POR: Juan José Rodríguez Tejeda
Es curiosa la polémica desatada sobre si el
equipo de béisbol, integrado por jóvenes fuereños, que representarán a
Compostela, deben portar el nombre
tradicional de “Pureros” u otro más actualizado, el de “Talabarteros” (aunque
ambos oficios puedan presentar acta de nacimiento de similar fecha).
Tal vez
los primeros hayan iniciado con mayor suerte en cuanto a la fama y
trascendencia, pero que se han venido a menos, quedando únicamente la prestigiada
manufactura del Señor Bejarano, quien tiene que importar tabaco de otros
estados, porque el nuestro ya no reúne las condiciones necesarias para mantener
la calidad que celosamente ha cuidado,
tan respetable señor, en la elaboración de los puros, mientras que los otros (el oficio de
talabartero) pausadamente se ha mantenido y sobrevivido a los embates de los
programas económicos surgido de los tecnócratas que últimamente nos han
gobernado y que dicho sea de paso le ha dado al traste a la pequeña y mediana empresa
nacional (que a lo mejor sería más conveniente analizar y reclamar a los
políticos que esta divergencia surgida del impulso emocional).
Los que defienden el nombre de “PUREROS”, se
aferran a una tradición y a los campeonatos y hazañas que el equipo envuelto en
este nombre ha conquistado, esto último es subjetivo pues no creo que el nombre
haga más bueno o más malo al equipo, pero en cuanto a lo de la tradición será
cuestión de análisis y yo preguntaría ¿estará bien que la tradición se sustente en algo inexistente? Tal vez esto sea válido
cuando la tradición juega el papel de catalizador social, cuando la tradición
se empeña en recordar algo para infundir valores éticos, patrios o religiosos
a una sociedad, ejemplo nuestra tradicional fiesta patria o nuestra fiesta
jurada al Señor de la Misericordia.
En fin podemos definir a la tradición como el
conjunto de patrones culturales, venidas y transmitidas de varias generaciones
atrás que sirven para cohesionar una sociedad. Pero esto no quiere decir que
deban de mantenerse siempre igual. Una cultura estancada se pudre, se hiede,
esta debe ser evolutiva, cambiante a las nuevas exigencias aunque sin perder la
esencia de la tradición.
El tener una visión muy conservadora de la
tradición, el mantener y acatar acríticamente los mismos elementos de la
tradición es sentenciarla al ostracismo a enterrarla junto con una generación.
Pongo un ejemplo nuestra tradicional fiesta del Señor de la Misericordia, no
comenzó como la conocemos, fue evolucionando, tal vez (esto lo podrá corroborar
un historiador) comenzó como una actividad exclusivamente religiosa y que
viendo la necesidad de alimento y servicio que demandaba la alta afluencia de
peregrinos se fueron estableciendo comercios en torno a una celebración
religiosa, posteriormente se anexaron los juegos mecánicos, los ponches, los grupos
musicales (otrora mariachis, ahora bandas). En el año de 1999 un comité
encabezado por el Lic. José María Bautista (en donde un servidor, junto con
muchos más, formamos parte) se integraron a esta fiesta los eventos culturales
que hoy prevalecen. ¿Vemos las actualizaciones que ha tenido este festejo?
Ahora, recordando el tiempo que pasé en las aulas de la licenciatura de
Desarrollo Cultural, se me viene a la mente (previa revisión de mis apuntes,
pues no puedo presumir de tener tan buena memoria) las participaciones de un
eminente maestro; el antropólogo José Antonio Mac Gregor que decía:
“…En los años
setenta era común la confrontación de
tradición contra modernidad de la que
surgieron grandes lecciones que aún hoy debemos revisar para entender los nuevos desafíos que en materia de cultura enfrentamos.
Debemos entender que la modernidad
sin tradición es tan vacía como la
tradición sin innovación (…) Debemos evitar entendernos como cultura
inmóvil, estática y dormida en sus laureles de tradición virtuosa con olor a
naftalina, sin capacidad de cambio, de asombro y de imaginación…”
Ahora, viendo el lado conveniente como sociedad, la antigua actividad de la
talabartería, ha ido desapareciendo en
otras partes del Estado a tal grado que por lo menos en otros municipios de
Nayarit, no existen ya estos talleres y
que es únicamente en nuestra ciudad Compostela, antigua capital de la Nueva
Galicia donde no ha desaparecido esta actividad, sino que al contrario, ha
proliferado, donde muchas familias se mantienen en torno a este oficio, que es
una actividad que se ha ganado a pulso la fama, primeramente por ser el lugar
que más novedades de estos productos ofrece, así cómo sus precios competitivos y
segundo que ya no existen en otras partes que antaño competían con nuestros
productos de cuero. Que ya se surte a los estados de Zacatecas, Jalisco,
Sinaloa, Colima y que siempre se han exportado artículos de cuero a los EUA.
Cuando visitamos algún pueblo o ciudad por primera vez, lo primero que
preguntamos es ¿A que se dedican aquí? Si el cuestionado es del lugar;
orgullosamente contestará “pues aquí somos los mejores para… (y pudiera decir:
hacer zarapes, o las mejores prendas de
vestir, o el mejor mole, o artesanías de plata, trabajamos lana, hacemos la
mejor birria, alfarería, muebles, equipales, chiquihuites, zapatos, rebozos, etc.) y
generalmente en torno a un oficio que da identidad al pueblo se desarrollan
otras actividades comerciales, es decir que la economía de los pueblos se
desarrolla en torno a una actividad identataria, y pongo el ejemplo de Talpa
que en torno al turismo religioso se mueve toda la economía del lugar. ¿Qué
pasa si en otro municipio donde compita nuestro equipo de béisbol alguien que
escuche Pureros de Compostela, se decida a dar una vuelta por estos lugares con
la intención de comprar puros? ¿Los encontrará en el mercado? ¡NO! los tendrá
que mandar hacer en el único lugar que se fabrican que es con el Señor
Bejarano y esperar turno, ya que el
prestigio que se ha ganado este Señor no requiere de promoción y que él le dará
prioridad a sus antiguos clientes, a sus clientes privilegiados.
Es cierto que se hieren susceptibilidades, añoranzas románticas, emociones
y pasiones al hacer cambios a lo
establecido y al cual ya nos habíamos acostumbrado, pero creo que vale la pena,
darle oportunidad a esta otra visión, que sin intentar entrar en esta polémica,
el gremio de la talabartería se vio involucrado y metido en el ojo del huracán,
pero que sin aferrarnos a una u otra visión, le debemos dar cabida a la
reflexión y dejando de lado las pasiones nos pongamos a pensar lo que es mejor
para nosotros como sociedad.
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