Por: Juan J. Gaspar G.
No te quedaste callado, Poeta…
Hace
un año, en una oscura callejuela de la Ciudad de Cuernavaca, Morelos,
en la cajuela de un automóvil fue encontrado el cuerpo sin vida de Juan
Francisco Sicilia, hijo del prolífico escritor y poeta Javier Sicilia.
Este hecho que conmocionó a la opinión pública, se sumó a la fatídica
cadena de asesinatos cometidos en nuestro país, en lo que el Presidente
Calderón llamó “daños colaterales” de su guerra anti-crimen que ha
llenado de luto miles de hogares mexicanos.
En marzo de
2011, Javier Sicilia se encontraba en Manila, Filipinas cubriendo una
serie de compromisos, cuando recibió la dolorosa noticia… ¡Habían
asesinado a su hijo!
Lejos de hundirse en la
resignación y el silencio, Sicilia se lanzó a las calles y bajo el grito
de “¡Estamos hasta la madre!” comenzó a liderear el movimiento que
hasta hoy es reconocido a nivel internacional como la voz de las
víctimas en esta Guerra estratégicamente mal encausada por el Gobierno
de Felipe Calderón Hinojosa.
Ayer, 28 de marzo, a un año
de aquel artero asesinato, de nuevo se escucharon gritos de protesta en
la ciudad de Cuernavaca. De nuevo se escuchó la voz del poeta clamando
justicia… Se oyó la voz del ciudadano, del individuo pacífico, pero
sobre todo del hombre que en medio de su agudo dolor se ha podido
levantar para exigir justicia y paz con dignidad.
La ciudad que agoniza…
Durante
décadas le colocaron el distintivo mote de “la Ciudad de la eterna
primavera”; un destino turístico de altura, enclavado en el corazón de
la patria, Cuernavaca, Morelos.
Con el correr de los
años y la decrepitud de una civilidad tan frágil como la nuestra, esta
ciudad se vió pronto sitiada por el crimen organizado. De ser un
paraíso citadino con abundantes atractivos naturales pasó a ser una
ciudad agonizante, en donde la gente transita, va y viene, pero no lo
hace con tranquilidad…
No puede tolerarse más la impunidad
y se debe resarcir el tejido social para una sana convivencia.¡Cuernavaca, debe convertirse de nuevo en un lugar de alegría y esperanza!
¡Vivas ardientes a aquellos que caminan!
Dolor,
dolor, dolor… lacerante fibra que nos une a pesar de nuestras distintas
concepciones.
Alguien está cayendo, masacrado, sin piedad alguna,
mientras que plácidamente tú reposas, luego de una noche meridianamente
tranquila. A veces da coraje ver la respuesta de algunos o de muchos
que muestran indolencia, indiferencia, inconsecuencia y hasta
inmoralidad…
Interrumpo tu descanso para advertirte que
mientras algunos se revuelcan en su mediocre conformismo, hay los que
luchan sin fatiga para tener un mundo nuevo. A ellos se debe lo que
tus hijos y los míos disfrutarán un día en que todos salgamos a
recuperar los espacios que hemos perdido.
Como un justo
reconocimiento a los miles de hombres y mujeres que junto con Javier
Sicilia han dado vida al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad,
reproduzco aquí los versos de nuestro Premio Nobel, Octavio Paz, para
acabar con ese mundo de engaño en el que pretenden sumergirnos las
Jaurías del Poder y los chacales de la muerte…
ACABAR CON TODO
Octavio paz.
Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.
Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.
Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.
Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.
Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.
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