lunes, 20 de agosto de 2012

CAMINITO ¿TORCIDO? DE LA ESCUELA


 POR: JOSÉ RICARDO MORALES Y SÁNCHEZ HIDALGO
Comienzan hoy en todo el país las clases para un nuevo ciclo escolar. Muy seguramente decenas de miles de niños y jóvenes, le están dando la razón a los mayas y para muchos de ellos el fin del mundo ha llegado, porque la escuela no es precisamente en mejor lugar para estar luego del regreso de unas, si no merecidas, si necesarias vacaciones de verano. Y esto no lo digo de oídas sino por experiencia propia y me parecieron, siendo niño, fatales los domingos, la triste, tristísima tarde en la víspera del terrible lunes del reinicio de clases. Siempre, lo reconozco abiertamente, fui como Felipito el amigo de Mafalda del genial Quino, que entraba en depresión ante la cercanía de un aula de clases.

Algunos estudiantes llegan a la cruel realidad de enfrentar toda clase de maestros. Como en cualquier grupo social, los hallamos buenos, dispuestos y comprometidos; capaces y con el perfil necesario para impartir determinadas materias, y lo más importante, vocación que redundará en el gusto de recibir estudiantes y dar lo mejor de sí, para elevar su situación académica y sus conocimientos. Otros, por el contrario, son docentes vaquetones, irresponsables, a la casa de posiciones políticas, sin perfil, ni vocación, muchos de ellos simples chambistas que lograron un puesto gracias a que trabajaron con ahínco –que ya les quisiéramos ver frente al pizarrón-- en alguna campaña política o porque tienen la suerte de ser compadres de algún funcionario o líder sindical. Estoy convencido que, tanto los buenos, como los pésimos profesores son parte de la formación del individuo. Son necesarios unos y otros. Lo lamentable es que a veces sucede que son mayoría los profes ineficientes, haciéndome recordar las coplas bíblicas aquellas que decían: “vinieron los sarracenos/ y nos molieron a palos/ porque Dios está con los malos/ cuando son más que los buenos…”
A eso súmele Usted estimado amigo que todo parece indicar que la Secretaría de Educación Pública, prácticamente quiere eliminar la reprobación en las escuelas del nivel básico, lo que viene a ser vitamina pura para la mediocridad y la ineficiencia que desde hace décadas ya sufre el sistema educativo mexicano.
Notas recientes en diversos medios, indican que propone la SEP que los estudiantes de preescolar y los tres primeros grados de primaria se acreditarán con el simple hecho de haberlos cursado, habría que recordarles a los genios que “inventan” tan geniales ideas, que esos grados son esenciales para el futuro de los educandos, pues en ellos se aprende a leer y a escribir, además de adquirir los conocimientos básicos de lo que será su pensamiento matemático en años posteriores, ya que en ese lapso aprenden a sumar, restar, dividir y multiplicar. Suena a locura decir que con el solo hecho de haber pisado las aulas, se les promueva sin medir sus capacidades, habilidades y conocimientos.
¿Le parece mal amigo? Pues mire, del cuarto al sexto grado de primaria, el estudiante será promovido si alcanza un promedio general mínimo de 6, aunque tenga un máximo de dos asignaturas no acreditadas. Esto en cristiano quiere decir que nada importa si el alumno sabe leer, escribir, sumar o dividir, o si puede diferenciar entre un camello y una hormiga; a quién le importa si los muchachos conocen el mínimo de historia y pueden determinar la época de los personajes más relevantes de la crónica nacional; o, muy grave, si el joven, tiene al menos una embarrada de ecología, educación sexual o su responsabilidad en la sociedad. Solo basta conseguir un méndigo seis, para pasar de año.
En los tiempos en que algunos de nosotros fuimos estudiantes, vivimos, gracias a Dios, un sistema donde sí nos reprobaban y para evitar tamaña desgracia, porque eso era, una desgracia, teníamos que apurarnos y pegarnos a los cuadernos y libros para salvar, no solo el año escolar, sino prácticamente la vida, pues si los padres se enteraban –y conste que se enteraban-- de esa desgracia, el mundo de abría a nuestros pies amenazando tragarnos y no había poder humano que te salvara de una buena y merecida paliza o, en el mejor de los casos un castigo ejemplar que te hacía entrar al redil. Esas palizas o unos reglazos con el metro de madera o jalones de patillas de los profesores, no nos dejaron secuelas psicológicas y hasta los padres apoyaban a los maestros cuando nos aventaban un borrador a la cabeza o nos mandaban al rincón con las orejotas de burro.
Ahora, me siguen diciendo las notas periodísticas que leo, que en caso de no acreditar alguna asignatura, el estudiante podrá pasar de grado de manera “condicionada” en primaria, mientras que en secundaria se le darán facilidades condicionadas también, según establecen las nuevas Normas Generales para la Promoción, Acreditación y Certificación de la Educación Básica. Esto en castellano quiere decir, que lejos de poner la tunda al estudiante que, repito, ayer nos aplicaban o el merecido castigo que sí se cumplía, condicionarán al colegial, o dicho en otras palabras, lo perdonarán para que pueda seguir su mediocre preparación escolar. ¡En verdad es increíble! Y hasta nombre pomposo tiene el inicuo pecado: “Promoción con condiciones”
Además es terrible que este documento haya sido aprobado por la Comisión Federal de Mejora Regulatoria y debió ser publicado en el Diario Oficial de la Federación antes del inicio del ciclo escolar que arranca hoy. ¿Mejora regulatoria? Sin comentarios.
Hace unos días se desató una pequeña polémica acá en Acaponeta, cuando trascendió que los centros de educación media superior, concretamente la Preparatoria 3 y el CBTA 182, habían tenido una gran cantidad de alumnos reprobados en el examen de admisión de sus respectivos planteles, concretamente, que en el primero habían presentado examen 319 alumnos y solo once habían aprobado, siendo la más alta calificación un triste 69, apenas un 3.44% de los aspirantes; en el CBTA las cosas andan por el estilo y muchos quisieron echarle la culpa a los maestros de secundaria, cosa a la que me niego aceptar, es lo mismo que decir que estos, los preceptores secundarianos, culpan a su vez a los profesores de primaria, estos a los de prescolar y, siendo el final de la cadena, aventarle la bolita a las madres por no haber dotado del suficiente ácido fólico a los hijos. De igual manera, los centros de educación superior culpan a los docentes de bachillerato por las capacidades con que llegan los muchachos. El problema no son ellos los docentes, mucho menos los estudiantes que vienen a ser las víctimas de un sistema educativo caduco, incapaz, politizado, manipulado y que ha demostrado ya la urgencia de una verdadera, real y coherente reforma que venga a corregir muchas cosas que andan muy nadando en el lodo. Los indicadores son claros, estamos reprobados en educación a nivel nacional y no hay examen extraordinario o “Promoción con condiciones” que nos salve. Me quedo amigos, por lo pronto, con la educación de ayer.

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