viernes, 18 de mayo de 2012

REMEMBRANZAS...CASI UNA AUTOBIOGRAFÍA (7a. parte)




Por: José B. Algarín G.

Otra modalidad que inventaron era que nosotros, los de primer ingreso, nos cooperábamos para la compra de varias barras de hielo para sentarnos en ellas con toda y ropa un tiempo que se nos hacia muy largo.
El único feliz era el que pasaba a esa hora, que llevaba en un “diablito” varias barras de hielo el cual rápidamente vendía su mercancía.
Así que cuando entrábamos a clase casi siempre íbamos o mojados o escurriendo.

Ahí me topé con el mentado Willy, aquel que en la Prepa, sin querer le había dado un cabezazo en una herida previa que traía en la ceja el cual de inmediato me reconoció y fue mi verdugo durante casi todo el año.
Nunca se me olvidará cuando en una ocasión, terminando mi clase de Anatomía entre él y otro más, me agarraron y abriendo un refrigerador especial lleno de cadáveres me acostaron sobre uno y cerrando la puerta durante unos minutos que a mí se hicieron horas.
Mi primer tropiezo lo tuve en el examen final y el más importante, pues si no pasaba Anatomía, aun cuando pasara las otras materias del primer año no podía ingresar al segundo año, de tal manera, que repetí durante tres meses Anatomía, logrando pasar “arrastrando la cobija” con calificación de 6.
Y tener que alcanzar a mis compañeros, haciendo un esfuerzo en mis estudios, de tal manera que superé tres meses después la ventaja que ellos me llevaban. Logrando por fin salir parejos del segundo año.
De mis profesores, mis respetos, todos eran Profesionistas destacados en su practica particular.
Ahí me encontré de nuevo al Maestro aquel del examen de la Prepa, que nos reprobó con sus Raíces Griegas y Latinas el Dr. Miguel Quezada Ochoa, muy cambiado con respecto al grupo que quedábamos originarios de Nayarit, todo una dama (Años después, fue mi testigo de honor, junto con el Dr. Esteban Robles Dávila en mi matrimonio civil).

Un Nayarita distinguido y muy conocido en la Ciudad de Guadalajara, el emérito Maestro Dr. Juan Ignacio Menchaca con un Currículum Profesional impresionante, egresado de la Escuela de Medicina de la UDG. y con una Maestría nada menos que en la Sorbona de París.
Contaré tres anécdotas sobre él de lo educado que era:
Yendo una mañana a impartir su clase a la Escuela de Medicina, al parecer un taxista se le atravesó en su camino y él, muy educado le llamó la atención, motivo por el cual el taxista de marras, le lanzó una serie de improperios que el Doctor sin inmutarse se los aguantó, y al continuar dicho cafre del volante diciendo majadería y media, el Maestro se bajó de su carro y le dijo algo más o menos así: Mire, ya hasta le pedí a Usted disculpas, pero se ve que no entiende, así que permítame: quitándose el saco, se subió las mangas de su camisa, y sacando del taxi a aquel energúmeno lo tundió de una buena derecha (Se comentaba que era todo un atleta). Todavía le pidió disculpas, se bajó las mangas de su camisa, se puso su saco, y siguió su camino...
La otra anécdota que lo hizo famoso, y creíble cien por cierto, es que en una ocasión estando en su residencia, siendo ya media noche tocaron a su puerta, y se trataba de un vecino el cual sabía que él era Doctor, diciéndole que por favor fuera a su casa a ver a su esposa. Ni tardo ni perezoso se vistió, tomó su maletín de médico, y se fue con el vecino, y lo que se encontró fue que la señora estaba en pleno período de parto, pero con presidencia de mano del bebé (esto equivale a un parto que no se puede y no se  debe  atender en domicilio, pues se necesita anestesiar a la paciente, y hacer una versión interna del producto) cosa que era obvio que él no podía hacer nada ahí.
Así que se lo explicó al afligido marido para que trasladara a su esposa a un Sanatorio. Y muy educado, se despidió de mano del vecino, de la señora y de la mano del niño que salía de su vientre, diciendo buenas noches niño.
De los mas cercanos amigos compañeros de carrera debo mencionar a uno muy especial, su nombre Adalberto, quien era un joven político extrovertido, que tenía (tiene) un timbre de voz muy especial, en una ocasión al pasar visita a nuestros pacientes y encabezados por el Maestro Menchaca, de finos modales, nos acercamos a la cama de un paciente para estudiar su caso. Después de pasar lista a los alumnos se dirigió al joven Adalberto, diciéndole: Presénteme por favor al Señor... Sí, cómo no, mi querido “Maistro” contestó de inmediato Adalberto, y cogiendo el expediente de la historia clínica que se encontraba en la pared, en la cabecera de la cama del paciente, medio lo vio, y le dijo al Dr. Menchaca, “Maistro” le presento aquí a Don Chon y volviendo la cara al paciente que por cierto se llamaba Encarnación le dijo... Don Chon le presento a mi “Maistro” el Dr. Menchaca, el pobre hombre medio saco la mano de la sábana que lo cubría, misma que el Dr. Menchaca se la estrechó, y volviéndose hacia Adalberto le dijo: Le suplico presente al Sr. Don Encarnación desde el punto de vista médico...(Nota buena.- Recientemente mi compañero “Tolín” me dice que no fue Adalberto el de esta anécdota, sino otro de mis queridos condiscípulos).
Este Maestro me hizo el honor de ser mi testigo en mi matrimonio civil, precisamente un día antes de tomar posesión como Presidente Municipal de la Ciudad de Guadalajara.
Era tal la estatura moral y política de dicho Nayarita, que ocupó varios puestos dentro del Gobierno del Estado. El actual nuevo Hospital Civil lleva su nombre (Yo lo recuerdo con mucho cariño, y le puse el adjetivo del “Hombre de los tres siglos”, pues nació el año de 1898, y murió en el año 2001.)
Mi círculo de amigos y compañeros cada día aumentaba más, y como yo era de los más bajos de estatura, cuando logré pasar al segundo año de Medicina, encabezaba intencionalmente las novatadas de que queríamos hacer con los de nuevo inicio, lo que nos hicieron a nosotros, y respaldado por los más grandes, me encaminaba con los de nuevo ingreso para forzarlos al baño diario, y la compra de barras de hielo sin mucho éxito, hasta que me apoyaban a la fuerza los de mayor estatura y peso, y pues a bañarse.
Así como me hice de bastantes amigos, de la misma manera al paso de los meses me hice de “enemigos” también, a los cuales los había “novateado” de más. Y cuando venían las represalias, pues eran directamente contra mí. Sin embargo siempre tuve el respaldo de mis compañeros más dotados muscularmente. Nunca me dejaron que me golpearan.
Como los libros de estudio de Medicina eran muy caros para la economía de mi familia, optábamos por juntarnos varios compañeros en casa de dos hermanos que estaban en mi mismo grupo, los cuales tienen dos hermanos mayores médicos, que sí tenían los libros adecuados, de tal manera de que nos juntábamos a estudiar en su casa.
Dichos compañeros se apellidan Bustos Moreno, Alfonso (q.e.p.d.) y Oscar Humberto.
En esa época varios de mis compañeros andaban “noviando”, y me recuerdo de un compañero que tenía una presunta candidata para novia, la andaba conquistando pues, esta dama vivía frente al Templo del Santuario, pero había una “palomilla” brava, que no lo dejaba muy como él quería. Dicha palomilla la encabezaba un tipo de nuestra edad, muy “maldito”, pues se sentía muy charro, por pertenecer a una familia de charros, de apellido Zermeño. Que también la pretendía.
Y esa vez que yo lo acompañaba, y tratando de quedar los dos bien  con la dama, pasó accidentalmente por ahí un personaje que en aquel tiempo abundaban en la Ciudad, eran los que con un aparatito daban “toques”. Al verlos, este personaje, empezó a decir, “toques...toques...” Total que en presencia de la pretendida dama, quien vivía en una casa con balcón hacia el jardín de enfrente del Templo, se retaron mutuamente para haber quién aguantaba más con lo mencionados “toques”. Inició mi compañero, y agarrando los dos manguitos, uno en cada mano, y diciéndole al tipo...échale...échale...yo veía que en un momento dado, se empezó a “trabar” de las manos y los brazos, y seguía insistiendo ...échale...más...más...hasta que dijo....ya...¡párele! Según el prestador del servicio dijo...mmm... llegó hasta 90 (¿?)
Siguió luego el bravo charrito, y lo mismo...aguantó...aguantó. .. y pedía más...más... más... lógico era que él iba a ganar, y mi compañero desesperado ante la inminente derrota frente a su Dulcinea, se le ocurrió coger un balde lleno de agua que estaba por ahí y se lo vació, bañándolo por completo, junto con el de los toques.
Ya se imaginaran, al recibir el agua pues hizo tierra y quedó todo trabado  de todo el cuerpo casi doblado sobre sí mismo, momento que aprovechamos los dos para correr (Ya no volvimos por ese barrio.)
En ese mismo grado (segundo de Medicina) y ante un Maestro muy estricto (no había de otros), era nuestro examen final, y mi compañero Briceño, le tocó en suerte la exploración de rodilla, nos dirigimos al pabellón de Traumatología, y al azar le indicó el Maestro, ese enfermo. Se trataba de un paciente de aproximadamente 70 años o más, así que empezó el interrogatorio, y el Dr. le dijo, examine Usted la rodilla.
Briceño inicia entonces la exploración, tomando la débil y delgada pierna del anciano, empieza a examinarla y de inmediato se notó un temblor de toda la pierna, el Dr. le preguntó, ¿presenta temblores el paciente? A lo que Briceño, le contestó, no Maestro soy yo, estoy temblando de nervios. Temblor que se irradiaba hacia la pierna del paciente.
A propósito de temblores, estando en la clase con el Maestro de apellido Campos Somellera, preguntó: Voy a ponerle un diez al que me conteste la siguiente pregunta, como yo no andaba muy bien en su clase, antes de iniciar su pregunta yo ya estaba con la mano derecha levantada para que la pregunta me la dirigiera a mí, y así lo hizo, la pregunta fue: ¿Cuantas clases de temblores hay? Por supuesto que yo no lo sabía, pero ni tardo ni perezoso contesté de inmediato lo primero que se me ocurrió y muy serio respondí, existen dos tipos de temblores, Maestro, los involuntarios y los voluntarios....Ante la cara de asombro que le vi poner, me preguntó de nuevo, dígame Usted ¿cuáles son los temblores voluntarios?, y de inmediato extendí ambos brazos haciéndolos temblar a voluntad. Ante la cara de asombro por segunda vez de él (silencio total de mis compañeros) y la carcajada posterior del profesor, no se hizo esperar las risas de mis demás compañeros unas décimas de segundo después de la carcajada inicial del Maestro. Posterior a esto mis bonos con mi querido Maestro subieron mucho. ¡Por supuesto que pasé su clase!
No mencionaré por esta vez nombres, se trata de un compañero que no era ningún sabio, sino más bien, era un estudiante condiscípulo de grupo que pasaba por inercia las materias, pues bien, estando en la llamadas Clínicas, la de Oftalmología precisamente, el Titular de la materia, le pidió que examinara a un paciente que ya estaba en el sillón de auscultación, y le dijera que encontraba en su ojo derecho.
Al parecer mi compañero sí había estudiado la víspera, pues de inmediato empezó a señalar lo que veía a través del Oftalmoscopio, y decía: observo... exudados algodonosos y cotonosos, propios de una Hipertensión Arterial mal controlada, etc... etc. Nosotros admirados de su sapiencia al respecto veíamos con admiración a nuestro compañero, que seguía describiendo toda una gama de alteraciones en el fondo del ojo observado...El Maestro después de que terminó, le preguntó, ¿todo eso vio? Sí, contestó el interfecto muy seguro de sí mismo.
Para asombro de todos nosotros y más para él, el Maestro le pidió al paciente que por favor nos mostrara su prótesis, sacándose el paciente un bonito ojo de un material muy fino....¡era pues un ojo postizo!

Mismo compañero, que al morirse uno de su pacientes encamados en el Hospital Civil, a instancias del titular de la sala de Medicina Interna, le acompañó para dar el pésame a los familiares del fallecido, tartamudeando les dijo algo así como...pos no había más lucha... ya estaba muy malo, y fíjense, se murió el Papa de Roma, ¡cuantimás Don Pancho! (Efectivamente en esos días murió Eugenio Pachelli pontífice de Roma y Papa de la Iglesia Católica)
Este compañero, le gustaba ir a mi casa, dizque a estudiar (lo pongo en tela de juicio, pues cenábamos unos magníficos y sabrosos frijolitos que mi Nina, sí, la siempre presente Nina, que he descrito con anterioridad nos preparaba antes de estudiar.)
Y yo era el que leía en voz alta, pero mi compañero, después de la escueta pero sabrosa cena se quedaba profundamente dormido a los pocos minutos de haber yo empezado.
Al salir en un período vacacional se invito él mismo a acompañarme a Acaponeta, a casa de mis padres, pues decía que le gustaría ir a cacería conmigo, sin poderme negar, le ratifique la propia invitación que el se había hecho.
Al día siguiente salimos hacia mi querida Ciudad, y al llegar lo presenté a mis padres, quienes le dieron una efusiva bienvenida. Hasta la mañana siguiente, en el desayuno mis padres y yo, nos dimos cuenta que traía fajada una pistola en la cintura. Mi madre sumamente preocupada, le dijo; mire, aquí todo el mundo nos conoce, y pues si va a andar con mi hijo no es necesario que porte Usted un arma. La respuesta de él fue, que se sentía “encuerado” sin dicha arma, sin embargo, se la quitó y se la entregó a mi papá para su resguardo, no muy convencido. Le presenté a varias señoritas de la localidad y una que le agradó más, me comentó en esa noche: ¿Sabes que?...Me la voy a robar pues ella si me “cuadra” el ojo. De una manera harto cortés le dije que no eran así las cosas en los pueblos, más en Acaponeta, se tenía que empezar por una amistad primero y posteriormente pues...lo que el futuro le deparara.
Total que al día siguiente invité a un tío mío, muy aficionado a la cacería, para que él lo llevara, y le dije: tío, a este compañero le gustaría que lo llevaras a una parte selvática, pues le gusta la caza mayor (tigrillo, venados) y guiñándole un ojo, le indicaba, que me lo cansara, mi tío agarró la idea, y disculpándome con mi compañero, le dije que yo no podía ir. El aceptó de buena gana, se fue con mi tío, y hasta el día siguiente en la tarde volvieron, parece ser que mi tío lo llevo por las marismas, en el agua, en pantanos, en busca de caza mayor, mi compañero venía extenuado, pálido, sudoroso, con hambre y una temperatura de casi 40 grados, y medio se recuperó en la casa y al día siguiente muy temprano, lo acompañé a tomar  un camión hacia Guadalajara.
Años después me encontré a dicho compañero sumamente cambiado, era todo un caballero, y aquel hombre “broncudo” había desaparecido.
Ya para finalizar el año, teníamos un examen muy difícil, de Anatomía Patológica. “Coco” de todos , pues el Maestro Roberto Mendiola, era todo un personaje en la materia, y se trataba de sacar en el acto previo al examen, dos temas, los cuales teníamos que desarrollar, eran mas 80 temas, pero yo ya me había hecho el animo de no presentarme al examen pues era realmente difícil para mi esa materia, necesitaba prepararme mas y pensaba pasarla en extraordinario.
Él me convenció a presentarla pues llevaba una magnífica amistad con el ayudante del Dr. Mendiola, quien le había dicho que las fichas de los temas estaban acomodados en orden cronológico, y que nada mas estudiáramos, por decir algo, el cuarto tema de arriba hacia abajo, y séptimo, y que yo escogiera el último, y el que seguía de abajo hacia arriba,  pues el ayudante mentado ya le había dado a conocer los nombres de los temas. Lo pensé muy bien, y aun cuando faltaban menos de dos días para el examen, le conteste...¡pues a darle!
Así que el día del examen, yo ya llevaba bien estudiados mis dos temas. Y claro algo de lo que había estudiado durante todo el año.
Como yo era de los primeros de la lista pasé al Laboratorio de Anatomía Patológica, junto con mi compañero, y cual va siendo nuestra sorpresa, que su amigo, el ayudante llevando perfectamente acomodadas las hojas con los temas, se tropieza y cae, soltando como palomas mensajeras en desbandada todos los temas, perdiendo así la secuencia que ya teníamos preparada.
Al ver esto mi querido amigo se dio la vuelta y salió de inmediato del salón donde iba a presentar el examen, quedando yo frente al Maestro, quien le ayudó a recoger a su torpe ayudante aquellas hojas, diciéndome: Escoja Usted, y sin dudarlo así lo hice, claro que no me tocó mis temas por mí preparados, sino dos, uno de los cuales medio sabia algo, y el otro... pues a sufrir...
Esa era la primera parte del examen, pues seguía la identificación de un tejido del organismo humano en el microscopio con otro maestro y dependiendo de la identificación del tejido, se nos calificaba.
En el examen del tema escrito en uno saque 4 (reprobado) y en el otro 6, apenas pasaba. Así pues tenía que sacar cuando menos 8 de calificación en el examen de identificación del tejido, y claro la explicación de la alteración patológica que dicho tejido presentaba.
Había más de 40 “laminillas” (es una cuadrícula de cristal con el tejido preparado, con formol y corte microscópico, donde sabiendo se detectaba a que órgano pertenecía).

(Continuará...)

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