Por: Juan José Rodríguez Tejeda
Y con ellas los acarreos,
las camionetas del ejido se verán repletas de gente del pueblo. Las trocas de
redilas de personas que trabajan en el corte de caña, en la pizca del chile, del
jitomate (aunque vengan de otros
estados), porque el patrón les dijo que les iba a pagar el día.
En las
camionetas de trabajo, los contratistas llevan a sus albañiles. Autobuses con
gente que les dijeron que si iban allá les iban a dar una despensa y cachucha y
camiseta con el nombre del candidato o candidata. Se prepara el entarimado, se
prueban los micrófonos, la banda ya está lista, los animadores ensayan a la
muchedumbre las porras y los chiquitibunes, suenan las matracas para el candidato o la
candidata (digo, por la equidad de género).
Mientras el candidato (o candidata) ensaya su
sonrisa, su mejor pose, sus saludos, selecciona la mejor prenda de vestir, lo
peinan, lo maquillan, le buscan el mejor lado, vocaliza.
Los dirigentes del
partido reparten órdenes a los dirigentes locales: “los del ejido –dicen- que se pongan allá atrás” “las chamacas que
vienen en la combi ponlas delante para
que animen al candidato ¡o candidata!” “mucho cuidado con los de la tercera
edad, no se nos vaya a insolar algún viejito, que alguien reparta agua ahí". “Los
organizadores que estén al pendiente de sus contingentes, que les informen
dónde quedó el autobús que los trajo” “si ya se acabaron las cachuchas que
repartan mandiles”.
¿Y el discurso…? ¿Quién se
quedó con el discurso? ¿Cómo que no está, entonces que va a decir el candidato?
No, no sabe improvisar. ¿Qué hable de lo que hizo en su etapa de gobernador?
Estás tarado, ni modo que hable de cómo esconder un cadáver debajo del colchón,
o de la muerte de su esposa Mónica Pretelini, o de como atrapar una gaviota, o
como engominar un copete, o de los más de 900 femenicidios en el Estado de
México, o de cómo dejar endeudado un Estado, o de cómo promover una figura en
los medios de comunicación, si no sabe ni cuánto es un salario mínimo o de
cuánto cuesta un kilo de tortillas. ¡Chin… este cuate ¿de qué puede hablar? ¡O,
ya sé! Que nos diga cuántos libros ha leído. No, creo que no sirve.
-
Mejor trae a la candidata.
-
¿a la sonrisitas?
-
sí, esa, ¿pues cual más?
-y
ésa ¿de qué puede hablar?
-pues,
pues… de veras ¿de qué puede hablar? Ni modo que nos eche un discurso de cómo
combatir la pobreza, si ya estuvo en la Secretaría de Desarrollo Social y no
hizo nada, de ¿educación? No pudo con la Elba Esther, de la Cámara de
Diputados, pues, pocas veces asistió, ¿de qué podrá hablar? ¿De cuánto cuesta
su colección de aretes? ¿De cómo llenar un estadio? ¿De cómo lucir una sonrisa
Colgate? ¿De cómo pedirle al todopoderoso para hacerse viuda?
-Hummmm,
¿Y Andrés Manuel? ¿Podrá hablar de sus logros en el gobierno?
-Creo
que no lo necesita, están a la vista.
-¿Y
entonces qué hacemos con tanto gasto de campaña? ¿A quién subimos al
entarimado?
-creo
que no es necesario, MEJOR ES QUE REFLEXIONEMOS NUESTRO VOTO Y NO LE HAGAMOS
CASO A LAS RUIDOSAS CAMPAÑAS. Pero, pues si ya se gastó. ¡Vámonos que la birria se enfría y la cerveza
se calienta. Y que me siga la tambora, que al cabo ya sé por quién votar.
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