viernes, 6 de mayo de 2011

QUÉ QUEREMOS DE NUESTROS GOBERNANTES


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Las fechas se van cumpliendo o lo que es lo mismo, a cada capillita le llega su fiesta y la romería política está en el máximo de su fervor. Comentarios van, rumores vienen, mentiras se quedan, exageraciones le ponen la pimienta a este menudo de nombres, colores y situaciones en la que queramos o no, nos vemos de alguna manera comprometidos y mezclados hasta el cogote.
El PRI aporta nombres y más nombres; el PRD no tantos, pero con los que tiene hacen una rebambaramba que apantalla al más pintado; el resto de los partidos, justifica con uno que otro mono el gasto oneroso que todos, Usted y yo amable lector, pagamos sin que nos pregunten si queremos hacerlo o no, si acaso lo único que se nos permite a los ciudadanos es dar algunas opiniones o sugerencias, casi siempre de manera tímida, pues al fin y al cabo sabemos que, darle ideas ciudadanas a los grillos que hoy sufrimos es aun menos productivo que tirarle piedras a la luna, pero aquí les voy candidatos con mis esperanzas e ilusiones.

A los presidentes municipales les pido algo muy fácil de cumplir: voluntad para no decir mentiras. Señor que vaya a ser primer edil de Acaponeta, no nos mienta, ya no somos unos mocosos los habitantes de este pobre pueblo para que nos vengan con cuentitas y espejitos, llevándose en el intento el oro y las joyas del pueblo. Sean transparentes y si nos tienen que decir que NO SE PUEDE, pues dígannos; eso siempre será mejor que decir SÍ y salgan con un rotundo "dijo mi mamá que siempre no", deseperanzador. Cuando digan algo no mientan, incluye aquello tan sobado que ya nadie toma en cuenta, la mentada y manipulada honestidad, palabra que en su nombre ampara todo tipo de pecados. No hay gobierno al que no se le llene la boca con el vocablo "HONESTIDAD", algunos hasta como escudo lo llevaron y, como casi siempre, fueron casi siempre burdas mentiras, demagogia puerca y el anticipo de la más artera corrupción --la crónica de un saqueo anunciado--, que además de devastadora, es odiosa por ser impune. Los que hoy se llenaron los bolsillos de billetes y bilimbiques, serán los ricos acomodados del mañana y nadie, nadie, menos el inútil y negligente Órgano de Fiscalización del Congreso, llevará a los culpables, a los señalados por la población, a la cárcel que es donde debieran estar muchos: son sin duda los sicarios oficiales, que no portan R-15´s o AK-47´s, pero si uñas largas, concha impenetrable y contabilidades dudosas.

Señores presidentes municipales del futuro, amarren las manos de sus colaboradores y oigan la opinión que el pueblo tiene de ellos. Esos funcionarios públicos no son dueños de nada, si acaso de la gratitud que tienen para Ustedes a los que se deben por darles la oportunidad de cobrar una quincena durante tres años, pero que para nosotros los ciudadanos, nada representan, es más, todos ellos para el pueblo son feos, antipáticos y navegan con bandera de tontejos, muchos lo son, por eso hay que oír lo que tiene que decir el contribuyente de cada uno de ellos. 

A los que tengan que meter al gabinete por los compromisos políticos de campaña, léanles la cartilla y acuerden con el que los comprometió a darles un hueso, que si no cumple, tendrá que irse a Chihuahua a un baile, porque finalmente, esos tipos tienen algo de vaquetones y quieren mamar de la ubre presupuestal durante un trienio, tan solo rascándose la barriga y yendo de colero a las fiestas comunitarias y los desayunos con el presidente. El que no produzca para el pueblo, que se vaya con Osama Bin Laden a buscar almejas al fondo del océano. 

Señores presidentes del mañana, mantengan a su media naranja, lejos de las decisiones importantes. Amigos candidatos, el pueblo vota por Ustedes, no por sus señoras esposas a las que vamos a respetar en la medida que ellas se presten para ello y tasen el valor del pueblo. El DIF está bien para ella y nada más. Algo muy importante, nunca, jamás pongan a algún lambiscón y barbero a echarle flores a la primera dama, porque eso se ve muy mal, es ramplonería de la peor calidad y atiborra a los ciudadanos. Se dice que Don Profirio Díaz, alguna vez advirtió a su señora esposa Carmelita Romero, que la amaba con todo su alma, que ella en casa era la reina, pero que jamás iba a permitir que se inmiscuyera en sus asuntos como gobernante, ni pensarlo siquiera y, Don Porfirio la dejó en su casa, aposentada, eso sí, como auténtica reina y no como vieja chimolera metiendo desorden y confusión en el espacio destinado al gobierno del pueblo. Cómo ha hecho falta Don Porfirio en los últimos años.

Queremos a un presidente municipal que haga valer la ley y los reglamentos que existen; que no le tiemble la mano al edil cuando tenga que echar a la calle a un negligente e ineficiente colaborador; que quite de las esquinas los puestos ilegales que este trienio crecieron como hongos, pues los actuales gobernantes prefirieron llenar las arcas municipales de dinero o sus bolsillos a tener un pueblo, limpio, ordenado y donde se respetan las normas. Futuro señor presidente, gobierne con la ley en la mano y si tiene que jalarle las orejas al síndico, responsable de lo anterior o a los regidores que creen que su efímero poder les da derecho de llenar las calles de carretas para sus amigotes y compadres, hágalo con confianza, pues el pueblo habremos de agradecerle, ya que estamos hasta el copete de tener que caminar por las banquetas brincando lo mismo lechugas y calabazas, que perros y borrachos.

Señores presidentes municipales del mañana, sean líderes de su cabildo, ejemplo para los regidores que luego se piensan "pastel con mermelada". Hagan del síndico y los regidores diputados chiquitos, con capacidad de opinión, poder de votar con coherencia, discernimiento claro y preciso, voluntad, ética como escudo de armas, verdaderos servidores públicos pues y no gañanes con poder. No queremos once changos que solo sirven para sacar borrachitos de la cárcel o que están prestos a regalar espacios en las calles a quien se los pide. Para inútiles levantando el dedo, mejor compramos unos titerotes y los sentamos en la sala de cabildo, saldría más barato. Queremos un presidente que sea como el director de una orquesta, que brilla cuando destaca su primer violín o el pianista; un edil que brille cuando lo hagan sus directores de área. Por el contrario, no deseamos un presidente que sea vertical y autoritario como un general del ejército. Tampoco un sabio todólogo, más bien un personaje que sepa todo de algo y algo de todo, pero que sepa delegar trabajo y responsabilidades. De genios ya estamos hasta el copete.

Futuros señores presidentes, sabemos bien que gobernar un municipio como el de Acaponeta, con un paupérrimo presupuesto, no es nada fácil, que nosotros los ciudadanos no somos, de ninguna manera peritas en dulce y que en ocasiones somos los primeros en ocasionar problemas, ya que nada, ni nadie nos da gusto: pocas cosas aplaudimos y preferimos la crítica insana y estéril, ¿pero saben por qué? Porque no les creemos ya más, pues no es posible que le nieguen un transporte a los deportistas con el pretexto de que no hay recursos y por otro lado organicen una fiesta a los campesinos con dos o tres vacas en forma de birria y chorrocientos cartones de cerveza para regalar con nuestro dinero. Señores presidentes del futuro, el que quiera pistear, que lo haga, hasta que escupa sangre y desconozca a sus padres, pero de su peculio, con su dinero y no con el mío --yo ni tomo--.

Queremos un presidente que se baje de la Suburban o la camionetota en turno y llegue al mercado a comer menudo, llevar tomates o simplemente enterarse de los chismes en el banquetón. Quermeos un gobernante que haga fila en las tortillas o se suba a los camiones urbanos, para que sepa lo que es amar a Dios en tierra apache, que camine por las terribles banquetas acaponetenses y se tropiece como le sudece al pueblo con las sillas de las taquerías o batalle para subir las altísimas banquetas que el actual gobierno dejó en todos los lugares donde puso de manera inadecuada el adoquín. Queremos un mandatario municipal, que obligue a sus funcionarios a dar una vuelta por el mercado entre cinco y seis de la mañana, para ver si así, al pisar los tomates y brócolis de las fruterías de la calle Veracruz, los obligan al orden y la disciplina. Quiero un presidente que se acerque más al pueblo que a sus directores. A uno que me dé orgullo que me represente, por coherente, responsable, carismático y honesto y no del cual me sienta ofendido cuando fuera o dentro de los límites municipales enseñe el cobre y me avergüence.
Queremos un primer edil que ame más a Acaponeta, que al cajón de los billetes de la tesorería. 

Pedimos señores, un mandatario municipal, que ame más nuestras calles, la plaza, los templos y edificios históricos que a su partido político. Que sepamos que se preocupa lo mismo por los encumbrados encopetados, que por los minimizados indígenas de la sierra. Por supuesto no estamos pidiendo un semidios o un superhombre mitológico, no, nada de eso, tan solo un ser humano que se equivoque y lo reconozca y no trate de esconder la basura debajo del tapete. Que se alegre de sus logros, pero que no llegue a la soberbia. Un hombre mesurado y justo en el discurso; tolerante con la critica y los medios. Que se haga como aquel Kalimán que escuchábamos en la radio: "Galante con las mujeres, tieno con los niños, implacable con los malvados..."
Queremos un amigo en quien confiar algo y no tener que pasar por seis o siete filtros, como sucedió en este trienio, donde pocas veces los "colaboradores presidenciales" dejaban al ciudadano con su presidente.

Señores presidentes del futuro, si tienen que verse en la necesidad de tener asesores, por favor que sea gente de aquí, acaponetenses que conozcan la tierra y a su gente, no tipos foráneos, que llegan como los "hombres blancos y barbudos" a conquistar indios y se llevan los costales del dinero por decir burradas al oído del "preciso". 

Queremos un presidente, que al término de su gestión se lleve las palmas de todos y no nuestro repudio que será para toda la vida. Un hombre que nos haga creer que cada acción, cada triunfo, logro o desacierto, cada obra o gestión, fue un hecho en el que todos estuvimos involucrados. Equivocados o no, pero que fue algo que todos hicimos y no solamente un hombre.

Con voluntad, ética y amor a Acaponeta --sobre todo esto último--, podrán Ustedes hacer un buen gobierno y quedar en el recuerdo de la población que fincará su nombre en la memoria colectiva de este lugar donde el frijol se enreda a la caña.

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