I. MEXICO DE IDA Y DE VUELTA
Un apasionante recorrido por las ancestrales sendas de gloria, de sacrificio y de dignidad personal. Llegué hace unos días a este hermoso vergel que limita a tres entidades de pujante crecimiento económico, pero de grandes contrastes: Amealco de Bonfil, Qro., al sur de esta entidad que inscribiera su nombre en la historia, por dos grandes sucesos: la junta de los conspiradores por la Independencia nacional y el fusilamiento de tres grandes traidores a la Patria, Miramón, Mejía y Maximiliano de Habsburgo. Amealco es la cabecera de un municipio que sirve de lindero con el Edo. de M´wxico y de Michoacán.
Desde estas tierras he partido en dos ocasiones con rumbo a los EEUU y con el mismo boleto de regreso he retornado. Boleto comprado a duras penas, viajando en líneas de segunda clase y en aerotransporte de la línea más económica, casi, casi de promoción...
Siendo Profesor de educación primaria, me vi en la urgente necesidad de emigrar a los EEUU, movido por circunstancias superiores a mi deseo y mi voluntad personal. En el trayecto de ida o de venida, el Norte y el Sur dejan de ser puntos de orientación equidistantes y se convierten en el espejo de la opulencia y el oprobio, de la superficialidad materialista y la profunda sensación de ser humanos.
Querétaro, luego Morelia, donde están mis hijas, lo más bello del ayer vuelto personas... poco más o menos ese equipaje de recuerdos y añoranzas ha sido cargado en dos ocasiones, sin sobrepeso, sin cobros indebidos... un cambio de ropa, enseres para el aseo personal, mi cartera algo vacía, con una estampa religiosa que mi madre puso en mis manos, poco antes de morir.
Morelia, tierra convulsionada por viejos agravios y acumuladas rencillas de poder. Todo perturbado por una paz que se asemeja a la porfiriana "paz de los sepulcros". "Cuando salgas de Morelia, mejor vete en avión, M´ijo", dijo mi Tia Amparo, que en mis viejas y nuevas correrías se convirtió en mi "alter ego". Decía Ella: "No es lo mismo ir de Medina a La Meca, que de México a Veracruz"... <<Bajo el Cielo de Morelia, ninguno se ha muerto de hambre>> Sí, así decia la vieja canción... Y sí, el moreliano común es un ser muy avispado, mezcla de chuntarito abnegado y de chilango atrabancado. De ida, el aeropuerto internacional luce vacío, apenas con la presencia de pequeños grupos de gente que se va medio cabisbaja a los EEUU y que regresa de ese caótico país, con aires petulantes, cargando enormes maletas y cartones, gritando por doquier, "how are you, excuse, I´m sorry, how you doing, today..." --No mammmsss, parece ser la respuesta de los viejos conocidos y parientes que los van a recibir, luego de prolongadas estadías en el vecino país.
Subir al aeroplano, de capacete hechizo (nada que ver con las modernas aeronaves que surcan los aires del viejo continente o que cruzan desmedidamente las inmensidades oceánicas, en eterno ir y venir de proyectos, inversiones y viajes de placer. Yo, les puedo decir que "cierro los ojos", siento el despegue del avión y me tiro a dormir hasta que el altavoz me indica "¡Sujétese el cinturón de seguridad y apriete con premeditacion alevosía y ventaja sus desbarajustados maxilares... Estamos sobrevolando Tijuana!
II. NO ES IGUAL LOS "BETA", QUE LOS "ZETA"
Para el inmigrante que sigue su paso al Norte, puede que el nombre de "Beta", le resulte familiar... un grupo de rescate que ha ido desapareciendo, desde la llegada a los Pinos del infame "Jelipillo". Un grupo que a veces parece de policía, otras veces de rescate, a veces da la impresión que es cómplice de polleros y tratantes de personas, en las inmediaciones de la franja fronteriza. En esos lugares, ya no sabes si esconderte de los Beta, de la PFP o de los temibles Zeta, que se aparecen por doquier, en los tenebrosos caminos que atraviezan el México de este tercer milenio.
En Querétaro, hablar de "Zetas", "Cartel de Sinaloa", "Familia Michoacana", etc., etc., pudiera parecer la referencia de una choteada película de los Almada, si no es por la espeluznante sucesión de noticias televisivas, imágenes y cintillos periodísticos o comentarios que de vez en cuando se sueltan, en relación al clima de violencia que sacude al país. ¿Será que en estas tierras del Bajío permanecen ajenas a la geografia del crimen? ¿Será que los áridos escenarios de nopaleras y magueyes solo nos hacen mirar a los empobrecidos campos de este Estado, expulsor de inmigrantes, donde solo se miran chamacos y chamacas menores de edad, mujeres y ancianos caminar por terregosos caminos, sin saber que en otras tierras el dinero corre y corre de distintas maneras, pero poco llega al bolsillo de los mas necesitados?
III. LA MUERTE NO PIDE PERMISO
-Maestro, maestro... ¿No quiere venir con nosotros? Vamos a llevarle unas veladoras y café a la Casa de Don Apolonio. Gritaba Doña Chencha, amable dueña y anfitriona del humilde jacal en donde paso mis noches, frías noches de este año que comienza.
Don Apolonio murió, de un tumor en la garganta, dicen que escupía sangre, una sangre cafesosa y espesa que dejaba por entre las cercas del jacal que le servía de vivienda... ahí murió, al lado de sus hijos, nueras y nietos, pura gente indiada, de cepa Pame-otomí.
-"Siií, Doña Chenchita", nomás, deje terciarme una chamarra, porque el frío está algo perro ... Y deje llevarme el morral, para ayudarle a traer sus animales..."
Camino de ida y de regreso. Tierras polvorientas donde el barbecho dura todo un año o más, cuando otro campesino muere. En el jacal de Don Apolonio, solo se miran rostros desvelados y duros, son rostros de piedra, que ya estan curtidos de llanto. Afuera un montón de chamacos estan acurrucados al lado de un enorme fogón... ¡Pobre gente!
Me acerco al diminuto cuarto donde se realizan las honras fúnebres... unas seis o siete mujeres, dos chavalos y dos viejanas, todos con la misma apariencia de familia, raza y origen lingüístico. Doña Chencha se ha quedado afuera del jacalón, ya que trae una herida sangrante en su mano izquierda y teme alguna infección. Entro al cuartucho y saludo a la gente con un abrazo y un leve apretón de manos. Pese al excesivo frío que se pasea entre las arboledas, se siente la tibieza de esos cuerpos que no se han movido de ahí, desde la noche anterior. Sus manos son duras, ásperas y arrugadas, son manos echas de tierra y para la tierra... con esas manos frías y duras me señalan hacia el rincón donde reposa un bulto pequeño, enredado en unos sarapes o cobijas. Un leve escalofrío recorre mi cuerpo, cuando se entremezclan los olores de las veladoras ardientes y el humor de un cuerpo entrando en descomposición.
Al caminar de regreso, Doña Chencha me hizo un leve comentario...
Un apasionante recorrido por las ancestrales sendas de gloria, de sacrificio y de dignidad personal. Llegué hace unos días a este hermoso vergel que limita a tres entidades de pujante crecimiento económico, pero de grandes contrastes: Amealco de Bonfil, Qro., al sur de esta entidad que inscribiera su nombre en la historia, por dos grandes sucesos: la junta de los conspiradores por la Independencia nacional y el fusilamiento de tres grandes traidores a la Patria, Miramón, Mejía y Maximiliano de Habsburgo. Amealco es la cabecera de un municipio que sirve de lindero con el Edo. de M´wxico y de Michoacán.
Desde estas tierras he partido en dos ocasiones con rumbo a los EEUU y con el mismo boleto de regreso he retornado. Boleto comprado a duras penas, viajando en líneas de segunda clase y en aerotransporte de la línea más económica, casi, casi de promoción...
Siendo Profesor de educación primaria, me vi en la urgente necesidad de emigrar a los EEUU, movido por circunstancias superiores a mi deseo y mi voluntad personal. En el trayecto de ida o de venida, el Norte y el Sur dejan de ser puntos de orientación equidistantes y se convierten en el espejo de la opulencia y el oprobio, de la superficialidad materialista y la profunda sensación de ser humanos.
Querétaro, luego Morelia, donde están mis hijas, lo más bello del ayer vuelto personas... poco más o menos ese equipaje de recuerdos y añoranzas ha sido cargado en dos ocasiones, sin sobrepeso, sin cobros indebidos... un cambio de ropa, enseres para el aseo personal, mi cartera algo vacía, con una estampa religiosa que mi madre puso en mis manos, poco antes de morir.
Morelia, tierra convulsionada por viejos agravios y acumuladas rencillas de poder. Todo perturbado por una paz que se asemeja a la porfiriana "paz de los sepulcros". "Cuando salgas de Morelia, mejor vete en avión, M´ijo", dijo mi Tia Amparo, que en mis viejas y nuevas correrías se convirtió en mi "alter ego". Decía Ella: "No es lo mismo ir de Medina a La Meca, que de México a Veracruz"... <<Bajo el Cielo de Morelia, ninguno se ha muerto de hambre>> Sí, así decia la vieja canción... Y sí, el moreliano común es un ser muy avispado, mezcla de chuntarito abnegado y de chilango atrabancado. De ida, el aeropuerto internacional luce vacío, apenas con la presencia de pequeños grupos de gente que se va medio cabisbaja a los EEUU y que regresa de ese caótico país, con aires petulantes, cargando enormes maletas y cartones, gritando por doquier, "how are you, excuse, I´m sorry, how you doing, today..." --No mammmsss, parece ser la respuesta de los viejos conocidos y parientes que los van a recibir, luego de prolongadas estadías en el vecino país.
Subir al aeroplano, de capacete hechizo (nada que ver con las modernas aeronaves que surcan los aires del viejo continente o que cruzan desmedidamente las inmensidades oceánicas, en eterno ir y venir de proyectos, inversiones y viajes de placer. Yo, les puedo decir que "cierro los ojos", siento el despegue del avión y me tiro a dormir hasta que el altavoz me indica "¡Sujétese el cinturón de seguridad y apriete con premeditacion alevosía y ventaja sus desbarajustados maxilares... Estamos sobrevolando Tijuana!
II. NO ES IGUAL LOS "BETA", QUE LOS "ZETA"
Para el inmigrante que sigue su paso al Norte, puede que el nombre de "Beta", le resulte familiar... un grupo de rescate que ha ido desapareciendo, desde la llegada a los Pinos del infame "Jelipillo". Un grupo que a veces parece de policía, otras veces de rescate, a veces da la impresión que es cómplice de polleros y tratantes de personas, en las inmediaciones de la franja fronteriza. En esos lugares, ya no sabes si esconderte de los Beta, de la PFP o de los temibles Zeta, que se aparecen por doquier, en los tenebrosos caminos que atraviezan el México de este tercer milenio.
En Querétaro, hablar de "Zetas", "Cartel de Sinaloa", "Familia Michoacana", etc., etc., pudiera parecer la referencia de una choteada película de los Almada, si no es por la espeluznante sucesión de noticias televisivas, imágenes y cintillos periodísticos o comentarios que de vez en cuando se sueltan, en relación al clima de violencia que sacude al país. ¿Será que en estas tierras del Bajío permanecen ajenas a la geografia del crimen? ¿Será que los áridos escenarios de nopaleras y magueyes solo nos hacen mirar a los empobrecidos campos de este Estado, expulsor de inmigrantes, donde solo se miran chamacos y chamacas menores de edad, mujeres y ancianos caminar por terregosos caminos, sin saber que en otras tierras el dinero corre y corre de distintas maneras, pero poco llega al bolsillo de los mas necesitados?
III. LA MUERTE NO PIDE PERMISO
-Maestro, maestro... ¿No quiere venir con nosotros? Vamos a llevarle unas veladoras y café a la Casa de Don Apolonio. Gritaba Doña Chencha, amable dueña y anfitriona del humilde jacal en donde paso mis noches, frías noches de este año que comienza.
Don Apolonio murió, de un tumor en la garganta, dicen que escupía sangre, una sangre cafesosa y espesa que dejaba por entre las cercas del jacal que le servía de vivienda... ahí murió, al lado de sus hijos, nueras y nietos, pura gente indiada, de cepa Pame-otomí.
-"Siií, Doña Chenchita", nomás, deje terciarme una chamarra, porque el frío está algo perro ... Y deje llevarme el morral, para ayudarle a traer sus animales..."
Camino de ida y de regreso. Tierras polvorientas donde el barbecho dura todo un año o más, cuando otro campesino muere. En el jacal de Don Apolonio, solo se miran rostros desvelados y duros, son rostros de piedra, que ya estan curtidos de llanto. Afuera un montón de chamacos estan acurrucados al lado de un enorme fogón... ¡Pobre gente!
Me acerco al diminuto cuarto donde se realizan las honras fúnebres... unas seis o siete mujeres, dos chavalos y dos viejanas, todos con la misma apariencia de familia, raza y origen lingüístico. Doña Chencha se ha quedado afuera del jacalón, ya que trae una herida sangrante en su mano izquierda y teme alguna infección. Entro al cuartucho y saludo a la gente con un abrazo y un leve apretón de manos. Pese al excesivo frío que se pasea entre las arboledas, se siente la tibieza de esos cuerpos que no se han movido de ahí, desde la noche anterior. Sus manos son duras, ásperas y arrugadas, son manos echas de tierra y para la tierra... con esas manos frías y duras me señalan hacia el rincón donde reposa un bulto pequeño, enredado en unos sarapes o cobijas. Un leve escalofrío recorre mi cuerpo, cuando se entremezclan los olores de las veladoras ardientes y el humor de un cuerpo entrando en descomposición.
Al caminar de regreso, Doña Chencha me hizo un leve comentario...
-"¡Pobre, Doña Agustina! hace una semana se murió su hijo, que cayó borracho al borde de Mesillas y lo encontraron hasta el día siguiente... ¡Pobre gente, como sufre en estas tierras tan frías, en estas tierras tan solas!
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