Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Acaponeta (Foto de Sonia Galindo) |
Nuevamente un delicioso poema de la ganadora del Premio "Guillermo Llanos Delgado" de poesía, en los Juegos Florales del XXV Festival Cultural de Nayarit en Acaponeta, celebrado recientemente, nos referimos a la flamante presencia en el medio literario acaponetense de la Profa. María del Pilar Acosta Llamas, quien de nueva cuenta le canta a la ciudad de las Gardenias, ahora en la temporada invernal.
¡Enhorabuena y aplaudamos un nuevo valor de la lírica acaponetense!
María del Pilar Acosta Llamas |
EL INVIERNO EN LA MIRADA DE MI PUEBLO….
Desperté
con ansias inmensas de contemplar
el
invierno en la mirada de mi pueblo ….
Abrir la
ventana de madera y dejar entrar por las rendijas
la voz
pueril del amanecer y su interminable eco;
el frescor
limitado del crepúsculo matutino
que pronto
desaparece en el calor desierto del cielo,
sintiendo
a mediodía en mi rostro ese rocío de verano eterno
que se
abriga en mi alma en tan corto invierno.
Volver a entrar a la casa inmutable de mis
ancestros,
para recordar
navidades y antiguos momentos
en donde
sentado en las rodillas de mi madre
en la
vieja mecedora
ella hilaba
ilusiones mientras balanceaba mis anhelos.
Desperté
con ansias de descansar tranquilamente
bajo la
sombra fresca de los almendros,
afuera de los
balcones de esas grandes casas,
que fueron
bellas haciendas en sus mejores tiempos.
Quisiera
cerrar mi esencia
y
trasladarme de donde estoy muy lejos;
pensar en
calles adoquinadas
llenas de blancas gardenias y olivos negros
por donde
caminan los fieles murmurando silenciosos rezos,
tertulias y veladas a la morena Virgen
en banquetas matizadas de pequeños aposentos.
Volver a entrar al solemne Santuario en las
tardes de novenario,
donde transparente
surge una tierna oración,
que con flores de gardenias coloridas llevan
los coritas
con sus diminutos
pasos
entregando
en el altar su inocente devoción.
Y escuchar
el canto del rosario cuando se atenúa la tarde,
con la
virgen del Tepeyac y el gran amor divino
que espera la llegada de su pueblo
que arroja
incienso por las piedras arcillosas
y
quebradas de los rasgados caminos;
atravesando las vías del ferrocarril,
llegando
hasta el altar el cantar de peregrinos,
brotando
notas musicales que trepidan con el trote de caballos,
de los
cuetes que ensordecen el cielo dormido.
Es el afán
inagotable de regresar a mi pueblo,
esos días en que todos estamos juntos,
aunque sin saber el por qué nos separemos
luego.
Con el aliento de nuevas esperanzas
insuflar en
familia globos de cantoya
fusionados con el viento,
y en cada luz encendida el deseo infinito
de que no
llegue nunca
la
ineludible despedida del tiempo.
Sin dejar
de recorrer las noches luminosas
con moradas y lugares que destilan mil estrellas
luces despegadas
del firmamento
brillante
palpitar de luciérnagas,
y otras
tantas con faroles de papiro
de colores a verano e invierno de primavera.
Llegar
hasta el templo de la Asunción
en donde
se canta el nacimiento de un niño;
en una
eterna homilía que alimenta
los corazones con venerable trigo;
y al final
de tan solemne ceremonia,
valorar el respirar de convivir con mi gente,
la de mi
pueblo tan venerado
en donde desearía
quedarme para siempre.
Muchos
llenan de besos al Dios niño,
otros aprisionan en sus manos los recuerdos de
un verde pino
bañado de
esferas en el centro de la jubilosa plaza,
mientras
el antiguo kiosko rebosa de villancicos
los demás buscan
juguetes en el mercado policromático de esperanzas,
y el
carrusel de espejos desde lejos invita a
la infancia
a cruzar
la puerta de los deseos en la feria
de la
noche incesante de bonanzas.
No sé si sea la llovizna blanca o el frío que
hoy siento…
Pero hoy
amanecí con muchas ansias
de
contemplar el invierno
en la
mirada de mi hermoso pueblo…
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