martes, 10 de julio de 2012

AMOR DE LEJOS...ES DE INTERNET



Por: Juan J. Gaspar G.

Yo ya no puedo más... ¡arráncame la vida! 

Después de tres larguísimas horas, Susanita Ley de pronto se desencajó la diadema auditiva que ya le empezaba a provocar un agudo dolor en sus oídos,  tensó todo su cuerpo y en su arranque de histeria tiró fuertemente su pelo y se dejó caer sobre el teclado. Unos minutos antes había regresado del sanitario, caminando torpemente, con su mirada perdida y su rostro bañado en llanto. Ahí quedó inmóvil... Su cuerpo estaba inerte.

 El Black Jack Zone era uno de los Cibernets más concurridos en el pueblo de Valparaíso, muy cercano a Medellín, Colombia. Su propietario, un joven por demás amistoso, estudiante de informática, muy querido en el pueblo, conocía muy bien a Suley, como daban en llamarla sus amigos. A ese lugar llegaba todo tipo de personas, jóvenes bachilleres, hombres y mujeres maduros que se apuntaban desde antes para reservar alguna de las máquinas, dada la gran demanda de servicio que a diario existía y Suley era una de las clientas más asiduas del lugar, por eso se le daba un trato preferente.
 Pero esa mañana algo muy raro ocurría en la vida de Suley. Hacía varias semanas que no se veía a Benjamín, su novio, a quien se le conocía mejor con el mote de "El Chato", se advertía que era un sujeto que siempre andaba en malos pasos y ante la falta de amigos, pasaba las tardes y las noches flirteando con la ingenua Suley...
Desde que comenzó la relación con Benjamín, la vida de Susanita Ley sufrió serias alteraciones. Se le veía deambular por las calles con su mirada perdida y vidriosa. Muchos miraban su delgada y diminuta silueta perdiéndose entre la oscuridad de tenebrosos callejones, casi siempre acompañada por los amigos de "El chato".....
Pero ¿cómo se dio esa extraña relación si "El Chato" no era de ese pueblo?, es más, nadie sabía de dónde había venido.... Susanita sí estaba al corriente de todo acerca de la subrepticia aparición de ese sujeto que presumía de ser su novio. Recordaría Susana que en una de tantas tardes de navegación en la red, pudo contactar a un chico que aducía una excelente reputación, como miembro de una de las familias más pudientes de Medellín..... Susana lo aceptó como amigo y a partir de esa tarde, se estableció una indisoluble relación codependiente.
Para Suley no existía un motivo superior para ingresar a la Red... La imagen de Benjamín aparecía por todos lados. El malviviente aquel se fue colando como la humedad, minando las escasas defensas emotivas de esa chica, que descendiente de chinos, sufría mucho por la terrible discriminación que suele darse a estos grupos minoritarios... En el Centro de bachillerato, Suley tenía que sobreponerse al bullyng que siempre ejecutaban sus compañeros en contra de su triste humanidad. El drama que la chica vivía se torno más grave y delicado tras la reciente separación de sus progenitores. Pasaba horas enteras reclamándole a Benjamín un poco de atención, aun así solo se diera a través de esa brillante pantalla interactiva.
Era común mirar a Suley reír y llorar frente al computador, todos los que se encontraban a su alrededor podían advertir del fuerte impacto emocional que la chica recibía del otro lado de la red. Seguramente "El Chato" era uno de esos tipejos superficiales y habilidosos que con gran facilidad enredan a las chicas con el más insignificante comentario. Pero las cosas no quedaron ahí....
Sorpresivamente Susana abandonó la escuela y se tiró a vagabundear por los barrios más peligrosos y de mala nota de Valparaíso. Era una chica bella, de una abundante cabellera negra y lacia, que rodeaba con delicadeza los hermosos rasgos orientales que la caracterizaban. Unos bellísimos ojos negros y rasgados sobresalían de su hermosa fisonomía y su pequeña boca por lo general denotaba, o una chispeante alegría muy propia de su edad, o una abismal tristeza, fatídica expresión de tendencias autodestructivas que intentaba ocultar, refugiándose en ese mundo virtual en el que finalmente tendría que fenecer....
El añorado encuentro entre la infortunada jovencita y su galán tuvo lugar una lluviosa tarde de julio, en medio de una fuerte borrasca, de rayos y centellas... No era necesario que se buscaran afanosos entre la multitud que se guarecía de la lluvia en los portales del jardín principal. Apenas se lograron ver, se abalanzaron el uno sobre el otro, fundiéndose en un fortísimo abrazo, dejando que sus labios sellaran con alegre pasión esa primera cita, alejados de aquel muro virtual sobre el que escribieron tantos mensajes de ensueño y de delirio supremo....
Comenzó de esta forma una relación carnal de escarceos clandestinos y de una manipulación directa y salvaje de emociones y sentimientos que llevaron a Suley a tocar fondo, en el fatídico mundo del alcohol, del sexo y de las drogas.
En casa de la chica todo era ruindad y desastre.    Su padre llevando una doble vida, finalmente había decidido separarse de su madre, una mujer talentosa y de notable proyección social, muy respetada en Medellín... Era imposible admitir que Susana encontrara un poco de tranquilidad conviviendo con un padre colérico y una madre depresiva, un verdadero infierno del cual huía para irse a refugiar a otro peor.
Esa mañana, Suley llegó al Black Jack Zone y como una autómata se encaminó al sitio de siempre, el que estaba más cercano a los sanitarios y al amplio ventanal desde el cual podía admirarse la plenitud  del mar, cuyo oleaje salvaje se estrellaba furioso sobre los enormes peñascos de Valparaíso.
Se sentó, más bien se dejó caer sobre el asiento, encendió el componente electrónico y se quedó absorta, mirando la vertiginosa sucesión de imágenes sobre la brillosa ventana, en donde apareció la foto de perfil del despreciable sujeto que, indolente, le estaba destruyendo su existencia.
Seguramente comenzaron a discutir, porque ella inició lanzando una larga cadena de exclamaciones impúdicas y obscenas, insultando al hipócrita y manipulador sujeto que le había generado una terrible histeria.
Suley se levantó de su lugar y se dirigió al sanitario... De un bolsillo de su sudadera sustrajo una pequeña bolsita, conteniendo un polvito de color blanco; también sacó un diminuto frasquito con unas pastillas de color rosita...  Primero se inclinó sobre el lavabo y extendió una generosa ración de cocaína y quitándose el prendedor que difícilmente aprisionaba su gruesísima mata de pelo, le hizo varios cortes antes de aspirarlo con fuerza por los tiernos orificios de su cavidad nasal.   No satisfecha con esto, engulló dos pastillas rosas y como aniquilada por un rayo se dejó caer pesadamente sobre el inodoro.
Ahí estuvo por largos minutos y pudo notar que no solamente brotaban lágrimas de sus ojos y saliva de su boca... Un delgadísimo hilo de color rojo escarlata comenzó a brotar de su nariz, manchando su ropaje.
Como pudo se levantó trastabillante y se dirigió a su lugar preferido, pero sus pasos torpes  evidenciaban un estado físico y mental bastante lamentable... Luego de sentarse, leyó los últimos mensajes que se habían acumulado en ese breve lapso y comenzó a llorar.    Sus pupilas dilatadas miraban la Foto de Benjamín Chateau abrazando a otra chica, en una forma algo más que amistosa... Sus dedos se encresparon y después golpearon la pantalla, como queriendo rasgar esa plana superficie con sus afiladas uñas... Tecleó furibunda un brevísimo mensaje, arrancó sus audífonos y jalándose los pelos, lanzó una maldición:
--¡Hijo de perra!
Y el corazón que tantos sentimientos nobles guardó desde sus tiempos de niña, no pudo soportar la carga de dolor que a diario la oprimía.   En un profundo suspiro de agónica melancolía, dejó de latir y para siempre...
Cuando llegaron al lugar los peritos de la policía ministerial, el cuerpo de la chica estaba rígido y sus bellos ojos quedaron abiertos, bordeados por oscuras ojeras... los frescos labios que antes lucían carnosos y rojos, ahora estaban amoratados, blanquecinos, dibujados entre ellos un rictus macabro de odio, destrucción y muerte.
Así terminó la atormentada existencia de esta bella, pero infortunada criatura... El computador seguía encendido y, sobre su luminosa superficie, podía leerse el último mensaje enviado por Suley:
-- "Ya no puedo más... ¡mejor arráncame la vida!

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