martes, 6 de agosto de 2013

LO QUE NO ES PAREJO ES CHIPOTUDO


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Recientemente vimos por infinidad de medios, especialmente la TV, la imagen fresca y rozagante del Sr. Presidente de la República, Lic. Enrique Peña Nieto, quien apenas saliendo del hospital donde fue operado de un quiste tiroideo,  se le notó más fresco que una lechuga, dio una conferencia de prensa a los periodistas que ahí lo esperaban y saludó a todo el mundo.


Impertérrito, inamovible e inconmensurable, el mandatario de todos los mexicanos expresó con amplia sonrisa Colgate “Estoy listo para volver a trabajar”, claro acompañado de su inseparable Gaviotita, la Sra. Angélica Rivera. Esto a las afueras del Hospital Militar donde fue intervenido y se vio hospitalizado durante cuatro días.


A muchos de nosotros, nos hubiera gustado ver a nuestro presidente haciendo fila en algún caluroso pasillo de cualquier clínica del IMSS o del ISSSTE.
Tan solo supongo –porque no lo sé de cierto--, que Peña Nieto, fue tratado de acuerdo a su investidura y jerarquía, es decir, algún médico trinchón, no cualquier pasante de los nosocomios oficiales, desde hace tiempo y luego de rigurosos y certeros análisis clínicos, le detectaron el mal que lo aquejó, el cual es un saco lleno de líquido que ha crecido sobre la tiroides, glándula que tiene infinidad de funciones.

Por supuesto que el “preciso” nunca tuvo que levantarse tempranísimo, aún antes de rayar el sol, orinar en un frasquito de Gerber –en ayunas claro—y correr a hacer fila en el laboratorio del IMSS o del ISSSTE, llegando a la carrera, preguntando con preocupación “¿quién es el último? Y aguardar con la paciencia de Job, primero la llegada de los laboratoristas y luego el propio proceso de la extracción de sangre o algo peor y, luego, por si algo faltara, recibir los resultados del análisis, pidiéndole a Dios, el doctorcito en turno, tenga la bondad de explicarnos, con palitos y manzanitas, lo que tenemos entre bofes y chanfainas.

No tuvo Don Enrique que esperar parado, porque regularmente el número de pacientes es tal que se llenan las pocas sillas en la supuesta “sala de espera” que no es más que un pasillo más del edificio.
Yo en realidad lo siento por él, porque esa es una magnífica oportunidad de estar cerca del pueblo, ese conglomerado de canijos que tienen que pasar las de Caín para obtener un servicio a la buena de Dios, porque en ocasiones la atención de las clínicas u hospitales públicos es cosa del azar. La buena o mala suerte de que te toque un buen médico, una regular enfermera o la fortuna de hallar cama.

Estoy cierto que Peña Nieto, no solo tuvo una cama segura, ultramoderna y al simple tentón de un botón se hacían presentes decenas de médicos, enfermeras, camilleros, ambulantes, funcionarios, edecanes, vendedores ambulantes y mirones. No tuvo necesidad de acabarse el dedo timbrando sin que aparecieran más que las ánimas en pena que perdieron la vida en esos policlínicos.

No me cabe duda que en esos cuatro días que permaneció encerrado en una confortable habitación, más cercana a un hotel Gran Turismo que a un nosocomio, le llevaron los más selectos alimentos hiperbalanceados, sabrosos y ricos a la vista y al olfato y no en cambio los horribles “calditos de pollito”, manzana aguada, agua de algo colorido y gelatina que siempre se comen las visitas.

Por cierto, ahí estaba Doña Angélica siempre fiel y cercana, la cual no tuvo que batallar con el cuico de la entrada para que la dejara pasar con la bolsa de tamales y el montón de chiquillos, que inexplicablemente nunca dejan entrar a ver s sus familiares, a pesar de que la sonrisa de un chavito es el mejor bálsamo para la peor enfermedad.

No sufrió Don Enrique, la falta de medicamentos en las farmacias oficiales, el extravío de expedientes, ni tuvo que enfrentar la fea cara y peor humor de la encargada de las vigencias. No batalló para hallar estacionamiento a las afueras del hospital, quizá hasta en helicóptero arribó a donde lo esperaba un ejército de enfermeros y ayudantes. La ambulancia ahí estaba a modo, se ocupara o no, afortunado él que no tiene que suplicar llorando sangre a que alguien, incluido Dios, le envíe de urgencia una ambulancia ya no digamos equipada con todo lo necesario para problemas urgentes y de consideración, sino simplemente con una camilla más o menos destartalada. 

El Presidente no fue regresado a su casa porque el laboratorista no llegó, ni sufrió persiguiendo a los encargados de pagar los gastos de traslado de una unidad médica a otra. En el quirófano lo más probable es que se encontrara de todo y de más, buti gasas, desinfectantes y antibióticos a granel, así como unidades de sangre por lo que se ocupe.

Los tristes mortales, o sea, amable lector, usted y yo, poco acceso tenemos a esos beneficios que no nos regalan, los pagamos puntualmente cada quincena. Incluso, a Peña no se le dificulta ver a un director de una clínica, pero nosotros en ocasiones no los vemos ni en fotografía.

No cabe duda que a pesar de que la Constitución, o bien desde los púlpitos de las iglesias, desde las curules, desde todo foro con sello de democrático, desde la sede de los partidos políticos, en las aulas de clase, sean de preescolar o universitarias, se nos repite que todos los seres humanos somos iguales. Lo que no nos dicen, es que en esta nación hay unos que son más iguales que otros. No todo es igual, unos merecen más y otros menos, ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, por ello el título de esta entrega "lo que no es parejo es chipotudo".

Nos hubiera mucho gustado ver que el Sr. Peña Nieto, llegar a la clínica que le corresponde, batallar para estacionar su auto sin la ayuda de guaruras y edecanes, con su manoseada cartilla del ISSSTE, a pesar de que alguien le fuera a decir que ya la foto está vieja y necesita renovar, sin saber que los viejos somos nosotros y no la foto. Hubiera sido grato, que se sentara 15 minutos antes de su cita en la sala de espera correspondiente y frente a su consultorio familiar y aguantar ahí hasta que le toque en su lugar de la lista, no importando que se pasen 60 minutos después de la hora señalada, esos minutos que no valen cuando uno llega 30 segundos tarde y la malencarada del escritorio se regocija al regresarte por dónde llegaste y en el mejor de los casos te deja para el último. ¿Eso le sucedió a Don Enrique? Respuesta: ¡Hombre claro que NO! él es el Presidente de México.

Cuando las cosas se sufren en carne propia, estas toman valor y significado; en ese sentido recuerdo las palabras de algún pensador que dijo: Los líderes reales transforman lo insignificante en significado y más si las experiencias las viven y las sienten como propias.
Pero no, se optó por lo más fácil, dejar que los privilegios propios de un Presidente se pongan a funcionar, entró el mexiquense a lo que seguramente es la mejor clínica del país, la del ejército, con médicos de primer nivel que no se equivocan, ni dejan las tijeras dentro de las tripas, o llegan borrachos a operar. Nada de esos, la negligencia no es una posibilidad cuando de intervenir al presidente se trata.

Es deseable que de vez en cuando, muy de vez en cuando, los gobernantes se bajen de su nube y se metan en los asuntos del pueblo, esos que les quedan tan lejanos, ya que permanentemente son engañados. Cuando un Presidente de la República, un gobernador, un presidente municipal, un rector de universidad o un todopoderoso, llega a un lugar, encuentra todo en orden, bien pintado, adornado con flores y aromatizado con los más delicados inciensos. Nunca entran a los baños desastrados, los pasillos andrajosos y los rincones donde se acumula lo malo. Siempre hay una escenografía que salva el “incómodo” momento de la visita. Hasta las llegadas “sorpresivas” son esperadas " a modo".


Qué bueno que el Presidente salió bien de su intervención y no tenía por qué ser de otro modo. La explicación es simple no tuvo que ser operado en un hospital como el de Acaponeta donde no hay ni alcohol a veces. 

Al fondo del Presidente, el magnífico Hospital Militar

1 comentarios:

Enrique dijo...

QUE GANAS DE IRONIZAR Y MAGNIFICAR UNA SITUACION QUE EN CUALQUIER PAIS SE DA Y QUE ES DE LO MAS NORMAL.AHORA POR FAVOR, RESEÑANOS LA OPERACION DE FOX EN EL MISMO HOSPITAL Y TAMBIEN LAS DE CALDERON Y DE SU ESPOSA.QUE TENGAS UN BUEN DIA. FELICIDADES POR TU INTERESANTE Y OPORTUNO BLOG. E.E.R