Por:
José Ricardo Morales y Sánchez Hidalgo
“La historia no es ni hace nada. Quien es y hace es el hombre”, dijo alguna vez Carlos
Marx, y esta frase nos recuerda la imagen del periodista, que va tejiendo en
las páginas de sus publicaciones la historia diaria de las comunidades y nos
van informando sobre quién es quién, y lo que hacen. El periodista tiene sus propios sentimientos y
opiniones ante cualquier acontecimiento del cual es testigo y, en consecuencia,
al elaborar una nota, un artículo, reportaje o ensayo no puede dejar de lado
sus emociones, e inevitablemente, consciente o inconscientemente da una
pincelada personal a ese mismo texto. El periodista es subjetivo y no objetivo
como pudiera pensarse.
Por ello, la frase
de Marx parece oportuna de citar, pues la historia que aquí se va a narrar, no
significará nada si no le damos el valor de comprender que fue hecha por los
hombres; personajes comprometidos con su tiempo y el espacio que les tocó
vivir, en este caso, en un pueblo que ni fue mar, ni fue montaña como alguna
vez expresó un poeta, y que lleva por nombre Acaponeta, lugar junto al río o
donde el frijol se enreda a la caña, en el lapso de dos instantes medidos con
los parámetros humanos en el movimiento universal y que los hombres han datado
como 1917, documentados en las carcomidas páginas de periódicos “viejos” que
actualmente en el año 2017, cumplen, precisamente hoy, 100 años de vida
publicando, si bien no ininterrumpidamente, sí de manera cotidiana, los
sucesos, vidas, obras, esperanzas, logros, fracasos, nacimientos y muertes de
los pobladores de ese pequeño pueblo del Estado de Nayarit, y sin duda, de
forma constante y como vemos hoy, afortunadamente con la fuerza y presencia
suficiente para continuar por al menos una generación más.
Me refiero por
supuesto al periódico, hoy trisemanario, El Eco de Nayarit, decano de la prensa
nayarita y uno de los cuatro más antiguos de la nación, mismo que fue fundado
el 26 de agosto de 1917, apenas seis meses después del nacimiento de la
Constitución Mexicana, aún vigente y de Nayarit como Estado Libre y Soberano.
Ya en 1922 y al
respecto a la vida de El Eco de Nayarit, Manuel Sánchez Hidalgo Villalobos su
fundador, escribía:
A NUESTROS LECTORES Y
ANUNCIANTES
Un colega local ha estado
diciendo que “El Eco del Nayarit” dejará de publicarse y que lamenta su
desaparición.
Nada más inexacto. “El Eco del
Nayarit”, único periódico libre en el Estado, sin ligas ni compromisos con
nadie, no morirá, seguirá como siempre, viril, justiciero y honrado. Las
lamentaciones irónicas del colega las guardaremos para el futuro; pues
Acaponeta según sabemos, contará con tres publicaciones y de estas, una o dos
tienen que desaparecer forzosamente, puesto que no es población que, aunque
quiera, pueda sostenerlas. La práctica de muchos años nos ha hecho conocer a
fondo estos negocios y más tarde confirmaremos nuestro dicho.
Por nuestra parte, recibiremos
la competencia en buena lid; no la tememos, la aceptamos sinceramente. No
obstruccionaremos ni abriremos campañas necias que estén divirtiendo a la
sociedad o faltándole al respeto que se merece. Nuestra labor, sana y bien
encaminada, será en beneficio de la comunidad y del comercio, la censura o el
aplauso para los hombres que ocupen puestos públicos, será justa pero con la
misma energía y virilidad de siempre.
No permaneceremos tampoco mudos
ante la conducta que observen los falsos apóstoles del periodismo, que
proclamándose redentores de las clases humildes, persigan innobles fines, ya
para encumbrarse o porque tienen un periódico y una pluma, injurian o calumnian
a cualquier particular.
Para esos mercachifles de la
prensa; para esos calumniadores, vándalos del periodismo tenemos listo el
látigo con el que los fustigaremos duramente hasta arrojarles en un puesto que
malamente ocupan, como Jesús arrojó a los mercaderes del templo.
Esta es nuestra obligación como
miembros de la “Prensa Asociada de los Estados” a la que pertenecemos y por
cuya dignidad velaremos siempre, haciéndola más grande, más fuerte y honorable,
evitando a todo trance que se cuelen en su seno elementos nocivos que la
deshonren.
“EL ECO DEL NAYARIT” vivirá,
mientras tenga la valiosa ayuda de sus apreciables lectores y anunciantes y con
el apoyo de su Asociación. Quizá muy pronto sean notorias las reformas y
mejoras que introduciremos.
Si perecemos, así lo querría el
destino; pero llevaremos nuestra frente muy alta y con la satisfacción del
deber cumplido.[1]
Hace unos 20 años, cayó
en mis manos, lo que de inmediato supe que era un tesoro, los números
encuadernados del periódico El Eco de Nayarit, que se publicaron entre el
domingo 2 de septiembre de 1928 y el domingo 25 de agosto de 1929, es decir,
todos los “Ecos” que se publicaron en un año y que nos ofrece una panorámica
significativa de la vida cotidiana de Acaponeta, compendiada entre los números
937 y 987 del en ese entonces semanario que salía a la luz, todos los domingos.
Hablamos de 50 semanas en la historia de Acaponeta, con tres extras y la
edición especial del décimo segundo aniversario con 20 páginas en su haber,
mismas que nos muestran, de primera mano, el punto de vista siempre subjetivo,
pero sin duda, sincero de un testigo valioso de la historia regional, Don Manuel
Sánchez Hidalgo Villalobos, a la sazón fundador, propietario y director de El
Eco de Nayarit, mismo que sacó a la luz en el complicado año de 1917, justamente
en el caluroso 26 de agosto, iniciando así, sin saberlo el novel periodista, la
primera época de una historia que llegó a los cien años de edad en este 2017.
Hay que hacer
mención que desafortunadamente los archivos de El Eco de Nayarit, prácticamente
los que se publicaron entre 1933 ó 1934 y hasta 1968, se perdieron
irremediablemente en la fuerte y tremenda inundación del 13 de septiembre de
1968.
Don Manuel Sánchez Hidalgo Villalobos |
MANUEL SANCHEZ HIDALGO VILLALOBOS
Nace Don Manuel Sánchez
Hidalgo Villalobos a finales del siglo XIX en el Puerto de Mazatlán, hijo del
también mazatleco Joaquín Sánchez Hidalgo Rodríguez y la dama oriunda de El
Rosario, Sin. Victoria Villalobos, quienes además procrearon a dos hijos
varones más: Joaquín y Gabriel, este último murió joven y no dejó descendencia.
Desde su temprana
juventud, Manuel fue de espíritu independiente e inicia la aventura de la vida,
principalmente dedicada a las artes gráficas y a la imprenta en que habría de
transitar hasta su fallecimiento, víctima de un mal cardiaco en el año de 1963,
acaecido en la Ciudad de México, donde fincaría su residencia definitiva con el
paso del tiempo.
De espíritu intrépido,
se aventura en un barquichuelo a explorar las costas de Baja California; sale
de su natal Mazatlán, y en su afán de búsqueda por la vida productiva, llega en
la primera década del siglo XX a la ciudad de Tucson, Arizona, donde se empapa
con la tinta, que habría de ser cambiada por la sangre de las venas. Con alguna
experiencia y conocimiento en el ramo de la gráfica y la prensa, regresa a su
país y se establece muy brevemente en Hermosillo, donde amplía esa práctica de
acomodar tipos e imprimir sobre el papel, lo que sucede en la cotidianidad de
la calle.
En Culiacán, establece un pequeño periódico, con el
cual terminará de graduarse en el arte de la edición y la redacción de notas
periodísticas. Pero sus ambiciones de abrirse paso en la vida, lo llevaron por
fin a establecerse con una imprenta y papelería en la incipiente ciudad de
Acaponeta, Nayarit, organizando el taller tipográfico del Sr. Agustín
Tortolero, que existía por aquel entonces en la ciudad. Así es como habría de
fundar en la ciudad de las Gardenias, como llaman a este lugar, el periódico,
en esa época semanal, hoy trisemanario “El Eco de Nayarit”, que vio por primera
vez la luz el 26 de agosto de 1917. Casó, Manuel Sánchez Hidalgo, en esa
población del norte de Nayarit con la Señorita Enedina Robles Partida, hija de
un notable de la ciudad, Don Francisco Robles.
El Eco de Nayarit, llegó a convertirse en un
periódico de buena circulación, respetado por la limpieza de su director que le
dio siempre acogida en sus columnas a todas las ideas, a pesar de que su línea
fue siempre liberal y revolucionaria. Debajo del cintillo con el nombre de la
publicación, aparecía la aclaración, que esa era “miembro de la prensa asociada
de los estados pro-patria”.
La ambición de dar a sus hijos una buena educación,
lo llevaron a traspasar el próspero negocio a Don Federico R. Corona, conocido
comerciante y empresario acaponetense, quien lo sostuvo unos años y lo
suspendió por causas políticas, y por el exceso de compromisos; figurando ya en
esos días, como jefe de redacción el infatigable periodista Martín M. Sáizar,
quien habría de llevar a “El Eco de Nayarit”, por aguas turbulentas, pero con
buen tino, a tal grado que, como ya mencionamos, cumple hoy su primer siglo de
vida, gracias al esfuerzo y dedicación de estos paladines del periodismo de
principios del siglo XX, que han continuado los descendientes de Don Martín:
Rodolfo Antonio Sáizar Quintero, su hijo, y hoy, su actual director, el Lic.
Antonio Sáizar Guerrero, el nieto, siendo en estos momentos su propietaria la
Profa. Consuelo Guerrero de Sáizar.
Fue Don Manuel Sánchez Hidalgo un quijote toda su
vida y la mejor herencia que dejó a sus seis hijos y 23 nietos, fue un nombre
limpio y respetado por quienes fueron sus amigos y colaboradores en su amado
oficio de periodista y tipógrafo. Pasó a mejor vida en el año de 1963 en el
Hospital Militar de la Ciudad de México, atendido ahí por sus méritos como
Veterano de la Revolución, en la que participó con no escasa actividad. Contaba
a la sazón con 65 años de edad. Descanse en paz.
EL
ORIGEN (1917)
Como ya se ha mencionado, el actualmente
trisemanario aparece por primera vez el 26 de agosto de 1917. Don Rodolfo
Antonio Sáizar Quintero, Director de El Eco de Nayarit de 1970 a 2000, se
preguntaba, cómo había sido posible que el periódico hubiera nacido en una fecha
tan mala para la economía del pueblo, pues agosto es un mes sumamente caluroso
y las lluvias son factor que paraliza o reduce significativamente la actividad
comercial y económica de la cabecera municipal de Acaponeta.
Sin embargo, hoy me queda claro por qué fue en ese
año de 1917, el cual estuvo lleno de hechos que ahora enriquecen la historia y
que, en algunos casos, cambiaron diametralmente la concepción filosófica del
hombre, dividieron la geopolítica mundial y las formas de ver la vida del naciente
siglo XX.
En México, como ya se hizo mención es el importante
año de la promulgación de la Constitución que aún nos rige y por supuesto “El
Eco” nace con el Estado de Nayarit y el municipio de Acaponeta, siendo
Presidente de la nación Don Venustiano Carranza, Retomando la crónica de los
inicios del periódico y su inexplicable fundación en el mes de agosto podemos
decir que, sin embargo, Manuel Sánchez Hidalgo Villalobos, inquieto por
naturaleza y con vastos conocimientos, a pesar de su corta edad, en la imprenta
de tipos, de aquellos tiempos, cuando la impresión era sin duda heroica y de
infinita dificultad, decidió dar a la luz pública el periódico el 26 de agosto.
Esta publicación, comenzó a salir a la calle de
manera semanal con el nombre original de “El Eco del Nayarit” con el cual permaneció
al menos hasta 1919, según consta en los pocos periódicos que aún existen de
esa época, para luego cambiar a su nombre definitivo “El Eco de Nayarit”, ya
con la preposición “de” y no la contracción “del”, y así se desarrolló hasta la
fecha. Existía la posibilidad, y esta es una suposición que originalmente tuvo el
Cronista de Acaponeta Sr. Néstor Chávez Gradilla, de la cual ambos platicamos,
acerca de un personaje de nombre Lamberto Cabañas, ingeniero de profesión, al
parecer muy amigo de Manuel –eso pensamos en un primer momento--, le habría
cuestionado acerca del nombre “El Eco del Nayarit”, haciéndole mención que ya
no era correcto decir “del” Nayarit al territorio, que había pasado a ser, por la
Constitución de 1917, en Estado Libre y Soberano. Sánchez Hidalgo, quizá reparó
en su error y dio la razón al Ing. Cabañas, pasando a llamarse en el futuro “El
Eco de Nayarit”. Sin embargo esto no fue así y a esa conclusión llegamos el
Cronista de Acaponeta y yo, cuando vemos que en un periódico del domingo 5 de
marzo de 1922, del mismo El Eco de Nayarit –aún con el nombre de El Eco del
Nayarit, de la colección privada de mi primo hermano Sergio Cuauhtémoc Sánchez
Hidalgo García--, me entero que hay una total desavenencia entre ambos
personajes, pues en una nota que Sánchez Hidalgo encabeza como “A Palabras Necias”, da cuenta de que no
precisamente tenía buena amistad con ese Señor Lamberto Cabañas, quedando claro que no había empatía entre esos dos, lo
que no supimos esclarecer es cuál fue ese periódico del Sr. Cabañas, ni los
motivos del pleito.
Los talleres primeros de El Eco, estuvieron situados
en lo que hoy es la esquina de Juárez y México, donde hasta hace unos años
estuvo la Farmacia Corona y hoy ocupa una nevería. Posteriormente, este centro
de trabajo se mudó a la esquina de Allende y Veracruz, frente al Mercado “Ramón
Corona” y donde en la actualidad hay una frutería y en la parte alta un billar.
Así pues, durante un tiempo el periódico y la papelería
funcionaron para “ir dando de comer”
como coloquialmente expresa su propietario. Quiero suponer, que por razones
enteramente familiares y los compromisos normales financieros que todo mundo
tiene y más cuando se es cabeza de un negocio, llegaron a hacer pensar al
periodista en emigrar a la ciudad de México, donde radicaba su hermano Joaquín,
para desarrollar allá actividades en otro negocio, como él mismo lo explica en
una confesión aparecida el 3 de febrero de 1929, mencionando que
desafortunadamente no se logró una negociación de venta, tanto de papelería
como la imprenta a los señores Manuel Sanz, de Guadalajara, Manuel Serafín
Muñoz, oriundo en Contraestaca, Sinaloa, pequeña localidad del municipio de San
Ignacio, y el Sr. Federico Corona, empresario de Acaponeta, quien en 1921 tomó
posesión como Gobernador Interino del naciente estado de Nayarit.
Cuando las pláticas de esa compra-venta no
fructificaron, Don Manuel retomó el rumbo del periódico y menciona que adquirió
nuevos tipos y elementos modernos que mejoraron la imagen de las ediciones,
además tuvo la idea de contactar corresponsales en distintos rumbos de la
región para ampliar la información, amén de las que ya recibía por correo
postal o comunicados telegráficos y hacer del semanario, una circulación
bisemanal, para luego pasar a trisemanario y la posibilidad de hacerlo diario
en un futuro. No lo pudo hacer. Comenta en esa misma nota del 3 de febrero, que
pasa a formar parte de la redacción del periódico el joven entusiasta Martín
Sáizar, del cual dice:
“Como
esta tarea de hacer el periódico trisemanal o diario sería para mí bastante
pesada, vendrá a formar parte de la redacción del periódico el Sr. Martín
Sáizar, joven que por su constancia en el trabajo, en el estudio y honradez sin
tacha, ha sabido emanciparse poco a poco. El Sr. Sáizar ha trabajado durante
muchos años en el taller de sombrerería del Sr. Francisco Casillas[2]
y en los ratos libre que le permiten sus labores ha estudiado por medio de
curso en las escuelas interamericanas de New York, la noble carrera de
periodista, practicando conmigo desde hace mucho tiempo, por lo que creo
llenará su cometido a satisfacción. ¡No puede exigirse más a la provincia!”
Además de Martín Sáizar, que hacía la crónica
deportiva, colaboraban con Don Manuel en las ediciones de El Eco de Nayarit, su
hermano Joaquín, también en los comentarios deportivos con el seudónimo de “Quijano
Shogaldi”; un señor Ramiro Diéguez, otro joven de apellido Manzo y un pequeñín
llamado Eduardo Vidriales Robles.
Seguramente buscando mejores oportunidades de vida
para él y su familia, finalmente logra vender o traspasar años más tarde, muy probablemente
en el año de 1932, o cuando muy tarde en 1933, el periódico al ya mencionado
Sr. Federico R. Corona.
En pláticas que
sostuve hace algunos años con Don Eduardo Vidriales Robles, impresor que de muy
niño entró a trabajar a El Eco y que llevó una magnífica amistad tanto con
Sánchez Hidalgo como con Don Martín Sáizar, fue testigo de muchas
circunstancias en la vida del periódico, me comentó –y es muy probable que así
fuera, según he podido comprobar y por actitudes y acciones que no tienen
sentido-- que Don Manuel tuvo divergencias serias con el Gobernador interino de
ese entonces Gral. Juventino Espinosa Sánchez (1931-1933) y vio que sus
probabilidades de tener conflictos que afectaran su trabajo y en especial al
periódico, prefirió autoexiliarse en la ciudad de México, como ya había
planeado en 1929 según se vio en la nota ya comentada.
Como haya sido,
los talleres de El Eco de Nayarit, por tercera ocasión cambian de residencia y
pasaron a laborar a donde eran las oficinas del Sr. Corona por la calle Oaxaca
a unos pasos de lo que hoy es la terminal de camiones de Autotransportes
Victoria, manteniendo como auxiliar de redacción a Martín M. Sáizar.
Ignoro el tiempo
que Don Federico R. Corona, sostuvo el periódico, pero calculo que no fue más
allá de un par de años, pues en charlas que sostuve con Don Rodolfo Antonio
Sáizar Quintero, estuvimos de acuerdo en que su señor padre, Don Martín M.
Sáizar, tomó las riendas de la publicación entre los años de 1934 y 1935,
cuando Don Federico, decide, dado su exceso de trabajo, dejar la dirección al
Sr. Sáizar.
El Eco de
Nayarit, ya en manos de Don Federico R. Corona, pero tendiendo como verdadero
operario a Don Martín M. Sáizar, quien se volvió indispensable para que la
publicación saliera a la venta, en una intrépida iniciativa resuelve hacer del
periódico un diario, aumentando de manera sustancial el trabajo de confección;
tarea que le tocó vivir a Don Eduardo Vidriales, quien recuerda de manera
simpática:
“Pasado algún tiempo, sin
pensarlo mucho y cual moderno Quijote, pero armado con una gran tranca de madera
en lugar de la tradicional arma de don Quijote, Martín se lanzó a la odisea de
convertir “El Eco” en diario. Me imagino que prefirió la tranca tal vez porque
se pueden derribar mejor los estorbos con un garrote que con una lanza. O lo
hizo recordando a aquel famoso presidente gringo que decía: “Habla despacio,
pero ten siempre a la mano un buen garrote”.
Pero dejando de lado esta
pequeña digresión en broma, vayamos a lo otro: me invitó como jefe de
tipografía y como formador del periódico y henos aquí, de la noche a la mañana
imprimiendo nada menos que diario “El Eco de Nayarit” de aquellos ayeres.
De este imprimíamos primero
las páginas interiores y reservábamos en la primera y la última espacios
convencionales para las noticias nacionales o internacionales. Estas nos eran
transmitidas diariamente por vía telegráfica, por una agencia profesional de
México, D.F. en extractos de doscientas o trescientas palabras. Cuando se
recibía el servicio había que “crecer” las noticias, labor en la que yo también
tenía mi parte.
El siguiente paso (paso
veloz, por supuesto) era dar a las noticias composición tipográfica, formación,
prensa y… colorín colorado; “El Eco” se terminaba de imprimir a eso de las tres
de la mañana para ser voceado unas horas más tarde. La siguiente jornada
comenzaba a las once de la mañana del mismo día.
La hazaña duró unos cuantos
meses, pues aquello se convirtió en una especie de juego del trompo en el que
todos ponen y nadie saca nada. Ponía el director, poníamos los impresores,
ponían los anunciantes y hasta los acreedores tenían que poner al menos un
poquito de paciencia. […]
El diario murió según
dictamen, por “exceso de escasez”, pero no murió “El Eco”. Este, tan campante,
volvió en medio de una tranquilidad casi bucólica a su antigua vida de
semanario, o alternativamente, bisemanario.
Cuando al paso de los años y
ya olvidada por completo la aventura del diarismo, “El Eco” pasó a ser
propiedad de Sáizar, pudo él obtener el crédito necesario para comprar su
propio equipo de impresión y “El Eco” se mudó a su quinta y actual casa en la
calle Allende, propiedad del clan Sáizar”.[3]
Don Martín M. Sáizar y Doña Romanita Quintero de Sáizar |
Martín M.
Sáizar, según palabras del propio Vidriales Robles, consigue un crédito, se
convierte en propietario de “El Eco”, adquiriendo el equipo que se requería y logra
en las siguientes décadas, hacer del periódico una empresa rentable y
dimensionar a nivel Estado su reputación y penetró en todas las capas de la
sociedad acaponetense, abarcadas las comunidades y ejidos municipales, así como
los municipios de Tecuala, Huajicori e inclusive Tepic. Por supuesto, en el
resto del país y también en los Estados Unidos, donde cientos o miles de
paisanos se fueron a radicar, recibían puntualmente el rotativo en sus hogares
por el método de suscripciones.
Hay que hacer
notar, que Don Eduardo, explica que “El
Eco” se mudó a su quinta y actual casa en la calle Allende, propiedad del clan
Sáizar”, pero yerra en este punto este simpático y entrañable tipógrafo de
profesión, pues el cuarto domicilio fue en la calle Veracruz, entre Allende y
Juárez, muy cerca a la actual cantina “El Campesino” y finalmente su quinta
casa es efectivamente la morada de la calle Allende No. 12, en pleno centro de
la ciudad y donde aún habitan sus propietarios y tienen la papelería “Lolina”.
Hay que agregar que el sexto domicilio de El Eco es donde actualmente están los
talleres de impresión en un amplio espacio para la maquinaria y las viejas
imprentas donde aún utilizan tipos para la confección de invitaciones,
facturas, esquelas, etc.
Don Eduardo Vidriales,
que como ya se comentó desde muy niño se enamoró de las tipos, la tinta y la
conformación de notas y anuncios, e hizo de la impresión y la tipografía su
modo de vida, hace mención en ese breve comentario de algo muy importante en la
vida del periódico: los voceadores, principalmente conformados por chiquillos
de la localidad, que a lo largo de 100 años de vida, merecen mención aparte, ya
que han sido cientos, quizá miles de niños los que han vendido “El Eco de
Nayarit”, hoy muchos de ellos fallecieron de viejos o son abuelos de otros
pequeños que hacen la labor callejera de venta y reparto. Ellos llegan o
llegaban al centro de distribución, en este caso las sucesivas sedes del
informativo, recogen el número de ejemplares que creen poder vender y arrancan
a los cuatro puntos de la ciudad con el tradicional grito de ¡El Eco de
Nayarit! ¡Eeeel Ecoooo!, con el cual despiertan, más antaño que ahora, a una ciudadanía
que apenas comienza el quehacer diario. Ha sido tan reconocido este pregón, que
existe una anécdota que nos da cuenta del significado del mismo para la
sociedad acaponetense. Hace algún tiempo, una persona radicada en Acaponeta,
viajó a los Estados Unidos, y ya en aquel país, tuvo la necesidad de buscar a
un amigo o familiar del cual conocía la zona donde residía este, pero no la
ubicación exacta, aun así se fue en busca del paisano y al llegar a la calle
donde suponía habitaba aquel y no saber a ciencia cierta cuál era la casa, tuvo
una feliz ocurrencia: comenzó a gritar a todo pulmón: ¡El Eco de Nayarit!
¡Eeeel Ecoooo!, que inmediatamente fue identificado por su camarada que salió a
recibirlo, entre gritos y risotadas.
El Eco de
Nayarit es una de las cuatro publicaciones, aún en funciones, más antiguas del
país, con 100 años de vida, superado solo por “El Dictamen de Veracruz” –el más
antiguo, con 119 años-, nacido como “El Dictamen Público” en 1898 y cuyo
fundador fue Don Francisco J. Miranda.
El segundo más
antiguo es “El Universal” de la ciudad de México; fundado en 1916 por Félix F. Palavicini
y que recientemente cumplió el siglo de existencia, hoy bajo la presidencia del
Lic. Juan Francisco Ealy Ortiz, curiosamente casado con la acaponetense Perla
Indira Samantha Díaz Tejeda.
El tercero
“Excélsior” también de 1917 como El Eco, pero del 18 de marzo, fundado por el
periodista Rafael Alducín. Siendo así que el hoy trisemanario acaponetense es
el cuarto más antiguo de la República, lo cual es todo un logro ya que existen
miles de medios escritos a lo largo y ancho de la nación. Es de hacer notar,
que sin duda es muy difícil que un periódico, del tipo que sea, sobreviva
tantos años y que lo sitúen como uno de los cuatro periódicos más longevos de
la nación. El Eco de Nayarit, por supuesto no tiene los anunciantes, ni apoyos
oficiales que tienen diarios de circulación nacional como El Universal y
Excélsior, pero quizá, las siguientes palabras que Don Antonio Sáizar Quintero,
escribió para la edición especial del octogésimo aniversario nos digan el
porqué de esa antigüedad:
Doña Consuelo Guerrero de Sáizar, actual propietaria de El Eco de Nayarit y Don Rodolfo Antonio Sáizar Quintero |
Lector:
Cada martes, jueves y
domingo, al releer lo escrito en EL ECO, en el blanco y negro de sus páginas
vemos reflejado el esfuerzo que realizamos todos los que intervenimos en su
confección; al leer cada número de este periódico comprendemos que no tenemos,
ni tampoco debemos, porqué cubrirnos con un falso manto de humildad para tratar
de menospreciar la importancia de ese esfuerzo que realizan no solo el que
escribe, no solo los muchachos del taller, no solo los voceadores, sino tú,
lector, que eres quien al comprar cada ejemplar estás ayudando a que este
periódico sobreviva, como ayudan también quienes nos apoyan con sus anuncios.
Lo hemos dicho en todos los
tonos y a todos los vientos: podemos contar con los dedos de las manos, y nos
sobrarán dedos, las ciudades que han sostenido un periódico durante 80 años o
más. Acaponeta es una de esas ciudades, Acaponeta es uno de esos pocos lugares
en los que se publica un periódico de tanta edad. Bien puede explicarse que un
periódico permanezca durante decenios en ciudades grandes donde los
subscriptores son muchos, donde el comercio paga bien los anuncios, donde el
gobierno otorga buenos subsidios y aún así se considera, su prolongada
aparición periodística, toda una proeza.
Entonces, ¿cómo podemos
considerar el que EL ECO DE NAYARIT, siga cumpliendo años y más años hasta
llegar, por hoy, a los 80? ¿Qué explicación podremos darnos? ¿Es acaso, como la
de los periódicos grandes en ciudades grandes, una proeza, una hazaña? ¿Es algo
más? En las grandes ciudades, los dueños de los grandes periódicos son
supermillonarios, mientras que en este pueblo chico, el mantenernos
decorosamente es un orgullo. ¿Será esa la diferencia?
La explicación que quienes
hacemos EL ECO nos damos al respecto a su longevidad es que nuestro periódico
lo hacemos nosotros mismos, los acaponetenses; aquí todos somos reporteros,
aquí todos somos corresponsales, aquí todos somos editorialistas, aquí todos
somos acerbos críticos y sabemos también prodigar elogios; todos pues estamos
implicados en su proceso y su contenido. EL ECO está hecho no con la maquinaria
moderna y costosa de otros periódicos, no; está hecho en un taller de pueblo,
donde el corazón cuenta más que otra cosa, donde el editor y el formador, y el
impresor, y el doblador, y el ayudante, se parten el alma desde que empiezan
hasta que terminan cada número, hasta que ven el rimero de ejemplares ya
dispuestos para salir a la venta. Aquí se entrega el alma, aquí se trabaja con
devoción, aquí –si se vale decirlo- se rompe uno las uñas cuando no hay más
manera de hacer andar la maquinaria.
Es, pues, gracias a ti,
lector, y a todos los acaponetenses y lectores que tenemos en los pueblos de la
región, que EL ECO se ha sostenido. Ya hemos dicho en otras ocasiones, y lo
repetimos hoy, que siempre hemos guardado, y guardaremos siempre, respetuoso
recuerdo de quienes anteriormente estuvieron dirigiendo este periódico. Para
ellos, en el altar de nuestro corazón elevamos oraciones y encendemos velas
rogando al Señor les conceda eterno descanso y que a nosotros nos permita, por
los años que a bien tenga, seguir trabajando en este oficio que tanto nos
gusta, en el cual nacimos y seguramente que en él moriremos.
Este ejemplar de EL ECO que
tienes en tus manos, lector, es el fruto del esfuerzo de todos. Esta edición
especial, con orgullo lo decimos –y muéstrala con orgullo—fue hecha totalmente
en Acaponeta por acaponetenses, y aunque no es ni con mucho lo que desearíamos
ofrecerte hoy que este periódico cumple 80 años, recíbela por favor con
benevolencia, porque te la entregamos con profundo afecto.
Recibe, junto con este ECO,
nuestro abrazo de amigos y de integrantes de la gran familia acaponetense, que
es la familia de todos, con el deseo de que entre nosotros nunca tenga cabida
ni la palabra que ofende, ni el calificativo que denigra.
Para
ti, un abrazo de
RODOLFO ANTONIO SÁIZAR
QUINTERO
Si a mí me lo
preguntan, uno de los éxitos del periódico es que es local, uno puede seguir la
vida de un ciudadano de Acaponeta a través de las páginas de El Eco de Nayarit.
Ahora ya no se hace, pero en algún tiempo el periódico, casi como un grito
anunciaba: “¡Ha nacido un hombre!”, donde se informaba a la comunidad la
llegada al mundo de un nuevo ciudadano y, a partir de ahí, comenzaba una vida
que se podía seguir a través de sus logros: la foto del pequeño en el mes de
abril dedicado a los niños y donde se publican fotos de los menores; crónicas o
fotografías de eventos escolares, graduaciones, bodas, y el cierre del ciclo
con un nuevo: “¡Ha nacido un hombre!”, culminando con la desafortunada esquela
que anuncia la muerte de esa misma persona. En cien años, esto ha sucedido
cientos, quizá miles de veces, y al estar haciendo el trabajo de investigación
para este ensayo, pude seguir el nacimiento, vida, obra y muerte de más de uno.
Incluso, a pesar de no ser nacido en Acaponeta, encontré una nota de septiembre
de 1968, donde Don Martín anunciaba a la comunidad que la familia Sánchez
Hidalgo estaba de visita en la ciudad, nombrando a cada uno de los que veníamos
en la comitiva, entre ellos ese muchachillo de diez años que hoy escribe
esto…sin saber que una semana después se vendría la tremenda inundación de ese
trágico año.
Veo Eco para rato, si
no cien años más, sí con una expectativa a su favor por varias décadas más, y
el reto de adecuarse a las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación, no perdiendo de vista, que privilegiar lo local es lo adecuado.
¡Qué lo veamos!
[1]
Sánchez Hidalgo, Manuel. (1922. 26 de enero). A Nuestros lectores y
anunciantes. El Eco de Nayarit. pp.1. De la colección privada de Sergio
Cuauhtémoc Sánchez Hidalgo García.
[2]
El Sr. Francisco Casillas, tenía su próspero taller en una finca, donde además
vivía, en el lugar que hoy ocupa el Hotel Plaza, frente a la plaza principal y
en la esquina de Morelos y México.
[3]
Eduardo Vidriales Robles. El Eco de Nayarit (Edición Especial del 80
aniversario). 7 de septiembre de 1997. pp. 38
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