Por: Héctor Algarín E.
Marco Valerio Marcial
¡Ah,
que tiempos aquellos en mi querida Acaponeta! Recordar… es volver a
vivir, casi todas las noches en mi infancia jugábamos al “bote”
en la calle por la Oaxaca y la Matamoros no me pregunten nombres de
todos los que participábamos por que no me acuerdo, NO es por la edad
(que quede claro) es por la falta de memoria... entre otros: los Macías,
los Ornelas, los Díaz, Ledón, los "Bertranes", los Viramontes, ¡¡¡ufff,
ya fueron muchos!!!
Para
estas épocas de lluvias ¿casualidad? se hacía mas interesante el juego,
por lo general se iba la luz y jugábamos con la luz de los carros que
pasaban por ahí, se veían las sombras y pa´cuando es tarde ¡un, dos por
tres por el Víctor! O ya andabas buscando a alguien por debajo de los
carros estacionados… cuando alguno más avezado corría raudo y veloz a la
“base” ¡un dos por tres… y todos mis amigos! (chin... te fregabas). La
tierra mojada y el empedrado nos acompañaban, sabíamos que al terminar
de jugar un vaso de agua bien fría enfriada con hielo de la fábrica de
Don Marcial Lizárraga, de jamaica o de cebada nos esperaba en el puesto
de Manuel afuera del cine Corona, si nos ajustaba hasta una jícama o
pepino con chile y limón nos echábamos.
¡Ah!
Juventud, divino tesoro, ahora llueve y la nostalgia no viene sola,
viene acompañada de dolor de huesos, te tomas tu tecito y te acuestas
temprano, recuerdo que terminábamos cansados y sudorosos, nos lavábamos
las manos con alguien que estuviera regando la calle o en el balde de
agua del puesto de tacos de la esquina.
El
bote con el que jugábamos, era cualquier objeto que hiciera ruido al
arrojarlo (muchas veces apachurrado por algún vehículo al pasar) y
mientras más lejos lo aventáramos (casi hasta donde estaba el
"Banrural) más ventajas teníamos para escondernos, la “carrilla” venía
cuando alguien de nosotros nos equivocáramos y mencionábamos el nombre
de otro de los jugadores… ¡equivocación! ¡equivocación! Trágame tierra
(pensaba uno) ¡otra vez a contar! y a buscarlos y así pasaban las horas
de aquellas plácidas tardes en Acaponeta.
Un bonito y entretenido juego el del “bote”,
como los chaicos o canicas, el balero o el trompo… en aquellos
entonces, muchos (la gran mayoría para mi desgracia) de mis amigos y
amigas (muy usado hoy hablar de los géneros) eran mas
buenos que el que escribe y a aguantar vara, no había de otra… porque
se decía: el que se enoja, ¡pierde! (creo que sigue vigente, aunque ya
no juegue a eso) las reglas del juego se respetaban y aunque no estaban
escritas se acataban, muchas veces cuando de plano ibas perdiendo
tratabas de cambiar las reglas del mismo (un poco a tu conveniencia,
actitudes o capacidades) si se aprobaban ¡ya la hiciste! O
cuando menos así se pensaba, si se empezaba el juego con tus reglas
propuestas y aprobadas y perdías… es porque ¡eres malito! ¡Ah! Los
juegos, mi pueblo, mis amigos como extraño eso, otro de los “clásicos”
juegos era el del “burro”… sin hacer alusión a nadie ¡que quede
claro! en este, el que perdía o se acababa el recreo cuando estábamos en
clases y terminaba de burro… ¡pamba!
Lindos
recuerdos de mi querida Acaponeta… ¿cómo se llama el juego que hoy por
hoy juegan los grandes? Ah sí, ¡política! Con razón me afloran los
recuerdos… se me entrecruzaban con palabras: bote, burro y ¡pamba! ¿No habrá modo de meter al burro al bote y darle una pamba?
Nota:
El
burro es el que pierde ¿no?... el que esta cuente y cuente ¿no? el que
nunca gana ¿no? el que es malito ¿no? Cualquier similitud con alguien
que juega a la política y que pierde ¡es pura coincidencia!
Digo… nomás como comentario.
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