor ímpetu toda clase de crímenes para recuperar el tiempo perdido.
Lo más seguro es que comencemos viviendo el 2011 con los fantasmas del año que se fue recordado como el más violento en toda la historia de Nayarit, aunque se vale corregirme; pero sin duda la paternidad compartida es entre el Presidente Felipe Calderón y el Gobernador Ney González Sánchez.
Los saldos finales, si pudieran medirse estadísticamente, dejarían pálidos a los mejor enterados en finanzas, productividad, logros educativos, turismo, comercio, generación y recaudación de impuestos, salud, gobernabilidad y demás facturas que quedaron pendientes por la irrupción violenta desde los distintos frentes de guerra.
Las notas periodísticas recientes del 27.12.10 hablan de una victoria del presente sexenio sobre la deserción escolar comparada con la del 2005 que era del 30 % y reducida mágicamente al 10 %; en otras palabras, de cada 10 niños que egresan de primaria 9 terminan la secundaria. Ney abatió la deserción escolar pero el rezago educativo sigue a la alza.
Si esta declaración del Gobernador la hubiese retardado 24 horas tal vez nos hubiera causado risa por el Día de los Inocentes, lo chusco ahora es que el titular único de la educación a quien corresponde hacer tales declaraciones guardó absoluto silencio y quizá los medios de comunicación ni se tomaron la molestia de corroborar el dato; aquí el mensaje a cuenta y riesgo del mandatario es que para su sexto informe ya no habrá sicarios porque todo mundo estará en las aulas universitarias.
El caso es que resulta sospechosa una declaración de ese tamaño cuando se sabe que la crisis económica golpea directamente al sector educativo y hay situaciones que ni siquiera salen a flote, entre ellas la propia deserción escolar por familias huyendo de la extorsión o amenazas de secuestro o por necesidades migratorias en busca de trabajo de familias enteras que se desplazan buscando nuevos horizontes o simplemente niños y niñas que abandonan la escuela para ayudar al gasto de la casa.
No falta mucho para que los maestros nayaritas abandonen la sierra y las comunidades rurales por la inseguridad que incluye la extorsión por parte de las gavillas como está ocurriendo con los mentores de Sinaloa, quienes algunos están siendo concentrados en el medio urbano, bien por amenazas de muerte o por quedarse sin alumnos al abandonar sus poblados, entre ellos Palmillas y otras cinco comunidades del sur.
Tan vulnerable resulta el sector educativo –de cualquier país, provincia o estado- cuando se ve envuelto en un clima de inseguridad que colateralmente afecta múltiples actividades porque no nada más los escolapios sufren las consecuencias sino también sus familiares se inmiscuyen en el conflicto, tal y como ocurrió el mes de junio pasado cuando el mismo Gobernador adelantó tres semanas el final del ciclo escolar; desde luego que la psicosis de todo el año y la irregularidad en la asistencia de maestros y alumnos tuvieron qué afectar los logros educativos.
También dimos cuenta de las afectaciones en las actividades comerciales principalmente aquellas estrechamente ligadas al esparcimiento y venta de alimentos, incluidos los lugares de gran turismo que tuvieron el peor año en volúmenes de visitas y un drástico recorte de inversión foránea; por decirlo en términos taurinos, la inseguridad del 2010 dio la puntilla a los sueños inversores de los dueños de La Riviera Nayarit.
Voy a permitirme reproducir un párrafo publicado en “Alianza Costa Verde” lo que declara el presidente municipal de Bahía de Banderas, Héctor Paniagua: “Se nos cayó la captación por inversión nacional y extranjera que mi gobernador Ney cantaba en 2008 a los cuatro vientos por el orden de más de 1000 millones de dólares durante el 2007; luego al cierre del 2008 cayó a 600 millones, y ¿cómo cerramos 2009? Ya ni mencionarlo, y este año 2010 no hay mucho de qué platicar”.
Su última frase lapidaria del alcalde del segundo municipio con mayor inversión –supuestamente- nos dibuja el desastre de aquella región “rica” al que sin duda contribuyó la pésima fama que incubó nuestro Estado en el extranjero por culpa del narco y un Gobernador que tampoco dio pie con bola para controlarlo.
Por eso, entre lo chusco y anecdótico nomás nos queda rezar padres nuestros y avemarías porque el crimen organizado nos tenga lástima y se haga como aquel caballo famoso del corrido por el que perdió una apuesta la Chona Guzmán.
La mala noticia es que nuestra clase política vivirá la madre de todas las elecciones y no tendrán ojos ni oídos para otras cosas como la seguridad por la que juraron brindarnos por andar a la greña cada cual con sus candidatos, y los que dijimos andarán como Pedro por su casa si no escuchan nuestros ruegos. De todas formas les mando un resignado ¡FELIZ AÑO 2011!
        
 

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