Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
Son muchos los esfuerzos y
propuestas que se están haciendo para que los alumnos de todas las escuelas y
niveles, se capaciten y adquieran competencias en las llamadas TIC´s, que son
las tecnologías de la información y comunicación, esto implica conocer al menos
las cuestiones básicas del uso de computadoras y todo lo que gira alrededor de
ellas, programas, periféricos y distintos componentes, que para la gente de
cierta edad, resulta algo así como aprender chino mandarín.
Docentes, padres de familia,
directivos y hasta autoridades educativas, se hallan en desventaja frente a los
estudiantes los cuales pareciera que vienen con un chip integrado en su cabeza,
que los hace diestros y duchos en el manejo de esos ingenios. Es común ver cómo
los mismos bebés se van adaptando a estos aparatos con la misma facilidad con
que se adaptan al biberón, y conste que esto lo digo ahora que tengo un nieto
que ya tunde el teclado de la computadora del abuelo, ante el susto y espanto
de este. Y es que muchos se quedaron --nos quedamos-- en el tiempo del pizarrón
y el gis, pongo un ejemplo que involucra a su servidor.
Cuando nos presentamos
algunos interesados a hacer el examen de admisión para ingresar a la Licenciatura
en Desarrollo Cultural que la U.A.N. conjuntamente con el Conaculta abrieron en
Nayarit, hace aproximadamente unos 9 años; con la mente firmemente anclada a
mediados de los años ochenta, que es cuando egresamos algunos de diferentes
carreras e instituciones, me presenté al edificio de Complex en la Ciudad de la
Cultura, como hacíamos en aquel tiempo: con un par de lápices 2B, un sacapuntas
de un peso y una goma de borrar, así como un par de hojas en blanco para lo que
se pudiera ofrecer. No exagero si le digo que solamente me faltaba el uniforme
escolar, los zapatos bien boleados y una manzana para el maestro, que era lo
que se estilaba. Sin embargo, los encargados, todos ellos jóvenes y versados en
el manejo de las nuevas tecnologías, me indicaron como si estuvieran frente a
un espécimen raro, que me sentara frente a una computadora de las muchas que
ahí había y me preparara para hacer el examen. Los lápices, el sacapuntas y el
borrador podían irse al basurero de la historia.
En Acaponeta, el internet,
comenzó a funcionar hace aproximadamente 12 años y entró con muchas
limitaciones y sin embargo ha crecido enormemente, a tal grado que algunos se
han visto superados. Es común encontrar maestros, funcionarios públicos o
padres de familia, que hacen un esfuerzo extraordinario para ponerse a la
altura de sus alumnos, sus clientes o sus hijos, e incluso se ven ya viejitos o
gente madura con sus activas páginas de Facebook o Twitter a todo lo que dan.
Eso da gusto.
La famosa brecha generacional, se
convirtió ya no solo en un concepto ideológico, el típico caso de la momiza
contra la chaviza, donde hay diferencias entre los tipos de ropa que se deben
usar, la música a escuchar, las modas que hay sobrellevar, las ideologías
políticas que debatir, en estos tiempos va mucho más allá, ahora involucra
computadoras, lap tops, ipods, ipads, celulares y toda clase de cacharros
modernos o herramientas de trabajo o de simple diversión.
Incluso hoy muchos docentes se
encuentran con la problemática que alumnos de comunidades rurales, no van al
mismo paso que un chico de ciudad donde el internet por ejemplo es cosa común.
Y ellos mismos, muchos preceptores se ven superados por sus alumnos en el
manejo de estas herramientas didácticas y no faltan los que equivocadamente se
resisten a los cambios y hasta por necedad, no le dan valor a instrumentos que
favorecen la educación con calidad.
El destino nos alcanzó, y para
algunos estos nuevos utensilios para comunicarnos han venido a separarnos aún
más, a ampliar esa brecha entre las generaciones. Paradójicamente yo pienso lo
contrario, ahora estamos a la altura de ellos y hasta competimos en plazas en
las redes sociales o espacios en el mundo virtual…oímos sus propuestas o
escuchan lo que tenemos que decir nosotros. Curiosamente ahora nos acercamos
más unos a otros, los viejos y los jóvenes, cada uno con sus gustos y
preferencias. Y algo de significativo tiene que alguien te “agregue” como
amigo, pues al menos te queda la sensación de que por un momento estuviste en
la mente de esa persona, a veces un influyente pomposo y poderoso; la manita hacia
arriba indicando un simple “me gusta” te hace participe de una población
numerosísima que intenta seguir sobreviviendo en la sociedad de la información.
¿Y Usted amigo lector, ya abrió hoy su
cuenta en Facebook y saludó, de unos teclazos a sus miles de amigos?
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