Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Todos en Acaponeta tenemos o conocemos alguna historia en donde la gente del lugar donde el frijol se enreda a la caña, viajando por el mundo, se encuentra a otro acaponetense y se saludan con enorme gusto. Es muy común, y solo pongo esto como ejemplo para ilustrar la nota, que, gente que se cruza en la calle con otra, a veces a diario y que por no haber sido presentados no se saludan, cuando se hallan en Tepic, se sonríen y saludan como si fueran grandes amigos. Así es la naturaleza humana.
Conozco la historia de aquellos "caponetos" que esperando en una larga fila para entrar a un centro nocturno en París, Francia, se encontraron en esa "cola" a otros paisanos haciendo lo propio. O de aquel, que yendo de bracero a la Unión Americana, agarró "raite" y en el camino se dieron cuenta de que eran paisanos de la Atenas de Nayarit.
Acaponetenses se han hallado a acaponetenses en todas parte del mundo y en los lugares más poblados del planeta. Y hasta en el Partenón de Atenas, dos o más se estrecharon las manos.
Todo lo anterior, porque recientemente hice un viaje a la Ciudad de México y, nos fuimos de paseo al muy concurrido Xochimilco. Aunque fue en Semana Santa y muchos chilangos (millones para ser exactos) huyen de la megaciudad o no salen para quedarse en casa a descansar, el día de la visita al lugar de las flores y las trajineras, había varias decenas de miles de "turistas", pienso que los que se quedaron decidieron, como nosotros, visitar las chinampas xochimilcas. Su servidor, que llevaba cargando una bolsa, sintió de pronto que alguien se la quería llevar con leves jaloneos y me decía: ¿le ayudo? Escamado por la delincuencia, que si bien ha disminuido significativamente en la antigua Gran Tenochtitlán, aún persiste, voltee con desconfianza y con ganas de iniciar un pleito, para sorprenderme después de reconocer a la estimada Profesora Oralia López López, quien en compañía de su toda su simpática familia también andaban por aquello lejanos rumbos. Fue inevitable tomarnos la foto del recuerdo, misma que aquí publico.
Ya en alguna ocasión, hace muchas lunas, ahí mismo en la Ciudad de México pero en el interior del metro, acompañando a dos amigas acaponetenses que iban a visitar el Centro de la Capital, se encontraron con un paisano, quien del otro lado del andén, les hacía señas y les gritaba con el inconfundible acento gardenión, saludos y sorpresas. Hubo necesidad de dejar pasar varios trenes para que ellos pudieran intercambiar impresiones (chismes) de la tierra.
¿Y Usted amable lector, qué anécdotas tiene al respecto?
0 comentarios:
Publicar un comentario