martes, 24 de abril de 2012

CAMINANTE NOCTURNO


LA MUERTE NO PIDE PERMISO...

Por: Juan J. Gaspar G.

--Maestro, maestro... ¿No quiere venir con nosotros?  Vamos a llevarle unas veladoras y café a la casa de Don Apolonio...  Gritaba Doña Chencha, amable dueña y anfitriona del humilde jacal en donde paso mis noches, frías noches de este año que comienza...


Don Apolonio murió, de un tumor en la garganta, dicen que escupía sangre, una sangre cafesosa y espesa que dejaba por entre las cercas del jacal que le servía de vivienda... ahí murió, al lado de sus hijos, nueras y nietos, pura gente indiada, de mera cepa Otomí...

--Siií, Doña Chenchita",  nomás, deje terciarme una chamarra, porque el frío esta algo perro ...  Y deje llevarme el morral,  para ayudarle a traer sus animales...

Camino de ida y de regreso... Tierras polvorientas donde el barbecho dura todo un año o más, cuando otro campesino muere... En el jacal de Don Apolonio, solo se miran rostros desvelados y duros, son rostros de piedra, que ya estan curtidos de llanto...   Afuera un montón de chamacos estan acurrucados al lado de un enorme fogón... ¡Pobre gente!

Me acerco al diminuto cuarto donde se realizan las honras fúnebres... unas seis o siete mujeres, dos chavalos y dos viejanas, todos con la misma apariencia de familia, raza y origen lingüístico... Doña Chencha se ha quedado afuera del Jacalón, ya que trae una herida sangrante en su mano izquierda y teme alguna infección...  Entro al cuartucho y saludo a la gente con un abrazo y un leve apretón de manos... Pese al excesivo frío que se pasea entre las arboledas, se siente la tibieza de esos cuerpos que no se han movido de ahí, desde la noche anterior... Sus manos son duras, asperas y arrugadas, son manos echas de tierra y para la tierra... con esas manos frías y duras me señalan hacia el rincón donde reposa un bulto pequeño, enredado en unos sarapes o cobijas...   Un leve escalofrío recorre mi cuerpo, cuando se entremezclan los olores de las veladoras ardientes y el humor de un cuerpo entrando en descomposición...

Guardando devoción me retiré de ahí en silencio...

Al caminar de regreso, Doña Chencha me hizo un leve comentario...

---¡Pobre, Doña Agustina! hace una semana se murió su hijo, que cayó borracho al borde de Mesillas y lo encontraron hasta el día siguiente... ¡Pobre gente, como sufre en estas tierras tan frías, en estas tierras tan solas!

¡Camino, como siempre, en la noche...
mirando de frente
la luz que se agiganta;
dejando atrás
la negra sombra que se alarga,
camino, como siempre, en la noche!

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