Por: José Ricardo
Morales y Sánchez Hidalgo
Presumo y defiendo, desde que tengo memoria, a la poderosa
escuadra del llamado Rebaño Sagrado, el campeonísimo equipo de las Chivas
Rayadas del Guadalajara, más ahora que están en primer lugar de la tabla
general. La pregunta más lógica sería: ¿por qué? ¿A qué se debe que le vayas a
las Chivas?, preguntará alguno…
La respuesta es simple, es similar al hecho de ser católico:
porque mis padres, sobre todo mi papá, fue aficionado del equipo de la Perla Tapatía
ya que él vivió allá y porque un tío, hermano de su madre, mi abuela Lucía, Don
Jesús Mendoza Gámez, fue presidente del Club Guadalajara entre los años 1941 y
1943; dicho de otro modo, era casi prohibido en casa, apoyar a otro equipo y
mucho menos a los otrora millonetas del América; o como en aquellos hogares que
a la puerta y a la vista de todos se anunciaba con orgullo: “Esta casa es
Guadalupana, no se acepta propaganda protestante”. Todas las noches, por
convicción, por gusto y hasta por ética, me acuesto siendo Chiva y me levanto a
la mañana siguiente igual, admirando al equipo del baboso Vergara –en mala hora
el propietario de la oncena--.
Todo este rollo, porque me asombra en demasía que en estos
tiempos, muchos personajes relevantes de la política nacional y por supuesto la
local, se acuestan siendo de un partido y se levantan, sin ningún rubor, con la
vista fija en otro. Unos dicen sus oraciones y pidiendo al “altísimo” por el
PAN y, de manera sorprendente, amanecen perredistas. O se dicen priistas de
hueso colorado cuando ponen los cachetes en la almohada y, cuando despiertan,
son descoloridos morenos.
En aquellos y lejanos tiempos, esos que dicen que siempre
fueron mejores, existía algo que se llamaba ideología y cada uno tenía la suya
dependiendo de su formación escolar, de la familia a la que se pertenece, a la
influencia del barrio donde habita; lecturas y hasta las pláticas con los
compadres y amigos; así había unos que tiraban a la izquierda, aquellos a la
derecha y hasta los que eran de “centro” con tintes de uno y otro. Y es que
finalmente así había sido desde el principio de los tiempos: conquistadores y
conquistados; ricos y jodidos; liberales y conservadores; independentistas y
monárquicos; coyotes y gallinas;
comunistas y capitalistas; priistas y panistas; en otras palabras: Chivas y
Águilas. En un equilibrio, si no perfecto sí al menos coherente y natural. Te
dormías panista y te despertabas panista, faltaba más…
La ideología comportaba –antes, hoy es otro rollo-- una muy
acusada sensibilidad, y al revés, la sensibilidad se complementaba con una
ideología determinada; en estos tiempos, y más si son electorales, ni
sensibilidad, ni ideología, solo ambición, cotos de poder y llegar a “ser” de a
cómo sea.
En estos momentos que hoy transcurren, eso de la ideología,
del amor al partido; de la formación personal y el respeto a los principios
básicos de los institutos políticos; de los sentimientos con vocación de
servicio, son como dijeran algunos de mis alumnos: “paparruchas”. En estos
tiempos se trata de llegar al botín “de a cómo se pueda” y “cómo Dios me dé a
entender”, bajo la premisa: “el fin justifica los medios”. Ahora sí te puedes
dormir perredista y despertar moreno, o peor, acostarte de izquierda y
desayunarte siendo de derecha y nadie se inmuta, es más te siguen y se avientan
al barranco como aquellos niños secuestrados por el flautista de Hamelin.
Fue impensable que Juárez hiciera equipo con Maximiliano, al
grado tal que hizo oídos sordos al clamor mundial y no perdonó al infeliz
europeo fusilándolo en el Cerro de las Campanas. Agua y aceite no se mezclan
nunca. O eres de derecha o eres de izquierda pero nunca una extraña mezcolanza
entre los dos, sin duda no funcionaría…al menos eso era antes, porque ahora,
cual mágica fórmula de aquellos alquimistas
que trasmutaban el plomo en oro; hoy trastocan sus renegridos ideales por
lustrosas ambiciones, sin que nadie sienta asomo alguno de vergüenza.
Lo entiendo de los candidatos, que a falta de pan, las
tortillas son buenas. En ese sentido, notorio es el caso de Humberto Arellano, el
popular “Beyto”, quien se disciplinó hace tres años, esperando su turno para
estas elecciones del 2017, pero recibió soberana patada en salva sea la parte,
ya que el mandamás todopoderoso, ambicionando aún más de lo permisible, decidió
enviar al campo de batalla tricolor a gente, que al decir de los electores, ni
fu, ni fa, dejando fuera a verdaderos militantes y luchadores sociales del
partido otrora aplanadora, que llevan años, algunos décadas por obtener la
posibilidad de competir en una lid de elección popular. Lo que me llama la
atención es la facilidad con la que Morena agarra lo que viene de fuera y a mi
mente llega una pregunta de esas que buscan joder al vecino: ¿No tenían los
morenos prohibida la entrada a los mafiosos del poder, que visten la camiseta
tricolor del Revolucionario Institucional? ¿Qué pasará con los verdaderos
militantes del partido de López Obrador cuando se llegue la andanada de
militantes “expriistas”? ¿En verdad son militantes expriistas? ¿Esas dos mil
personas que fueron al desayuno en apoyo a Beyto, en verdad ahora son de
izquierda? El coordinador de Morena en Acaponeta, Manuel Salcedo, que ya brincó
del PRD a este nuevo instituto político –o sea que ya sabe lo que es dar
manchincuepas--, ¿acepta con agrado esta nueva realidad, cuando se pasó los
últimos dos años y medio atacando en el cabildo todas las decisiones que
emanaban del presidente municipal y sus colaboradores, solo porque estos eran
priistas?
Humberto Arellano Núñez |
Vivimos en otro mundo algunos de nosotros y a veces pienso
que no cabemos en él…Solo agregaría algo más: me queda claro que Morena, no es
el partido de izquierda que pretende ser, ni mucho menos. De hecho la izquierda
es el asesino de la izquierda mexicana y me queda claro que a final de cuentas
AMLO es el partido y López Obrador el candidato; que la fuerza de Morena radica, al menos
en Acaponeta, en sus sueños guajiros, porque en la realidad, esa que nos encuera,
necesitan “agarrar” lo que los otros sueltan para su propia sobrevivencia,
solos no pueden; “no le aunque” –diría el cora—que sean el enemigo por
excelencia: el Partido Revolucionario Institucional. Y que este, el PRI, sigue el mismo
camino de la izquierda en México: suicidarse poco a poco.
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