miércoles, 4 de abril de 2012

RECORDANDO A DON DAVID FUENTES (5a. parte)


Don David Fuentes con dos de sus hijos, entre ellos Carlos el autor del texto
       
Por: Carlos Humberto Fuentes López ........(Quinta parte)
 Veamos algunos de esos poemas y canciones coleccionados por mis padres y mis maestros, los que recuerdo constantemente:
LAMENTO BORINCANO
Sale loco de contento, con su cargamento
para la ciudad, ¡ay!, para la cuidad.
Lleva en su pensamiento todo un mundo lleno
de felicidad, ¡ay!, de felicidad.

Piensa remediar la situación
del hogar que es toda su ilusión, sí.
Y alegre, el jibarito va pensando así,
diciendo así, cantando así por el camino:
"Si yo vendo la carga, mi Dios querido
un traje a mi viejita voy a comprar".
Y alegre también su yegua va
al presentir que aquel cantar
es todo un himno de alegría.
En esto le sorprende la luz del día
y llegan al mercado de la ciudad.
Pasa la mañana entera sin que nadie quiera
su carga comprar, ¡ay!, su carga comprar.
Todo, todo está desierto, el pueblo está muerto
De necesidad, ¡ay! de necesidad.
Se oye este lamento por doquier
en mi desdichada Borinquen, sí.
Y triste, el jibarito va llorando así,
pensando así, diciendo así por el camino:
 "Qué será de Borinquen mi Dios querido,
Que será de mis hijos y de mi hogar."
Borinquen, la tierra del Edén,
la que al cantar, el gran Gautier
llamó la perla de los mares.
Y ahora que tú te mueres con tus pesares,
déjame que te cante yo también.
Autor: Rafael Hernández Marín, Puerto Rico, año de 1929
EL TAMBORERO

Era un valiente tambor de cazadores:
Un león, por el arrojo y la fiereza;
que en las filas del Águila francesa,
luchaba por destruir los invasores.
Los redobles del tambor los agitaban,
la lucha era despiadada, cruel  y fría,
La Marsellesa sus almas envolvía
mientras los ecos del tambor tronaban.
El enemigo avanza, y va un prusiano
veloz cruzando en su corcel guerrero,
y de cruel sablazo le contó la mano.
La diestra fue; pero con gesto noble,
irguió la frente moribundo y fiero,
y con la otra mano continuó el redoble.

Autor: Anónimo: Guerra Franco-Prusiana

YUNQUES Y MARTILLOS
No hay nada más grande que llevar en hombros,
que la lira de un poder idealizado;
y sacar nueva fe de los escombros,
donde duermen las luchas del pasado.
Pasó la guerra, la Patria erguida,
vencedora y feliz, cuelga su espada;
y el trabajo, promesa de la vida,
reanuda su grandeza comenzada.
Delante del trabajo me arrodillo,
la lucha es colosal y prepotente;
démosle paso al yunque y al martillo:
¡Luchadores! La Patria está presente
con su luz de eternos resplandores
iluminando al poderoso brazo,
y derramando una lluvia de fulgores
en las aras benditas del trabajo.
¡Herrero!, ya no aceres hierro que mate,
si junto al yunque luchas firme y tenaz,
no forjes instrumentos para el combate;
forja bronces eternos para la paz.
Fernando Celada
- Coleccionados por don David Fuentes, mi padre, hace más de 75 años-
       Antes de estos poemas, mis padres nos habían enseñado, a más temprana edad, otros más simples, como cuentos o historias infantiles que después de memorizar declamábamos entre los familiares y las amistades.
BANDERA ROJA
¡Bandera roja!
Roja como la sangre de millones de parias
que inmolaron su vida por la fe libertaria.
Roja como la aurora
que en cadencia de luces anuncia un nuevo día
y al surgir despierta dormidas energías.
¡Bandera roja!
Roja como la antorcha que rompe las tinieblas,
como la chispa etérea que anuncia la tormenta,
que al desatar su furia borrará la ignominia,
ha de romper cadenas y barrer injusticias.
¡Bandera Roja!
Símbolo de las huestes gloriosas del trabajo,
de los parias del mundo, de todos los de abajo,
encarnación genuina de las nuevas ideas
que se van extendiendo por ciudades y aldeas.
¡Bandera Roja!
Fuente de dinamismo de próximas acciones,
egregia inspiradora de grandes decisiones;
tú llevaras al mundo por una senda nueva
y harás realidades los sueños de la gleba.
¡Bandera Roja!
Que tiemblen los burgueses cuando flotes airosa
anunciando el ocaso de una era oprobiosa.
Y los pobres del mundo tengan confianza plena,
que lo único que pierdan han de ser sus cadenas.
Autor: Profesor Severiano Ocegueda Peña
       Estando en el sexto grado de primaria (1949–1950), de la Escuela Primaria del “Cuartel Quinto”, el Profesor Severiano, que era el Inspector Escolar de la Zona, por medio de mi Maestro Santos Cervantes, me pidió aprenderme este poema de su cosecha, para que lo declamara el día primero de mayo, “Día del trabajo”, en la Sociedad Mutualista “General Nicolás Bravo”.
       Estos Profesores fueron personas liberales, muy preparadas y de mucho criterio, pertenecían al Partido Comunista, y fue en aquel tiempo cuando los miembros andaban a “salto de mata”, porque eran muy perseguidos por el Gobierno, y se acostumbraban las purgas rusas en el propio Partido.
       Poco tiempo después, el Profesor Santos, fue encontrado envenenado con cianuro al otro lado del río. Según los comentarios de la gente: “que como era muy tomador, sabía demasiado y en las cantinas se le había escuchado alardear de ser valiente e influyente, los del partido tuvieron miedo que cometiera una indiscreción y los pusiera en riesgo”…
LOS NUEVOS RICOS

Destruyeron ayer códigos falsos,
sangre fueron del pueblo proletario,
y tristes, harapientos y descalzos,
empuñaron el rifle libertario.
Pusieron sus banderas en el cerro,
dio calor a sus sueños la fogata,
y supieron del hambre y del destierro,
y lanzaron vivas a Zapata.
Antiguos inconformes que supieron
gritar su rebelión en los atajos,
su carne de parias exhibieron
temblorosas, a través de los andrajos.
Más, después, con el triunfo se embriagaron.
De jacket y de seda se vistieron,
al hermano Zapata lo negaron
y al indio de la sierra maldijeron.
Ellos, que recogieron los mendrugos
de los ricos y fueron explotados,
hoy visten su uniforme de verdugos
y se engalanan con trajes de hacendados.
¡Camarada!... Sí al grito de tus males
quisieras desnudarles tu reclamo,
les vería en las espaldas las señales
que les marcara el látigo del amo.
Sin embargo, traidores a su cuna,
traidores a su causa muchas veces,
levantaron palacios y fortunas
y se hicieron magnates y burgueses.
Y no debes quedar obrero inmóvil
al ver estos farsantes y demócratas,
pasear en lujosísimo automóvil,
llevando concubinas aristócratas.
Indio, que a la ciudad vienes descalzo,
con el mismo dolor y angustia de antes,
ya es tiempo que construyas el cadalso,
para colgar a todos los farsantes.
¡Ven Zapata!... De nuevo te provocan,
a tus indios les hieren y les pegan,
éstos nuevos bandidos que te invocan,
en la misma comedia que te niegan.

J. Jesús Sansón Flores

          Este poema lo puso de tarea, a toda la clase, el Profesor J. Jesús Santos Cervantes, Maestro de sexto grado de primaria, con el propósito de seleccionar al alumno que mejor lo aprendiera, para declamarlo el 20 de noviembre de 1949, representando al grupo, con motivo de celebrar un aniversario más de la “Revolución Mexicana”.
       Tuve la suerte de ser designado para esta misión. Pero pienso que la competencia no fue muy justa, pues yo les llevaba mucha ventaja a mis compañeros, ya que en este campo yo tenía más entrenamiento, que ellos.
       Desde que llegué a la escuela primaria, a segundo grado, muy continuamente me ponían a declamar en los honores a la bandera. A veces eran poemas que ya me sabía, en otras, tenía que aprenderlos, así que ya había desarrollado una técnica muy personal de memorización.
       En una mañana de vacaciones del último año de la primaria, mi madre me vio haciendo un experimento donde hacía girar un disco de música de 78 revoluciones, centrado en un clavo, tratando de reproducir el sonido mediante una aguja atada a una red de alambres y un cono de cartón, como si fuera una Victrola, en donde mi dedo, apoyado en el disco, actuaba como la cuerda; ella se sonrió divertida al escuchar unas voces destempladas como de ardillas: “… y por ahí andaba, el gato y el ratón…”; y con toda la franqueza que le caracterizaba, con un sentido muy práctico y sin ánimos de ofender susceptibilidades, me dijo:
       –Muy bien; pero déjate de juegos, y haz algo más en serio, ve con tu tío Jando (la gente le llamaba “Necán”), yo le vi una Victrola vieja; dile que te la venda aunque esté descompuesta, tal vez la puedas arreglar con la ayuda de tu papá, para que escuches tus discos.
       A mi padre, a quien tanto le gustó la música, y que me asistía en el experimento, le gustó la idea y de inmediato me acompañó a visitar al tío. Quien después de la sorpresiva visita, y las explicaciones de rigor, nos invitó a entrar a la casa y a ayudarlo a buscar el aparato en el cuarto de los trebejos. 
        Luego, muy generosamente, me pidió que la aceptara como un regalo, si es que podía servirme así como estaba. Por suerte sólo la cuerda estaba rota, pero en condiciones de ser reparada, y como mi padre, para eso, se las sabía de todas, todas, muy pronto aquel aparato empezó a funcionar; y con esto se marcó el inicio de toda una gran oportunidad de dedicarnos, mi papá y yo, al mantenimiento, reparación, venta y renta de estos aparatos.
       En este oficio mi padre alcanzó una gran experiencia y perfeccionamiento. Y con la orientación del señor Salvador Chávez, dueño de la “Fotografía Chávez”, logró importar los herrajes desde la ciudad de México, y en casa fabricaba los cajones de madera y los forraba con un papel tapiz llamado queratol, luego montaba la maquinaria de cuerda y a reproducir los discos. Aún conservo un cajón de aquellos, con su maquinaria de cuerda, sus discos de 78 revoluciones, el reproductor con agujas de lectura y en condiciones de rolar la música. 

(Continuará...)

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