Ya
se ha visto en innumerables ocasiones, el nulo interés que tienen las
autoridades municipales en lograr y mostrar a todo el mundo un Acaponeta
limpio, ordenado y con belleza, que motive a los que aquí vivimos a crecer y enorgullecernos del lugar donde nos tocó vivir y agrade al
visite alentando su regreso. Existiendo todo tipo de reglamentos, así como un
Bando de Policía y Buen Gobierno, ni la dirección de Obras Públicas, ni la de
Seguridad Pública, han sancionado a las personas que tienen a nuestra ciudad
convertida en un muladar y en ratos en un horrible zoco marroquí.
Cada
día, y en este gobierno municipal se ha notado más, con la complacencia del Primer edil, el Síndico
Municipal, los regidores y el resto de los funcionarios, los ciudadanos pierden una banqueta más: locales comerciales que se
extienden hasta la banqueta y aún en el arroyo vehicular; fruterías que invaden
con jabas, verduras, cartones y triciclos los pocos espacios libres en las
aceras; toda suerte de obstáculos, mercancías, refrigeradores, casetas de
teléfonos, mesas, sillas, carretas de tacos, puestos ambulantes, equipos de
sonido, bolsas y cartones con basura, montones de escombros, materiales para la
construcción, tinacos, bicicletas, excrementos de perros y toda clase de
desperdicios, obligan al peatón a bajarse al arroyo vehicular arriesgando el pellejo o bien pasar
apretadamente entre estos objetos u obstáculos que dan además una triste imagen
a nuestro pueblo, como este bloqueo que muestra la fotografía en una frutería por la calle Veracruz,
frente al Mercado “Corona”, que durante años la tiene así, sin que nadie hasta el momento le diga nada, ¿será que hay algún arreglo ($$$)?
Estas son las verduras que habremos de comernos al medio día |
Lo
grave es que no solo es responsabilidad de la autoridad, sino que la verdadera
culpable es una ciudadanía apática, que colabora con estos daños y hasta se ha
acostumbrado a la horrible vista de nuestra otrora Atenas de Nayarit. Sin
embargo, todo se debe también a la impunidad que los diferentes ayuntamientos han
fomentado estos perjuicios al no hacer valer los reglamentos y ocultar la cabeza como los
avestruces. ¡Hasta cuándo Acaponeta! gritó el bardo.
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