lunes, 16 de julio de 2012

HAY NIVELES


 Por: Héctor Algarín E.

"Poder disfrutar de los recuerdos de la vida... es vivir dos veces"
Marco Valerio Marcial

¡Ah, que tiempos aquellos en mi querida Acaponeta! Recordar… es volver a vivir, casi todas las noches en mi infancia jugábamos al “bote” en la calle por la Oaxaca y la Matamoros no me pregunten nombres de todos los que participábamos por que no me acuerdo, NO es por la edad (que quede claro) es por la falta de memoria... entre otros: los Macías, los Ornelas, los Díaz, Ledón, los "Bertranes", los Viramontes, ¡¡¡ufff, ya fueron muchos!!!

Para estas épocas de lluvias ¿casualidad? se hacía mas interesante el juego, por lo general se iba la luz y jugábamos con la luz de los carros que pasaban por ahí, se veían las sombras y pa´cuando es tarde ¡un, dos por tres por el Víctor! O ya andabas buscando a alguien por debajo de los carros estacionados… cuando alguno más avezado corría raudo y veloz a la “base” ¡un dos por tres… y todos mis amigos! (chin... te fregabas). La tierra mojada y el empedrado nos acompañaban, sabíamos que al terminar de jugar un vaso de agua bien fría enfriada con hielo de la fábrica de Don Marcial Lizárraga, de jamaica o de cebada nos esperaba en el puesto de Manuel afuera del cine Corona, si nos ajustaba hasta una jícama o pepino con chile y limón nos echábamos.
¡Ah! Juventud, divino tesoro, ahora llueve y la nostalgia no viene sola, viene acompañada de dolor de huesos, te tomas tu tecito y te acuestas temprano, recuerdo que terminábamos cansados y sudorosos, nos lavábamos las manos con alguien que estuviera regando la calle o en el balde de agua del puesto de tacos de la esquina.
El bote con el que jugábamos, era cualquier objeto que hiciera ruido al arrojarlo (muchas veces apachurrado por algún vehículo al pasar) y mientras más lejos lo aventáramos (casi hasta donde estaba el "Banrural) más ventajas teníamos para escondernos, la “carrilla” venía cuando alguien de nosotros nos equivocáramos y mencionábamos el nombre de otro de los jugadores… ¡equivocación! ¡equivocación! Trágame tierra (pensaba uno) ¡otra vez a contar! y a buscarlos y así pasaban las horas de aquellas plácidas tardes en Acaponeta.
Un bonito y entretenido juego el del “bote”, como los chaicos o canicas, el balero o el trompo… en aquellos entonces, muchos (la gran mayoría para mi desgracia) de mis amigos y amigas (muy usado hoy hablar de los géneros)  eran mas buenos que el que escribe y a aguantar vara, no había de otra… porque se decía: el que se enoja, ¡pierde! (creo que sigue vigente, aunque ya no juegue a eso) las reglas del juego se respetaban y aunque no estaban escritas se acataban, muchas veces cuando de plano ibas perdiendo tratabas de cambiar las reglas del mismo (un poco a tu conveniencia, actitudes o capacidades) si se aprobaban ¡ya la hiciste!  O cuando menos así se pensaba, si se empezaba el juego con tus reglas propuestas y aprobadas y perdías… es porque ¡eres malito! ¡Ah! Los juegos, mi pueblo, mis amigos como extraño eso, otro de los “clásicos” juegos era el del “burro”… sin hacer alusión a nadie ¡que quede claro! en este, el que perdía o se acababa el recreo cuando estábamos en clases y terminaba de burro… ¡pamba!
Lindos recuerdos de mi querida Acaponeta… ¿cómo se llama el juego que hoy por hoy juegan los grandes? Ah sí, ¡política! Con razón me afloran los recuerdos… se me entrecruzaban con palabras: bote, burro y ¡pamba! ¿No habrá modo de meter al burro al bote y darle una pamba?
 Nota:
El burro es el que pierde ¿no?... el que esta cuente y cuente ¿no? el que nunca gana ¿no? el que es malito ¿no? Cualquier similitud con alguien que juega a la política y que pierde ¡es pura coincidencia!

Digo… nomás como comentario.

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