martes, 19 de diciembre de 2017

LA IMPUNIDAD EN LO RUTINARIO



Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Hace algunos años, fui testigo de algo que sucedía en los almacenes de combustibles que a un costado de las vías ferrocarril existen aquí en Acaponeta.  Había un chofer de pipa, si mal no recuerdo al servicio de la gasolinera del Dr. Castillo de aquel entonces, que a diario que llegaba a la planta a cargar diesel o gasolina, tenía que echarse en reversa e invariablemente, pegaba con el espejo retrovisor en un muro, rompiendo el cristal en pedazos. Esto era lo rutinario. El chofer risa y risa bromeaba con todo el mundo sobre el incidente que no fallaba. Espejo por viaje y yo pensaba que quizá lo hacía a propósito, pues aquello era demasiado. Finalmente, el Dr. Castillo supongo, le comenzó a cobrar los espejos y santo remedio, nunca más se quebró otro. 


Igual puede suceder con la actitud de algunos ciudadanos, aquí en Acaponeta o allá donde nos lee el estimado lector; los ejemplos son muchos: la basura que la gente inconsciente saca por las noches a la calle, con los taqueros de las esquinas que impiden totalmente el paso del transeúnte; con los negocios establecidos que sacan a ofertar su mercancía a la banqueta; del frutero que tiene estacionada una camioneta permanentemente con basura destilando hediondos jugos de verduras y frutas en el adoquinado; con las dueños de carnicerías que dejan rebosando los tambos con los restos de los productos cárnicos; de las camaroneras que no asean su espacio y tienen apestando el banquetón del lugar; con los que colocan sillas, jabas y hasta tinacos apartando espacios de estacionamiento y un sinfín de problemas que tiene nuestra sufrida ciudad; hasta que alguien, compadecido del pueblo les aplique una muy justificada multa o sanción administrativa a los infractores como marca el bando de policía y buen gobierno, se avanzaría mucho. Antes de eso, todo serán buenas intenciones como las que usa el diablo para adoquinar el infierno.



Ya lo hemos dicho muchas veces, el principal problema del país es la impunidad y aquí, hay una libertad enorme para hacer cosas indebidas. A pesar de que ya no es tan fuerte y amenazadora la presencia de la CTM, la CNOP y otras organizaciones que amparaban bajo su manto protector a todo aquel que deseaba colocar en la calle, lo mismo un puesto de tacos, que un estanquillo de elotes o una mesa vendiendo ceviche de camarón y cueritos de puerco, hoy el ambulantaje en sucesivas administraciones municipales, se ha elevado de manera significativa y alarmante. Muchos nos preguntamos si alguien se beneficia económica o políticamente con la repartición de espacios por toda la ciudad.

Los negocios establecidos, siguen considerando que esto es una competencia desigual, pues los “informales” no pagan impuestos, ni arriesgan gran cosa con sus destartaladas carretas, vamos, nadie los molesta ni requieren con trámites y documentos engorrosos.



Tratar de entrar y estacionarse en la zona alrededor del mercado Corona, es un verdad un suplicio para los conductores y potenciales clientes, pues no hay lugar de estacionamiento, ya que estos están ocupados por los vehículos de los mismos propietarios de los locales comerciales o por carretas con vendimias de todo tipo. No faltan los carritos de tacos que crecen y de tener unos cuatro metros cuadrados, se adueñan de banquetas y arroyos vehiculares con estorbosas bancas y hasta mesas con cuatro sillas, taponando el paso de los peatones y haciendo imposible el tránsito para las personas discapacitadas. Súmele a eso, hieleras, cilindros de gas, jabas de refrescos y lonas mugrosas y percudidas dizque para cubrirse del sol.

Como nadie les dice nada, viven y laboran en la impunidad total, para molestia de toda la ciudadanía. Como el amigo del espejo, será su reinado hasta que les pasen una sanción que ya exige el pueblo se haga pronto, mientras tanto el caos.

He sido testigo, al entrar a algunas sesiones de cabildo –no de esta aclaro, sino de anteriores administraciones municipales--, que en el punto de la orden del día donde se lee la correspondencia, es muy común oír muchas peticiones de ciudadanos que piden se les otorgue un espacio, una esquina o una banqueta, para tal o cual negocio. Regularmente es el síndico quien lee esta correspondencia, y que los regidores escuchan las peticiones ciudadanas con atención y compromiso, para después determinar qué hacer. La triste realidad es que los regidores, ante estas lecturas se aburren, platican entre sí, juegan con sus celulares, se van al baño y hacen cien cosas, se salen de la sesión para ir a fumar un cigarrillo, menos escuchar cómo es su responsabilidad. Consecuencia: dejan todo en manos del o la síndico, nadie se pone a pensar que es un puesto más de los cientos que ya existen y mucho menos, hay una voz que dse levante para defender la ciudad; perdiéndose otro espacio para el peatón; eso sí, las peticiones parece que se hacen como con un “machote” pues todas dicen lo mismo: “nos comprometemos a respetar las condiciones que nos marque la autoridad”, cosa que nunca sucede.

Es verdad que todo el mundo tiene derecho a trabajar y ganarse el pan honradamente, pero no a costa de dejar a la ciudad y a su imagen hecha un asco y, su derecho termina donde comienza en de los demás… ¿o no? Pero hay que decirlo con todas sus letras, es la autoridad municipal que tiene la facultad de sancionar y poner orden, lo cual no se ha dado en años y no se le ven ganas a este Ayuntamiento tampoco.

No solo a nadie sancionan o les piden que modifiquen sus negocios, simplemente además no hay un seguimiento de nada. Hace algunos años recuerdo que el síndico municipal Moisés Contreras Cantabrana, tuvo la buena idea de pedir a los propietarios de carretas que en las noches, al terminar su labor se retiraran a sus domicilios o a lugares donde no estorbaran, con el objetivo de poner orden y mejorar la imagen urbana de esta noble ciudad. Envío Moisés, oficios a todos ellos y algunos hicieron caso, otros lo vieron como “más de lo mismo”. Una noche, el funcionario con una cuadrilla de ayudantes se dieron a la tarea de retirar esos estorbos y “santo remedio”, al día siguiente los afectados se arrepintieron de resistirse y el resto, al ver las barbas de sus vecinos cortar, pusieron las suyas a remojar y retiraron las carretas, armatostes y vehículos comerciales. Las calles por unos días lucieron "raras", pero bellas, raras porque se veía que algo faltaba y eran esos carromatos espantosos, pero…siempre hay un pero…pasados unos días, eso se olvidó, la autoridad no le dio seguimiento a la iniciativa, bastó para que uno dejara de nueva cuenta sus cachivaches en las calles para que los demás hicieran lo mismo, esa excelente idea se fue a la basura y todo volvió a como era antes, para desgracia de todos y desilusión de aquellos que, como su servidor, veíamos que por fin habría orden en el caos y se mejoraba sustancialmente la imagen de la ciudad.

Hay que hacer notar que esto es también el “síndrome del chipote”, porque mientras la autoridad exija a unos que despejen banquetas de toda clase de artículos y otros los deje hacer, nunca vamos a avanzar, es decir, lo que no es parejo es “chipotudo”, si se le exigen a fulano, se le debe pedir lo mismo a zutano, aunque sea poderoso, influyente o amigo del Ayuntamiento.

Merecemos sin duda una ciudad limpia, ordenada, con banquetas despejadas y libres de toda clase de estorbos; si consideramos que hoy las aceras de la ciudad son definitivamente “Reino Aventura” y representan un peligro caminar por ellas, es echarle gasolina a la lumbre colocando, regalando o permitiendo un nuevo puesto más. La solución está en manos de la autoridad municipal, ellos tienen la palabra…




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