Compostela, Nay. |
Por: José B. Algarín G.
REGRESO A ACAPONETA...
Ya se imaginaran cómo fue la llegada a mi casa, con mis padres y mi
esposa e hijos, triste, un poco decepcionado, pero no derrotado.
De inmediato mi papá me dio ánimos, y me propuso poner mi consultorio en
su propia sala, en la casa paterna, y sin esperar mi respuesta me diseñó y
mandó hacer un gran escritorio, para demostrar con ese y otros mucho hechos, la
gran confianza en mi triunfo como profesionista de la Medicina.
Y en unos cuantos días ya tenía yo mi consultorio, y me dejé ver por
personas conocidas mias, poniéndome a sus órdenes.
Empezando a llegar a consulta efectivamente amistades que había dejado
de frecuentar durante mas de seis años.
Desgraciadamente nunca me preguntaron ¿cuánto es? Así que económicamente
pues no veía ningún ingreso. Si acaso me decían, gracias Pepe...
RUMBO A COMPOSTELA...
Para ese entonces mi Hermano Héctor que ejercía como Dentista en la
Ciudad de Compostela del mismo Estado de Nayarit, con su familia, teniendo ya
más de dos años de ejercer y le estaba yendo bastante bien económicamente, y no
recuerdo si en una de sus venidas en las cuales él acudía a visitar a mis padres o si fue telefónicamente que me informó
sobre la inminente ida de un Médico que había hecho muy buena clientela en esa
Ciudad, pues se iría a hacer una especialidad a la Ciudad de México. Y me
invitaba a hacer el intento de que yo le diera unos “guantes” por el local que
el ocupaba como consultorio.
En una de sus visitas invitó con él a dicho Doctor, para presentármelo,
y la plática que tuve fue muy
estimulante para mí, pues prácticamente, según él era el Médico que mas
pacientes tenía.
Aclarándome que dependía de mí el ganarme a pulso la misma clientela.
Se fueron y yo lo pensé un par de días, decidiéndome por hacer la
prueba.
Llegué a casa de mi hermano, y el me presentó con el dueño de un pequeño
local que le servía de consultorio al Doctor que ya se había ido.
No hubo ningún inconveniente en la renta del local, como eran varios
hermanos, comerciantes todos, por supuesto que firmé un contrato de
arrendamiento por 12 meses, y adelanto previo en cuanto a la renta.
Tenía una pequeñísima sala de espera, para cuatro a cinco pacientes con
unos muebles sencillos, y una puerta que daba acceso a un consultorio de
regulares dimensiones, dividido por una construcción de tablaroca, como “salita
de exploración” con una mesa ginecológica metálica muy vieja, y un medio baño.
Y un “chesslonge”, éste dentro del consultorio. Un escritorio muy adecuado al
tamaño de la habitación, con su respectivo sillón.
Y dos sillas de madera, enfrente de dicho escritorio.
No recuerdo la cantidad exacta que él me pidió, como “guantes”, creo que
fueron $3.000.00, cantidad respetable en aquel tiempo, pero si me iba bien,
pues le pagaría el resto (ya le había abonado la mitad), en otros tres meses.
Y así empecé...
Por costumbre la gente empezó a acudir a consulta y encontrando un
“nuevo” Médico, no tuvieron empacho en seguir tratando conmigo, que por cierto
empleé todo lo que estaba de mi parte y conocimientos para la cura de sus
dolencias.
Con satisfacción y al mismo tiempo admirado, veía día con día crecer mi
consulta, y no tardé más de una semana en rentar una casa modesta y traerme a
mi familia (Julio de 1961).
Tenía frecuentes visitantes de agentes de laboratorios médicos, y cada
que venían al ver crecer mi clientela,
me insistían en la compra de algún lote de medicina, todas de patente y de
laboratorios de prestigio, tal como lo había hecho mi antecesor, pero yo me
resistía, pues el dueño del local era mi vecino, quien tenía una farmacia muy
bien surtida.
Al sacar cuentas, yo me ganaba $10.00 pesos por consulta, y él por bajar
y entregar la medicina, dependiendo, se ganaba $30.00 o mas pesos por receta.
De tal manera que empecé a comprar pequeños lotes de medicina, a
sabiendas de que el de la farmacia no los tendría, y así pues obtenía un
ingreso extra, para mí muy bien merecido.
Al enterarse el dueño de la farmacia, de inmediato me mandó pedir el
escritorio del consultorio, así como el cómodo sillón, pues me dijo que eran de él y no del Doctor que había tratado conmigo. Y dándome plazo perentorio para
desocuparle su local sin respetar el contrato previo de renta.
Mandé traer el escritorio que mi papá había diseñado, el cual estaba en
Acaponeta y compré una silla cómoda para mí.
Afortunadamente había un local vació frente a la Plaza Principal el cual
renté de inmediato.
Debo aclarar que en cuanto llegué a esta bella e Histórica Ciudad de
Compostela, me presenté con las “fuerza vivas” de este Municipio, como fueron:
El Presidente Municipal, el Párroco de la localidad, y un Doctor al cual le tengo
gran aprecio, pues de inmediato me abrió no nada más las puertas de su casa, sino
su amistad, me refiero al Dr. Ramón Pimienta Aguirre, quien de inmediato me
invitó a conocer un pequeño pero muy eficaz Hospital de la Secretaria de
Salubridad y Asistencia del cual era Director, presentándome a su cuerpo de
enfermería, y dando instrucciones para que se me atendiera en lo que se me
ofreciera.
Nombrándome Medico Adjunto de
dicho Nosocomio.
Por supuesto que también fui al único Banco en aquel entonces, quien me
nombró titular como médico de dicha Institución Bancaria.
Lo mismo hice con el Gerente del Banco de Crédito Rural y el Gerente de
la Comisión Federal de Electricidad, siendo también médico titular de estas
dependencias.
Poco después el Dr. Pimienta, me recomendó para ser el medico Legista,
cargo que él había desempeñado (Nombramiento
honorario, pues era sin pago alguno y dependía de la Presidencia
Municipal de común acuerdo con el Ministerio Publico de la misma localidad).
No recuerdo, pero creo que al año de estar yo ya establecido renunció al
ISSSTE, presentándome y proponiéndome como Medico ante el Delegado de esa
Institución, para sustituirlo a él en la propia Ciudad de Compostela. De tal
manera que ya todo “el mundo” me conocía.
Aunado a estos “cargos” mi clientela particular crecía, de tal manera
que mis sueños empezaron a realizarse mas que plenamente.
Me sentía pues, completamente
satisfecho.
(Continuará...)
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