Por: José Ricardo
Morales y Sánchez Hidalgo
Los muros de muchos de los congresos estatales, además del de
San Lázaro y el de la cámara alta, llevan adosados en letras de oro, los
nombres de notables mexicanos o bien, en cada entidad, los próceres que
destacaron por encima de los demás por sus acciones, sus pensamientos, sus
actos heroicos y en general su obra casi siempre enfocada hacia el bienestar y
prosperidad de la patria.
En la cámara de diputados, la federal se tienen los nombres
de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y también aparecen Ignacio Allende, José Ma.
Morelos y Francisco I. Madero, que diríamos, “van por default”. Mujeres hay
varias: Doña Josefa Ortiz de Domínguez, Carmen Serdán, Sor Juana Inés de la
Cruz, Leona Vicario y dos no tan conocidas: Antonia Nava y Mariana Rodríguez
del Toro Lazarín, ambas heroínas de la independencia. Encontramos también al
Heroico Colegio Militar, a los Defensores de Veracruz de 1914 y a la
Universidad Nacional Autónoma de México.
En el Senado de la República, hasta donde tengo entendido,
solo están las frases del benemérito Benito Juárez: “Entre los individuos como
entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, además la de
Vicente Guerrero “La Patria es Primero” y es que en el Senado se determina
quiénes son dignos de figurar, como siempre se dice, en letras de oro en el
Palacio de San Lázaro.
En el Estado de Nayarit figura el nombre de un acaponetense,
el Constituyente Juan Espinosa Bávara, que comparte espacio con gente como el
“Niño Héroe” Juan Escutia, el intelectual Luis Castillo Ledón y hasta
ciudadanos renombrados como la profesora Rosa Navarro o el arquitecto Antonio
Rivas Mercado, ese que dejó el Ángel de la Independencia en la Ciudad de México.
Prisciliano Sánchez, Amado Nervo, los hermanos Elías y los indígenas Rey
Nayarit, Ocelótl y Tlahuitole.
No dudo, porque así es esto de las cosas humanas, que en
algún muro estén inscritos soberanos barbajanes, corruptos y asesinos, que,
como infinidad de calles del país, también hay letreros recordando su vida y
obra: una de las principales avenidas de la zona metropolitana de la ahora
llamada CDMX, lleva el nombre de esa enorme rata llamada José López Portillo y
hay colonias que sustentan en mala hora el apelativo de Luis Echeverría
Álvarez, quien sigue en este planeta porque ni el diablo se lo quiere llevar.
Haciendo uso de mis derechos como ciudadano, me expreso
proponiendo que se retire el nombre de calles, avenidas, parques, colonias y
otros puntos a corruptos, asesinos y traidores a la patria, poniendo en su
lugar a mexicanos probos y que contribuyeron al engrandecimiento de México.
Y aún hay más, como dijera aquel taradito tarador dominical
que era Raúl Velasco (Delasco, para los compas) propongo que en el muro que
pretende construir el malhadado presidente gringo “donaldo trompas”, pared
odiada y despreciada por todo el mundo, misma que ya existe en muchos
kilómetros de la frontera, se adosen a su fachada los nombres de mexicanos
igual de odiados y despreciados por la sociedad mexicana: échele cuentas amable
lector, cuántos gobernadores y ex virreyes-gobernadores, ex presidente, ex
secretarios y actuales secretarios de estado, diputados locales, diputados
federales, senadores, presidentes de los partidos, presidentes municipales y
otras lacras tiene usted en mente para que llenar ese muro. Tantos son que
no habría espacio para todos desde Mexicali hasta Matamoros.
Como no son pocos los mexicanos corruptos, despreciables,
rateros y traidores, sin duda se llenaría el mentado muro y alcanzaría para
adosar varios kilómetros en la muralla china. Podemos inaugurar ese muro de la
ignominia con un nayarita y sentirnos orgullosos: su alteza serenísima Don
Roberto Sandoval Castañeda.
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