lunes, 7 de mayo de 2012

REMEMBRANZAS...CASI UNA AUTOBIOGRAFÍA (6a. parte)


Dr. José Buenaventura Algarín González


Por: José B. Algarín González

CONOCIENDO EL AMOR...

Una mañana, estando en la tiendita enfrente de la Escuela Normal, entró una bella jovencita de no más de 14 años, custodiada por tres o cuatro jóvenes, me imagino que todos ellos andaban detrás de ella. O al menos cuidándola.

Verla y enamorarme de ella fue súbito y de inmediato, lo que se llama amor a primera vista. No recuerdo si ella haya reparado en mi presencia, pero no le quitaba la vista de encima. No pude comunicarme con ella para no despertar sospechas de sus “guardianes”, además eran cuatro en caso de un reclamo por parte de ellos.
No duró mas que unos minutos, compró algo y se retiró bien custodiada.
Le pregunté a la Sra. que atendía aquel negocio si la conocía, y ella me dijo su nombre, Betty, y me dijo que su hermana  andaba como candidata a Reina de dicha Escuela.
Investigué y me di cuenta que esta bella damita tenía más admiradores que su hermana, y me imagino que ella (su hermana) la utilizaba como “gancho” para lograr su propósito y atraer una cauda de admiradores.
Desde entonces era el más asiduo para asistir a la salida de las alumnas, buscando a la que, sin ella saberlo, había robado ya mi corazón.
Sin saber por que no la podía ver (no asistió esos días a clases) o no sé qué otros compromisos de índole familiar tenía (después me enteré que estaban con sus padres de visita con sus primas de la Ciudad de México).
A los pocos días y yendo en mi flamante bicicleta la vi acompañada de un estudiante conocido mío, mas no mi amigo, él también estaba estudiando en mi Escuela (Sergio Rosete).
Algo noté en ella, la vi más alta, más mujer, y lo que era lo que la distinguía de otras ocasiones es que llevaba unos zapatos de tacón alto de color blanco, que estilizaba su ya bien formado cuerpo, lo cual le daba una belleza extra, pues se veía toda una mujer y mucho más bella, así que eso reafirmó todavía más mi amor por ella.
Llevaba un vestido blanco, amplio, y me fijé tan bien, que sin saber mucho de modas, noté que llevaba crinolina, que acentuaba su esbelta cintura dando la figura ideal de una mujer hermosa.
Al pasar cerca de ellos su acompañante me llamó y yo, ilusionado, pensé: ¡Me la va presentar!
No, no era eso, sino el pedirme dinero prestado para invitarle un refresco en una nevaría de nombre "La Primavera", por cierto muy cerca de la casa donde yo vivía en ese entonces. De mala gana y sin  dejar de verla le proporcione mi único billete de $5.00 deseando ser yo el que la invitara (por cierto, nunca hizo devolución de dicho préstamo).
Después me enteré que dicha damita no le aceptó la invitación.
Al día siguiente supe por una amiga y compañera de mi salón que el comité que auspiciaba la candidatura de su hermana había organizado una “tardeada” con un conjunto musical que se verificaría precisamente esa misma tarde en un amplio salón, que no sé cómo consiguieron en la XV Zona Militar a espaldas de mi Prepa.
Por supuesto que fui de los primeros en llegar, ¡y ahí estaba ella! Rodeada de solícitos jóvenes para bailar con la bella muchacha, y en varias piezas de música la vi bailar con algunos, por cierto que bailaba muy bien, así como el bailarín en turno.
Ni corto ni perezoso y exhibiendo la mejor de mis sonrisas, me  adelanté a dos o tres que en ese  momento estaban solicitándola para bailar, y no sé, pero sería por la inflexión de mi voz que casi se oía como una orden, extendí mi mano para pedirle la siguiente pieza musical, ella un poco turbada por el acoso de varios se decidió por concedérmela.
¡Para mí fue la gloria! Bailando con la muchacha de mis sueños y la más bonita de aquella inolvidable fiesta (Su hermana perdió, ni modo, ¡pero yo gané!).
Al continuar bailando con ella, en dos ocasiones dos intrépidos jóvenes se acercaron para pedirle un baile, y mi respuesta fue inmediata: ¿Qué no ves que está conmigo? Y sin chistar se retiraron.
Con la tácita aceptación de ella continuamos bailando hasta que terminó la música, quedándonos de ver al siguiente en una Matineé en un cine que estaba a la vuelta de mi Prepa.
Ahí nos hicimos novios (Febrero 22 de 1954).
Lo demás es historia...
En esta breves líneas mi querida Betty, te doy las gracias por haber aceptado bailar esa vez conmigo, y ratificarte aquí y ahora mi profundo, aun cuando no muy manifiesto amor por ti, y haberme acompañado este medio siglo de mi vida desde que nos conocimos y darme el gran regalo de cuatro magníficos hijos: Pepe, Betty, Claudia y mi querido y tan ansiadamente esperado por nosotros, nuestro amado  Gerardo.
 
POR FIN!... A LA ESCUELA DE MEDICINA...

Al terminar mi Prepa a trompicones en cuanto a calificaciones, hice mi solicitud para ingresar a la gloriosa Escuela de Medicina, meta soñada por mi de muchos años atrás.
No tuve problemas para mi admisión pues venía de la Preparatoria “oficial” dependiente de la UDG, de tal manera que inicié con muchas ganas ser un émulo más de Galeno.
(Quiero recordar al amable lector que lo que transcribiré a continuación puede cambiar en la forma de expresión personal por mi propia inexperiencia en el arte de la escritura, pero el fondo de todo este relato, en el transcurso de mi paso por la Escuela de Medicina, fue real...¡Sucedió! En algunos casos o fui protagonista, o testigo, y en otros por relatos de mis otros compañeros, conste).
Donde sí me fue “como en feria” fue en las novatadas propias de los que ingresamos por primera vez.
Nos avisaron que estuviéramos muy temprano a espaldas de la Escuela, en un cementerio muy antiguo, el de Belem, y que lleváramos ropa de más, pues toda sería donada al Leprosario del Padre Bernal, como calzado tenis y un par de zapatos en buenas condiciones, estos últimos para ser también donados.
Y así lo hicimos, nos esperaba una turbamulta de vándalos, que al llegar, manos les hacía faltas para pelarnos, con tijeras, navajas, sí, navajas, y maquinillas para el corte de pelo, algunos de esos estudiantes de grados superiores hasta presumían de que les habían salido ampollas en las manos de tanto que habían “trabajado” pelando a los nuevos que llegábamos.
Era una masacre, pues enseguida, con las misma tijeras, y previa entrega de la ropa que traíamos puesta, nos tijereteaban nuestros calzoncillos “bóxer”, y como si fuera una fábrica “en línea” pasábamos a que nos embadurnaran de una especie de chapopote desde la cabeza hasta los pies, parados en unas tumbas, por último, nos ponían en una especie de “baño” a base de plumas de gallinas, o que sé yo. Todo esto en un ambiente lúgubre, entre las tumbas, mudas testigos de este “sacrilegio” cometido en la paz de los que ahí debían descansar en su último reposo.


Pero ahí era el inicio, pues de este lugar se improvisaba un “desfile” por las calles hasta llegar a la Avenida Alcalde, por toda esa vía nos traían a baldazos de agua, que solícitos les proporcionaba las personas que laboraban en todas las oficinas, despachos, tiendas comerciales del centro, oficinas de gobierno, hasta terminar dicho vía-crucis en una plaza que se le conocía como el “Dos de Copas” frente al Teatro Degollado. Y ahí te dejaban...como cena de negros, y como ridículos hawaianos (“in puris naturalis”: semidesnudos).
Dos amigos míos, hermanos entre si, Alfonso y Carlos Balvaneda, un día antes habían ya contratado una “troca” de redilas que nos estaba esperando a una cuadra de donde culminó aquel “desfile”, y al vernos llegar pues ni a ellos los reconocían, y en ella fuimos llevados en la parte trasera, como cerdos, a la casa de los Balvaneda donde nos esperaba un baño caliente, y al llegar, una tía de ellos ya mayor de edad, se lamentaba, y se las mentaba a los que nos habían hecho aquella  “diablura” (Sé de buena fuente que esas novatadas  ya no se acostumbran. ¡Que bueno!).
Debían ser gentes adineradas, o lo fueron en un tiempo, pues cada uno tenia una “Nana”, misma que los bañó y trató de quitarles aquella mezcolanza.
Ya tenía yo un cambio de ropa en dicha casa desde una día antes, así que después de haberme bañado, me la puse y me fui en mi camión a casa a darme otra baño.
Al día siguiente al llegar, lo primero que los de grados superiores nos dijeron:  ¡Al baño!  Y dicho y hecho, nos acompañaron  a un especie de gran aljibe que se localiza precisamente frente a la entrada principal de la Escuela de Medicina. Donde está hasta la fecha lo que se conoce como Jardín Botánico, y ahí íbamos pasando de uno por uno a darnos una sumergida en el agua que siempre tenía dicho depósito. Esto era diario, o casi diario, estoy hablando de las 7 de la mañana.

(Continuará)

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