Por: José B. Algarín G.
PÉRDIDA DE UNA HIJA...
Con el paso del tiempo Betty me dio la agradable noticia de un tercer
embarazo, y ella insistió en tenerlo en esa ciudad, y como no hay fecha que no
se llegue, el dia 7 de Enero de 1962, dio a luz una preciosa niña. Parto que yo
atendí; por cierto estaba de visita su mamá, Doña Carmen, pues había venido
precisamente a acompañarla en su alumbramiento.
Betty presentó una
retención de placenta, y se me “chocó”, teniendo que trasladarla de una manera
urgente a Tepic, donde fue hospitalizada, y atendida por un gineco-obstetra el
Dr. González Cardona, quien sugirió la aplicación de una unidad de sangre íntegra, encargándose de ello la Q.F.B. María Elena Loreto de Parkinson... Poco
después de la toma sanguínea me habló al Sanatorio, diciéndome que ella (Betty)
era Rh, negativo Tipo A. Y que sería muy difícil encontrar ese tipo de sangre.
Por fin consiguió un donante de su mismo tipo, quien sin remuneración
económica se la proporciono (Gracias Sr. Rivas).
Hablé por teléfono a mi casa en Compostela, para que Doña Carmen me
llevara de inmediato a la niña. Pues sospeché que tendría problemas de isoinmunización.
Y efectivamente cuando llegó y la vi, comprobé que tenia ya síntomas
clínicos de incompatibilidad materno fetal.
Se murió a las pocas horas.
En aquel entonces poco se conocía de estas discrasias.
Dos años después, de la misma manera perdimos a un bebé de sexo
masculino...
LLEGA CLAUDIA...
Sin tratamiento específico, Betty da a luz una preciosa niña, y para
nosotros fue un milagro, que sin haber en aquel tiempo ninguna medida para
evitar la reacción de incompatibilidad, sin ningún problema nace la que ahora
es nuestro báculo, sostén y alegría de nuestro hogar... esto fue en el año de
1968.
A ella más que a ninguno de mis hijos le ha tocado “bailar con los más
feos” y es ahora las que nos lleva y trae en nuestros viajes, pues es una
excelente conductora (No nomás de vehículos, sino de nuestras vidas y
acciones).
Debo decirte, mi querida Claudia es éstas líneas, cuánto te quiero y
admiro, y esta opinión me ha sido ratificado por todas tus amistades que te
conocen y te han tratado, pues aparte de ser una gran hija, has sido una
hermana, amiga, compañera y trotamundos ejemplar, y además una magnífica
chofer... (¡Lo que te falta de estatura
lo suples con el gran corazón que tienes!).
NOS LLEGA EL “GUERITO”...
Sin planearlo, pues las titulaciones antigeno-anticuerpos de Betty
estaban por las nubes... y este embarazo...nos puso a toda la familia en una
incertidumbre del pronóstico y futuro embarazo de mi sufrida esposa.
Una vez mas, acudí con mi querido Maestro el Dr. Carlos Ramírez Esparza.
Pues él conocía bien la problemática que Betty presentaba, y casi con
lagrimas en los ojos se declaró incompetente para atenderla de este embarazo.
Yo lo comprendí, y una vez más demostró el aprecio y el cariño que el tenía
para mi familia recomendándonos a un colega que estaba más al tanto en esta
área de la medicina (Estaremos por siempre en deuda con Usted mi querido Maestro
Carlos Ramírez Esparza).
Fue necesario llevarla a México, por recomendación de un Doctor amigo mio
(Dr. Luís Espinosa Cisneros, gracias Luís).
Providencialmente nos atendió un médico de la “antigua guardia” esto es,
con un gran sentido de la Deontología Médica.
Mis respetos para Ud. Dr. Luis Sentíes Gutiérrez, quien estuvo al
pendiente de la evolución del embarazo de mi consorte y la atención del parto.
Se le practicaron dos exsanguineo trasfusiones, con magníficos resultados...esto
fue el 31 de Mayo de 1972.
Así que nos venimos de México con el último miembro de la familia...Un
precioso niño, de piel clara, y pelo rubio...
Me refiero a tí, mi querido Gerardo, ¡no te hagas!
Después de casi 16 años de vivir en Compostela, Betty presentó varios
problemas de salud, y eran frecuentes los traslados a Guadalajara para su
atención. Por fin fue operada por un gran compañero y fino amigo el Dr. Javier
Contreras Valencia, y su ya Señora Esposa, otra gran condiscípula mía Consuelo
Gutiérrez, ya de Contreras.
Por complicaciones fue reintervenida a los pocos meses por presentar una
pelvi-peritonitis, que la postró varios meses en cama, hasta que
definitivamente decidí el cambio de mi familia, que prácticamente ya vivían
allá, pues estaba en periodo de formación mis hijos, y yo solo en Compostela.
Así que pensándolo
muy bien y sopesando pros y contras me
decidí a irme yo también para formar de nuevo mi grupo familiar. Dejando este
querido pueblo de Compostela que tantas satisfacciones
nos había dado.
Debo reconocer que el último periodo, en el cual yo permanecía solo mas
tiempo en Compostela, caí en las garras del alcohol, con todo lo que esto
conlleva. Lo dejo a su imaginación.
Así que sin voltear atrás, deje Compostela con un nudo en la garganta y
me dirijo a:
GUADALAJARA POR TERCERA VEZ...
Yo me sentía un triunfador al volver a mi Ciudad de nacimiento, con mi
problema económico aparentemente resuelto, con casa propia en una de las
mejores colonias, con terrenos que yo había adquirido, y con la intención
vehemente de hacer una especialidad, la de Medicina Interna.
Me dirigí a mi alma mater, al Hospital Civil, y ya sin un contacto
aparente, me encaminé a la
Dirección y grande fue mi sorpresa al
enterarme que el Director era un valioso Nayarita, el Dr. Luís Navarro
Rodríguez, quien de inmediato me recibió, pues ya nos conocíamos desde Tepic
cuando él acababa de llegar de Estados Unidos con una especialización en
Ortopedia y Traumatología. De inmediato le planteé la intención de ser médico
adscrito del servicio de Medicina Interna, y me autopropuse que mi trabajo en
esa institución sería sin honorarios. Pues según yo, ya tenía mi problema
económico resuelto.
Sin pensarlo mucho, él me contestó de una manera afirmativa, con la
salvedad de la aceptación previa del Jefe de dicho servicio quien era en ese
entonces el Dr. Mario Paredes Espinosa, gran amigo mío, y su padre y mi padre
eran compadres. De tal manera que lo localicé en su Servicio y de inmediato me
reconoció, y no nomás me aceptó, sino que tomándome del hombro personalmente me
acompaño con mi amigo el Dr. Navarro Rodríguez, para “recomendarme” ampliamente
con el.
En ese mismo momento el Dr. Navarro, le dictó a su secretaria mi
nombramiento como Medico Adscrito a dicho Servicio.
¡Lo había logrado!
Además tuve la grata sorpresa de encontrarme con otro gran compañero y
amigo, el Dr. Antonio Bravo Jiménez (conocido como el Rey de Copas, que nunca supe por qué le
habían puesto ese apodo). Prácticamente brazo derecho y ejecutor de las
órdenes del Dr. Paredes.
Así pues, empecé a ir diario a las 8 a.m. al servicio, y me volví a
“calzar” mi bata de médico, sintiéndome otra vez en mi elemento.
Desgraciadamente me metí en malos negocios, presté casi la totalidad de
mi “fortuna”y me fue como en feria, pues era una época de disturbios
económicos (1976-1977) a nivel nacional, y se pagó dos años después, cuando la
moneda valía la cuarta parte de la cotización inicial del préstamo. Tuve
necesidad imperiosa y económica de volver periódicamente a Compostela y
trabajar desde muy temprano los domingos, con la misma clientela que había
tenido. Iba cada 15 días, y me seguía yendo muy bien económicamente,
(afortunadamente no había dejado de pagar la renta del local donde estaba mi
consultorio). Terminaba mi consulta hasta no ver el último de mis pacientes,
que a veces era hasta las 10 de la noche, y de ahí, irme a Guadalajara, eso lo
hice durante más de dos años).
En una ocasión estuve a punto de perecer en un accidente
automovilístico, afortunadamente sin consecuencias, y definitivamente dejé de
ir a la bella ciudad de Compostela.
Betty seguía viniendo a Tepic, por motivos de supervisión de una pequeña
estación de Gasolinería, a 7 Km. de ésta ciudad, en un municipio anexo a Tepic,
de nombre Xalisco.
Por cierto quiero hacer mención de un terrible accidente automovilístico
que sufrió mi querida Betty en el cual murió trágicamente su chofer, y ella
quedó muy mal herida, pues sufrió varias fracturas a nivel de tobillo, pelvis,
y rodilla. Este accidente fue cuando nuestro querida hijo Gerardo tenía unos
cuantos meses de nacido. Todavía resiente ella las secuelas de este aparatoso
trance.
Con frecuencia pasaba por mi casa (en Guadalajara) un gran amigo mío,
compañero de carrera, al cual considero como mi hermano, me estoy refiriendo al
Dr. Ezequiel Barba Contreras, quien me insistía cada vez mas en intentar entrar
a trabajar al Seguro Social en esa localidad, aprovechando que un primo de él
(y él mismo formaba parte del sindicato), por cierto también condiscípulo mio
de carrera, el Dr. Antonio Barba Borrego, que en ese tiempo ocupaba una cartera
muy importante (Bolsa de Trabajo)
dentro del sindicato de trabajadores del IMSS.
Ezequiel pasaba muy temprano (10 a.m.) para visitar a sus padres, que por cierto demostraba ser un magnifico hijo, siempre al pendiente de su
papás, que vivían cerca de mi casa, y no dejaba de llegar para insistirme en
que me entrevistara con el Dr. Barba, primo suyo y por fin un día me animé a
ir.
Él tenía su consultorio cerca de mi casa habitación y llegué a media tarde anunciándome con su secretaria,
la cual de inmediato me aclaró que si venía a consulta, o si acudía a tratar
algún asunto relacionado con el IMSS, pues si fuera así de ninguna manera me
podía él recibir.
En ese momento Toño salía acompañando a una señora de edad provecta y al
verme de inmediato me saludó efusivamente y me hizo acompañarlo a su despacho.
Le planteé la posibilidad de ingresar al Seguro Social y me dijo que haría todo
lo posible por tramitar mi ingreso.
Me dio una tarjeta personal recomendándome con un Doctor de apellido
Razura, para que lo viera en el local sindical.
Estamos hablando del
año de 1977, y yo con una edad de 42 años. Que me parecía casi imposible el
ingreso por mi edad.
Después de varios intentos fallidos, al fin pude accidentalmente
localizarlo, y al presentarme con él me dijo escuetamente que Toño Barba había
preguntado en varias ocasiones por mí, que si ya me había visto. Total, que ahí
mismo ordenó a su secretaria que me diera un numero de matrícula y que llevara
todos mis documentos lo cual hice de
inmediato.
Me enviaron a Servicios Médicos de la empresa y me hicieron todo tipo de
análisis, rayos X, pruebas psicométricas, etc.
Y por supuesto que todas las pase sin ningún problema.
Después de eso, de Servicios Médicos me preguntaron que a cual Clínica
me adscribían, sin saber yo que contestar me preguntaron mi domicilio y me
sugirieron la Clínica No. 2, efectivamente cerca de mi casa habitación.
Pasé varias veces por dicha Clínica y no me gustaba mucho, pero sin
embargo, una de esas veces logré
estacionar mi carro cerca de la entrada a dicha unidad, me paré contraesquina
de ella en un pequeño jardín, y coincidentemente en ese mismo momento vi
llegar a un gran amigo nayarita, el Dr. Joel Robles Uribe, quien al verme me
saludó con gran aprecio y me preguntó mi estancia en ese lugar. Comentándole
que en esa Unidad de Medicina Familiar me habían enviado, inmediatamente me
tomó del brazo y me hizo que lo acompañara para presentarme con el Director
pues laboraba ahí, siendo él, el titular del Departamento de Medicina
Preventiva.
Cuando subimos a la Dirección estaban empezando una Junta de Gobierno y
como Director de dicha clínica me encontré al Dr. Jorge Romo Leaño, que en la
Escuela de Medicina estudiaba un año abajo de mi generación.
Nos saludamos con afecto y Joel se quedó de a “seis” al ver que nos
conocíamos, y diciéndole que me habían enviado ahí de Servicios Médicos, de
inmediato Jorge le habló a la Secretaria ordenándole que se me dotara de un
recetario y un block de incapacidades, negándome yo, al decirle que únicamente había pasado para conocer la ubicación de la
Unidad, y al decirle que no traía bata, se introdujo a su baño privado de donde
tomó una bata de él, y decirme, ¡aquí tienes tu bata!, y luego me entregó del
cajón de su escritorio un estetoscopio y un estuche de diagnóstico, y sin más
le dijo al Administrador que me hiciera mi tarjeta de asistencia, cosa que hizo de inmediato, y Jorge me indicó que me
fuera al consultorio número 2, pues les hacía falta un médico. Eran las 10.35 de la
mañana, de un día de julio de 1977.
Así inicié mi vida de trabajo en el Instituto Mexicano del Seguro
Social.
Dejé de acudir al Hospital Civil, y únicamente fui a darle las gracias
por sus atenciones y el haberme aceptado tanto al Dr. Luís Navarro Rodríguez,
así como a mi Maestro Mario Paredes Espinosa.
Me encontré con la grata sorpresa de que uno de mis más queridos
compañeros trabajaba en Urgencias en la misma Clínica No. 2 el Dr. Oscar Humberto
Bustos Moreno, y reanudamos una amistad de varios años de conocernos. Precisamente en su casa fui bien recibido mientras estudiaba en la Escuela de
Medicina, quien con su hermano Alfonso, (q.e.p.d.) y un selecto número de
compañeros, entre ellos Abel Castañeda Santiesteban (q.e.p.d.) Gabriel Chávez
Gallardo, J. Jesús Gómez de los Ríos, la “Burra” Manuel Villaseñor y otros.
Además laboraba ahí también mi querido compañero el Dr. César Hernández
Villalobos, y posteriormente fue adscrito a esta Clínica el Dr. Edilberto
Fajardo Santana. Junto con otro galeno, quien fue mi condiscípulo en aquella
gloriosa Secundaria Federal en Tepic, Nay. Me refiero al Dr. Miguel Rico
Medina.
En ese entonces no sabía absolutamente nada del movimiento en cuanto a
mi estatus como médico en el IMSS, pues no era más que un “eventual”, esto es,
estaba a disposición de Servicios Médicos, y me cambiaron a varias Clínicas
todas dentro de la Ciudad de Guadalajara. Inclusive en una ocasión me
designaron a la Clínica localizada en
Tala, Jal. a escasos 40 minutos de Guadalajara.
Pero siempre me reubicaban a la Clínica No. 2 cercana a mi domicilio.
Después de algunos años, se me llamó para darme mi base definitiva, y al
saber que era foránea, en un poblado que se llama Casimiro Castillo, la
rechacé rotundamente. Esto me pasó en dos ocasiones. Hasta que definitivamente
fui adscrito a la Clínica en la cual había empezado mi desempeño como médico
del Seguro Social.
Muchas satisfacciones reconozco que me sucedieron en mi trabajo en esta
Institución, pues realicé varios cursos Monográficos, que me actualizaron en mi
profesión.
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