Por: José Ricardo Morales y
Sánchez Hidalgo
Sin duda todos los pueblos tienen a sus muy interesantes personajes
populares, y me permito explicar que la palabra popular, viene del latín
"populus" que significa gente, es decir, lo popular es lo que tiene algún
significado para el pueblo y de ahí nacen infinidad de conceptos que van desde
los ingeniosos refranes o los chistes, hasta llegar a los personajes que le dan
vida, sabor y color a las poblaciones…uno de esos protagonistas en Acaponeta
fue Don Margarito Guerra, Don Márgaro para todo el pueblo que lo apreció, quien
sin ser político o renombrado integrante de la pequeña burguesía local, figuró
más que muchos de los que integran esos grupos sociales, él Márgaro, era tan
solo un humilde vendedor de agua de cebada quien le ponía un plus especial a su
puesto, ya que entre vaso y vaso de refrescante bebida, Márgaro Guerra, narraba
increíbles aventuras producto de su aguda imaginación.
Evidentemente se puede
decir que Márgaro Guerra no solo regalaba sus estupendas y fantasiosas
aventuras para ganar clientela y como estrategia comercial, digna de elogio, frente
a sus competidores, sino porque también es parte del modo de ser de los
pueblos: ingeniosos dicharacheros, matreros y charrasqueados, lo que le da un
toque y un sabor muy especial a la cotidianidad de la vida.
Márgaro comenzaba la
jornada en el banquetón del mercado llamado aquí “Ramón Corona” y luego de
montar su puesto, integrado por dos humildes jabas de madera y dos panzonas
ollas rebosantes de su solicitado producto, estanquillo que él mismo y su clientela
llamaban “el mosquero”, entonaba fuerte su grito de guerra: “¡Ay calor no te
detengas, que nomás mi charco tiene agua y mi laguna pescados!”, y arrancaba la
venta de agua de cebada en aquella famosa esquina que él hizo propia y llenó de
significados para muchos, ese punto de la ciudad se convirtió en una especie de
país del “nunca jamás”, donde sus principales moradores eran la risa y los
tremendos chascarrillos que de su preclara inteligencia vertía con la misma
rapidez con que llenaba vasos de la fresca cebada.
Ya lo dijo un admirador
de Márgaro Guerra: “él cumplía con un servicio social aparte del comercial,
divirtiendo a la gente con sus amenas charlas y orientarlas con civismo a
través sus reflexiones sobre los valores de las familias y las relaciones
humanas” y quizá también, eso ya lo digo yo, como distractor ante tanta
corrupción y malos gobiernos que el pueblo tenía que sufrir.
Son muchas las historias
de Don Márgaro, una de más recordadas es aquella cuando salió solo de cacería a
la zona serrana llevando con él una hacha apache que alguna vez, en otra
aventura sin igual, arrebató a un piel roja. Pues bien, andando a la caza de un
venado que con éxito mató y ya llevaba sobre su mula, Márgaro vio moverse la hierba
a su alrededor; curioso por naturaleza, bajó de su macho y se vio de repente
atacado por un fiero jabalí que lo hizo sentir tanto temor que hasta se paralizó
del miedo y no pudo dar paso, sin embargo recordó que llevaba el hacha apache y
con buen tino logró lanzar en el último momento la improvisada arma,
consiguiendo meterla de plano en la cabeza del fiero animal que, herido, se
perdió en la espesura del monte. Salvado milagrosamente, Márgaro recuperó a su
mula y regresó al pueblo. Ante la expectativa de su auditorio, el comerciante
de aguas continuaba su narración llevando a todos a un final inesperado.
Contaba el Sr. Guerra que un año después volvió a la zona de caza con la
esperanza de traerse otro venado y de paso, si no era mucho pedir, recuperar el
hacha apache que le había salvado la vida.
De nueva cuenta llegó al área donde había vivido su aventura y mayúscula
fue su sorpresa al encontrarse de frente con el malhadado jabalí que conservaba
el hacha clavada en su frente y que además era seguido por varios jabatos o
cachorros de jabalí todos ellos con una pequeña hacha apache saliendo de su
cabeza.
Márgaro se hizo famoso
por sus aguas y principalmente por sus cuentos y aventuras, pero dio, como
hacen los grandes hombres, un paso más allá, convirtiéndose primero en mito y
luego en leyenda, ya que poco se sabe de la vida del aguador, misma que se
envuelve en la incógnita, ya que algunos creen que arribó a esta tierra
acaponetense desde el Estado de Zacatecas y es un verdadero misterio su fin también,
pues un mal día desapareció del pueblo y no se supo más de Márgaro Guerra hasta
la fecha, ni se volvió a escuchar su voz, contando fecundas mentiras, como
aquella que hablaba de su fuga de las islas Marías a donde lo habían recluido
por un error de la justicia. Contaba que meditando sobre su escape de la
isla-prisión, vio unos cocos flotando sobre las olas y se le ocurrió construir
una balsa con palos y cocos como flotadores, cosa que finalmente hizo y se
lanzó a la mar, con una buena dotación de cocos que hacían flotar la frágil
embarcación y otro tanto para saciar la sed y obtener algún alimento. A la
mitad del océano, nuestro héroe fue atacado por cocodrilos, que solo su
imaginación o su ignorancia podían convertirlos en animales marinos, y se defendió
con los cocos que llevaba de suministro alimentario, arrojándoselos con tan
buen tino que los cocos se introdujeron en las feroces fauces de los reptiles
que lo dejaron en paz pudiendo continuar su travesía. Un tiempo después y para
celebrar un aniversario más de su espectacular fuga de las islas Marías,
regresó el cuentista a la ruta de su insólito viaje, hallando una misteriosa y
extraña isla que no figuraba en los mapas de navegación, y que, ya de cerca
pudo ver con asombro no eran otra cosa que los cocodrilos de cuyos hocicos
nacían bellas y frondosas palmeras extrañamente enraizadas en los lagartos,
conformando una isla flotante.
Todos los pueblos tienen
este tipo de personajes, así sea en la más humilde ranchería de la zona
serrana, o la más nutrida metrópoli, inevitablemente y qué bueno que así sea,
existe un Márgaro Guerra que nos alegra el momento,
Las personas comunes nunca
debemos olvidar a los verdaderos héroes populares, que se crean solos o porque
así lo quiere lo comunidad, porque los ricos o la gente en el poder, siempre ha
tenido a sus amanuenses a quienes pagan para que les escriban sus vidas a
través de grandes biografías, bellas, majestuosas y onerosas, que casi siempre
paga el pueblo.
En tiempos de duda, de
división, de incertidumbre, de crisis económicas, de desempleo y violencia,
como los que actualmente vivimos, qué falta nos hace un Márgaro Guerra, que
cumpla, como dije al principio con el servicio social de desestresarnos e
infundirnos ánimos, a la par de hacernos reflexionar en el análisis del
transcurrir de una vida singular dedicada a inventar historias de una manera
tan modesta y poco usual, seguramente el lector que nos hace el favor de leernos,
conocerá en su comunidad, colonia, calle o centro de trabajo, quizá en el seno
familiar, alguien que cuenta mentiras a modo de Don Márgaro que nos hacen
olvidar, aunque sea por un momento las penas de la vida.
(Este comentario se transmitió por el noticiero de la Red de Radio Red en Nayarit el 9 de julio de 2012)
1 comentarios:
Don Margaro Guerra fue mi abuelo y da gusto saber de gente que supo de el
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