Por: José Ricardo Morales y Sánchez
Hidalgo
Es común y no
sé en realidad por qué, será cuestión de la naturaleza humana, que nos sintamos
orgullosos de algo y hasta pregonemos presuntuosamente los logros o los
personajes de nuestro Estado. No suenen las notas de “Mi Lindo Nayarit” porque
se suelta la grita y hasta hacemos tronar los envases de cerveza contra las
mesas, dando rienda suelta a nuestro corazoncito nayarita y nos entra y se
posesiona de nosotros el espíritu del mismísimo Rey Cora o de Juan Escutia.
En cuanto
tenemos oportunidad nos ufanamos ante los demás por las virtudes y privilegios
de la patria chica, el lugar donde dejamos enterrado el ombligo. De Acaponeta
–que sería mí caso-- y en general de Nayarit, presumimos por supuesto la
gastronomía y en este lugar donde el frijol se enreda a la caña de carrizo, las
gorditas, el menudo o los churros de Min; sus bellos lugares, los héroes que
ascendieron al Olimpo Patrio como los ya mencionado Rey Cora y Juan Escutia,
sin dejar atrás a Antonio Rivas Mercado, Alí Chumacero y otros; claro la música,
el clima, las playas, las flores, una Riviera que mal que bien, a todos
enorgullece, las artesanías, la hermosura de sus mujeres.
Amado Nervo y su hija Margarita, posan en situación de lectura para el fotógrafo José María Lupercio |
Sin embargo,
en muchas ocasiones, solo sabemos que “esas cosas existen” –lo digo
entrecomillado, porque las personas y los héroes no son cosas--, pero que en
realidad no tenemos ideas de sus logros; me explico.
Sabemos que
Amado Nervo, fue un gran poeta y hasta algunos somos capaces de declamar
fragmentos del famoso poema “En Paz”, como:
Muy cerca de
mi ocaso,
yo te bendigo,
vida,
porque nunca
me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos
injustos, ni pena inmerecida
y más de uno
casi lo grita por las mañanas en el facebook, en un alegre y rejuvenecedor post
que a todos nos alegra y llena de energía:
Amé, fui
amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
Todos hemos
presumido al bardo Amado Nervo, pero en realidad ¿lo conocemos a fondo,
¿Deveras sabemos de su vida y su obra? ¿Hemos leído su lado periodístico?
¿Tenemos idea de la fama que creó? ¿Conoces tú los lugares donde dejó huella?
¿Lo trascendente de su tarea diplomática? ¿Sus ensayos y hasta sus notas rosas
de la sociedad de su época?
No es
menester saberlo todo, claro que no, para eso tenemos a los expertos en cada
materia y si acaso corresponderá a cada uno de nosotros interesarse un poco más
en cada tema. Alguien me enseñó alguna vez que en la vida hay que saber todo
acerca de algo y algo acerca de todo; yo diría que personas como la Maestra
Mayra Elena Fonseca Ávalos sabe todo sobre Amado Nervo, cuya vida y obra tan
extensa y rica que le ha dado información para ya tres textos –hasta donde me
quedé-- de diferentes aspectos del autor de “La Amada Inmóvil”.
Para alguien,
como su servidor, que no es un erudito en el tema “nerviano”, saber que el
bardo no solo fue poeta sino también periodista y diplomático, ya es una gran
ganancia y un acicate a profundizar más sobre la vida de este gran mexicano,
orgullosamente –otra vez—nayarita, y que en su tiempo alcanzó una fama que ya
quisieran muchos artistitas de cartón de la nefanda televisión nacional.
Multitudes siguiendo el cuerpo de Amado Nervo |
Hablando
sobre la fama que alcanzó Amado Nervo, solo diré que era extraordinariamente
enorme para un mexicano poeta y nos parece más grande aún, cuando hoy en el
siglo XXI, los bardos se mueren de hambre y son materialmente despreciados por
todos, son, diría Jaime Sabines, quién en su poema “El Peatón”, nos muestra
como los poetas pasan desapercibidos para todo el mundo, que los líricos
debieran, dice el chiapaneco, tener rayos de luz saliendo de sus cabezas para
que la gente dijera: ¡mira un poeta! Pero desgraciadamente no es así, ni en la
casa del poeta lo aprecian.
Diríamos que
en estos tiempos la fama, y más la de un poeta, es tan solo pobreza de oro
cubierta, y más si usamos los estándares modernos, donde la fama se mide por el
número de gente que meten, como hacía Juan Gabriel u hoy hace Luis Miguel al
Auditorio Nacional, o el número de palenques que llevan a cabo Ninel Conde, El
Coyote o Maribel Guardia. Pero en Nervo la fama trasciende todo lo hasta hoy
imaginado, pues me cuesta pensar que Don Amado, el nayarita que tanto
presumimos y del que hemos hecho infinidad de bustos, estatuas y homenajes, al
morir, el 24 de mayo de 1919, siendo Jefe de la Misión Diplomática de México en
Uruguay, y con tan solo 48 años de edad –jovencísimo--, regresa a la patria con
todos los honores de un hombre de Estado. Su cuerpo a bordo de un barco
uruguayo y acompañado por el presidente de ese país Don Baltasar Brum quien
encabezó las exequias, partió rumbo a tierra azteca para llevar a casa al
periodista, ensayista e intelectual tepicense, escoltado por fragatas
argentinas y cubanas, que lo protegieron hasta el propio puerto de Veracruz,
donde una multitud mexicana esperaba al eminente personaje. Para darnos una
idea, más de 300 mil personas acudieron a los funerales y prácticamente le
hicieron valla desde el puerto jarocho a la ciudad de México, y si ese número
nos parece poco, habremos de decir que hablamos del año de 1919 y esa cantidad
de personas representaba un tercio de la población de la capital mexicana. Todo
ello, sin Facebook, Twiter o el canal de las Estrellas.
Solo su
poesía, su letra escrita, su don de gente y su honesta labor como diplomático
lograron ese fenómeno que hoy con la publicidad, rectora de nuestras vidas, nos
cuesta trabajo creer. Es un hecho que no se repitió y, toda proporción
guardada, hasta el 15 de abril de 1957 cuando se vino abajo la avioneta del
actor y cantante Pedro Infante, ídolo de ídolos y que también provocó tumultos
cuando desfilaba rumbo al panteón “Jardín” de la Ciudad de México. Infante, por
cierto, personaje de hondas raíces acaponetenses, ya que su papá Delfino
Infante era originario de estas tierras gardenionas y hasta tengo la teoría de
que el mal llamado ídolo de Guamúchil, fue procreado en esta ciudad de las
Gardenias, pero esa es otra historia.
Actualmente la tumba de Amado Nervo en la Ciudad de México |
Por supuesto, y aquí nuevamente me refiero al Nervo que no solo es
lírico sino que hay que conocer, forzosamente diría yo, ese lado desconocido de
su prosa maravillosa, o por lo menos señalar la existencia de un cosmos
coherente de narrativa fantástica en Nervo, que sin duda lo convierte en un
autor muy importante no sólo para nuestro país, sino que trasciende el habla
hispana y salta todas las fronteras. Es un privilegio leer los escritos
periodísticos del nayarita allá en “El Correo de la Tarde” del bello puerto
mazatleco, ya que, como bien dice el también poeta José Emilio Pacheco, Amado
Nervo es el poeta central del modernismo mexicano, elevando la figura del tepicense
al concluir que es un punto intermedio entre el afán renovador de Gutiérrez
Nájera y la plenitud de Ramón López Velarde.
El Correo de la Tarde, histórico periódico de Mazatlán, Sinaloa |
En aquel “El Correo de la Tarde” de finales del siglo XIX realizó sus
primeros trabajos literarios fuera de su lugar de nacimiento, lo que debió ser
un hito en su vida, ya que el autor de “Perlas Negras”, con tan sólo 22 años se
enlistó como periodista en la publicación más importante del noroeste de México
en aquél tiempo.
Pero su fama…me sigue sorprendiendo.
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