lunes, 16 de abril de 2012

EL ARROYO DE LA VIEJITA Y EL PUENTE RAMON CORONA (Segunda parte)


Por: Néstor Chávez Gradilla (Cronista Municipal)
 
Antes de que se construyera el puente Ramón Corona sobre el Arroyo de la Viejita, había un señor que cada año armaba un puentecito peatonal de palos y tablas por el que solo podía pasar una persona, a la que le cobraba un centavo por usarlo. Vehículos y animales seguían vadeando el arroyo solo en temporada de secas. Naturalmente, al llegar las aguas, ese señor retiraba su rústico puentecito.


En aquellos años, el arroyo llevaba agua limpia, fresca y cristalina y en sus aguas abundaban peces como: mojarras, abomos, puyeques, chigüiles, cauques, tortugas, guabinas y charales. Mucha gente iba de día de campo instalándose en sus orillas a la sombra de frondosos árboles para bañarse en sus aguas que no eran muy profundas.


Aún recuerdo mis años de la infancia cuando los días que no había clases nos íbamos en grupos numerosos a bañarnos debajo del puente Ramón Corona y del de las vías del ferrocarril Railroad Pacific CO. (Después, Ferrocarril Sud Pacífico) Que construyeron los gringos en 1905. En sus claras aguas se podían ver a nuestro alrededor a cientos de pececillos. Hoy, ya nada de eso existe.


Acerca de porqué se le conoce como Arroyo de la Viejita, existen varias versiones:


A) Algunas personas dicen que en aquellos años cuando comenzó a ser utilizado el puente Ramón Corona, los viajeros que por ahí pasaban ya entrada la noche iluminándose con antorchas o cachimbas, muchas veces llegaron a ver al lado sur del arroyo a una viejecita tejiendo sentada en una mecedora. Decían que, a pesar de estar tan oscura la noche, podían verla claramente como si tuviera iluminación propia. Al ver esta siniestra aparición, las gentes se llenaban de espanto y salían corriendo despavoridos santiguándose y rezando oraciones, a contar en la Villa lo que habían visto. Por esto mismo, la mayoría de la gente que por razones de su trabajo tenían que cruzar por ese puente, evitaban hacerlo de noche aunque hubiera luna llena.


B) Otras gentes dicen que al lado poniente del arroyo vivía esa señora en una rústica casita de teja a la que visitaban frecuentemente coras y tepehuanos. Agregan que poseía unas tierras que cultivaba para ganarse la vida, y a quienes la visitaban les decía que por herencia esas tierras y el arroyo eran de su propiedad. Es probable que a partir de entonces, se le haya dado el nombre de “El Arroyo de la viejita”, considerándolo de su propiedad.


C) Otros dicen que efectivamente vivió ahí esa señora, pero que no era pobre pues se sabía que tenía mucho dinero guardado. Se sabe que comerciaba con los indios de la sierra y con otros rancheros y agricultores, pero nunca pude saber qué era lo que comerciaba. Dicen también que en cierta ocasión le cayeron unos bandidos quienes la asesinaron para robarle sus pertenencias, y por eso creen que la aparición que los viajeros ven por las noches, es el ánima de la viejita que anda penando.


D) Hay también quien dice que esa viejita fue un familiar muy cercano de un señor al que apodaban “El Mojocuán” que fue muchos años policía, ya que este señor poseía muchos terrenos al otro lado del arroyo.


Que lejos quedaron aquellos años de nuestra infancia que recuerdo con nostalgia, cuando los días que no había clases en la escuela, nos íbamos en grupo a bañar al arroyo debajo del puente Ramón Corona, o del de la vía del Ferrocarril construido y terminado por la Railroad Pacific Co. junto con el de La Bayona sobre el Río de Las Cañas. Entonces sus aguas eran limpias y transparentes y fluían todo el año. También por el rumbo de San José de Gracia, muchos chicos y grandes se bañaban en él, hasta que sus aguas empezaron a ser contaminadas por gentes que ahí curtían cueros con corteza de guamúchil.


  2.- ACERCA DE PORQUÉ AL PUENTE, AL MERCADO Y A UNA CALLE SE LES DIO EL NOMBRE DEL GENERAL RAMÓN CORONA MADRIGAL.

Ramón Corona Madrigal nació en un pueblito llamado Pura Agua, del Municipio de Tuxcueca, Jalisco. Su padre era arriero y transportaba carga entre Guadalajara y Tepic, y gustaba de llevarse al niño en esos viajes. A Ramón Corona le fascinaba escuchar las narraciones de los arrieros que hablaban de las hazañas de los insurgentes durante la Guerra de Independencia, y soñaba con que algún día él también llegaría a ser un valiente militar al servicio de su patria.


Al morir su padre, se empleó como ayudante y aprendiz a los 12 años de edad en la empresa de los socios Juan Antonio Aguirre, José Gómez Cuervo y José María Villanueva. Este último, socio mayoritario de las minas del Real de Motaje, se lo trajo a este lugar perteneciente a la Prefectura de Acaponeta. Ya establecido en El Motaje, Villanueva se convirtió en su tutor, enseñándole a leer, a escribir, aritmética, historia, geografía, nociones de contabilidad y el manejo de las armas.


Corona hizo casa en Acaponeta a donde venía frecuentemente. Era amistoso, sonriente, alegre y enamorado; pero nunca recibió ningún tipo de instrucción religiosa por lo que creció liberal, descreído y burlesco.


En mayo de 1858, Corona le hizo saber a su tutor don José María Villanueva que deseaba irse para incorporarse a los combatientes liberales en la Guerra de Reforma; pero Villanueva le pidió que esperara la ocasión, que no tardaría en llegar.


A fines de 1858 cuando Corona tenía 21 años, el Mineral del Real de Motaje del Departamento o Prefectura de la Villa de Acaponeta, población al norte del Séptimo Cantón de Jalisco, sufrió un despiadado ataque de la gavilla del terrible guerrillero Cora Manuel Lozada “El Tigre de Álica” siendo débilmente resistido por los sorprendidos y mal armados habitantes y trabajadores del lugar. Uno de esos aguerridos defensores fue Ramón Corona quien junto con nueve compañeros armados con viejos mosquetes, le dieron batalla a los atacantes.


Los lozadistas saquearon, incendiaron casas y comercios, robaron lo que pudieron, se llevaron ganado, víveres y a algunas mujeres. Este ataque molestó mucho a Corona quien e ese momento declaró que a partir de ese día se declaraba mortal enemigo de Lozada, y que ya no pararía en su lucha hasta verlo muerto.


Al día siguiente, como pudo juntó a veinte vecinos mal armados, y entre todos decidieron atacar la Villa de Acaponeta en poder de lozadistas. Ese mismo día a las 12 de la noche, entraron a la población lanzando cohetes (cuetes) y haciendo algunos disparos, gritando “Viva Lagarma, viva el Ejército Liberal”. Corona quería hacerles creer a los lozadistas que era un ataque del coronel don Pedro Lagarma quien dirigía a un grupo de aproximadamente 250 liberales en los alrededores de Mazatlán, y efectivamente, tal como Corona pensó, los lozadistas cayeron en el engaño y salieron huyendo por el rumbo del río sin ofrecer resistencia. Esto sucedió el día 18 de noviembre de 1858


Ya en poder de la Villa de Acaponeta, Corona y Villanueva ordenaron que no se cometieran actos de pillaje y vandalismo en contra de la población. Ahí se le unieron 40 amigos suyos también mal armados, a quienes incorporó a su improvisado ejército. Estando todavía en Acaponeta, les informaron que estaba por llegar una columna de 250 hombres que don José Gómez Cuervo reclutó cuando se enteró del sorpresivo y artero ataque de los lozadistas al Mineral de Motaje, y con ellos se proponía desalojar de lozadistas el norte del Cantón. Naturalmente, Gómez Cuervo aún no estaba enterado de lo sucedido, pues ignoraba que ya Corona había tomado esta plaza.


En Acaponeta, Corona logró aumentar su contingente armado a 80 hombres, entre amigos suyos de Acaponeta y El Motaje, y ahí decidió llamarlo “Los Libres de Motaje”, y una vez organizados, recibieron en medio de vivas y gritos de júbilo, al grupo armado de don José Gómez Cuervo quien, una vez llegado a Acaponeta, organizó a este improvisado y exitoso grupo de liberales otorgando grados militares en la siguiente forma:


Capitán, Don José María Villanueva; Teniente Primero, Don Francisco Lora, Subteniente, al Sr. don Lucas Alemán, y sargento, al Sr. Doroteo López. Gómez Cuervo, injustamente a Corona solo le dio el nombramiento de soldado raso, argumentando que aún era demasiado joven para asumir la responsabilidad de un mayor grado militar. Corona admiraba y respetaba mucho a Gómez Cuervo y no reclamó nada, disciplinándose y aceptando su bajo grado como militar liberal.


El ejército improvisado de hombres decididos que encontró Gómez Cuervo a su llegada a Acaponeta, era de 80 hombres, 17 fusiles y algunos caballos. Una vez otorgados los grados militares, se firmó un acta de adhesión al Gobierno Liberal Constitucional el día 19 de noviembre de ese mismo año.


Los integrantes de este nuevo grupo armado, solicitaron a Gómez Cuervo unirse a sus 250 hombres, pero éste les dijo que se quedaran en Acaponeta a cuidar la recién tomada plaza, y a esperar al capitán Domingo Barrón que venía de El Mineral de El Rosario a su encuentro con alrededor de l00 hombres también mal armados. El mismo día l9 se fue a Tepic Gómez Cuervo y el día 20 llegó Barrón con su gente a Acaponeta, uniéndose todos y conservando el nombre de “Los Libres de Motaje”.


De Acaponeta también procuró salir sin ser detectado, el señor don Pedro Solersi ferviente conservador enemigo de los liberales en busca de Manuel Lozada para informarle de lo sucedido en Acaponeta, y encontrándolo le dio razón de todo. Lozada, enfurecido, nombró comandante a Solersi entregándole a su mando un grupo de 250 hombres bien armados y lo envió para que recuperara la plaza de Acaponeta, y que hiciera un escarmiento con los liberales.


A fines de noviembre, Solersi llegó con su gente y atacó por sorpresa el poblado de La Concepción (Hoy, La Concha Sinaloa) plaza que estaba ocupada por don José María Villanueva, causándole una derrota total, saliendo huyendo los vencidos en todas direcciones a ocultarse en los montes. Enseguida marchó Solersi rumbo a Acaponeta, tomando también por sorpresa a don Domingo Barrón a quien también derrotó campalmente. Solersi ordenó que todas las casas y comercios de los liberales fueran saqueados e incendiados desatándose en la Villa una desbandada de hombres embrutecidos que mataron, saquearon, incendiaron y violaron cuanta mujer encontraron. Muchos habitantes de Acaponeta, salieron huyendo con sus familias a refugiarse en los montes. De la casa y propiedades de Corona, no quedaron más que cenizas. Don Domingo Barrón también logro escapar herido de gravedad rumbo a Huajicori.


Corona no pudo participar en ninguno de estos ataques ni ofensivos ni defensivos por hallarse gravemente enfermo y en recuperación en el rancho de El Huizachal, a dos leguas al poniente de Acaponeta, en compañía de su tío don Trinidad Corona.


(Continuará...)

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