lunes, 6 de noviembre de 2017

LA FAMA INVEROSÍMIL DE AMADO NERVO





Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Es común y no sé en realidad por qué, será cuestión de la naturaleza humana, que nos sintamos orgullosos de algo y hasta pregonemos presuntuosamente los logros o los personajes de nuestro Estado. No suenen las notas de “Mi Lindo Nayarit” porque se suelta la grita y hasta hacemos tronar los envases de cerveza contra las mesas, dando rienda suelta a nuestro corazoncito nayarita y nos entra y se posesiona de nosotros el espíritu del mismísimo Rey Cora o de Juan Escutia.


En cuanto tenemos oportunidad nos ufanamos ante los demás por las virtudes y privilegios de la patria chica, el lugar donde dejamos enterrado el ombligo. De Acaponeta –que sería mí caso-- y en general de Nayarit, presumimos por supuesto la gastronomía y en este lugar donde el frijol se enreda a la caña de carrizo, las gorditas, el menudo o los churros de Min; sus bellos lugares, los héroes que ascendieron al Olimpo Patrio como los ya mencionado Rey Cora y Juan Escutia, sin dejar atrás a Antonio Rivas Mercado, Alí Chumacero y otros; claro la música, el clima, las playas, las flores, una Riviera que mal que bien, a todos enorgullece, las artesanías, la hermosura de sus mujeres.

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Amado Nervo y su hija Margarita, posan en situación de lectura para el fotógrafo José María Lupercio

Sin embargo, en muchas ocasiones, solo sabemos que “esas cosas existen” –lo digo entrecomillado, porque las personas y los héroes no son cosas--, pero que en realidad no tenemos ideas de sus logros; me explico.
Sabemos que Amado Nervo, fue un gran poeta y hasta algunos somos capaces de declamar fragmentos del famoso poema “En Paz”, como:

Muy cerca de mi ocaso,
yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida

y más de uno casi lo grita por las mañanas en el facebook, en un alegre y rejuvenecedor post que a todos nos alegra y llena de energía:
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Todos hemos presumido al bardo Amado Nervo, pero en realidad ¿lo conocemos a fondo, ¿Deveras sabemos de su vida y su obra? ¿Hemos leído su lado periodístico? ¿Tenemos idea de la fama que creó? ¿Conoces tú los lugares donde dejó huella? ¿Lo trascendente de su tarea diplomática? ¿Sus ensayos y hasta sus notas rosas de la sociedad de su época?

No es menester saberlo todo, claro que no, para eso tenemos a los expertos en cada materia y si acaso corresponderá a cada uno de nosotros interesarse un poco más en cada tema. Alguien me enseñó alguna vez que en la vida hay que saber todo acerca de algo y algo acerca de todo; yo diría que personas como la Maestra Mayra Elena Fonseca Ávalos sabe todo sobre Amado Nervo, cuya vida y obra tan extensa y rica que le ha dado información para ya tres textos –hasta donde me quedé-- de diferentes aspectos del autor de “La Amada Inmóvil”.

Para alguien, como su servidor, que no es un erudito en el tema “nerviano”, saber que el bardo no solo fue poeta sino también periodista y diplomático, ya es una gran ganancia y un acicate a profundizar más sobre la vida de este gran mexicano, orgullosamente –otra vez—nayarita, y que en su tiempo alcanzó una fama que ya quisieran muchos artistitas de cartón de la nefanda televisión nacional.

Multitudes siguiendo el cuerpo de Amado Nervo


Hablando sobre la fama que alcanzó Amado Nervo, solo diré que era extraordinariamente enorme para un mexicano poeta y nos parece más grande aún, cuando hoy en el siglo XXI, los bardos se mueren de hambre y son materialmente despreciados por todos, son, diría Jaime Sabines, quién en su poema “El Peatón”, nos muestra como los poetas pasan desapercibidos para todo el mundo, que los líricos debieran, dice el chiapaneco, tener rayos de luz saliendo de sus cabezas para que la gente dijera: ¡mira un poeta! Pero desgraciadamente no es así, ni en la casa del poeta lo aprecian.

El enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Uruguay en México, Hugo V. de la Peña en la tumba de Amado Nervo en el marco de los homenajes tributados por la Embajada de Uruguay en México, el 23 de abril de 1929.
(Foto tomada de la página: https://es.slideshare.net/plinaresg/amado-nervo-28324587)

Diríamos que en estos tiempos la fama, y más la de un poeta, es tan solo pobreza de oro cubierta, y más si usamos los estándares modernos, donde la fama se mide por el número de gente que meten, como hacía Juan Gabriel u hoy hace Luis Miguel al Auditorio Nacional, o el número de palenques que llevan a cabo Ninel Conde, El Coyote o Maribel Guardia. Pero en Nervo la fama trasciende todo lo hasta hoy imaginado, pues me cuesta pensar que Don Amado, el nayarita que tanto presumimos y del que hemos hecho infinidad de bustos, estatuas y homenajes, al morir, el 24 de mayo de 1919, siendo Jefe de la Misión Diplomática de México en Uruguay, y con tan solo 48 años de edad –jovencísimo--, regresa a la patria con todos los honores de un hombre de Estado. Su cuerpo a bordo de un barco uruguayo y acompañado por el presidente de ese país Don Baltasar Brum quien encabezó las exequias, partió rumbo a tierra azteca para llevar a casa al periodista, ensayista e intelectual tepicense, escoltado por fragatas argentinas y cubanas, que lo protegieron hasta el propio puerto de Veracruz, donde una multitud mexicana esperaba al eminente personaje. Para darnos una idea, más de 300 mil personas acudieron a los funerales y prácticamente le hicieron valla desde el puerto jarocho a la ciudad de México, y si ese número nos parece poco, habremos de decir que hablamos del año de 1919 y esa cantidad de personas representaba un tercio de la población de la capital mexicana. Todo ello, sin Facebook, Twiter o el canal de las Estrellas.

Solo su poesía, su letra escrita, su don de gente y su honesta labor como diplomático lograron ese fenómeno que hoy con la publicidad, rectora de nuestras vidas, nos cuesta trabajo creer. Es un hecho que no se repitió y, toda proporción guardada, hasta el 15 de abril de 1957 cuando se vino abajo la avioneta del actor y cantante Pedro Infante, ídolo de ídolos y que también provocó tumultos cuando desfilaba rumbo al panteón “Jardín” de la Ciudad de México. Infante, por cierto, personaje de hondas raíces acaponetenses, ya que su papá Delfino Infante era originario de estas tierras gardenionas y hasta tengo la teoría de que el mal llamado ídolo de Guamúchil, fue procreado en esta ciudad de las Gardenias, pero esa es otra historia.

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Actualmente la tumba de Amado Nervo en la Ciudad de México
Por supuesto, y aquí nuevamente me refiero al Nervo que no solo es lírico sino que hay que conocer, forzosamente diría yo, ese lado desconocido de su prosa maravillosa, o por lo menos señalar la existencia de un cosmos coherente de narrativa fantástica en Nervo, que sin duda lo convierte en un autor muy importante no sólo para nuestro país, sino que trasciende el habla hispana y salta todas las fronteras. Es un privilegio leer los escritos periodísticos del nayarita allá en “El Correo de la Tarde” del bello puerto mazatleco, ya que, como bien dice el también poeta José Emilio Pacheco, Amado Nervo es el poeta central del modernismo mexicano, elevando la figura del tepicense al concluir que es un punto intermedio entre el afán renovador de Gutiérrez Nájera y la plenitud de Ramón López Velarde.

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El Correo de la Tarde, histórico periódico de Mazatlán, Sinaloa

En aquel “El Correo de la Tarde” de finales del siglo XIX realizó sus primeros trabajos literarios fuera de su lugar de nacimiento, lo que debió ser un hito en su vida, ya que el autor de “Perlas Negras”, con tan sólo 22 años se enlistó como periodista en la publicación más importante del noroeste de México en aquél tiempo.
Pero su fama…me sigue sorprendiendo.


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