POR: JOSÉ RICARDO MORALES Y SÁNCHEZ HIDALGO
Comienzan
hoy en todo el país las clases para un nuevo ciclo escolar. Muy seguramente
decenas de miles de niños y jóvenes, le están dando la razón a los mayas y para
muchos de ellos el fin del mundo ha llegado, porque la escuela no es
precisamente en mejor lugar para estar luego del regreso de unas, si no
merecidas, si necesarias vacaciones de verano. Y esto no lo digo de oídas sino
por experiencia propia y me parecieron, siendo niño, fatales los domingos, la
triste, tristísima tarde en la víspera del terrible lunes del reinicio de
clases. Siempre, lo reconozco abiertamente, fui como Felipito el amigo de
Mafalda del genial Quino, que entraba en depresión ante la cercanía de un aula
de clases.
Algunos
estudiantes llegan a la cruel realidad de enfrentar toda clase de maestros.
Como en cualquier grupo social, los hallamos buenos, dispuestos y
comprometidos; capaces y con el perfil necesario para impartir determinadas
materias, y lo más importante, vocación que redundará en el gusto de recibir
estudiantes y dar lo mejor de sí, para elevar su situación académica y sus
conocimientos. Otros, por el contrario, son docentes vaquetones,
irresponsables, a la casa de posiciones políticas, sin perfil, ni vocación,
muchos de ellos simples chambistas que lograron un puesto gracias a que
trabajaron con ahínco –que ya les quisiéramos ver frente al pizarrón-- en
alguna campaña política o porque tienen la suerte de ser compadres de algún
funcionario o líder sindical. Estoy convencido que, tanto los buenos, como los
pésimos profesores son parte de la formación del individuo. Son necesarios unos
y otros. Lo lamentable es que a veces sucede que son mayoría los profes ineficientes,
haciéndome recordar las coplas bíblicas aquellas que decían: “vinieron los
sarracenos/ y nos molieron a palos/ porque Dios está con los malos/ cuando son
más que los buenos…”
A
eso súmele Usted estimado amigo que todo parece indicar que la Secretaría de
Educación Pública, prácticamente quiere eliminar la reprobación en las escuelas
del nivel básico, lo que viene a ser vitamina pura para la mediocridad y la
ineficiencia que desde hace décadas ya sufre el sistema educativo mexicano.
Notas
recientes en diversos medios, indican que propone la SEP que los estudiantes de
preescolar y los tres primeros grados de primaria se acreditarán con el simple
hecho de haberlos cursado, habría que recordarles a los genios que “inventan”
tan geniales ideas, que esos grados son esenciales para el futuro de los
educandos, pues en ellos se aprende a leer y a escribir, además de adquirir los
conocimientos básicos de lo que será su pensamiento matemático en años
posteriores, ya que en ese lapso aprenden a sumar, restar, dividir y
multiplicar. Suena a locura decir que con el solo hecho de haber pisado las
aulas, se les promueva sin medir sus capacidades, habilidades y conocimientos.
¿Le
parece mal amigo? Pues mire, del cuarto al sexto grado de primaria, el
estudiante será promovido si alcanza un promedio general mínimo de 6, aunque
tenga un máximo de dos asignaturas no acreditadas. Esto en cristiano quiere
decir que nada importa si el alumno sabe leer, escribir, sumar o dividir, o si
puede diferenciar entre un camello y una hormiga; a quién le importa si los
muchachos conocen el mínimo de historia y pueden determinar la época de los
personajes más relevantes de la crónica nacional; o, muy grave, si el joven,
tiene al menos una embarrada de ecología, educación sexual o su responsabilidad
en la sociedad. Solo basta conseguir un méndigo seis, para pasar de año.
En
los tiempos en que algunos de nosotros fuimos estudiantes, vivimos, gracias a
Dios, un sistema donde sí nos reprobaban y para evitar tamaña desgracia, porque
eso era, una desgracia, teníamos que apurarnos y pegarnos a los cuadernos y
libros para salvar, no solo el año escolar, sino prácticamente la vida, pues si
los padres se enteraban –y conste que se enteraban-- de esa desgracia, el mundo
de abría a nuestros pies amenazando tragarnos y no había poder humano que te
salvara de una buena y merecida paliza o, en el mejor de los casos un castigo
ejemplar que te hacía entrar al redil. Esas palizas o unos reglazos con el
metro de madera o jalones de patillas de los profesores, no nos dejaron
secuelas psicológicas y hasta los padres apoyaban a los maestros cuando nos
aventaban un borrador a la cabeza o nos mandaban al rincón con las orejotas de
burro.
Ahora,
me siguen diciendo las notas periodísticas que leo, que en caso de no acreditar
alguna asignatura, el estudiante podrá pasar de grado de manera “condicionada”
en primaria, mientras que en secundaria se le darán facilidades condicionadas
también, según establecen las nuevas Normas Generales para la Promoción,
Acreditación y Certificación de la Educación Básica. Esto en castellano quiere
decir, que lejos de poner la tunda al estudiante que, repito, ayer nos
aplicaban o el merecido castigo que sí se cumplía, condicionarán al colegial, o
dicho en otras palabras, lo perdonarán para que pueda seguir su mediocre
preparación escolar. ¡En verdad es increíble! Y hasta nombre pomposo tiene el
inicuo pecado: “Promoción con condiciones”
Además
es terrible que este documento haya sido aprobado por la Comisión Federal de
Mejora Regulatoria y debió ser publicado en el Diario Oficial de la Federación
antes del inicio del ciclo escolar que arranca hoy. ¿Mejora regulatoria? Sin
comentarios.
Hace
unos días se desató una pequeña polémica acá en Acaponeta, cuando trascendió
que los centros de educación media superior, concretamente la Preparatoria 3 y
el CBTA 182, habían tenido una gran cantidad de alumnos reprobados en el examen
de admisión de sus respectivos planteles, concretamente, que en el primero
habían presentado examen 319 alumnos y solo once habían aprobado, siendo la más
alta calificación un triste 69, apenas un 3.44% de los aspirantes; en el CBTA
las cosas andan por el estilo y muchos quisieron echarle la culpa a los
maestros de secundaria, cosa a la que me niego aceptar, es lo mismo que decir
que estos, los preceptores secundarianos, culpan a su vez a los profesores de
primaria, estos a los de prescolar y, siendo el final de la cadena, aventarle
la bolita a las madres por no haber dotado del suficiente ácido fólico a los
hijos. De igual manera, los centros de educación superior culpan a los docentes
de bachillerato por las capacidades con que llegan los muchachos. El problema
no son ellos los docentes, mucho menos los estudiantes que vienen a ser las
víctimas de un sistema educativo caduco, incapaz, politizado, manipulado y que
ha demostrado ya la urgencia de una verdadera, real y coherente reforma que
venga a corregir muchas cosas que andan muy nadando en el lodo. Los indicadores
son claros, estamos reprobados en educación a nivel nacional y no hay examen extraordinario
o “Promoción con condiciones” que nos salve. Me quedo amigos, por lo pronto,
con la educación de ayer.
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