Juan J. Gaspar G.
Tijuana, la bella: puerta de entrada al primer mundo…
Imposible camuflajear al mojado cuando llega a Tijuana (o a cualquier ciudad fronteriza). Por dentro, un torrencial de sueños y emociones, por fuera la mirada perdida y nerviosa. Es el sexto día deambulando por esas calles tan desconocidas.
Dos intentos frustrados, minutos y horas gastadas en tiempo aire, compartiendo las angustias y temores con tus familiares, vía telefónica. Por instantes, el tiempo parece detenerse, a unos cuantos kilómetros de la línea fronteriza se puede ondear con la fuerza de los vientos, con su barra y sus estrellas, la imperial bandera americana…
En Tijuana se advierten los síntomas de la desaceleración económica,
cerradas las maquiladoras aumentó el desempleo, desatada la violencia
del crimen organizado se percibe intranquilidad y desesperanza entre los
Cachanillas… Ya no es
aquella Tijuana, lugar de descanso para los intrépidos braceros, ahora
es un moderno ghetto para aquellos que viven atrapados entre la opulenta
vida de los norteamericanos y la precariedad en la que viven nuestros
connacionales…Situada entre las delgadas coordenadas de la opulencia y la miseria, Tijuana, la bella, sigue siendo la principal puerta de entrada al llamado “País de las oportunidades”
Antiinmigrantes… Los Minutes men: ¡más ponzoñosos que las víboras!
San Diego, Tucson, Laredo, Bronswille,
ciudades fronterizas, se han convertido en un auténtico nido de
víboras, luego de que grupos de extrema derecha, herederos del tenebroso
Ku-kux-klan se han apostado con sus rifles de mira telescópica para lanzarse a la caza de inmigrantes. Esta rabiosa jauría, integrada por anglosajones azusados por grupos ultraconservadores como el Minutes men, una organización de orientación fascista, que apoyada por políticos del partido republicano, han organizado peligrosas
campañas de ataque, que incluyen desde propaganda nazi hasta acciones
armadas en los ranchos de americanos y reservaciones indias, cuyo
objetivo es frenar, con las armas en la mano, el cruce de
indocumentados, desde la frontera sur de ese país.
¿Pueden Uds. imaginar la psicosis que genera la idea, la angustia y el
temor de caer abatido por las balas de esos criminales?
Vamos caminando, despacio, sin arrastrar los pies, a pesar del cansancio. Allá a lo lejos se alcanza a ver una pálida luz y el ladrido de los perros…Ya nos caemos de sueño, la mujer embarazada da muestras de un gran decaimiento y de pronto se deja caer, cuando pasamos un terreno recién barbechado.
En tanto que El Norris y otros dos voluntarios auxilian a la joven, la mayoría se encaminan hacia un frondoso árbol, para tirarse entre la hierba. Un grito de El Norris, alerta al grupo:
--Sálganse de ahí, sáquense de ahí…vénganse para’cá…
Por la forma en que éste gritó, de inmediato se dejaron venir y todos nos concentramos a un lado del terreno. El Norris nos explicó enseguida:
--¡Tengan
cuidado!… ¡no ven que acaban de meterle las rastras a la tierra, allí
debajo de aquél árbol debe haber un chingo de alacranes y víboras!
La verdad no se puede determinar qué tipo de alimañas son más peligrosas, ¡éstas o los mentados minutes men!
¡Órale paisas… ya llegó otro mojado!
Con tremendos raspones, los tenis a punto de romperse y renqueando de un pie, llega un nuevo mojado a la moderna civilización norteamericana. Nos vendieron el cuento de que éste era el país de las oportunidades. Todo aquél que se va para el otro lado, con la intención de mejorar y sacar al puerco de la milpa debe quemar su naves, estar dispuesto a comenzar de cero. Recuerdo cuando por primera vez llegué a Los Ángeles, California, no
me atrevía a asomar la nariz a la calle, con toda la cara rasponeada, y
el lóbulo de la oreja derecha partida, sentía vergüenza, temor de que
me confundieran con un catarrín y, sin embargo, urgía conseguir chamba, así que…
A
cambiarse de garras, a correrle a la barber shop y tomando en cuenta
que es necesario andar algo alineado, pues a visitar de momento las trifthy stores, o tiendas de segunda, para adquirir unas dos mudas de ropa y un par de zapatos. Mi amigo Lalo de verdad fue generoso al brindarme alojamiento, comida y provisionalmente trabajo…No
se trataba de un empleo formal, pero que bien se siente uno al ganarse
los primeros dólares, para comprarse lo más necesario. Caminando por la
calle me topé con unos paisanos que andaban colgando en los canceles o fens unas bolsitas con detergente y unos vistosos folletos publicitarios. Ni tardo ni perezoso les pregunté al que conducía la Van si me podía dar trabajo…
--No, paisa… ya andamos terminando pero mire, si de verdad le urge, vaya a la 3ª y la Westlake antes de las cinco de la mañana… Anoté la dirección. Esa
noche ni dormí, le pedí a Juan Luis, yerno del Lalo, que me echara
raite en la madrugada…apenas eran las cuatro de la mañana y con un par
de donas y un vaso de chocolate en la barriga, agarré chambita, tirando flayers door to door (distribuyendo volantes, poniendo propaganda puerta por puerta) a la segunda semana pude hacer mi primer envío de dinero… ¡Qué feliz me sentía!
Al
paso de los días le fui perdiendo el miedo a los policías, ya que
pensaba que estos podrían detenerme, interrogarme y de llegar a
descubrir que yo era indocumentado me podrían poner de patitas en la
frontera. Lalo nada más se reía…
--Ya, Gaspaaar, deja de andar comparando los precios de aquí, con los de
chuntarolandia, ponte al tiro y dile a Gil que te explique cómo es el
transporte por acá, cómprate ropa y déjate de pensar en tantas pendejadas. Los
polis no te van a hacer nada, estos son solamente preventivos, la migra
solamente anda en aeropuertos y carreteras federales…
Cuánta
razón tenía Lalo…A los pocos días ya estaba comprando mis papeles
chuecos, ya me iba sin preocupación ni miedo a las esquinas, como otros pelados a talonearle, compitiendo con otros haciendo, como decía Chente Fox, “chambas que ni los negros quieren hacer”
Llega uno al norte algo paniqueado,
camina uno por las calles y se siente como engentado con individuos de
distintas características raciales y hablando no solamente inglés, sino
otros lenguajes muy raros… Esas
primeras experiencias, las cosas que a uno le pasan en ese breve
proceso de adaptación resultan de verdad inolvidables… Apenas empiezas a
conocer las rutas del Bus, ya ni te
quieres bajar, andas como esos niños callejeros a los que en mi tierra
les llaman “chiquillos circuiteros”… En las áreas americanas te miran
con indiferencia, ahhh, pero en cuanto llegas a las markets,
a los pequeños restaurantes o lavanderías del barrio, sientes el peso
de las miradas y más de alguna sonrisa…Parece que al leer los labios de
la paisanada, atinas a pensar que unos con otros se codean y se dicen al mirarte: ¡ire, ire, paisa: ya llegó otro mojado!
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