Don David Fuentes con dos de sus hijos, entre ellos Carlos el autor del texto |
Por: Carlos Humberto Fuentes López ........(Quinta parte)
Veamos algunos de esos poemas y
canciones coleccionados por mis padres y mis maestros, los que recuerdo
constantemente:
LAMENTO BORINCANO
Autor: Rafael Hernández Marín, Puerto Rico, año de 1929
EL TAMBORERO
Era un valiente tambor de cazadores:
Un león, por el arrojo y la fiereza;
que en las filas del Águila francesa,
luchaba por destruir los
invasores.
Los redobles del tambor los agitaban,
la lucha era despiadada, cruel
y fría,
La Marsellesa sus almas envolvía
mientras los ecos del tambor
tronaban.
El enemigo avanza, y va un prusiano
veloz cruzando en su corcel guerrero,
y de cruel sablazo le contó la
mano.
La diestra fue; pero con gesto noble,
irguió la frente moribundo y fiero,
y con la otra mano continuó el redoble.
Autor: Anónimo: Guerra Franco-Prusiana
YUNQUES Y MARTILLOS
No hay nada más grande que llevar en hombros,
que la lira de un poder idealizado;
y sacar nueva fe de los escombros,
donde
duermen las luchas del pasado.
Pasó la guerra, la Patria erguida,
vencedora y feliz, cuelga su espada;
y el trabajo, promesa de la vida,
reanuda su
grandeza comenzada.
Delante del trabajo me arrodillo,
la lucha es colosal y prepotente;
démosle paso al yunque y al martillo:
¡Luchadores!
La Patria está presente
con su luz de eternos resplandores
iluminando al poderoso brazo,
y derramando una lluvia de fulgores
en las aras
benditas del trabajo.
¡Herrero!, ya no aceres hierro que mate,
si junto al yunque luchas firme y tenaz,
no forjes instrumentos para el combate;
forja bronces eternos para la paz.
Fernando Celada
- Coleccionados por don David Fuentes, mi padre,
hace más de 75 años-
Antes
de estos poemas, mis padres nos habían enseñado, a más temprana edad, otros más
simples, como cuentos o historias infantiles que después de memorizar
declamábamos entre los familiares y las amistades.
BANDERA
ROJA
¡Bandera roja!
Roja como la
sangre de millones de parias
que inmolaron su vida por la fe libertaria.
Roja como la
aurora
que en
cadencia de luces anuncia un nuevo día
y al surgir despierta dormidas energías.
¡Bandera roja!
Roja como la
antorcha que rompe las tinieblas,
como la
chispa etérea que anuncia la tormenta,
que al desatar su
furia borrará la ignominia,
ha
de romper cadenas y barrer injusticias.
¡Bandera
Roja!
Símbolo de las huestes gloriosas del
trabajo,
de los parias del mundo, de todos los
de abajo,
encarnación genuina de las nuevas
ideas
que
se van extendiendo por ciudades y aldeas.
¡Bandera Roja!
Fuente de dinamismo
de próximas acciones,
egregia
inspiradora de grandes decisiones;
tú llevaras
al mundo por una senda nueva
y harás realidades
los sueños de la gleba.
¡Bandera Roja!
Que tiemblen los burgueses cuando
flotes airosa
anunciando el ocaso de una era
oprobiosa.
Y los pobres del mundo tengan
confianza plena,
que
lo único que pierdan han de ser sus cadenas.
Autor: Profesor Severiano Ocegueda Peña
Estando en el sexto grado de primaria
(1949–1950), de la Escuela Primaria del “Cuartel Quinto”, el Profesor
Severiano, que era el Inspector Escolar de la Zona, por medio de mi Maestro
Santos Cervantes, me pidió aprenderme este poema de su cosecha, para que lo
declamara el día primero de mayo, “Día del trabajo”, en la Sociedad Mutualista
“General Nicolás Bravo”.
Estos Profesores fueron personas
liberales, muy preparadas y de mucho criterio, pertenecían al Partido
Comunista, y fue en aquel tiempo cuando los miembros andaban a “salto de mata”,
porque eran muy perseguidos por el Gobierno, y se acostumbraban las purgas
rusas en el propio Partido.
Poco tiempo después, el Profesor Santos,
fue encontrado envenenado con cianuro al otro lado del río. Según los
comentarios de la gente: “que como era muy tomador, sabía demasiado y en las
cantinas se le había escuchado alardear de ser valiente e influyente, los del
partido tuvieron miedo que cometiera una indiscreción y los pusiera en riesgo”…
LOS
NUEVOS RICOS
Destruyeron ayer códigos falsos,
sangre fueron del pueblo proletario,
y tristes, harapientos y descalzos,
empuñaron el
rifle libertario.
Pusieron sus banderas en el cerro,
dio calor a sus sueños la fogata,
y supieron del hambre y del destierro,
y lanzaron
vivas a Zapata.
Antiguos inconformes que supieron
gritar su rebelión en los atajos,
su carne de parias exhibieron
temblorosas,
a través de los andrajos.
Más, después, con el triunfo se embriagaron.
De jacket y de seda se vistieron,
al hermano Zapata lo negaron
y al indio de
la sierra maldijeron.
Ellos, que recogieron los mendrugos
de los ricos y fueron explotados,
hoy visten su uniforme de verdugos
y se
engalanan con trajes de hacendados.
¡Camarada!... Sí al grito de tus males
quisieras desnudarles tu reclamo,
les vería en las espaldas las señales
que les
marcara el látigo del amo.
Sin embargo, traidores a su cuna,
traidores a su causa muchas veces,
levantaron palacios y fortunas
y se hicieron
magnates y burgueses.
Y no debes quedar obrero inmóvil
al ver estos farsantes y demócratas,
pasear en lujosísimo automóvil,
llevando
concubinas aristócratas.
Indio, que a la ciudad vienes
descalzo,
con el mismo dolor y angustia de
antes,
ya es tiempo que construyas el cadalso,
para colgar a
todos los farsantes.
¡Ven Zapata!... De nuevo te provocan,
a tus indios les hieren y les pegan,
éstos nuevos bandidos que te invocan,
en la misma
comedia que te niegan.
J. Jesús Sansón Flores
Este poema lo puso de tarea, a toda
la clase, el Profesor J. Jesús Santos Cervantes, Maestro de sexto grado de
primaria, con el propósito de seleccionar al alumno que mejor lo aprendiera,
para declamarlo el 20 de noviembre de 1949, representando al grupo, con motivo
de celebrar un aniversario más de la “Revolución Mexicana”.
Tuve la suerte de ser designado para
esta misión. Pero pienso que la competencia no fue muy justa, pues yo les
llevaba mucha ventaja a mis compañeros, ya que en este campo yo tenía más
entrenamiento, que ellos.
Desde que llegué a la escuela primaria,
a segundo grado, muy continuamente me ponían a declamar en los honores a la
bandera. A veces eran poemas que ya me sabía, en otras, tenía que aprenderlos,
así que ya había desarrollado una técnica muy personal de memorización.
En una mañana de vacaciones del último
año de la primaria, mi madre me vio haciendo un experimento donde hacía girar
un disco de música de 78 revoluciones, centrado en un clavo, tratando de
reproducir el sonido mediante una aguja atada a una red de alambres y un cono
de cartón, como si fuera una Victrola, en donde mi dedo, apoyado en el disco,
actuaba como la cuerda; ella se sonrió divertida al escuchar unas voces
destempladas como de ardillas: “… y por
ahí andaba, el gato y el ratón…”; y con toda la franqueza que le
caracterizaba, con un sentido muy práctico y sin ánimos de ofender
susceptibilidades, me dijo:
–Muy bien; pero déjate de juegos, y haz
algo más en serio, ve con tu tío Jando (la gente le llamaba “Necán”), yo le vi
una Victrola vieja; dile que te la venda aunque esté descompuesta, tal vez la
puedas arreglar con la ayuda de tu papá, para que escuches tus discos.
A mi padre, a quien tanto le gustó la
música, y que me asistía en el experimento, le gustó la idea y de inmediato me
acompañó a visitar al tío. Quien después de la sorpresiva visita, y las
explicaciones de rigor, nos invitó a entrar a la casa y a ayudarlo a buscar el
aparato en el cuarto de los trebejos.
Luego, muy generosamente, me pidió que
la aceptara como un regalo, si es que podía servirme así como estaba. Por
suerte sólo la cuerda estaba rota, pero en condiciones de ser reparada, y como
mi padre, para eso, se las sabía de todas, todas, muy pronto aquel aparato
empezó a funcionar; y con esto se marcó el inicio de toda una gran oportunidad
de dedicarnos, mi papá y yo, al mantenimiento, reparación, venta y renta de
estos aparatos.
En este oficio mi padre alcanzó una gran
experiencia y perfeccionamiento. Y con la orientación del señor Salvador
Chávez, dueño de la “Fotografía Chávez”, logró importar los herrajes desde la
ciudad de México, y en casa fabricaba los cajones de madera y los forraba con
un papel tapiz llamado queratol, luego montaba la maquinaria de cuerda y a reproducir
los discos. Aún conservo un cajón de aquellos, con su maquinaria de cuerda, sus
discos de 78 revoluciones, el reproductor con agujas de lectura y en
condiciones de rolar la música.
(Continuará...)
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