Mercedes Benz SLC 600 |
Por: José Ricardo
Morales y Sánchez Hidalgo
Recientemente recibí un correo muy atractivo sobre un carrazo
marca Mercedes Benz modelo SCL600 que tiene la particularidad, además de ser
muy bello en su línea, que no tiene volante, ni pedales, tan solo un aparato de
uso manual que llaman pomposamente “joystick”, que en cristiano quiere decir,
palanca de mando muy utilizada en los videojuegos donde los jóvenes de hoy
tienen amplias y notorias habilidades, de hecho para remarcármelo en la frente
el susodicho correo comienza preguntando: “¿somos demasiado viejos para
conducir este coche?, queriendo explicar que no tenemos, al menos aquellos
ciudadanos de cierta edad como su servidor, esa competencia de manejar los
comandos de un juego de Xbox, Nintendo o el primitivo Atari, y hasta concluye
con una premisa que más bien parece amenaza: ¡Es aterrador pensar que un niño
de siete años nos puede robar el auto y manejarlo mejor que nosotros!
Y es que en verdad los niños y adolescentes de hoy día, que
llenan su vida de aparatos e ingenios digitales, teléfonos celulares que tienen
todas las funciones, a veces hasta la de la telefonía, IPAD´s, IPOD´s, y otros
armatostes que solo Julio Verne soñó, han adquirido gran velocidad y destreza
para manejar todo eso con el simple movimiento de las falanges.
En cambio nosotros, repito, los que ya no nos cocemos al
primer hervor, hemos “reducido” nuestros talentos al yo-yo, al trompo o al
balero, “antiquísimos” juguetes de primitiva y ruda madera con el que nos
divertíamos tanto o más que un chavo del siglo XXI y sus aventuras virtuales.
Quizá, es cierto, no podremos manejar con eficacia el Mercedes Benz SLC600
pero, muchos de nosotros no lo cambiaríamos por algunos recuerdos que nacen de
juegos como el “Burro 16”, donde un pobre infeliz se “fletaba” como burro, es
decir, se inclinaba simulando ser un borrico al cual todos brincan y hacen
daño, tal como si fuera un rucio de verdad y que comenzaba con el brinco “uno
por mulo”, recibiendo certero puntapié en salva sea la parte, continuando con
“dos patada y coz”, donde la pobre espalda del castigado, recibía el peso de
todo el cuerpo del venturoso que lo saltaba y se regocijaba de no ser “el burro
castigado”, así hasta llegar al “16, muchachitos a correr” donde el burro
después de tanto sufrimiento, tenía que corretear a todos los demás buscando no
repetir como el burro.
Salvajes eran también “las tamaladas”, donde un equipo,
formaba un “burro colectivo” que recibía el castigo infame del equipo contrario
que por lo menos intentaba romper algunos lomos y no eran pocos los que salían
con la nariz chueca o un par de dientes menos.
Tamaladas |
Había juegos de todos los tipos como los de correr y
esconderse, tipo el “bote pateado” y la célebre y salvadora frase de: “uno,
dos, tres por mí y por todos mis compañeros”; también los juegos de esconder y
proteger objetos, como “el silbatito”, que dejaba al futbol americano como
jueguillo de niños, pues aquí había que quitarle un silbato al equipo de
enfrente, poniendo alma, vida y en ocasiones un ojo morado, con tal de obtener
la ocarina y pitarla en la meta contraria.
Por supuesto los juegos de correr y atrapar al otro, como el
“stop”, donde con gis en el cemento o sobre la arena de la playa se dibujaban
círculos concéntricos con el nombre de los países que cada uno de los
competidores escogía y al grito bélico de “declaro la guerra en contra de…”
desafiaba al país enemigo, no importando si era al propio Estados Unidos y todo
su aparato destructor con NASA y Pentágono por delante, y hecho eso corría uno
por su honor y por la patria ajena que nos tocaba defender. Y en esta misma
categoría “la roña” y “los encantados” donde si te tocaban te quedabas como
estatua hasta que llegara el compañero salvador que te liberara del “hechizo”.
No faltaban los juegos
con canciones que nacen de las rondas infantiles y que al crecer un poco
llegaban al “amo ato matarile-rilerón”, o al “acitrón de un fandango zango
zango sabaré” que se jugaba con pequeños cantos rodados del río o, los muy
infantiles que muchos recordamos con nostalgia como la Doña Blanca, que estaba
cubierta de pilares de oro y plata, hasta que llegaba el “quijotillo” a romper
los pilares que ocultaban a la bella.
Eran esperadas las temporadas del yo-yo, y todas sus
reconocidas suertes como “el perrito mordelón”, “el trébol”, “el columpio” y
hasta “la vuelta al mundo”. La del trompo, que desataba verdaderas batallas que
acaban con el juguete del contrincante hecho añicos; el balero y sus capiruchos
de 10, 100 ó 500 dependiendo de la dificultad. Para las chicas “la matatena”
con huesitos ciruela roja, todos ellos de colores; también muy femenino, pero
en el que a veces nos colábamos los varones, era “el resorte”, con toda suerte
de malabarismos y saltos. No podemos dejar fuera juegos que todos disfrutamos
como “el avión”, llamado también en estas tierras, no me explico porqué como
“bebeleche”. “Hoyitos” que se jugaba con una pelota de goma intentando
introducirla en un agujerito y al pobre que perdía lo “fusilaban” a pelotazos
sin ninguna misericordia. La “perinola” o “pirinola” aquella de todos ponen,
quita una o pon dos, donde se adentraba uno a los juegos de apuesta encabezando
la lista típica y famosa “rayuela”; “los volados” del águila o cruz en el
centro del país, o águila o sello acá en el norte; y claro, la mexicanísima
lotería, reina en las ferias y costumbre que aún se escucha en muchas casas de
acaponetenses que han hecho de esta práctica lúdica una tradición que va
pasando de una generación a otra, al grado que los propios chicos de hoy,
gustan y participan, en ocasiones gritando como hacía la gente de antaño: “Aaay
Chihuahua cuánto apache con pantalón y huarache…¡el apache!” o bien
“atarántamela a palos, no me la dejas llegar…¡la araña! Y hasta colorados o
picarescos versos que no comentamos aquí por ser este un noticiero familiar.
Siguen “las cebollitas”, “el teléfono descompuesto”, “las coleadas”, donde uno
aprendía a volar de manera forzosa; “la botella” que a veces terminaba en
romance entre los adolescentes y en este mismo tenor, la semana inglesa, donde
si tenías suerte te tocaban besos y si no, bofetadas; “policías y ladrones”
típica y de los primeros juegos que recuerdo haber disfrutado, a veces como
autoridad y otras como caco, en un México donde los sicarios no aparecían ni en
las más horribles pesadillas.
Juegos y juguetes había y aún existen muchos: las marionetas
de hilo o de guiñol, las canicas y toda su parafernalia de colores y reglas. Súmenle
a esta lista a los juegos de mesa: turista, damas chinas, la oca, serpientes y
escaleras, el coyote y las clásicas damas inglesas para los que no entendían o gustaban
del ajedrez.
Hoy son otras las actividades de entretenimiento entre la
juventud, mismas que les permitirán en un futuro, más cercano que lejano,
manejar sin complicaciones un Mercedes Benz SLC600, pero la verdad, yo me quedo
con estos juegos tan llenos de recuerdos y emociones de la primera edad.
¿Cuáles recuerdan Ustedes?
(Este comentario se transmitió por el noticiero de la Red de Radio Red en Nayarit el 11 de junio de 2012)
(Este comentario se transmitió por el noticiero de la Red de Radio Red en Nayarit el 11 de junio de 2012)
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