domingo, 28 de julio de 2024

DE CHILE, DE DULCE Y DE MANTECA

 


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

DE CHILE: A tan solo 65 días para que el presidente López Obrador, se vaya mucho a la “Chingada”, o sea, al rancho que tiene en Palenque y que así se llama, para que pase a ser un ex presidente más, al cual la historia comenzará a juzgar en el primer minuto después de pasarle la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, y quedar cesante, por supuesto, por mandato constitucional. Al menos eso creemos y muchos deseamos, que ya no lo volvamos a ver y menos a oír, a menos que se “plutarquise” y se convierta, como Calles, en “el jefe máximo de la cuarta transformación”.

Habría que preguntarnos, qué han hecho luego de entregar el poder algunos ex presidentes de México. Por supuesto, algunos perdieron la vida estando en funciones, como Madero, Vicente Guerrero y Venustiano Carranza, entre otros. No son pocos los que se fueron al exilio, muchos escaparon a Francia y otros con los vecinos del norte. Veamos algunos ejemplos:


GUADALUPE VICTORIA

El primer presidente de la nueva nación independiente fue el duranguense José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, quien cambiaría su largo nombre por el de Guadalupe Victoria, en honor a la virgen del Tepeyac y al triunfo obtenido en la guerra de independencia. Fue el primer mandatario de 1824 a 1831, siendo este último año cuando ya libre del poder, se retiró a la vida pública a trabajar en una hacienda de su propiedad en el estado de Veracruz, pero resultó muy mal administrador y aquello se vino abajo, quedando con fuertes deudas, pero se acogió a la sombra de un viejo amigo de él: Antonio López de Santa Anna, quien con préstamos directos personales lo sacó del apuro. Para poder vivir, Guadalupe Victoria, en su calidad de militar, fue jefe de una partida en Veracruz y hasta llegó a ser senador y presidente del senado. Posteriormente se casaría, pero además tendría la fea enfermedad de la epilepsia, por lo que se encerró en Perote, donde, luego de padecer ese mal, falleció con fuertes penurias económicas.


DON JOSÉ DE JOAQUÍN HERRERA

Otro caso es el del tres veces presidente de la república, Don José Joaquín de Herrera, quien, a diferencia de los presidentes que hemos conocido en los últimos 100 años, fue un hombre exageradamente honesto, tanto que, al entregar el poder en 1852, era pobre y no tenía para vivir, más que su mísero sueldo de general de división, de aquella época. Se llenó de deudas, por un crédito hipotecario que tenía y la condición de mantener a una numerosa familia, por lo que se vio obligado a solicitar ayuda al presidente que lo sucedió, Don Mariano Arista, quien, conociendo su integridad lo nombra director del Nacional Monte de Piedad, obteniendo así Herrera, un trabajo digno al igual que su salario hasta el día de su fallecimiento. Nada que ver con pillos y vaquetones fifís como el copetudo Enrique Peña Nieto, quien sin trabajar —o no le conocemos lo que hace— vive la vida loca en España, en total impunidad.


GRAL. JUAN ÁLVAREZ HURTADO

Un caso extraordinario es el del Gral. Juan Álvarez, quien fue presidente por un breve periodo en 1855, después de derrocar al dictador Antonio López de Santa Anna encabezando la Revolución de Ayutla. Fue el último presidente de México que participó en la Guerra de Independencia. Fue efímero su paso por la silla del águila, pues en verdad prefirió radicar en su amado Acapulco, concretamente en su Hacienda La Providencia, porque entre cosas, este señor no aguantaba el frío de la capital del país. Ya siendo expresidente, obtuvo gran poder en el estado de Guerrero, convirtiéndose en cacique de esa región, con tal poder y respeto de enemigos y amigos, a tal grado, que los franceses que habían invadido al país, no se metieron con él y hasta fincaron relaciones de amistad. Por ejemplo, el mismísimo general Porfirio Díaz, tiene que pedirle permiso para utilizar el estado de Guerrero como base de operaciones en la guerra contra los franchutes. Para darnos una idea, luego de la caída de Maximiliano, el presidente Benito Juárez, reestructura el ejército en cinco grandes cuerpos militares, inventa uno como el Ejército del Sur, que no existía y le da la comandancia a Juan Álvarez, al que prefiere tener de su lado. Veremos el destino de AMLO y su futuro que va pegado con el de México.

 


DE DULCE: Han sido muchas las obras y/o promesas de campaña que Andrés Manuel López Obrador, presidente de este remedo de nación, no han concluido o tenido el éxito que el mandatario se ha imaginado en su ocurrente choya. Ya lo hemos visto y, peor, sufrido que con las palabras mágicas: “Abracadabra, sim salabim, hokus pokus, chim pum pam tortillas papas y sadakadula chalchikomula bibidibadi dibú”, sacó de la chistera presidencial un tren maya imposible de pagar y que no camina como soñó AMLO; Mexicana de Aviación, a punto de quebrar; la refinería de Dos Bocas, que nadie sabe si aquello ya refina, aunque sea medio litro de diésel; la mega farmaciotota, una de las peores burlas y engaños para el pueblo “sabio y bueno” que aun así votó por su delfín, la inutilidad y posterior desaparición del INSABI, entre otras onerosas ocurrencias. Una promesa muy sonada, fue resolver para todo mundo y en especial para los padres de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, ese feo caso, pero a los que también ha quedado mal.


Ya hemos hablado de la notoria e indignante insensibilidad del presidente, quien, en su última intervención sobre este penoso caso, expresó, sin ambages que no se ha encontrado absolutamente nada sobre la participación directa del ejército en el crimen de Iguala, y así entregó a los padres de los muchachos un dizque informe de apenas una cuartilla o menos, lo que finalmente nos regresa al inicio de una investigación que se convirtió en un circo infame y que, muy seguramente, pasará a la historia como muchos otros de la crónica nacional sin resolver y menos con castigo para alguien.




La verdad es que, así como el tabasqueño, ha regalado a las fuerzas armadas aeropuertos, ferrocarriles, aduanas, puertos, bancos, la distribución de combustibles, medicamentos, libros de texto gratuitos, empresas turísticas, entre otros regalitos, no es de extrañar que ahora, de un plumazo exonere a los soldados y marinos del pleito eterno de los desparecidos de Ayotzinapa y en cambio culpar, desde la “alta tribuna” de la matiné diaria, a los defensores de los derechos humanos, a los abogados de los papás, a los policuicos estatales y municipales, a los medios de comunicación, a Anabel Hernández y otros “enemigos de la nación”, aunque las pruebas al parecer señalan la clara intervención del ejército en la espantosa noche de hace diez años en Iguala, Guerrero.


El presidente, en su ya típica manera de “arreglar las cosas”, dice simplemente: “denme pruebas, si no, el ejército es inocente”. Es lo mismo que decir, si no me acuerdo, no existió. Los padres de los jóvenes de los cuales no se sabe cuál fue su destino o paradero, dicen a través de su abogado, el Lic. Vidulfo Rosales: “…ese informe, lamentablemente no trae nada, es tan solo un alegato de una defensa vehemente que hace el presidente del ejército mexicano y como siempre, culparnos a nosotros de su fracaso en la investigación”.

Lo cierto es que AMLO botó la verdad histórica que se fincó en el sexenio del copetudo Peña y ahora, no se puede hablar ni mencionar la tan manida “verdad histórica” que ha sido una vulgar mentira histórica restregada en la cara de los padres y madres de los estudiantes normalistas.

López Obrador y la fiscalía general de la República, han descalificado el trabajo del grupo de investigaciones independientes; por supuesto también echaron al cesto de la basura las más de 23 mil intervenciones telefónicas que le fueron interceptadas por la DEA al cártel Guerreros Unidos en 2014 y que eran parte de una investigación de las actividades de tráfico de drogas de este grupo delincuencial en los suburbios de Chicago. También el gobierno desestimó la aportación que los abogados y padres de familia tenían a mano. Es decir, volvieron hacer de este horrendo tema, el mismo jueguito de aventar la papa caliente a ver quién lo agarra. ¿Lo tomará la Sheinbaum? Al tiempo.

 



DE MANTECA: Haciendo proyectos con los amables compañeros de la Junta Vecinal de Acaponeta A.C., retomamos el tema de la vialidad en Acaponeta, creemos que es ya de urgencia modificar o reconsiderar la movilidad del tránsito vehicular por las calles del centro de la ciudad.

Asimismo, sería muy bueno que el ayuntamiento retomara la iniciativa de adoquinar las calles, ya que el empedrado, que, si bien los ecologistas le ven beneficios, sí es un obstáculo para los automovilistas que prefieren no transitar por esos pocos tramos que aún existen y que sería bueno se adoquinaran para completar algunos circuitos, por ejemplo, las dos pequeñas cuadras sobre la calle Oaxaca, entre Hidalgo y Morelos, frente a la escuela Hidalgo; o bien, la parte norte de la calle Veracruz, de la Corona a las vías del ferrocarril. Otra muy buena opción es el adoquinamiento de la calle Jalisco, esa que los taxistas llaman “libramiento” pues evita que los autos transiten por el centro de la ciudad, y saca la circulación que va al Acaponeta del otro lado de la vía, o bien al hermano municipio de Huajicori.


Por supuesto, cambiar el sentido a algunas vialidades del centro, concretamente el de las calles México y Veracruz, porque en los meses de diciembre y enero, es prácticamente imposible moverse de la plaza a la calle Corona; o en esas ocasiones en que cierran la calle Allende entre ambas arterias, convirtiendo un caos el centro histórico.

Algunas ideas al respecto tiene la Junta Vecinal que habremos de proponer a las autoridades municipales. ¡Salud y hasta la próxima!

 


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