Llegada del ferrocarril a Acaponeta. |
Por: José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Quizá muchos de los que me leen tuvieron el placer de
viajar por tren, era sin duda una aventura
para todos. Hace muchos años tuve la oportunidad de hacer varios
recorridos en ferrocarril: de México a Veracruz, de Ciudad Obregón a
Guadalajara y de la tapatía ciudad a esta de Acaponeta. De estudiante recorrí
las maravillas del Tren Chihuahua al Pacífico, sin duda un prodigio de la
naturaleza por todo lo alto de la espectacular Barranca del Cobre.
Viajar por ferrocarril amigos, era cómodo, divertido e
instructivo pues se aprendía mucho en aquellas campiñas maravillosas por donde
cortaban los ejidos aquellos rieles que guiaban a la llamada “punta de fierro”.
Era cómodo pues uno podía pararse de su asiento y recorrer el
largo y bamboleante pasillo en que se convertían los vagones. No faltaban
aquellos carros llamados pullman o camarotes donde uno descansaba o dormía
plácidamente y hasta era divertido, si bien no cómodo, pernoctar en las
literas, más populares pero que convertían los viajes en alegres anécdotas que
han quedado en el recuerdo de muchos.
La diversión en un tren estaba garantizada por la facilidad
de movimiento y desplazamiento en el interior de los pasajeros. Había además
carros comedores, algunos con servicio de bar, carro mirador, que daban un
toque original y diferente a las vacaciones. Y hasta los viajes de negocios,
eran otra cosa si se viajaba por el camino de hierro.
Hay quien dice que eran sumamente lentos y tediosos. Yo que
los conocí, puedo decir que lentos sí eran, tediosos nunca. Más aún, viajando
en ellos no deseaba uno llegar a la terminal.
Tenía su particular encanto el servicio de abordo con
aquellos señores de raza negra que les tocó ver a los abuelos y que llamaban
porters, mismos que gritaban a viva voz y por todo lo alto: ¡aaaaaaaamoooonos!
Por supuesto, en las estaciones de paso como la de Acaponeta,
presenciar la llegada de la máquina diesel o de vapor, jalando innumerables
vagones de carga o los verdes para pasajeros, era también un plus extra, que en
ocasiones convertían estos espacios en paseos familiares como sucedió en esta
Ciudad de las Gardenias, que debe ese nombre al hecho de que, en la estación a
la llegada del tren, subían vendedores de gardenias, las cuales ofertaban en
aromáticas canastitas que daban, quizá sin saberlo, identidad al pueblo.
La historia del ferrocarril en México, corre paralela a la
historia de la modernidad del país, desde aquel lejano decreto del 22 de agosto de 1837, en el cual el general Anastasio
Bustamante como Presidente de la República, otorgó a acaudalado comerciante
residente en el puerto de Veracruz, privilegio
exclusivo para establecer un camino de hierro desde Veracruz hasta esa capital,
arranca una historia que vio su esplendor durante el gobierno satanizado de
Porfirio Díaz Mori y
comenzó su debacle en el año de 1996 con Ernesto Zedillo
Ponce de León, que
desincorpora del estado a la empresa paraestatal Ferrocarriles
Nacionales de México
y se dan por finalizadas las operaciones de transporte de pasajeros en todo el
país.
Hoy, que yo sepa, solo hay transporte de pasajeros en la
modalidad de recorridos turísticos, como son el Chepe, que corre de Chihuahua a
Los Mochis y viceversa. El Tequila Expreso, que sale de Guadalajara a esa
ciudad entre los agaves y creo que existe el Expreso Maya que conecta Mérida
con Puerto Venado. Y pare Usted de contar, porque lo demás que existe son tan
solo proyectos que la mayoría de las veces solo han quedado en eso, buenas
intenciones y las erogaciones enormes que se hacen en la realización de los
mismos, que después no se llevan a cabo y ahí están actualmente en los ya
clásicos archivos de un bote de basura.
Para Acaponeta, el ferrocarril fue definitivo en su
consolidación como ciudad, gracias a él, y esto es tan solo una teoría mía,
Acaponeta tiene ese gusto por la cultura que muchos le reconocen. El tren a
este municipio llegó por el norte justo el primero de enero de 1910, es decir,
venía de Mazatlán, que, siendo puerto, es un lugar a donde llegan no solo
mercancías, sino también ideas, culturas, formas de ver la vida de gente de
muchos países del mundo o de otras entidades de la República Mexicana. La comunicación
con los pueblos sureños de Sinaloa, como el ya mencionado Mazatlán, Concordia o
El Rosario fue enriquecedora para todos.
Por muchos años los habitantes de
Acaponeta que llegaron a viajar en ferrocarril conocieron a un tren demasiado
lento y al que denominaron El Burro, en contraste con otro más veloz y al cual
“bautizaron” como La Bala, en realidad ambos eran de una lentitud desesperante.
A finales de los ochenta, cuando
ya se llamaba Ferrocarriles Nacionales de México, surgió otro tren al que la
gente llamó El Estrella, supuestamente porque sus instalaciones eran mucho más
modernas, era más cómodo y más rápido, pero en realidad nada de esto era cierto
ya que pronto se convirtió en un medio de transporte similar a sus antecesores;
mala atención, pésimo servicio, lento como tortuga y, por si fuera poco, sus
empleados abusaban de los viajeros y su estado físico llegó a ser
antihigiénico. Como consecuencia de esto, la gente dejó de viajar en ellos y
optó por el servicio de los autobuses, así fue como el servicio del ferrocarril
se fue demeritando hasta desaparecer.
Hoy los trenes de pasajeros son solo un perenne buen recuerdo
en la mente de muchos y nace la esperanza de una recuperación o rescate, cuando
dos de los cuatro candidatos a la presidencia de esta nación, han ofrecido eso,
rescatar al ferrocarril y meterlo a la vía de la modernidad, como hacen todos
los países de primer mundo, que le dan trascendental importancia a su red
ferroviaria, siendo el transporte de pasajeros una prioridad que todos
reconocen y aceptan. No se explica una Europa sin trenes, o un lejano oriente
sin ferrocarriles, así como no se puede entender un México, que busca
sobresalir en el concierto internacional y no tiene este sistema de
comunicación.
Por otro lado, grupos organizados como la Junta Vecinal de
Acaponeta A.C. y no pocos ciudadanos de esta ciudad, ven con buenos ojos el
rescate de la vieja, bella, atractiva, pero muy deteriorada estación del
ferrocarril, para convertirla en un centro cultural, como puede ser el museo
del ferrocarril o una casa de la cultura al norte de la ciudad.
Ya en la administración estatal pasada, se les propuso la
rehabilitación de cuatro de estas estaciones hoy en el abandono: una la de
Acaponeta, las otras en Ruiz, Ahuacatlán y Valle Verde, también en este último
municipio, de hecho, en octubre de 2009 el amigo Antropólogo Raúl Andrés Méndez
Lugo, junto con el Ing. Felipe Prado, de la Secretaría de Obras Públicas, el Mtro. Sergio Eugenio García Pérez, del
entonces CECAN y la Lic. Teresa Márquez de CONACULTA, estuvieron en el D.F. con
el Subsecretario de Transportes, Ing. Humberto Treviño, a quien le hicieron
entrega del proyecto, desafortunadamente, este funcionario nunca se comunicó
con ellos ni contestó a sus múltiples llamados vía telefónica y por internet,
muriendo ahí el intento.
Sin embargo, el ánimo no decae y
hay esperanzas de que recobremos primero los ferrocarriles que llenaban de
alegría nuestros días; y segundo, la posibilidad de rescatar y convertir en
importantes centros de cultura las estaciones del ferrocarril de Nayarit, tal
como han hecho en otros Estados de la República. Y ojala lo alcancemos a ver y
disfrutar.
(Este comentario se hizo en el noticiero de las 13 hrs. de la Red de Radio Red de Nayarit el 6 de junio de 2012)
1 comentarios:
Seria fabuloso que habilitaran este inmueble pero sobre todo que le dieran utilidad y un espacio cultural nunca esta de mas. Lo felicito pepe, no siempre estoy de acuerdo con sus comentarios, es mas a veces hasta me cae gordo,pero debo reconocer que se preocupa porq tengamos acceso a la cultura. Ojala y tenga exito su proyecto
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