DE PERIODISTAS EN LÍNEA
Houston, Texas., 20 de julio de 2011 (Semana News)
En las pocas oportunidades que tuvo para quitarse la venda, Alejandro Hernández Pacheco de 41 años, camarógrafo y fotoperiodista mexicano con 17 de experiencia, prefirió ponérsela nuevamente porque la vista no aguantaba el resplandor de la luz.
Estaba en una habitación sin piso de concreto; era una sábana de tierra hedionda que despedía el aroma de sangre seca, quizás de otras víctimas. El periodista sentía la calentura de la tierra sin asfalto pegada a sus mejillas cada vez que le ordenaban que se hiciera boca abajo. Después de varios días desde su secuestro en julio de 2010, su preocupación ya no era su vida, sino más bien el temor de perder a su familia. En su mente lo único que dibujaba era el rostro de su esposa y de sus hijos.
“Estaba muerto de miedo. Me habían dicho que me entregarían al cártel contrario”, recordó Hernández, quien asume que sus captores podrían haber sido del Cártel de Sinaloa o tal vez paramilitares. Quién sabe.
El secuestro
Hasta ahora tampoco puede dilucidar cómo es que en el trayecto hacia la ciudad de Torreón, camino a la estación de televisión propiedad de Televisa, su auto fue interceptado por otro vehículo si en todo el camino habían visto policías federales, dándoles cierta clase de seguridad. Pero se equivocaron. En ese tramo se bajaron tres personas armadas que los amenazaron a él y otros tres colegas de varios medios que habían ido juntos a cubrir el caso relacionado a supuestos vínculos entre autoridades de un penal en Durango y grupos criminales.
“Nos pegaron en la cabeza y nos cuestionaron por qué es que metíamos nuestras narices donde no debíamos. Creían que éramos quizás de un cártel y nos pidieron que siguiéramos el auto del cual se bajaron y luego nos metieron a la cajuela de otro auto”, dijo Hernández.
“Después nos llevaron a una casa abandonada en medio de la nada donde estuvimos cinco días”, agregó.
En ese lapso, los obligaron a llamar a sus televisoras para que no sigan transmitiendo noticias sobre la presunta muerte de civiles a manos de policías ordenados, presuntamente, por las autoridades.
En pleno cautiverio, Hernández logró desatarse pero aún estaba débil y sus ojos apenas se acostumbraban a la penumbra y al contorno de la estancia que se materializaba a su alrededor.
Pero fue recién en el quinto día cuando lo trasladan a otro cuarto con luz. En el séptimo día los llevan amarrados a un lote baldío y los abandonan. Cuando se dieron cuenta que estaban en libertad, divisaron a lo lejos a varias patrullas de policía pero dudaron en pedirles ayuda porque “ya no sabes en quién confiar”.
Efectivamente, la Policía Federal en Torreón se robó el crédito del presunto rescate como suyo. Trasladaron a Hernández y a sus compañeros a una rueda de prensa en donde los exponen públicamente y sin su consentimiento.
“En ese momento no pensamos en las consecuencias. Ellos dijeron que nos habían rescatado en un operativo donde no corrió bala. Pero eran puras mentiras. No los desenmascaré porque tenía miedo y recién lo hice cuando llegué a EEUU”, sostuvo Hernández.
Fue a raíz de la conferencia de prensa, televisada en vivo a nivel nacional, cuando sus familiares le dijeron a Hernández que había gente armada frente a su casa. Nunca regresó. Cruzó la frontera y pido refugio y protección para él y su familia.
Nostalgia
Hoy, Hernández se encuentra en un lugar de Texas sin poder trabajar, viviendo de la caridad de familiares y amistades hasta que su proceso de asilo político termine.
Según cuenta, no se arrepiente de haber escogido la profesión de periodista, y de vez en cuando, le nostalgia lo aborda y extraña sus costumbres y todo lo que dejó allá en México.
“Menos mal que mi familia está conmigo”, nos cuenta Hernández con tono de melancolía.
Comentarista
El que sí trabaja es Ricardo Chávez Aldana, otro periodista asilado en Texas en una estación de radio que transmite para El Paso y Ciudad Juárez.
Desde una cabina sigue conduciendo “Calibre 800”, un programa de noticias de Radio Cañón en Chihuahua, empresa a la que aún está ligado pero debido a su proceso de asilo no puede percibir un sueldo, hasta el momento.
“Soy colaborador y lo hago para no perder vigencia”, sostiene Chávez, quien recibió amenazas de muerte por parte de presuntos miembros del crimen organizado desde el 2009.
“La primera llamada fue de advertencia, que me callara porque yo sabía por qué. Luego siguieron, diciendo que no era un juego. En noviembre le prendieron fuego a mi carro y meses después dos de mis sobrinos (15 y 17 años) fueron asesinados”, cuenta Chávez.
“Fue cuando acudí al puente libre en Ciudad Juárez con El Paso para pedir protección para mí y mi familia. Dejamos toda nuestra vida, todos nuestros recuerdos, allá se quedaron”, añade.
El futuro de Chávez pende del asilo político y cuando lo obtenga buscará trabajo en lo que más le gusta hacer: periodismo, “porque no quiero ser una carga”.
“Son gajes del oficio. Si volviera a nacer, haría lo mismo y denunciaría los mismos atropellos de los carteles y de las autoridades. Lo hecho, hecho está y hay muchas injusticias en Juárez y en todo México”, sostiene.
Chávez es una de las víctimas de lo que el gobierno mexicano ha bautizado como daños colaterales y le da bronca que sus colegas en esta parte de la frontera no conozcan la realidad de lo que sucede en Ciudad Juárez.
“No es la ciudad que tú llegas y vas a encontrarte con una balacera o vehículos en llamas. Eso ocurre en algunos sectores, donde hay casas abandonadas, negocios quemados, menos habitantes que han huido o muerto”, señaló.
El periodista asegura además que uno puedes estar en el lugar y hora equivocada y “te va a tocar”, todo porque se ha debilitado el financiamiento del crimen organizado y buscan apoderarse de la plaza.
“Y es eso lo que ha dejado a Juárez en la ruina”, subraya.
Otros culpables
Pero algunos culpan al temor y al terror sistemático que se vive en México a las autoridades en complicidad con el crimen organizado. El caso de Emilio Gutiérrez Soto, quien también busca asilo político junto a su hijo, resalta un episodio turbio con relación a los militares, luego de escribir tres notas sobre asaltos y maltratos donde los afectados eran “personas sin voz”.
“Fui amenazado de muerte por el general Alfonso García Vega, jefe de la quinta zona militar en Chihuahua. Me advirtió que había escrito tres notas y que no iba a tener la oportunidad de escribir una cuarta”, comentó.
Tras presentar una denuncia ante la Procuraduría de Justicia estatal, también notificó una queja ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Ambos partes prácticamente fueron archivados y olvidados, de acuerdo a Gutiérrez, quien era reportero para “El Diario del Noroeste,” perteneciente a “El Diario de Juarez” cuya cobertura abarcaba las ciudades de Joanos, Ascensión, y Puerto Palomas de Villa, en Chihuahua, frontera con la ciudad de Columbus (Nuevo México).
No fue sino hace tres años cuando resurgieron las amenazas por parte de fuerzas militares quienes, según él, allanaron su casa y con violencia derribaron la puerta principal, destruyendo los muebles en busca de supuestas armas y drogas.
Obviamente no encontraron nada.
Gutiérrez no regresó a casa. Recibió una llamada de una mujer que le advirtió que había órdenes de matarlo.
Se dirigió hasta el puente fronterizo con su hijo (entonces de 15 años) a través de la garita de control de El Berrendo, en el Municipio de Juanos, donde solicitó asilo político. Allí fue detenido por siete meses y su hijo por tres.
“Todos los días siento un dolor que se comparte con mis paisanos porque los que no comparten con el pensar de las autoridades terminan desaparecidos o tienen que huir”, sostiene Gutiérrez, quien ahora vive en Las Cruces, Nuevo México.
Hoy se dedica a lo que se pueda. Si hay que lavar platos, “hay que lavar platos”, si hay que limpiar los patios traseros de la casa, “hay que hacerlo”.
La satisfacción más grande de Gutiérrez será cuando le concedan el asilo y así encontrar la paz interior que no tenía en México.
“Dejé amigos, familia, casa. Pero lo más doloroso es ser un desterrado, no tener patria y no tener la certeza de que nuestra situación se convierta en algo legal, de sentirse protegidos en esta nación”, concluyó.
Exilio
De acuerdo al último informe del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, en inglés), en los últimos doce meses 67 periodistas se han visto obligados al exilio y más de la mitad de ellos salieron de Cuba e Irán.
Con esos nuevos individuos -por debajo de los 85 casos denunciados en 2010-, el total de periodistas exiliados desde agosto de 2001 es de 649 individuos, de los que 592 siguen todavía alejados de sus países de origen, según alertó la organización de defensa de la libertad de prensa, con sede en Nueva York.
Según el CPJ, Irán, junto con China, es el país “con mayor número de periodistas encarcelados en el mundo”, con al menos 34. En todo el mundo, las amenazas de cárcel fueron la causas del 82% de los exilios entre periodistas, mientras que el 15% de éstos se debieron a la violencia física y las amenazas a las que se enfrentan. El 3% se produjeron en respuesta a las técnicas de acoso, como vigilancia e interrogatorios frecuentes, a las que los someten los gobiernos de sus estados.
Cortesía de Periodistas en Línea
En las pocas oportunidades que tuvo para quitarse la venda, Alejandro Hernández Pacheco de 41 años, camarógrafo y fotoperiodista mexicano con 17 de experiencia, prefirió ponérsela nuevamente porque la vista no aguantaba el resplandor de la luz.
Estaba en una habitación sin piso de concreto; era una sábana de tierra hedionda que despedía el aroma de sangre seca, quizás de otras víctimas. El periodista sentía la calentura de la tierra sin asfalto pegada a sus mejillas cada vez que le ordenaban que se hiciera boca abajo. Después de varios días desde su secuestro en julio de 2010, su preocupación ya no era su vida, sino más bien el temor de perder a su familia. En su mente lo único que dibujaba era el rostro de su esposa y de sus hijos.
“Estaba muerto de miedo. Me habían dicho que me entregarían al cártel contrario”, recordó Hernández, quien asume que sus captores podrían haber sido del Cártel de Sinaloa o tal vez paramilitares. Quién sabe.
El secuestro
Hasta ahora tampoco puede dilucidar cómo es que en el trayecto hacia la ciudad de Torreón, camino a la estación de televisión propiedad de Televisa, su auto fue interceptado por otro vehículo si en todo el camino habían visto policías federales, dándoles cierta clase de seguridad. Pero se equivocaron. En ese tramo se bajaron tres personas armadas que los amenazaron a él y otros tres colegas de varios medios que habían ido juntos a cubrir el caso relacionado a supuestos vínculos entre autoridades de un penal en Durango y grupos criminales.
“Nos pegaron en la cabeza y nos cuestionaron por qué es que metíamos nuestras narices donde no debíamos. Creían que éramos quizás de un cártel y nos pidieron que siguiéramos el auto del cual se bajaron y luego nos metieron a la cajuela de otro auto”, dijo Hernández.
“Después nos llevaron a una casa abandonada en medio de la nada donde estuvimos cinco días”, agregó.
En ese lapso, los obligaron a llamar a sus televisoras para que no sigan transmitiendo noticias sobre la presunta muerte de civiles a manos de policías ordenados, presuntamente, por las autoridades.
En pleno cautiverio, Hernández logró desatarse pero aún estaba débil y sus ojos apenas se acostumbraban a la penumbra y al contorno de la estancia que se materializaba a su alrededor.
Pero fue recién en el quinto día cuando lo trasladan a otro cuarto con luz. En el séptimo día los llevan amarrados a un lote baldío y los abandonan. Cuando se dieron cuenta que estaban en libertad, divisaron a lo lejos a varias patrullas de policía pero dudaron en pedirles ayuda porque “ya no sabes en quién confiar”.
Efectivamente, la Policía Federal en Torreón se robó el crédito del presunto rescate como suyo. Trasladaron a Hernández y a sus compañeros a una rueda de prensa en donde los exponen públicamente y sin su consentimiento.
“En ese momento no pensamos en las consecuencias. Ellos dijeron que nos habían rescatado en un operativo donde no corrió bala. Pero eran puras mentiras. No los desenmascaré porque tenía miedo y recién lo hice cuando llegué a EEUU”, sostuvo Hernández.
Fue a raíz de la conferencia de prensa, televisada en vivo a nivel nacional, cuando sus familiares le dijeron a Hernández que había gente armada frente a su casa. Nunca regresó. Cruzó la frontera y pido refugio y protección para él y su familia.
Nostalgia
Hoy, Hernández se encuentra en un lugar de Texas sin poder trabajar, viviendo de la caridad de familiares y amistades hasta que su proceso de asilo político termine.
Según cuenta, no se arrepiente de haber escogido la profesión de periodista, y de vez en cuando, le nostalgia lo aborda y extraña sus costumbres y todo lo que dejó allá en México.
“Menos mal que mi familia está conmigo”, nos cuenta Hernández con tono de melancolía.
Comentarista
El que sí trabaja es Ricardo Chávez Aldana, otro periodista asilado en Texas en una estación de radio que transmite para El Paso y Ciudad Juárez.
Desde una cabina sigue conduciendo “Calibre 800”, un programa de noticias de Radio Cañón en Chihuahua, empresa a la que aún está ligado pero debido a su proceso de asilo no puede percibir un sueldo, hasta el momento.
“Soy colaborador y lo hago para no perder vigencia”, sostiene Chávez, quien recibió amenazas de muerte por parte de presuntos miembros del crimen organizado desde el 2009.
“La primera llamada fue de advertencia, que me callara porque yo sabía por qué. Luego siguieron, diciendo que no era un juego. En noviembre le prendieron fuego a mi carro y meses después dos de mis sobrinos (15 y 17 años) fueron asesinados”, cuenta Chávez.
“Fue cuando acudí al puente libre en Ciudad Juárez con El Paso para pedir protección para mí y mi familia. Dejamos toda nuestra vida, todos nuestros recuerdos, allá se quedaron”, añade.
El futuro de Chávez pende del asilo político y cuando lo obtenga buscará trabajo en lo que más le gusta hacer: periodismo, “porque no quiero ser una carga”.
“Son gajes del oficio. Si volviera a nacer, haría lo mismo y denunciaría los mismos atropellos de los carteles y de las autoridades. Lo hecho, hecho está y hay muchas injusticias en Juárez y en todo México”, sostiene.
Chávez es una de las víctimas de lo que el gobierno mexicano ha bautizado como daños colaterales y le da bronca que sus colegas en esta parte de la frontera no conozcan la realidad de lo que sucede en Ciudad Juárez.
“No es la ciudad que tú llegas y vas a encontrarte con una balacera o vehículos en llamas. Eso ocurre en algunos sectores, donde hay casas abandonadas, negocios quemados, menos habitantes que han huido o muerto”, señaló.
El periodista asegura además que uno puedes estar en el lugar y hora equivocada y “te va a tocar”, todo porque se ha debilitado el financiamiento del crimen organizado y buscan apoderarse de la plaza.
“Y es eso lo que ha dejado a Juárez en la ruina”, subraya.
Otros culpables
Pero algunos culpan al temor y al terror sistemático que se vive en México a las autoridades en complicidad con el crimen organizado. El caso de Emilio Gutiérrez Soto, quien también busca asilo político junto a su hijo, resalta un episodio turbio con relación a los militares, luego de escribir tres notas sobre asaltos y maltratos donde los afectados eran “personas sin voz”.
“Fui amenazado de muerte por el general Alfonso García Vega, jefe de la quinta zona militar en Chihuahua. Me advirtió que había escrito tres notas y que no iba a tener la oportunidad de escribir una cuarta”, comentó.
Tras presentar una denuncia ante la Procuraduría de Justicia estatal, también notificó una queja ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Ambos partes prácticamente fueron archivados y olvidados, de acuerdo a Gutiérrez, quien era reportero para “El Diario del Noroeste,” perteneciente a “El Diario de Juarez” cuya cobertura abarcaba las ciudades de Joanos, Ascensión, y Puerto Palomas de Villa, en Chihuahua, frontera con la ciudad de Columbus (Nuevo México).
No fue sino hace tres años cuando resurgieron las amenazas por parte de fuerzas militares quienes, según él, allanaron su casa y con violencia derribaron la puerta principal, destruyendo los muebles en busca de supuestas armas y drogas.
Obviamente no encontraron nada.
Gutiérrez no regresó a casa. Recibió una llamada de una mujer que le advirtió que había órdenes de matarlo.
Se dirigió hasta el puente fronterizo con su hijo (entonces de 15 años) a través de la garita de control de El Berrendo, en el Municipio de Juanos, donde solicitó asilo político. Allí fue detenido por siete meses y su hijo por tres.
“Todos los días siento un dolor que se comparte con mis paisanos porque los que no comparten con el pensar de las autoridades terminan desaparecidos o tienen que huir”, sostiene Gutiérrez, quien ahora vive en Las Cruces, Nuevo México.
Hoy se dedica a lo que se pueda. Si hay que lavar platos, “hay que lavar platos”, si hay que limpiar los patios traseros de la casa, “hay que hacerlo”.
La satisfacción más grande de Gutiérrez será cuando le concedan el asilo y así encontrar la paz interior que no tenía en México.
“Dejé amigos, familia, casa. Pero lo más doloroso es ser un desterrado, no tener patria y no tener la certeza de que nuestra situación se convierta en algo legal, de sentirse protegidos en esta nación”, concluyó.
Exilio
De acuerdo al último informe del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, en inglés), en los últimos doce meses 67 periodistas se han visto obligados al exilio y más de la mitad de ellos salieron de Cuba e Irán.
Con esos nuevos individuos -por debajo de los 85 casos denunciados en 2010-, el total de periodistas exiliados desde agosto de 2001 es de 649 individuos, de los que 592 siguen todavía alejados de sus países de origen, según alertó la organización de defensa de la libertad de prensa, con sede en Nueva York.
Según el CPJ, Irán, junto con China, es el país “con mayor número de periodistas encarcelados en el mundo”, con al menos 34. En todo el mundo, las amenazas de cárcel fueron la causas del 82% de los exilios entre periodistas, mientras que el 15% de éstos se debieron a la violencia física y las amenazas a las que se enfrentan. El 3% se produjeron en respuesta a las técnicas de acoso, como vigilancia e interrogatorios frecuentes, a las que los someten los gobiernos de sus estados.
Cortesía de Periodistas en Línea
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