Por: José Ricardo
Morales y Sánchez Hidalgo
DE CHILE: Hace unos días, vi una película en Netflix que tiene como título en inglés “Running with the devil” que sería algo así como “corriendo con el diablo”, aunque me entero que en español se intitula “En la ruta del narco”.
Trata de cuánto cuesta un kilo de coca en Colombia en el momento que sale de esa nación para atravesar el continente hasta llegar a la parte norte de Estados Unidos a donde alcanza un precio altísimo; además de la labor de un concienzudo traficante de drogas que debe eludir a los agentes federales, mientras investiga qué está fallando en la cadena de suministro de su jefe. No pretendo contarles todo lo que sucede en el filme, solamente hacer mención que la trama involucra a una mujer policía que además ve con tristeza como la droga mata a su hermana y cuñado de una sobredosis.
Al final, la mujer policía, luego de ardua persecución se da cuenta de que esa es una guerra perdida. Busca al narco en un restaurante que este tiene y lo sienta a platicar, diciendo justamente eso, que no ve el caso de investigar, perseguir, buscar pruebas para encerrarlo si al final no sucede nada, los liberan por algún legalismo y si alguien muere o cae en la cárcel, otro tomará su lugar y la venta de estupefacientes y el aumento de adictos crecerá; le explica que todo eso es un gigantesco círculo vicioso, donde no sucede nada importante y el negocio triunfa…por ello, la mujer saca su arma y la vacía sobre el cuerpo del criminal.
Esto me hizo reflexionar sobre el tema del juicio increíblemente mediático de Genaro García Luna, ya que a nosotros, los ciudadanos de a pie, los que religiosa y calladamente pagamos nuestros impuestos, los que somos engañados una y otra vez, eternamente por los diferentes entes políticos: presidentes de la nación, secretarios de estados, gobernadores, senadores, diputados federales y locales, presidentes municipales, regidores y una gigantesca runfla de servidores públicos, nos quedamos convencidos, como la mujer policía de la mencionada película, que esta guerra contra el crimen organizado está irremediablemente perdida, que si García Luna, queda libre, encerrado o incluso muerto, otro tomará su lugar, como la canción salsera de “quítate tú pa´ponerme yo”.
Da “muina” —como decían las abuelitas— que los testigos principales del sonado juicio, fueron todos criminales psicópatas de primer orden, incluido “nuestro” Edgar Veytia quien por cierto, como el propio Genaro García, tenía un puesto de alto nivel en el combate a la criminalidad.
¡Vamos! Qué triste es pensar que García Luna, no era un cuico de crucero, o un gris agente del ministerio público o un madrinilla de la judicial, era, para asombro de todos, un secretario de estado cuya misión era combatir la creciente y terrible criminalidad y, al final de cuentas se convirtió en un aliado de los delincuentes que crecieron y actuaron a sus anchas con la supuesta protección de este tipo que, por el poder que tuvo y seguramente con la complicidad de sus jefes —primero Fox y luego Calderón, personajes principales de ese drama nacional que se llamó “la docena trágica”— pasaron de la noche a la mañana de ser servidores públicos a capos principales de este escenario aterrador.
Lo que
desanima y nos deja la moral por los suelos, es que durante el juicio en Nueva
York, salieron a relucir muchos nombres de las altas esferas gubernamentales
del país: subalternos de García Luna, ex gobernadores como los nayaritas
Sandoval y González; presidentes de la república —en el colmo de la corrupción—
y hasta funcionarios de la actual administración que participaron en el
gobierno de la Ciudad de México, cuando AMLO era el jefe. La decepción es un
envenenamiento lento, y a los ciudadanos de este remedo de nación, los
gobernantes nos tienen al borde del coma inducido. No somos nada.
DE DULCE: Transitando por calle Chapultepec, hace unos días, justo en la esquina con Libertad, me tocó ver cómo un mal ciudadano, a eso del mediodía, estacionaba una camioneta pick up, y de la batea, dejaba en ese punto, a un lado del poste, una gran cantidad de basura y que conste que eso de “dejar” es tan solo un eufemismo, porque el tipo literalmente la arrojaba sin importarle un comino si los desperdicios se desparramaban o no.
Esta clase de personas, desafortunadamente no son pocas en el municipio, por el contrario abundan como el hongo en las rebanadas del pan Bimbo. Hay decenas de inconscientes que sacan la basura por las noches, que van alegremente arrojando sus cochinadas por las ventanillas de los autos, que se toman un helado o un refresco en la plaza y la dejan como el chiquero que deben ser sus casas o que valiéndoles maraca manchan la ciudad y su imagen urbana de la misma manera del color de su paupérrima educación.
Soy de los muchos acaponetenses que quisieran ver a nuestra ciudad convertida en un “Pueblo Mágico”, estoy convencido de que se puede. Acaponeta todavía mantiene muchas viviendas con la arquitectura vernácula o típica de los pueblos costeros del Pacífico. Nuestro pueblo cuanta con unos 106 o 107 monumentos históricos catalogados por el INAH. Contamos con una gastronomía que puede ser la envidia de cualquier punto de la república; la gente de la también llamada “Ciudad de las Gardenias” es a toda madre, contamos con la casa de cultura más hermosa de Nayarit, una rica e interesante historia, somos punto neurálgico de la cultura; y nos situamos en el punto medio entre la sierra Madre Occidental, la belleza del también de un probable Pueblo Mágico como es Huajicori, con su antiquísimo templo y la presencia de sus etnias, y por supuesto, con una de las playas más hermosas, nobles y casi vírgenes del país a tan solo 36 kilómetros de distancia.
Pero esos sueños de hacen humo cuando me topo con estos idiotas que además de afear a la ciudad, le causan serio daño a la salud, ya que fomentan el crecimiento de ratas, perros y gatos callejeros que “distribuyen” los desperdicios por toda la calle, cucarachas y otras alimañas. Se hace necesario que la autoridad meta en cintura a estos terribles vecinos, dañinos ignaros que al carecer de educación ignoran todo lo anterior y, en su mediocridad se conforman con vivir en el muladar que ellos mismos crean. Debe el gobierno municipal sancionar a todos esos que se mencionan arriba. No es metiendo camiones recolectores por la noche la solución, al contrario, eso provoca que ahora haya basura a todas horas en las esquinas. Un jalón de orejas o una buena multa bastarán.
DE MANTECA: Hoy les voy a recordar aquel curioso suceso que se convirtió en una locura en el año de 1981; algunos lo llamaron “la pandamanía”, cuando por primera vez en la historia del mundo nació un oso panda en cautiverio fuera de China, yo lo llamo simplemente uno de tantos distractores que usan los pésimos gobiernos que hemos padecido para mantenernos alelados.
Justamente el 21 de julio de 1981, nació en el zoológico de Chapultepec de la Ciudad de México un oso panda durante la corruptísima administración del presidente que se creyó Quetzalcóatl, José López Portillo y Pacheco. Unos meses después estaba en la agenda de Jolopo la Cumbre Norte-Sur, llamada oficialmente Reunión Internacional de Cooperación y Desarrollo, misma que se llevó a cabo en Cancún. Por esta razón López Por-pillo, sugirió que al panda recién nacido se le pusiera el nombre de “Cancún”. Afortunadamente, algún valiente, le dijo al oído al presidente imperial, que Cancún, significaba “nido de víboras” y que no era un nombre apropiado para el animalito.
Por ello, decidieron organizar un concurso para ponerle nombre al pandita. Mientras eso sucedía, millones de personas se acercaron al zoológico para conocer al nuevo inquilino; larguísimas y muy tediosas filas se hacía en el lugar para tratar de ver al nuevo osito tan solo por unos 15 o 20 segundos. La mujer del mandatario, doña Carmen Romano, presidenta del recién creado DIF, puso los billetes para la grabación de un disco con una pegajosa melodía que interpretó Yuri, rola que todos cantábamos. Finalmente el nombre que ganó el concurso fue “Tohuí”, palabra tarahumara que significa “niño”; el triunfador, de entre más 100 mil niños concursantes, fue un chiquillo de esa etnia de Chihuahua, que tenía un nombre más llamativo que el que envió para el panda, se llamaba Parménides Orpinel.
Él fue premiado con un automóvil Atlantic de la Volkswagen, el cual iba pintado precisamente como oso panda, y que debió haber sido muy útil al pequeño raramuri para transitar por la Barranca del Cobre (pinche demagogia, siempre tan surrealista); además de una beca escolar que por cierto nunca le llegó y aún la sigue esperando. Es necesario agregar que el famoso osito panda “Tohuí” resultó que era hembra, una linda osita, pero el gobierno, ya con el tepache regado, ocultó ese hecho. Cosas veredes amigo Sancho. Espero sus comentarios, sugerencias y datos interesantes al correo: jori.mosahi@gmail.com
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