miércoles, 20 de abril de 2011

RECUERDOS DE JUVENTUD. LA SEMANA SANTA HOY Y LA DE AYER


Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo

Nuevamente nos alcanzó el destino. Qué hace que andábamos con los preparativos de Navidad y ya estamos de lleno con la Semana Santa y todo lo que desgraciadamente viene aparejada a ella. Ahora sí, juro que no voy a ir a las playas de El Novillero, ni a ninguna otra, lo juro por Dios y San Rompopeo de los Volados y si no, que le caiga un rayo a Vicente Fox...al menos hasta que mi esposa decida otra cosa de esas que se le ocurren en malos ratos, como ir a la playa en Semana Santa. Pero este año, me rebelo, diré firme y decididamente, como siempre la última y definitiva palabra: "¡Sí, mi amor!" 
Y es que la Semana Mayor, es una pega, que año tras año describo como un viacrucis, semejante al del camino del Gólgota, que ya no vale la pena discutir. Sin embargo, se me ocurre, hacer una comparación de la Semana Santa que recuerdo de joven y la de ahora, sino de viejo, sí de madurito por decir lo menos. A ver qué sale.

La verdad es que no hay mucha diferencia en el Novillero de 1976, cuando lo visité siendo un adolescente imberbe de apenas 18 años de edad. No era mi primera vez, pues desde que tengo uso de razón, mi madre nos traía desde la ciudad de México a su natal y querida Acaponeta, por lo que puedo decir que me tocó el emocionante, divertido y diferente "chalán" que hacía el paso de vehículos de una orilla a otra de la mal llamada "barra", hoy cruzada, como en 1976 por un moderno puente que ahorró muchas molestias a los lugareños y a los asiduos visitantes a las playas más largas del mundo, como lo presumen los tecualenses.

En 1976, decía, la gente, igual que como sucede hoy, vendía alcohol y cerveza a los jóvenes y a los menores de edad. Nadie jamás me pidió una credencial o la cartilla del SMN para poder tomar cerveza en las cantinas, depósitos o botaneros en ese entonces; vamos, ni siquiera había botaneros como los conocemos hoy; lo más cercano a eso era un paupérrimo lugarcito en Río Viejo, que atendía un simpático y afeminado señor al cual llamaban "Beny" y que hacía las delicias de sus numerosos comensales.

 No me queda duda que Beny, es el padre de todos los centros botaneros de la región, porque implementó la moda de un lugar donde se expendía cerveza, al igual que en cualquier infame cantina, pero que aceptaba mujeres en su interior. Ir con Beny, antes o después de llegar al Novillero, era una parada obligada, como lo era visitar un restaurancito que creo ya no existe al bajar justamente el puente de la mal llamada "barra", yendo hacia la playa, pero del lado derecho, donde vendían unas lisas con hueva que eran una delicia para chavalos que a diferencia de los de hoy, gustaban de esas maravillas gastronómicas. Siempre, claro está acompañada de unas sabrosas y heladas ambarinas, de preferencia "Pacífico" que no existían en esos tiempos antes del Tratado de Libre Comercio en la ciudad de México.

Llegar a la playa era, igualito que hoy, toda una odisea: había los mismos locos que prefieren arriesgar el pellejo y el de los demás, con tal de ganar cinco minutos de tiempo. Estúpidos han existido en 1976 y en 2011, como seguramente en 1580 ó 1810.

Cerveza como ríos, comentaba líneas arriba, se adquirían con la misma facilidad que los chicles "Motita" de la época. Hieleras, conquistas fugaces, bailes, irresponsabilidad, alegría y mucha libertad era lo que privaba en esos lejanos tiempos en que no nos preocupa si había señal de celular en la playa, simplemente porque no había celulares. La música era de casette y algunos "antiguos", llegaban con aquellas cajotas tipo película de VHS, que llamábamos "8 tracks", con lo más moderno de "Tabares", "Tierra, Viento y Fuego" o Stevie Wonder, sin dejar de lado lo nacional como "Camarón pelao" o aquella ingeniosísima canción de "grabe en la penca de maguey tu nombre..." hoy son otros los artistas y las rolas, que algunos gustan y a otros no. La única diferencia de entonces a hoy, es que no había consumo de droga, al menos no como hoy. Sí, sabíamos de la existencia de los mariguanos y, eran tan raros que queríamos verles tres ojos y cinco pies. El caso es que México solo era un país de paso en cuanto a tráfico de droga se refiere, lo que aquí se cosechaba, los gringos lo consumían, porque el paso por la frontera era relativamente fácil. Después aquello se cerró y fue más duro exportar los enervantes a los Estados Unidos, por lo que la oferta aumentó y la demanda disminuyó y comenzó a rolar la droga entre la juventud y la población azteca, terminando en lo que es hoy, un grave problema social y de salud.
Lo mismo la seguridad, los padres se preocupaban más porque sus hijos no se ahogaran en el mar o chocaran en la carretera, y ni en la peor de las pesadillas hablaban o imaginaban granadas, sicarios, levantones, AK-47, secuestros, retenes, R-15, cuernos de chivo y cosas de esas que hoy son cosa común y corriente, al igual que los descabezados, degollados y hasta desollados. Horrores que solo se veían en la popular ¡Alarma! tan llena de sangre y resaltados listones amarillos, que se vendían como pan caliente, así como hoy se ven algunos portales donde la sangre se privilegia y en algunos casos se hace apología de la violencia y los malditos. 

En aquel tiempo, los padres hasta permitían que llegáramos a las 6 ó 7 de la mañana, porque aquello era Acaponeta y había paz y seguridad. Salir del Astoria o el Hotel Plaza después del baile al rayar el sol, para ir directo al menudo en el mercado era cosa común y obligada y para hacer la barba y evitar el sermón, había que llegar con una buena dotación de churros del simpático viejito Min. Hoy es un terror e incertidumbre pesarosa entre los padres de familia del siglo XXI, saber siquiera que son las 11 de la noche y los hijos andan fuera de casa. También hay que anotar que las fiestas eran en casas particulares y comenzaban en el peor de los casos a las nueve de la noche y terminaban a la hora que hoy comienzan justamente las fiestas de este terrible tiempo, de maldad y peligros para la juventud.

Los antros, eran sinónimo de burdel y congales de mala muerte y no como hoy que la acepción de la palabra se refiere a cualquier lugar donde haya un jolgorio.

Sin embargo, la playa era la playa, igual que hoy, con infinidad de jejenes, mal servicio en los restaurantes, escasez de baños, locos en moto y autos en la zona de playa, borrachines enfadosos, montones y montones de basura, aumento de precio de gasolina y cerveza, borracheras espantosas y crudas aún peor. Como se ve poco ha cambiado la vida en 35 largos años, cuando la melena nos llegaba a los hombros y la juventud al infinito. 

Que disfrute su estancia entre nosotros. Espero no verlos en la playa, lo digo en serio y con todo respeto.

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