lunes, 19 de marzo de 2012

EL ARROYO DE LA VIEJITA Y EL PUENTE RAMON CORONA.



Por: Néstor Chávez Gradilla. Cronista Municipal
Marzo de 2012

Desde mucho tiempo atrás, probablemente desde a principios del siglo XVII, existió un camino rústico que salía de Acaponeta hacia el poniente por la calle Hidalgo al que llegó a llamársele Camino Real, luego Calzada al Panteón y ya en el siglo XX Calzada Prisciliano Sánchez. En ese tiempo era considerada la única salida importante de la Villa que se cruzaba con el otro camino Real que unía a Tepic con Mazatlán, por donde hoy corre la Carretera Internacional. 

Iniciaba en Acaponeta, pasaba por el lado norte del Panteón Municipal, cruzaba por el puente Ramón Corona para luego internarse por espesos bosques y manglares para pasar por el poblado de Tecuala de unos 250 habitantes, e ir a terminar a la Hacienda de Quimichis cuya población en aquellos años era de aproximadamente 850 habitantes. 

A fines del siglo XIX, las autoridades estaban ya cansadas de batallar con el duro suelo de tepetate del antiguo panteón que existía por el rumbo de las Mojoneras y decidieron cambiarlo de lugar. Para ello, escogieron un espacio al lado sur del viejo Camino Real que es donde actualmente está. Inició su construcción el Prefecto Político don Luis Peregrina y lo inauguró en 1895. 


Como el arroyo de la Viejita frecuentemente crecía durante la temporada de lluvias, las carretas, diligencias y arriadas ya no podían vadearlo deteniéndose el tránsito por dos o tres días, y como esto sucedía cada año, las gentes de Acaponeta comenzaron a presionar a las autoridades para que ahí se construyera un puente. Don Luis Peregrina inició su construcción y lo terminó e inauguró el Prefecto don Luis X. Gutiérrez el 9 de agosto de 1898. Para la ceremonia de inauguración, se mandó hacer una placa de fierro a una empresa llamada Fundición Loubert y Cía. de Mazatlán. Esa placa fue colocada al lado sur del puente y tan solo dice: “General Ramón Corona”, placa que aún se encuentra en ese lugar después de que han pasado ya 114 años. Ese hermoso e histórico puente está hecho totalmente de ladrillo con dos arcos que descansan en un grueso pilastrón colocado en el centro del arroyo.
Esta obra vino a solucionar a los transeúntes el problema de las crecientes que impedían el único paso hacia el poniente; pero había la opción de otra salida de Acaponeta hacia el sur, utilizando el servicio de canoas en un lugar de este lado del Río llamado “El Embarcadero” para salir rumbo a los pueblos de San José, Casas Coloradas, San Dieguito, San Miguel, El Resbalón y otros, o bien, para tomar el viejo y tortuoso camino a Tepic, recorrido en el que se hacía casi todo un día. A mi me tocó aún conocer y recorrer ese accidentado camino Acaponeta -Tepic siendo aún un niño en un taxi allá por los años cuarentas en tiempo de lluvias. Recuerdo ese camino lleno de charcos y lomas, y la consiguiente molestia del paso en chalán en los ríos San Pedro y Santiago. Se salía de Acaponeta en la madrugada, y se llegaba a Tepic al atardecer. Por lo mismo, había también la opción del Ferrocarril Sud Pacífico que no se quedaba atrás en lentitud y retraso y por eso la gente lo llamaba “Ferrocarril Sud Paciencias”. 
Y volviendo al camino Acaponeta-Tecuala-Quimichis, para continuar describiéndolo, diré que en aquellos años de la salida de Acaponeta hasta el arroyo de la Viejita, al lado norte había un cerco de piedra de aproximadamente un metro de altura adornado por frondosos cedros. Ese cerco delimitaba las propiedades del señor don José Aguiar, dueño de uno de los más importantes trapiches panocheros que había en Acaponeta llamado “El Molino”. Su propiedad abarcaba a lo ancho, desde la calzada al Panteón hasta las vías del Ferrocarril. También conocí siendo niño ese molino panochero en plena actividad industrial, y el viejo camino real de Acaponeta a las Playas del Novillero. 
En Semana Santa, se hacían excursiones en varios camiones llevando a cientos de acaponetenses a quedarse en ese lugar por tres, cuatro o cinco días, hospedándose en chozas hechas totalmente de hojas de palma que se construían con tiempo por los lugareños y se rentaban a las familias vacacionistas. Recuerdo con nostalgia el paso obligado de La Barra del Novillero que en aquellos años se pasaba a los vehículos motorizados en una panga llamada “La Batanga” en la que solo cabía un vehículo, ya fuera camión, camioneta, automóvil, tractor o carreta, y era una enorme tarima de madera colocada sobre ocho canoas y la movían a su vez ocho remeros. La gente era transportada al otro lado en canoas, suscitándose de vez en cuando graves accidentes. 
Era muy espeso el bosque que existía en aquellos años en ese viejo camino que unía Acaponeta, Tecuala, Quimichis y Novillero, al grado de que los árboles juntaban sus ramas por arriba del camino, dando la apariencia de que se transitaba por una gran gruta o cueva de vegetación. Durante en recorrido, se veían atravesar por ese accidentado camino culebras, víboras, jaguares, tigrillos, jabalíes, venados, guajolotes silvestres etc. Ya que por las características de la región selvática, abundaban toda clase de animales silvestres que encontraban en ese lugar un magnífico hábitat natural. Entre los años cuarentas-cincuentas, el C. Gobernador del Estado don Gilberto Flores Muñoz (1946-1951) mandó talar todos esos bosques para destinar esas tierras para la agricultura, afectando gravemente la ecología al destruirse el hábitat natural de muchas especies. La muy valiosa y abundante madera resultante de la tala, fue aprovechada por varios políticos influyentes amigos del Gobernador, y la madera no utilizable junto con los abundantes ramajales, formaron montones de varios metros de altura que duraron varias semanas ardiendo hasta consumirse. 
En 1903, ese viejo camino Real estaba tan arruinado, que la gente que transitaba por el clamaba y exigía a las autoridades de la Prefectura de Acaponeta que hiciera algo al respecto. El Prefecto Político don Ramón Maciel, ante esa presión, habló con los dueños de la Hacienda de Quimichis, ya que eran ellos los que más utilizaban ese camino y a quienes más convenía su reacondicionamiento. Como resultado de esta plática, el Sr. William S. Widham convocó a una urgente reunión a la que fueron invitados el mismo Prefecto don Ramón Maciel, y los señores Lic. Leonardo F. Rodríguez, don Lamberto Cabañas, don José Aguiar, don Manuel Sánchez Hidalgo, Don Amadito Vázquez y otros para entre todos buscar la manera de conseguir lo necesario para la reparación del camino. 
Y volviendo al citado puente Ramón Corona, cuando se hizo un nuevo camino para la entrada a Acaponeta (al poniente de la calle Morelos, y que es la actual) el viejo camino Real entró en desuso, llenándose del Panteón en delante de matorrales, quedando así obstruido el puente Ramón Corona que quedó oculto por muchos años, hasta que se destinaron esas tierras para la agricultura. Hoy, por falta de atención y mantenimiento de las autoridades, ese viejo e histórico puente ya se está destruyendo, a pesar de que al día de hoy, nuevamente está siendo utilizado por personas asentadas en sus alrededores. 
Hubiera querido hablar de porqué se llama Arroyo de la Viejita y porqué al puente, al igual que al Mercado y a una calle se les llamó General Ramón Corona. Quien fue ese señor y qué tuvo que ver con Acaponeta, pero ese será un tema para otro artículo. 

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